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Muñoz Cosme, Gaspar y Cristina Vidal Lorenzo
1998 Identificación del Templo V de Tikal en la descripción del coronel Modesto Méndez de 1848. En XI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1997 (editado por J.P. Laporte y H. Escobedo), pp.10-21. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).
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IDENTIFICACIÓN DEL TEMPLO V DE TIKAL
EN LA DESCRIPCIÓN DEL CORONEL MODESTO MÉNDEZ DE 1848
Gaspar Muñoz Cosme
Cristina Vidal Lorenzo
Después de permanecer cerca de mil años sepultada por la selva, la primera información que en los tiempos modernos nos ha llegado de Tikal es el relato que el Coronel Modesto Méndez, en aquel entonces Corregidor de Petén, hizo de la expedición que lideró en 1848 en búsqueda de las antigüedades de las que había tenido noticia.
Dada la magnitud del hallazgo, en las investigaciones posteriores sobre Tikal muchas veces se ha hecho alusión a dicha expedición, tanto en lo que se refiere al relato de la misma, publicado en los meses de abril y mayo de ese año en la Gaceta de Guatemala, como a la documentación gráfica aportada por los dibujos, bastante inexpertos, del artista Eusebio Lara.
En dichas investigaciones, especialmente aquellas dedicadas al descubrimiento de Tikal (Hammond 1984, 1987), siempre se ha dado por sentado que el primer edificio al que llegó este grupo de intrépidos exploradores fue el que hoy conocemos como Templo I o Gran Jaguar, pasando después a visitar otros monumentos, siempre ubicados y relacionados en el relato con el primero visitado.
Sin embargo, una revisión más profunda del texto de Méndez, aunado a algunas comprobaciones de campo, nos hizo sospechar de inmediato de dicha hipótesis, de ahí que hayamos decidido hacer un análisis exhaustivo de lo contado por el corregidor, comparando todos los datos aportados con la realidad actual de Tikal, a fin de determinar con total exactitud cuáles fueron los edificios visitados por la expedición, información que podrá ser utilizada para conocer el estado en que éstos se encontraban a mediados del siglo XIX.
Por tanto, el método que proponemos es seguir detenidamente el relato de Méndez desde sus principios para poder situar con exactitud su forma de acceso a Tikal y cuál fue el recorrido seguido por los expedicionarios.
La expedición partió de San José el 23 de febrero de 1848 y tras pernoctar en un punto cercano, los componentes del grupo se embarcaron a las tres de la mañana del día siguiente. En dos hermosas canoas, según Méndez, navegaron cinco leguas hasta desembarcar en el otro extremo del lago. Esa distancia es aproximadamente la que existe entre San José y El Remate, cruzando de este a oeste el lago, con lo cual es muy posible que fuera éste el sitio del desembarco, a la sazón habitado por algunos indígenas a los que también hace mención el informe.
Tras cuatro cansadas leguas de camino acamparon en una aguada a la que Méndez llama La Tinta, a la que llegaron en horas de la mañana. No es fácil determinar a qué aguada se refiere, ya que en este trayecto sólo hemos podido identificar una laguneta actualmente denominada El Tintal, situada al oriente de la laguna de Salpeten y al norte de la conocida como Macanche (Figura 1).
Es muy factible que La Tinta y El Tintal sean el mismo sitio, pues este recorrido habría significado un lógico desplazamiento hacia el oriente en búsqueda de la misma latitud que las ruinas, eludiendo así la zona de vegetación más intrincada que se extiende entre el lago Petén Itza y Tikal, al tiempo que le servía de guía para saber que debían llevar siempre rumbo norte (Figuras 2 y 3).
Ahí es el lugar donde acontece, a las cinco de la tarde, el encuentro entre la expedición de Modesto Méndez y la que había sido enviada como avanzadilla, capitaneada por el Gobernador Ambrosio Tut. El objetivo de esta primera expedición, que había salido ocho días antes, era determinar con precisión el mejor camino para llegar a las ruinas. Tut le informó que el retraso en su expedición se había debido a la necesidad de rectificar el camino, así como a la dificultad para hallar agua. Esto último preocupó seriamente a Modesto Méndez, ya que la expedición era de 19 personas y no confiaba en que el agua de bejuco fuera suficiente para abastecerlos. Ante este contratiempo, envió una carta al alcalde a través de los hombres de la primera expedición que regresaban a San José, solicitándole el envío de dos garrafones de agua.
El día 25 emprendieron nuevamente el camino bajo lluvias torrenciales, jornada que concluyó a las cuatro de la tarde sin que a esa hora hubieran divisado ruina alguna. Al día siguiente iniciaron la marcha al amanecer pero volvieron a ser víctimas de fuertes tormentas y aguaceros. Según narra Méndez, a las tres de la tarde, completamente mojados, comenzaron a encontrar algunos fragmentos de cerámica y un monte algo más claro y, poco después, desde un cerro de regular elevación, descubrieron en una altura superior el primer edificio. Parece que esto dio fuerzas a los expedicionarios que, con gran entusiasmo se aproximaron hasta el pie de una hermosa escalera, cuyo paso nos disputábamos, subiendo por precipicios y escombros, originados tal vez por los temblores y elevados árboles. Cuando Modesto Méndez alcanzó la cima de la escalera mandó tirar cuerda para determinar la magnitud de la misma. El resultado fue 50 varas de altura y 25 de ancho, es decir, si hacemos la conversión en metros, considerando que eran varas castellanas equivalentes a 0.86 m, resultarán unos 21.5 m de ancho por 43 m de alto (Figura 4).
Con estos primeros datos podemos empezar a analizar cuál fue el edificio al que llegó inicialmente la expedición. Por el acercamiento realizado a Tikal desde el sur, es lógico que se trate del Templo V, aun cuando cabrían dos hipótesis más: 1) que hubiesen tenido una desviación hacia el oeste, accediendo más allá de Mundo Perdido y avistando el Templo IV, ó 2) que con una desviación hacia el este accedieran desde la parte más oriental y que se encontraran con la parte trasera del Templo I.
En el primer caso, la posibilidad de que fuese el Templo IV se descarta rápidamente con el dato de la escalinata que describe, ya que no era perceptible ni mesurable. En cuanto a la segunda opción, si comparamos las medidas de las escalinatas del Templo I y del Templo V vemos que la del Gran Jaguar es mucho menor en anchura -8.40 m-, mientras que la del Templo V tiene 19.30 m, cifra más próxima a la medida por Méndez. Hay que considerar también la dificultad de la medición que pudo realizar en aquellos años con el derrumbe y la vegetación que la cubría. Por tanto, no parece descabellado que una escalinata de 19.30 m pudiera ser apreciada como de 21.5 m, lo que sí sería absurdo es que una escalinata de 9 m se midiese a más del doble.
Respecto a la altura, las escalinatas del Templo V y del Templo I miden aproximadamente unos 29 m de altura, lo que no nos permite determinar a cuál de ellos se refiere. La ostensible diferencia con lo medido por Méndez sólo sería explicable por un error en la toma del dato o porque optara por una medición según la pendiente, en este segundo caso el Templo I arrojaría un valor aproximado de 39 m y el Templo V el de 42 m, lo que se aproxima más a la cifra de Méndez.
Cuando nos describe el templo superior nos indica que tiene, desde el fin de la escalera, 32 varas de alto, es decir, unos 27.5 m. El del Templo I tiene 15 m de altura y el del Templo V, con su enorme crestería, se eleva 23.5 m sobre el final de la escalinata. Nuevamente comprobamos que es más razonable que se esté refiriendo al Templo V. Para ahondar más en ello nos proporciona las dimensiones de la parte superior -23.22 m-, que si las comparamos con el Templo V que mide 23 m parece concordante, a la vez que muy distante de los 11.5 m del Gran Jaguar.
Por último es importante destacar las aportaciones del dibujo de Eusebio Lara al que hace referencia en el texto y a través de los cuales se percibe una imagen simplificada pero con algunos detalles notables y de gran interés (Figura 5). En él se puede apreciar la vegetación que cubría la crestería y la escalinata, diez grafitos que dibuja en su interior, tres de ellos en la pared del fondo y el resto en las jambas. Pero lo que más llama la atención es que sólo dibuja una cámara y que el dintel está completo; esto es importante ya que sabemos que los dinteles de los Templos I, II y III habían colapsado cuando Maler los fotografió en 1895.
La cornisa que dibuja sobre la puerta es singular y asimilable a la existente, al tiempo que podemos observar un agujero en la parte superior izquierda de la crestería, que podría corresponder al reseñado por Quintana y Noriega (1992:73) en el espacio abovedado número 9 del interior de la crestería (Figura 6).
Lamentablemente las limpias paredes de las que nos habla Méndez se han convertido, un siglo y medio después, en un enmarañado cúmulo de grafitos conmemorativos de las visitas de tantos turistas con ansias de perpetuar su paso por el edificio, impidiendo la identificación de lo dibujado por Lara. No obstante, una de las figuras que ubica en la jamba derecha de la puerta todavía puede adivinarse hoy debajo de los rayados modernos.
Volviendo al relato de Méndez, una vez repuestos de la emoción e impresión que causó el hallazgo y antes de descender, descubrieron desde allí otros palacios de igual elevación, lo que dio pie a las investigaciones del día siguiente.
En la mañana del día 27 se dirigieron al palacio de enfrente, situado a dos cuadras de distancia y aunque no había ningún vestigio de su escalera suben hasta lo más alto. Así lo describía Méndez: en mucha parte aparece deteriorado; pero se encuentran algunas piezas útiles y habitables. Los techos son de cañón y se observan a ciertas distancias, palos rollizos atravesados como para amarrar hamacas.
Prosiguiendo en el relato, más adelante nos facilita un dato que puede ser determinante para la identificación del edificio: sus paredes tienen dos varas y media de grueso (2.15 m); en su interior se forman calles de dos varas y media de ancho y como de cuarenta de largo (34.40 m), incluyendo tres y cuatro divisiones bajo un mismo techo (…) Los techos de las entradas de este y el anterior palacio, son de tinta rolliza; en distintos lugares del interior hay caracteres escritos, caras y animales desconocidos.
Tal y como lo describe no puede ser ninguno de los grandes templos. En investigaciones anteriores se había interpretado que partiendo del Templo I se habían dirigido al Templo II, pero esto es improbable tanto por la distancia que los separa (unos 70 m entre pies de escalinata), como por la ausencia de escalinata y por la descripción del interior.
Si partimos de la base de que el primero de los visitados fue el Templo V, la reacción lógica sería dirigirse hacia el norte, quizá atravesando la aguada. De ser así sería explicable que el edificio que encontraron haya sido el Palacio Maler, a unos 150 m en línea recta desde el templo anterior. Esa fachada del palacio carece de escalinata desde la aguada, mide 34 m de largo, en su interior hay distintas habitaciones, los dinteles son de madera rolliza y en sus paredes se pueden apreciar grafitos originales (Figura 7).
La referencia que hace a la coincidencia del tipo de dintel de estos dos primeros palacios, confirma la hipótesis de que fue el Templo V el primero que visitó, ya que es el único que posee dinteles de madera rolliza.
Una vez explorado ese palacio, descienden a observar la plazuela que se halla al pie donde por fin encuentran algo de lo que más anhelaba Méndez: piezas escultóricas. Habla de once estelas labradas, tres altares labrados (piedras redondas), así como de otras 11 estelas y ocho altares sin labrar. Tal concentración de piezas sólo es posible si se refiere a la Gran Plaza, de modo que si seguimos con nuestra hipótesis de recorrido, habrían atravesado la Acrópolis Central hacia el norte, en búsqueda de los otros palacios que vio el día anterior, descendiendo desde allí a la Gran Plaza.
El descubrimiento y observación de las estelas les ocupa toda la jornada y dejan para el día siguiente, 28 de abril, la exploración de nuevos edificios. En su informe Méndez cuenta que se encaminan al otro palacio situado a igual distancia y que con mucha dificultad, auxiliados de las raíces de los árboles, llegamos a lo principal del edificio. Como datos reseñables indica que sus paredes tienen 3 varas de grueso (2.58 m) y que en el techo de la entrada principal observaron con sorpresa, que estaba cubierto con vigas de chicozapote, en las cuales se ven labradas figuras con admirable delicadeza, y muchos caracteres iguales a las copias que mandé sacar y aparecen en la colección.
Parece lógico que se trate del Templo I por proximidad, aun cuando podría ser también el II o el III. En cualquier caso queda de manifiesto que es al tercer día cuando observan por primera vez un dintel labrado, lo que corrobora la hipótesis de la llegada inicial al Templo V.
Esta jornada la destina a visitar también otros edificios no menos magníficos, aunque no tan elevados. Presumiblemente visitó la Acrópolis Norte, el Templo II y el Templo III, sin olvidar el templo 5D-33, de una altura semejante a la del Templo II.
El día 29 de febrero dirigió su atención al primer edificio y movido quizá por el gran grueso de sus muros, destinó a cuatro hombres a que escalasen con barretas por la parte que indicase haber sido tapiada para impedir el conocimiento del interior del palacio, con el único objeto de ver si quedan ídolos u otros objetos escondidos por sus poderosos dueños. Pero después de un agitado día de trabajo los escaladores no pudieron penetrar más de dos varas en la pared.
Entusiasmados con la faena, continuaron al día siguiente consiguiendo penetrar una vara más pero sin obtener ningún descubrimiento. El Templo V, tal y como exponen Quintana y Noriega (1992:61), tuvo antes de la intervención de restauración realizada por el Proyecto Nacional Tikal entre 1987 y 1991 un boquete que ya fue reseñado por Maler en 1895 (Maler 1911) y que en 1987 tenía una profundidad de 2.65 m (3.08 varas), tratándose seguramente del realizado por orden de Méndez.
En ese mismo día primero de marzo, encomendó a Eusebio Lara que dibujara lo más importante encontrado, citando entre ello las vigas de chicozapote, que forman la puerta principal de tres palacios. De ello se puede deducir que se refiere a los Templos I, II y III.
Al día siguiente, Méndez y su grupo hicieron una visita de despedida a las estatuas de piedra y a los cuatro palacios que quedan por la banda del Norte y Oriente de este a cuyos pies estamos. Esta información es un dato más que refuerza la hipótesis de que fue en el Templo V donde acamparon inicialmente.
También afirma Méndez que dejamos en lo interior de sus paredes nuestros nombres y una inscripción fechada, en que como Corregidor y Comandante, declaraba aquellas ruinas y monumentos como propiedad de la República de Guatemala. Lamentablemente no se ha podido encontrar en la actualidad la inscripción que nos describe Méndez, quizá por el deterioro del que ya hablamos de las paredes interiores del templo o por la reposición que se hizo de parte del muro interior para reparar los daños del boquete ocasionado. Sea como fuere, dejamos para posteriores investigaciones la búsqueda de ese texto histórico que por primera vez otorga título de propiedad pública a este importante patrimonio cultural de Guatemala.
Por último, el día 3 de marzo la expedición emprendió el regreso no sin antes firmar y fechar su informe en la capital del imperio de Tikal, a los tres días del mes de marzo de mil ochocientos cuarenta y ocho. Con esto y la publicación posterior del informe en la Gaceta de Guatemala, Modesto Méndez cerraba el capítulo de la transición de la historia antigua de Tikal a la nueva era de los investigadores y arqueólogos que a lo largo de más de cien años nos han ido revelando datos sobre la importancia histórica de Tikal.
Como conclusión podemos afirmar que el edificio al que llegó inicialmente la expedición y en el que se instaló el campamento es el Templo V, iniciándose desde allí las visitas exploratorias al resto. También es importante recordar que casi con seguridad el segundo edificio visitado es el Palacio Maler, cosa lógica porque sería muy difícil de entender que no hubiesen visitado la Acrópolis Central. Asimismo, es posible que no llegaran al Templo IV, ya que sólo habla de tres templos con vigas de chicozapote labradas; además, teniendo en cuenta su envergadura, habría merecido una especial mención. Dejamos en cualquier caso abierto el camino a posteriores debates que logren fijar con más exactitud estos aspectos.
Sólo nos queda expresar nuestro más profundo respeto a la expedición de Modesto Méndez, por su visión de futuro y por el carácter notarial que el corregidor dio a su informe que, ahora casi 150 años después, nos ha permitido estudiar con bastante fidelidad el recorrido que realizaron en su descubrimiento.
REFERENCIAS
Hammond, Norman
1984 Nineteenth-Century Drawings of Maya Monuments in the Society Library. The Antiquaries Journal. London.
1987 The discovery of Tikal. Archaeology 40 (3):30-37.
Maler, Teobert
1911 Explorations in the Department of Petén, Guatemala: Tikal. Memoirs of the Peabody Museum of American Archaeology and Ethnology, Vol.5, No.1. Harvard University, Cambridge.
Quintana, Oscar y Raúl Noriega
1992 Intervenciones en el Templo V de Tikal, Petén, Guatemala, 1987-1991. Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana 20:53-76. UNAM, México.
Figura 1 Posible recorrido de la expedición de Modesto Méndez desde el lago Petén Itza hasta El Tintal
Figura 2 Posible recorrido de la expedición de Modesto Méndez en su desplazamiento hacia el norte
Figura 3 Posible recorrido de la expedición de Modesto Méndez hasta el sitio arqueológico de Tikal
Figura 4 Plano del centro de Tikal en el que se indica el posible acceso desde el sur de la expedición de
Modesto Méndez hasta el Templo V
Figura 5 Dibujo del Templo V según el artista Eusebio Lara
Figura 6 Dibujos del agujero practicado en el interior del Templo V y de los espacios interiores de la crestería, según Quintana y Noriega (1992: figuras 8 y 9)
Figura 7 Posible recorrido de la expedición de Modesto Méndez desde el Templo V hasta la
Acrópolis Central y la Gran Plaza