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39 Cuevas del río La Venta: Un caso extraordinario de conservación arqueológica en Chiapas, México – Eliseo Linares – Simposio 11, Año 1997

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Linares, Eliseo

1998        Cuevas del río La Venta: Un caso extraordinario de conservación arqueológica en Chiapas, México. En XI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1997 (editado por J.P. Laporte y H. Escobedo), pp.616-627. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

39

CUEVAS DEL RÍO LA VENTA:

UN CASO EXTRAORDINARIO DE CONSERVACIÓN ARQUEOLÓGICA EN CHIAPAS, MÉXICO

Eliseo Linares

El río La venta se localiza al occidente de la Depresión Central del estado mexicano de Chiapas, en los municipios de Jiquipilas, Cintalapa y Ocozocoautla, fluyendo a través de una abrupta topografía de rocas calizas en la región noreste del estado para unirse, como uno de sus principales afluentes al río Grijalva medio, conocido en esta parte como Mezcalapa.

Buena parte del río La Venta está bordeado por grandes acantilados, formando un encajonamiento majestuoso con paredes de caliza que alcanzan alturas mayores a los 500 m. En este cañón se han formado de manera natural una gran cantidad de cuevas que han sido utilizadas por el hombre a lo largo de los siglos. Las características climáticas y el contexto geológico de la zona han permitido que en varias de estas cuevas se hayan conservado artefactos fabricados con materiales orgánicos que muy rara vez se conservan en sitios arqueológicos abiertos. Algunas han sido estudiadas por arqueólogos, particularmente las llamadas «cuevas secas» y se reportan de ellas elementos que formaban parte de rituales y otras actividades antiguas que incluían objetos elaborados con fibras vegetales y madera en un estado de conservación excelente (King 1955; Silva y Linares 1993).

La historia de la investigación del río La Venta inicia en 1942, cuando Matthew Stirling realiza recorridos cercanos al cañón en terrenos de los municipios de Cintalapa y Ocozocoautla, siguiendo la ruta Olmeca. Stirling estaba interesado principalmente en la localización de los sitios Olmecas de Chiapas que produjeron y exportaron los curiosos cubos de hierro mineral muy frecuentes en el área metropolitana Olmeca en Tabasco y Veracruz. Entre las cuevas más sobresalientes que localiza, sin darles una filiación cultural definitiva, están la «Cueva de Los Cajetes» y la cueva «El Refugio» dentro del rancho Los Bordos en el municipio de Cintalapa, de las cuales reporta arquitectura integrada en el interior y asociada a una multiplicidad de objetos cerámicos. El siguiente paso importante de estudio lo dio Arden King, quien trabaja en 1960 cuevas en la parte alta de río, ya dentro del cañón y en las cuales localiza «atados de chamán», consistentes de distintos materiales orgánicos entre los que se distinguen objetos atados con fibras y cordeles a manera de envoltorios, similares a los amuletos de hierbas que utilizan hoy día los brujos del suroeste americano y la zona árida de México. Arden King menciona también la presencia de textiles que se asocian a materiales cerámicos correspondientes al Preclásico Medio y Tardío. Veintitrés años después y con la intención de continuar los estudios de Stirling en el área de Ocozocoautla, la New World Archaeological Foundation (NWAF) inicia su proyecto «Cuevas Secas del Río La Venta», a cargo de Thomas Lee, quien descubre y estudia dos cuevas importantes: la Media Luna y Cuatro Hacha, donde encuentra adoratorios y contextos con materiales orgánicos relacionados con prácticas rituales. Entre los objetos más interesantes que rescata Lee están pares de vasijas unidas por la boca y atadas con textiles finos.

En la década actual la investigación ha tomado un renovado impulso debido al interés que grupos de escaladores europeos dedicados a la disciplina-deporte de la espeleología han puesto en el cañón del río La Venta, por los bellos paisajes y difíciles acantilados de este lugar. Esos grupos han escalado más allá que cualquier investigador y han llegado a alturas del cañón antes inaccesibles, localizando las cuevas más interesantes en la arqueología reciente del río La Venta: Cueva «El Tapesco del Diablo», localizada en 1993 por el Círculo Espeleológico Francés con apoyo de espeleólogos mexicanos; cuevas «El Castillo», «Los Padres», «El Lazo» y otras más localizadas por un grupo italiano llamado Asociación Geográfica y Espeleológica Río La Venta. Este interés de los deportistas ha abierto el camino de investigación no sólo arqueológico, sino también el hidro-geográfico y desde luego, espeleológico, motivando de paso el nacimiento del «ecoturismo» como negocio a explotar. Con relación a este último aspecto Tullio Bernabei, presidente de la mencionada asociación italiana y principal promotor de la comercialización turística del río La Venta, opina que la belleza del cañón aunado a las cuevas majestuosas y restos arqueológicos pueden atraer a un buen número de visitantes que gusten de la escalada en roca y la visita a sitios de interés arqueológico. El gobierno mexicano, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), está muy atento a las actividades de estos grupos de escaladores y sus avances comerciales con la intención de evitar daños o pérdidas irreparables en los valiosos contextos de este lugar.

Según la información cultural provenientes del río La Venta los antiguos usuarios de las cuevas debieron pertenecer los grupos de cultura Mixe Zoque que habitaron la región hasta muy entrado el periodo Postclásico. Según Navarrete (1978), durante el Clásico Tardío y Postclásico Temprano el cacicazgo Zoque que dominaba el actual territorio de Jiquipilas y Ocozocoautla mantuvo relaciones comerciales con la costa del Golfo de México. Dichas relaciones debieron establecerse usando rutas terrestres de comunicación, pero fundamentalmente por vía acuática a través del río La Venta y su conexión con el Mezcalapa. Entre los productos Zoques que pudieron circular a través de esta vía se mencionan los textiles finos, la grana de cochinilla, las jícaras o xicalpextles con pintura a la laca, canastos, esteras, cordeles, redes, pieles y una gran cantidad de productos agrícolas básicos como el maíz, frijol, calabaza, miel y otros que requería la región costera del Golfo para mantenerse y comerciar con el Centro de México y la península de Yucatán. La cal es un producto básico que es necesario añadir a esta serie de mercancías que aportaba la región Zoque del noroeste de Chiapas a la planicie costera. A los productos autóctonos de los Zoques hay que agregar los que proceden de los altos de Chiapas y Guatemala, como es el caso del ámbar que se extraía de Simojovel y Totolapa, la obsidiana procedente de El Chayal y San Martín Jilotepeque; los artefactos de basalto para la molienda, la cerámica policroma y los objetos de alabastro tallado en forma de vasos de pedestal y cuencos trípodes, todo lo cual también debió circular a través del río La Venta.

La información que ha continuación se expone, extraída de dos cuevas en el cañón del río La Venta por arqueólogos del INAH de México, proporciona una imagen a manera de hipótesis que permite proponer a esta vía fluvial como parte importante de la red prehispánica de comercio que comunicaba a los Mayas con los Zoques y a éstos con otros grupos de Mesoamérica.

CUEVA EL TAPESCO DEL DIABLO

La cueva, como ya se anotó, fue localizada por espeleólogos franceses y mexicanos en 1993, quienes la encontraron haciendo una escalada de más de 50 m sobre el nivel del río La Venta, en la parte del acantilado que bordea la reserva forestal El Ocote (Figura 2). Se ubica aproximadamente a 10 km al noroeste de la actual población de Absalón Castellanos, municipio de Ocozocoautla (Figura 1). Es del tipo seco, presentando en su interior una estabilidad climática extraordinaria. Este factor, aunado a la difícil accesibilidad, permitió la conservación de diversos géneros de materiales orgánicos. En ella estaban presentes, además de abundantes cerámicas y lítica, excelentes muestras de textil, cordelería y cestería, así como objetos elaborados en madera, hueso y concha. Se piensa que en tiempos prehispánicos el acceso a la cueva se lograba mediante escaleras de madera, hoy desaparecidas.

El nombre de la cueva le fue dado por los pobladores actuales de Absalón Castellanos, debido a que en uno de sus accesos presenta un entramado de troncos similar a los tapescos o estructuras de madera rolliza que actualmente se utilizan para el secado del café y dicen «del diablo» porque sólo este personaje pudo haber construido un tapesco a esa altura. Tenía dos entradas, una caracterizada por el tapesco y la otra acondicionada con muros de bajareque que, adosados a la superficie natural de la roca, formaban una pequeña puerta.

La cámara o salón principal era un espacio de planta casi cuadrangular de aproximadamente 6 m por lado y una altura del techo mayor a los 4 m, se llegaba a él por las dos entradas mencionadas, después de pasar por un túnel estrecho de 11 m de largo o por una especie de vestíbulo bajo. Resaltaron en él dos elementos constructivos: el primero, uno al que denominamos «Tumba», es una oquedad de forma triangular en la que se apilaban lajas para formar una pequeña plataforma escalonada, dentro de la cual se depositaron los restos óseos de dos individuos sin posición anatómica y de la que provienen las muestras más importantes de materiales orgánicos recuperados (Figura 3); el segundo, se trata del aprovechamiento de un vano natural que atravesaba diagonalmente la pared del salón y tenía salida a un costado de la puerta de bajareque y al que le fueron puestas algunas piedras y lajas angostas para formar una especie de ventana con barrotes.

También como elementos constructivos, fueron importantes los muros de bajareque. Visto desde el interior de la cueva, el muro izquierdo estaba formado en su parte inferior por piedras sin trabajar colocadas unas sobre otras y cementadas por argamasa de lodo; la parte superior había sido completada con bajareque hasta alcanzar la altura del techo del «vestíbulo». El muro de la derecha estaba formado casi en su totalidad con bajareque y completo en la parte inferior con algunas las pequeñas. El bajareque muestra una estructura interna de carrizos dispuestos verticalmente y entretejidos horizontalmente en ambos lados del muro con tallos delgados de «bejuco». El recubrimiento era de arcilla color café amarillento a la que se le incluyeron vegetales.

Sobre el piso del vestíbulo y del salón e instruyendo una capa de semillas de jobo traídas por murciélagos, se encontraron conjuntos de objetos como ollas, piedras y manos de moler, cántaros, platos, cazuelas y cuencos que se asociaban algunas veces con restos humanos, fragmentos de madera quemada y artefactos pequeños.

La galería era un túnel de 4 m promedio de ancho y 62 m de largo que presentó varios quiebres mostrando una dirección general noroeste. El piso subía gradualmente hacia el interior, en la unión con el salón principal el techo estaba a más de 3 m del piso, mientras que al final de la cueva estaba sólo a 60 cm. El techo era casi horizontal a lo largo de toda la galería.

En esta parte de la cueva estaban presentes dos elementos constructivos importantes: una plataforma, ubicada en la parte media del túnel, que se levanta del piso aproximadamente 1 m de altura, de un ancho hasta de 2 m adosada a la pared del túnel, hecha de grandes bloques de piedra que al parecer fueron desprendidos de la pared.

El otro elemento es un adoratorio (Figura 4), a manera de medio cono de 50 cm de altura elaborado con lajas sin trabajar y apiladas para dar una forma semi-triangular, dentro del cual se recuperaron restos de una vasija con decoración de picos y representación antropomorfa asociado con fragmentos de carbón.

Al igual que en el salón principal, aunque más cercanos a las paredes del túnel, estaban presentes los conjuntos arqueológicos conteniendo casi el mismo género de objetos.

Como parte de la galería, ya casi al final de ella, se localizó una cavidad de pequeñas dimensiones, a manera de túnel subsidiario con entrada en la base de la pared y tapiada con lajas que contenía un grupo de vasos de cerámica policroma, vasos de alabastro y cuencos de ónix, en conjunto con otros objetos pequeños. A este espacio le llamamos «cueva de los vasos».

LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DE EL TAPESCO DEL DIABLO

De la tumba proceden la mayoría de los objetos de material orgánico que conforman la muestra de El Tapesco. Muchos son recuperados de una pequeña excavación que se efectuó en ella y otros obtenidos en laboratorio. La obtención en laboratorio se debió a que bajo las lajas y de una ligera capa de tierra, se encontraban materiales entrelazados sin orden aparente con bolas de fibras vegetales, pastas y restos de cordeles y petate, los cuales fueron extraídos en conjunto para su mejor tratamiento. Los materiales procedentes de la tumba son los siguientes: sobre las lajas de la tumba se recuperaron dos xicalpextles sin decoración conteniendo tierra, excretas de roedor, restos de cañas y olotes de maíz, pastos de juncia; dos cráneos, una pelvis y dos fémures, una tibia y un radio humanos. Mención especial merece un hacha de 65 cm de largo, con su mango de madera casi íntegro, hecho de una sola pieza de madera tallada que engrosa en la parte del engarce de la piedra de corte; la piedra era una hachuela de pedernal finamente pulida, sujeta a presión dentro de una perforación en la madera a la que posiblemente se le agregó algún adhesivo; todo el mango recibió un pulimento exterior para darle una textura suave y protegerla del ataque de insectos. También se recuperaron de aquí dos ollas globulares de base convexa con cuello corto recto convergente, una piedra de moler ápoda de roca caliza, numerosos olotes de maíz, restos óseos de roedor y aves pequeñas, dos fragmentos pequeños de textil blanco de algodón tipo «sarga», así como numerosos fragmentos de madera en «raja», ramas y troncos, muchos de ellos con extremo quemado.

Dentro de la tumba se localizaron restos humanos sin posición anatómica de por lo menos tres individuos (dos adultos y un infante) que se mezclaban sin orden aparente con los siguientes materiales: dos ollas miniatura, tres xicalpextles (uno de ellos pintado de rojo y negro conteniendo fragmentos de petate y cordel), un fragmento de madera cilíndrica amarrado con cordel, cinco atados de fibras (al parecer fibra de ixtle), fragmentos de cáscara de cacao, un pendiente circular de concha y numerosas agujas minerales de sulfato de calcio.

Los atados de fibra fueron abiertos en laboratorio encontrándose en uno de ellos un canasto pequeño, cerrado a manera de caja, hecho de palma tejida y conteniendo en el interior de éste una pequeña máscara pectoral. El pectoral está tallado en madera con incrustaciones de madreperla representando a la muerte, su maxilar inferior se articulaba amarrado por pequeños cordeles que aún se conservan en su lugar, toda la máscara estaba recubierta con pintura de cinabrio. Junto con ella, en el canasto se encontraba una cuenta circular de concha, una aguja de hueso, 12 cuentas de coyol, 40 caracolillos perforados, 25 semillas de cacao, una semilla de frijol y una semilla de calabaza.

Otro de los atados de fibra contuvo 23 pendientes circulares pequeños hechos con recortes de calabaza y adornados con motivos geométricos, una peineta hecha de agujas de carrizo finamente enlazadas con ixtle, otra pequeña máscara pectoral de madera que representa la cara de un anciano y una sandalia infantil tejida de ixtle.

En el vestíbulo de la cueva se recuperaron en superficie, seis conjuntos de materiales domésticos que denominamos «elementos», en uno de ellos se encontraron dos cráneos humanos. Los elementos estaban compuestos por ollas, platos, piedras y manos de moler, cántaros, platones, vasos, algunos objetos de madera y hachuelas de piedra negra. Las ollas fueron de pasta gruesa, de base convexa casi acabada en punta, algunas presentando en el cuello una banda de arcilla con decoración digital. Los platos eran de acabado pulido en colores naranja y rojo decorados con manchas y cruces burdas producto de cocción diferencial. Las piedras de moler hechas en roca caliza y arenisca, todas ápodas de forma cuadrangular, algunos restos de argamasa blanca lo que puede indicar que se trata de bloques constructivos reutilizados. Los vasos incompletos y fragmentados, de paredes rectas convergentes que se curvan al llegar a la base, de pasta fina, pulidos con engobe café presentan reborde labial. Uno de ellos tiene una ligera capa de estuco pintado de rojo y blanco con finas líneas de color negro.

De entre los objetos de madera del vestíbulo destacan los restos de un pedazo de tronco ahuecado, al parecer la mitad de una especie de teponaxtle o tambor. También pequeñas agujas talladas en madera y lo que parece ser la punta de una coa.

En la galería o túnel principal se encontraron diez elementos con piezas domésticas como las recuperadas del salón. Destacó en uno de esos conjuntos la presencia de una olla de grandes dimensiones (1 m de diámetro y 70 cm de alto), elaborada con pasta fina color bayo; en otro, casi al fondo de la galería, la presencia de un cuenco de silueta compuesta, pulido con engobe blanco y decorado con una línea incisa en la parte media del cuerpo, siendo este un tipo de cerámica idéntico al recuperado por la NWAF y el INAH en Malpaso, Chiapas y que corresponde a la fase Mechug de San Isidro, ubicada entre los años 1000 y 1200 DC (Lee 1974; Matos 1973). Destacaron también dos vasos con restos de estuco pintado y decorados con motivos geométricos. Uno de ellos está agrietado y a cada lado de las grietas presentó pequeñas perforaciones cónicas, indicadores del tratamiento de curaduría que recibió en la antigüedad; un sahumerio pequeño alisado con engobe bayo, portando un motivo antropomorfo moldeado en el mango, con la presentación de un hombre mofletudo, de pie, vestido con maxtlatl y una camisa que parece ser de piel de felino o adornado con plumas; los fragmentos de una vasija efigie con picos, ya anotada cuando se hizo mención del adoratorio. Por su forma, pensamos que se trata de una pequeña urna, de cuerpo curvo convergente, base y fondo planos, de pasta fina. Los picos se presentan en conjuntos a manera de bandas verticales. En uno de los fragmentos se observa parte de una figura humana.

Del salón principal y de la galería se obtuvieron alrededor de 150 piezas a lo cual deberá sumársele lo ya descrito para la tumba y lo que a continuación se menciona, recuperado en la llamada Cueva de los Vasos o túnel subsidiario: tres vasos polícromos, de cuerpo curvo convergente y pasta fina que presentan motivos antropomorfos pintados. En la decoración central se observan personajes de perfil, sentados en tocados de plumas largas (Figura 5). Estos personajes llevan líneas de pintura roja en la cara. Tres vasos finamente tallados en alabastro, con base de pedestal, dos cuencos trípodes tallados en ónix, una navajilla prismática, dos pesas de red hechas de cuarzo, tres pendientes de caracol, un fragmento de pectoral de concha que representa a un felino agazapado y otros materiales fragmentados.

LA CUEVA DE «EL CASTILLO»

Este lugar fue localizado en 1994 por la Asociación Espeleológica «Río La Venta», un grupo de italianos que desde años atrás están realizando trabajos exploratorios en el cañón. Según los registros de esta asociación se encuentran en los acantilados del río La Venta más de 40 cuevas con restos arqueológicos, muchas de las cuales han sido reportadas por ellos en las gacetas espeleológicas de Italia.

La Cueva de El Castillo es en realidad un abrigo rocoso que se encuentra a 70 m sobre el nivel del río, a unos 10 km de la cueva de El Tapesco del Diablo. A ella se puede llegar también pasando por el poblado de Absalón Castellanos y siguiendo el cauce del río hasta el primer recodo. Gran parte del recorrido debe hacerse en balsa pues el encajonamiento del río en algunas zonas es total y la circulación sólo es por agua.

El trabajo arqueológico en este lugar se realizó en julio de 1995, recolectando los escasos materiales de superficie que se observaron sin hacer excavaciones. Se trata de un sitio construido mediante plataformas y andadores sobre la roca caliza en un recodo de acantilado, lo que parece proporcionarle una posición estratégica. Desde este lugar se pueden observar largos tramos del curso del río y por sus andadores se domina desde las alturas cualquier paso. Se construyó aprovechando las formas naturales de la roca acondicionándola con lajas para formar las terrazas escalonadas de hasta 3 m de ancho, con muros de contención de mampostería y pisos estucados en la superficie (Figura 6). Una particularidad importante en este sitio es la presencia de atalayas bajas que tienen pequeños nichos recubiertos de estuco. En la superficie de las terrazas se hallaron tiestos, lítica y madera quemada, además de un asta de venado, animal que fue esgrafiado sobre el estuco de una de las terrazas.

Los materiales cerámicos muestran una gran similitud con los encontrados en los llamados «elementos» en la cueva de El Tapesco del Diablo, es decir, piezas de tipo doméstico en el cual están presentes especialmente grandes ollas de pasta gruesa, de base convexa y cuello corto con decoración digital, los cántaros de pasta fina de color bayo y los cuencos de silueta compuesta con engobe blanco que parecen pertenecer a la mencionada fase Mechung de San Isidro.

COMENTARIOS

Hasta donde permite ver el avance actual del análisis que se tiene de los materiales recuperados y la distribución de éstos con los elementos arquitectónicos en ambas cuevas, creemos que ya se pueden apuntar las posibles funciones de éstas. En El Tapesco del Diablo la tumba con rico contenido habla de una función ritual funeraria; sin embargo, este elemento ocupa un espacio pequeño comparado con el resto de la cueva y se puede decir que por lo menos una parte de ella tiene esa función. Por otro lado, la presencia de acomodos de material doméstico como son los llamados «elementos», pueden estar hablando de una función no de habitación normal, pero si de refugio eventual ante calamidades o ataques enemigos. Otra posible función la apuntan los materiales del túnel pequeño, de la «Cueva de los Vasos», que como escondrijo puede tener la función de almacén de productos de comercio y en este caso de productos suntuarios que requieren un lugar especial para guardarlos, un ejemplo de estos productos pueden ser los cuencos de alabastro y los vasos de ónix. En El Castillo, como ya se anotó, la distribución de terrazas y puntos de observación y de vigilancia, así como los andadores, sugieren fuertemente una función militar o ceremonial de un orden particular. Pensamos que estos aspectos dan apoyo a la propuesta del río La Venta como una ruta de comercio que funcionó de manera importante por lo menos durante el Clásico Tardío.

Es relevante también la información que se puede obtener sobre ritos mortuorios de la tumba en El Tapesco del Diablo. Por su contenido se puede unir a otras cuevas que presentan evidencias relacionadas con enterramientos humanos y las creencias del inframundo mesoamericano; algunas muy conocidas como Garrafa en Chiapas y La Candelaria en Coahuila, que han permitido la investigación de textiles y otros artefactos de origen orgánico como cordeles y canastos; con la de Teloxtoc en Puebla donde se recuperó una importante colección de máscaras. También se puede unir a cuevas de la Costa y zona Maya de Chiapas donde se han registrado ofrendas consistentes en vasijas de cerámica e incensarios como la Cueva de los Andasolos en La Trinitaria, la Cueva de Los Bordos en Cintalapa y la Cueva del Agua en Arriaga (Linares 1995).

Desde nuestro punto de vista, los materiales de la tumba de El Tapesco del Diablo representan en una buena parte de las creencias sobre el culto a las deidades relacionadas con la lluvia y la agricultura. Diversas investigaciones etnográficas en nuestra región y entre los vecinos Maya Tzotziles y Tzeltales revelan la creencia de que los naguales o espíritus más poderosos residían en las cuevas localizadas en las montañas y en los acantilados; se les relaciona con algunas fuerzas de la naturaleza y por ello se les dan nombres como rayo, meteoro, torbellino, que se refieren principalmente a factores climáticos. En este sentido cobra especial significado el hacha ritual encontrada como parte del ajuar de la tumba, pues se trata de un artefacto que forma parte de los atributos de las mencionadas deidades en las representaciones conocidas; por ejemplo, en los códices Mayas (particularmente el Códice Madrid), donde las deidades de la lluvia aparecen empuñando un hacha. Directamente se asocia con el Dios K de los Mayas y su relación con el hacha se debe a que su acción hace brotar la sangre como ofrenda a los dioses de la fertilidad y en contexto ritual también implica significados de poder y de linaje. Por otra parte, esta hacha es, hasta donde sabemos, ejemplar único en Mesoamérica por buen estado de conservación y proporciona excelente información tecnológica.

El contenido del canasto que se halló en los atados de la tumba también es un elemento íntimamente relacionados a las creencias sobre el inframundo. Las piezas contenidas en el canasto hablan del dios de la muerte y el autosacrificio: son evidentes la aguja de hueso y el mascarón pectoral, una pequeña obra maestra, que representa un cráneo humano pintado de cinabrio. Por otra parte el contenido botánico (semillas de frijol, calabaza, coyol y otras) informa sobre la dieta de manera amplia significando junto con lo anterior la vida y la muerte en su linaje a través del sacrificio que implica su fertilización con el líquido precioso: la sangre. El carácter ritual del contenido se complementa con su valor pecuniario, las cuentas de concha y las semillas de cacao son conocidas como moneda en la época prehispánica y también es común el acompañar al difunto con objetos de valor para facilitar su tránsito por las diferentes regiones del inframundo. El poder del personaje o los personajes inhumados en la tumba de El Tapesco del Diablo se manifiesta por las características de los artefactos y conjuntos de artefactos asociados directamente al enterramiento, el hacha de poder relacionada con las deidades del agua habitantes de las cuevas y el canasto ritual.

REFERENCIAS

Lee, Thomas A., Jr

1974        Mound 4 Excavations at San Isidro, Chiapas, Mexico.  Papers of the New World Archaeological Foundation, Num.34. Brigham Young University, Provo, Utah.

Linares, Eliseo

1995        Rescate Arqueológico en Cueva del Agua, Arriaga, Chiapas.  Informe en Archivo Técnico del Centro INAH-Chiapas.  Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

Matos, Eduardo

1973        Trabajos arqueológicos en el Juego de Pelota de San Isidro, Malpaso, Chiapas.  En Revista ICACH 8:10-12.  Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

Navarrete, Carlos

1978        The Prehispanic System of Communication Between Chiapas and Tabasco.  En Mesoamerican Communication Routes and Cultural Contacts, ed. T. Lee y C. Navarrete.  Papers of the New World Archaeological Foundation, No.40, pp.75-106, Provo, Utah.

Silva, Carlos y Eliseo Linares

1993        El Tapesco del Diablo.  Arqueología Mexicana, 1-3:76-78, México.

King, Arden R.

1955        Archaeological Remains from the Cintalapa Region, Chiapas, Mexico.  Middle American Research Records, Vol.11, No.4. Middle American Research Institute, Tulane University, New Orleans.

Figura 1

Figura 2

Figura 3

Figura 4

Figura 5

Figura 6

 

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