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Chiya’, tan cerca del agua y del olvido
Introducción
Quizás para algunos el título suene poético, pero en realidad refleja una realidad triste y dolorosa del patrimonio cultural asociado con una de las entidades políticas más importantes del Altiplano de Guatemala durante el periodo Posclásico. A pesar de que se localiza en una de las regiones geográficas y culturales más visitadas de Guatemala como lo es el lago de Atitlán, desde la perspectiva arqueológica se desconoce casi todo acerca de Chiya’. Únicamente se cuenta con un informe de las excavaciones de Carlos Luna en 1910; las investigaciones de Samuel Lothrop en la parte sur del Lago de Atitlán, patrocinado por la Institución Carnegie de Washington entre 1928 y 1932 y un plano dibujado por John Fox en 1978 en donde se le identifica como Chuitinamit-Atitlán. Este sitio no ha sido excavado arqueológicamente, no ha sido objeto de ningún proyecto de consolidación ni de restauración, y se encuentra en franco deterioro, en medio de varias parcelas agrícolas. Además, dado el fuerte aumento demográfico en la cuenca del lago de Atitlán (que se ha duplicado en 10 años) es una de las regiones donde el patrimonio arqueológico se está perdiendo a mayor velocidad. A diferencia de otras capitales posclásicas como Iximche’, Q’umarkaj y Xinabajul (Zakulew), casi todos los guatemaltecos desconocen su existencia.
En medio de este panorama poco halagador, una vía de información es provista por los dos únicos documentos etnohistóricos tz’utujiles del siglo XVI conocidos hasta el momento, escritos por nobles de los amaq’ Tz’ikinajay y Tz’utujil. Ambos son muy pequeños y se redactaron con el propósito fundamental de reclamar sus derechos ante las autoridades castellanas, por lo que no abundan en detalles sobre su desarrollo histórico y político. Afortunadamente, algunos datos pueden completarse por documentos escritos por nobles K’iche’s como el Popol Wuj, el Título de Totonicapán y el Título de Santa Clara. Asimismo, el Memorial de Sololá, escrito por Señores Kaqchikeles/Xajiles también aporta información valiosa acerca de acontecimientos históricos relacionados con los dirigentes de Chiya’, toda vez que tanto el winaq K’iche’ como sus aliados Kaqchikeles/Xajiles, Sotz’iles y Tukuche’es invadieron y arrebataron territorios que anteriormente estaban bajo el poder de grupos de habla tz’utujil, de los cuales los más poderosos tenían su centro político en Chiya’. Asimismo, de los documentos escritos por castellanos, el más importante para conocer algunos detalles de Chiya’ y su área de poder es la Carta-Relación de Pedro de Alvarado a Hernán Cortés el 27 de julio de 1524.
La primera parte de esta investigación se concentrará en una síntesis de los datos de territorio, creencias religiosas, organización sociopolítica y recursos, que hemos recuperado de los documentos etnohistóricos. La segunda parte presentará la información del patrón de asentamiento y los datos recuperados a través de fotografías aéreas con un equipo dron, especialmente las ortofotografías con curvas de nivel en donde hacemos el primer intento por colocar el plano de Fox en la ubicación más aproximada que pudo tener la antigua capital en las faldas del volcán San Pedro, no sin antes expresar que se necesita urgentemente la elaboración del plano del sitio con las técnicas topográficas actuales y, por supuesto, excavaciones arqueológicas que permitan obtener información de su desarrollo cultural.
Significado del nombre Chiya’
La Relación de Zapotitlán explica que Atitlán significa “lugar que está cabe el agua”. En la Relación de Santiago Atitlán se establece la relación entre Atitlán y Chiya’. Deja claro que Chiya’ significa “cerca del agua” porque “en tiempo de la infidelidad de los indios, estaban poblados alrededor de la dicha laguna…” Igualmente señala que Chiya’ fue traducido al nahua como Atitlán con el mismo significado (Acuña 1982:39, 84). Actualmente hay un movimiento nativista entre los Tz’utujiles del lago de Atitlán y proponen que Atitlán se deriva del término maya atit que significa “abuela”. No obstante, no hay datos etnohistóricos que apoyen esta idea.
Organización sociopolítica y territorio
Básicamente, los documentos etnohistóricos señalan que los grupos Tz’utujiles tenían el mismo sistema de organización sociopolítica de los otros miembros del grupo K’iche’ano del Altiplano de Guatemala, basado en chinamitales o grupos corporativos con derechos y deberes sobre la tierra y los servicios a la comunidad, y la alianza de chinamitales que formaba un amaq’. Lo que no está claro es si los Tz’utujil alcanzaron el nivel sociopolítico más alto, el winaq, formado por alianzas de dos o más amaq’. Las fuentes K’iche y Kaqchikel señalan que “nunca les amaneció” refiriéndose a la consolidación de la máxima expresión de poder, mientras que los documentos tz’utujiles señalan que siempre fueron independientes, poderosos “…y reino de por sí” (Acuña 1982:86).
En la Relación de Santiago Atitlán de 1585 el escribano castellano Francisco de Villacastín registró los testimonios de los señores principales de habla tz’utujil más ancianos de Santiago Atitlán y señala que:
“…en el tiempo de su infidelidad, los naturales deste pueblo y sus sujetos siempre fueron sujetos a los señores y caciques naturales desta cabecera, como fue a Tecpan Tototl…en la lengua mexicana….y en la lengua materna se decía Ahg Tziquine Hay, y los demás señores, juntos con dicho señor, se llamaron Amac tzutuhile” (Acuña 1982:157).
De lo anterior podemos colegir que el máximo gobernante era el Aj Tz’ikinajay, que en tz’utujil significa el “Señor de la Casa del Pájaro” y en nahua se decía que ocupaba el Tecpán Tototl o “el asiento del poder del pájaro”. Nótese que era la misma designación política que se le daba en nahua a Tecpán Utatlán, Tecpán Guatemala y Tecpán Tecocistlán.
Según estos datos, el Aj Tz’ikinajay sería la cabeza de un único amaq. La Relación de los Caciques y Principales del pueblo de Atitlán escrita en 1571 apoya y a la vez pone en duda esta segunda conclusión, pues aunque en una frase señala que el Aj Tz’ikinajay encabezaba a todos los demás que juntos formaban el “Amac tzutuhile”, en el listado de chinamitales que se cita a continuación, curiosamente aparece con ellos y por separado un “amaq’ tz’utujil”:
“…que se llaman Natztihay, Aquibihai, Acujai, Quicijay, Acaboxul, Amac Tzutuhile, todos estos dichos hombres estaban en posesión de Duques i Condes y Marqueses y Cavalleros i Hijosdalgo i otros hombres principales…” (Acuña 1982:158. Véase también Crespo 1956:10-12)
Claramente, este documento alude a una jerarquía entre los distintos señores. Ahora bien, en el Título de Totonicapán y el Título de Santa Clara se menciona a un grupo bajo el nombre de “tz’utujil malaj” asociado con la zona de la Bocacosta (Carmack y Mondloch 1983:194; van Akkeren 2009:78). Por ello, Robert Carmack y Ruud van Akkeren propusieron que en realidad hubo dos grupos principales o dos amaq’ de habla tz’utujil: una eran los Tz’utujil Malaj de la Bocacosta adyacente al lago de Atitlán (actual Suchitepéquez y quizás Mazatenango) y el otro eran los Tz’ikinajay, cuyo centro de poder durante el Posclásico Tardío estaba en Chiya’, en la orilla sur del mismo lago y en las faldas del volcán San Pedro. Al parecer, los Tz’ikinajay dominaban a los de la Bocacosta y hubo competencia y cierta aversión entre ellos. Es más, durante el gobierno de Q’uq’umatz los Tz’utujil-Malaj entraron en una alianza, ya fuera voluntaria o forzada, con los Nima’ K’iche’s de Chi Ismachi’, y que se mantuvo con altas y bajas durante el gobierno de K’iq’ab’ en Q’umarkaj, alrededor de 1470, y después hasta la invasión castellana. Parece que el poder del amaq’ Tz’utujil iba en ascenso, pues los castellanos usaron su nombre y no el de los Tz’ikinajay como glotonimia y a la vez exonimia para referirse a todos los grupos de habla tz’utujil. Por lo general, los castellanos hicieron lo mismo con los otros grupos sociopolíticos del Altiplano de Guatemala, como por ejemplo los k’iche’s y los kaqchikeles (Romero en prensa).
En cuanto a su territorio, en una investigación publicada por Ivic de Monterroso et al. (2012) propusimos tentativamente que toda la cuenca del lago de Atitlán y la Bocacosta adyacente hacia el sur, estuvo bajo el control de grupos de habla tz’utujil. Las bases para esta propuesta se derivan de los datos contenidos en documentos k’iche’s y kaqchikeles sobre su invasión y control de territorios en la zona noroeste, norte y noreste del lago de Atitlán que era de los Tz’ikinajay y Tz’utujil. Además, pensamos que los accidentes geográficos pueden actuar como fuertes marcadores de territorio, como por ejemplo al norte la sierra del Parraxquín y los ríos Nahualate y Madre Vieja, cuyo territorio intermedio está ocupado por el lago de Atitlán y su Bocacosta al sur. Empero, mientras que no se cuente con excavaciones sistemáticas y comparaciones de los complejos cerámicos y culturales, esto queda como una hipótesis pendiente de comprobación.
No obstante, lo que sí es claro es que los Tz’ikinajay tenían el control de las zonas de Bocacosta en los poblados que durante la Colonia se llamaron San Bartolomé (Aguacatepet “Lugar de los Aguacates), San Andrés (Qui Ohg “Muchos Aguacates”), San Francisco, Santa Bárbara y otros poblados (en el actual Departamento de Suchitepéquez) de donde obtenían diversos tributos. Este dato aparece registrado en la Relación de los Caciques y Principales del Pueblo de Atitlán, así como en la Relación de Santiago Atitlán y sus Anexos San Bartolomé y la Estancia de San Andrés (Acuña 1982). A estos territorios, la Relación de Zapotitlán (registrada por Juan de Estada y Fernando de Niebla en 1579) agrega “el Tolimán bajo (San Lucas Tolimán), y el pueblo de San Pedro y San Pablo (hoy de La Laguna) (Acuña 1982:49).
La Relación de Atitlán agrega que los vasallos y esclavos entregaban al Aj Tz’ikinajay diversos tributos y que a la vez estaban obligados a prestarle a él y a su familia servicios personales, así como construir y reparar su casa. También tenían a su servicio carpinteros, canteros, pintores y escribanos. Al igual que otros gobernantes y señores nobles mayas, practicaban la poligamia, aunque la primera esposa era la más respetada y en condiciones normales su primogénito recibía el puesto y la herencia (Acuña 1982:86, 87, 256).
Dicha Relación también menciona puestos de gobierno que eran comunes en las entidades políticas de los K’iche y Kaqchikel y aunque sus autores afirman que “Eran como Contadores i Tesoreros”, en realidad tenían diversas funciones de gobierno: Lolmay (Embajador), Aj tz’i k Winaq (Vocero del Winaq), Q’alel (Juez Supremo) y Ajuchan (Sacerdote) (Acuña 1982:158).
Una de las principales funciones de los Señores era la aplicación de la justicia y cuando una persona cometía delitos, los castigos eran severos:
“la horden que estos Señores tenían en su antigüedad…hacer justicias i castigar a los delinquientes conforme a los delitos, ahorcaban i desquartizavan, i el delinquente después de muerto las haciendas i mujer i hijos confiscaban i llevaban en penas de su delito…i…daban por salario la mitad de todo lo que tenía el delinquente, así tenían y enviaban a este como su justicia mayor por su salario…Esta es la horden…i esta sentencia….era sin ninguna apelación…” (Acuña 1982:157).
Conflictos y guerras
La Relación de Santiago Atitlán y la Relación de los Caciques y Principales del Pueblo de Atitlán coinciden en que mantenían guerras con los tres grandes “reinos”: Tecpán Utatlán (Q’umarkaj), Tecpán Guatemala (Iximche’) Tecpán Tecocistlán (en la Verapaz, ¿Kajyup?). A pesar de que los dos documentos escritos por señores Tz’ikinajay y la Relación de Santiago Atitlán habla sólo de un señor principal, para afrontar la guerra parecen haber seguido el mismo principio de los grupos k’iche’anos, basado en cuatro señores, de los cuales los Rajpop Achij eran los capitanes eran los hijos de los señores principales. De manera interesante, el capitán mayor se llamaba “Quauhtli” y el menor “Ocelotl” (Acuña 1982:80, 158). Esto señala la presencia entre los tz’utujiles de las órdenes militares de los guerreros águila y los guerreros jaguar, que se conocían en México y el Altiplano de Guatemala durante el Posclásico Tardío.
Por otro lado, en el Adjunto de San Bartolomé reconocen las victorias del winäq K’iche’ al decir que tuvieron grandes guerras, “favoreciendo a los de la cabecera con los indios de la provincia de Uhtlatlán…” (Acuña 1982:102). También es muy importante mencionar que según el Título de Totonicapán (Carmack y Mondloch 1983:175) dos de los chinamitales que integraban a los Ilokab’, uno de los principales amaq’ aliados con los Nima’ K’iche’ a fines del siglo XV, eran los Chiyatoj y Chiyatz’ikin, que no pueden ser otros sino los Tz’ikinaja de Chiya’. Esto señala las cambiantes alianzas de los amaq y chinamitales del Altiplano de Guatemala durante el Posclásico Tardío (Ivic de Monterroso, en prensa).
En cuanto a las armas, en los documentos aparecen las propias del Posclásico como maccahuitl o macana provista de navajas de obsidiana, rodelas, cuchillos y las armaduras de algodón reforzadas conocidas durante la invasión castellana como “escahuipiles”.
Sistema de creencias religiosas
Se puede hablar de una religiosidad formal dada la presencia de sacerdotes especializados como el Ajuchan y el templo central que se observa en la plaza principal de Chiya’ y las prácticas de sacrificio humano, propias de diversos grupos mesoamericanos. La Relación de Santiago Atitlán indica que:
“…en el tiempo de su infidelidad, los caciques y señores desde pueblo, y sus indios, tuvieron un ídolo principal, (a)demás de otros muchos que tenían, y éste se llamaba en su lengua materna Zaqui Buk (Humo Blanco)” (Acuña 1982:87).
Es importante mencionar que la entidad sagrada de los Tz’ikinajay tiene el mismo nombre que la segunda deidad más importante de los kaqchikeles/xajiles, que en kaqchikel se dice Saqtekaw y que aparece mencionada en el Memorial de Sololá. De acuerdo con esta crónica Xajil, dicha deidad desaparece cuando no puede pasar la prueba de saltar un barranco y coincidentemente sucede con la avanzada para conquistar pueblos tz’utujiles en el lago de Atitlán. El hecho de que ambas entidades políticas hayan compartido a esta deidad, podría señalar el reconocimiento de un origen en común, lo cual es apoyado por la Lingüística Histórica.
De los grupos que estaban bajo el dominio de los Tz’ikinajay, los que llegaron a convertirse en el Anexo de San Francisco señalan que también tenían como entidad sagrada a Zaqui Buk. Mientras que los otros pueblos reverenciaban a deidades femeninas llamadas Taluc Cihua Teutl y Cinquimil (Acuña 1982: 87, 105, 128, 141). Similarmente, en el winäq K’iche’ los miembros del amaq Nima’ K’iche’ (Kaweq, Nimjaib’, Ajaw K’iche’) hacían culto a entidades sagradas distintas, mientras que a los aliados (Tamub’ e Ilokab’) les impusieron a Tojil (Ivic de Monterroso en prensa).
Recursos, comercio y tributo
Las fuentes de información son claras al decir que el lugar en donde se asentaba Chiya’ era pedregoso y agreste. No era ni es una zona propia para cultivar maíz y por lo que era acarreado. De ahí la importancia de expandirse y mantener las tierras en lo que los españoles llamaron “las estancias” o “heredades de cacao” ubicadas en la Bocacosta en el actual Suchitepéquez, de donde obtenían cacao, frutas, sal marina de costa, plumas y otros productos. En el Anexo de San Bartolomé (Acuña1982:104) se indica que al Aj Tz’ikinajay le tributaban mantas, quetzales, esclavos, cacao, chalchihuitl, legumbres, frijoles pepitas, y algodón. El hecho de que se mencione el término “chalchihuitl”, que era como se conocía a las cuentas de jade, señalaría que formaban parte de una red comercial para obtener dicho recurso en las fuentes del río Motagua.
Sergio Romero (en prensa) señala que las poblaciones mayas del Altiplano de Guatemala hablaban varios idiomas y esto los ayudaba en las relaciones comerciales y políticas. Según los textos de Relación de Atitlán y de sus estancias de San Bartolomé y San Andrés, entendían la “la lengua de los achíes y uhtlatecas…algunos la lengua mexicana corrupta que llaman la pipil…” (Acuña 1982:83,102, 125). Los tz’utujiles en general tuvieron relaciones cercanas con los pipiles y en más de una ocasión fueron aliados. En varios documentos etnohistóricos se refieren a los tz’utujiles como “gente yaqui” por lo que debieron tener fuerte influencia nahua. La misma se ve reflejada en su cultura material, especialmente en los petrograbados de los alrededores.
Ya en otros trabajos hemos publicado que el interés de las entidades políticas posclásicas era dominar territorios de norte a sur, de manera que tenían tierras en distintas altitudes y así se protegían si la cosecha fallaba en el Altiplano. Es de mencionar que los tz’utujiles tenían “sementeras de maíz” en el actual Santa Lucía Utatlán, tierras que les fueron arrebatadas por los K’iche.
Por otro lado, la riqueza del lago de Atitlán se concentraba más que todo en el tul para elaborar petates, escudos y sandalias. Asimismo, en sus alrededores había magueyales para producir lazos, redes y bolsas. Como aparece en la Relación de los Caciques y Principales del Pueblo de Atitlán, la “pita” era uno de los principales tributos que Pedro de Alvarado les exigirá después de la invasión (Acuña 1982:59). En alimentación, originalmente dicho lago producía únicamente peces muy pequeños (que en la Relación de Santiago Atitlán se llaman olomina) y cangrejos de agua dulce. Los peces grandes fueron introducidos al lago por los castellanos. En la Relación de Zapotitlán se lee que:
“Y con ser tan grande (lago de Atitlán), no tiene pescado ninguno que se pesque por vía de provecho, si no son algunas mojarras que se han echado en la dicha laguna…Los frailes de la orden de señor San Francisco de Tecpán Atitlán…vi yo que lo hicieron…por orden del….licenciado Valverdi (alrededor de 1579)…Hay en ella una serie de pececitos pequeños…, que sólo en el pueblo de Atitlán hay mas de…pescadores, sin (contar) los de otros pueblos, que todos se sustentan de pescar y (de) venderlo” (Acuña 1982:43-44).
Por otro lado, los Tz’utujiles y los Tz’ikinajay comerciaban plumas de vistosas aves y de quetzal. Quizás de ahí se deriva el nombre Tz’ikinajay o Casa del Pájaro. El texto del Anexo de San Francisco señala que tenían “crianza de aves para plumas de colores”. Según la Relación de Santiago Atitlán, los tributarios que tenían en la Bocacosta pagaban al Aj Tz’ikinajay “tributo de mantas, miel, y cacao y quetzales y labraban sus sementeras de maíz, ají, frijoles, pepitas y otras legumbres…” Asimismo esta relación deja claro que “No se han visto ni hallado minas de oro ni de plata, ni otros mineros de metales…de ningún género” (Acuña 1982: 87, 95, 148).
Asentamiento y detalles del plano de Chiya’: los datos del dron fotogramétrico
En 2009 Tomás Barrientos Q. recopiló la información del patrón de asentamiento de Chiya’ con base en los datos de Carlos Luna (1910), Samuel Lothrop (1928-1932) y John Fox (1978) para elaborar un informe para la Asociación Vivamos Mejor. A continuación presentamos los datos. Chiya-Chuitinamit, un sitio construido en el periodo Postclásico, es el mayor de la playa sur del lago, ubicado en un cerro adosado a la falda oeste del volcán San Pedro. El cerro presenta varias terrazas y muros de contención en sus lados, los cuales sostienen estructuras de mampostería. En la cima se encuentran dos grupos de estructuras de mayor tamaño, que seguramente constituía el centro político-administrativo de la región y posiblemente la residencia de los gobernantes. El patrón del sitio ha sido definido por Fox como una combinación de acrópolis y una plaza abierta, similar al plan de otros sitios contemporáneos como Chutinamit-Sacapulas, Chutixtiox, Tenam y Chamac. No obstante, su orientación es de 25 grados al este del norte, la cual no es compartida por ningún otro sitio. En general, la arquitectura del sitio muestra un estilo bastante local, ya que carece de rasgos como talud tablero, alfardas y juego de pelota en forma de “I”, comunes en las Tierras Altas durante el Postclásico (Barrientos 2009).
La Acrópolis se ubica en la parte más alta cerro, que es de roca natural. Esta cima fue modificada mediante la construcción de dos grandes terrazas en sus lados sur y este. Quedan restos de muros de mampostería escalinatas de acceso. En la terraza superior se encuentra una estructura piramidal alta, que parece ser una elevación natural modificada. En el lado norte de esta terraza superior se construyó un grupo de estructuras alrededor de un patio, que Lothrop llamó Patio Luna en honor a Carlos Luna, quién excavó la esquina exterior noroeste de la Estructura Norte, exponiendo muros verticales de mampostería hechos con de piedra y adobe, recubiertas de estuco y pintura roja. En la terraza inferior se encuentra un juego de pelota abierto, así como una escalinata que conduce a la Plaza Principal, ubicada hacia el noroeste (Barrientos 2009).
La Plaza Principal cubre un área nivelada de forma irregular, ya que se adaptó a la topografía del cerro. La Estructura 4, ubicada en el centro de la plaza, consiste en un edificio piramidal con cuatro escalinatas, una en cada uno de sus lados. Luna descubrió algunas osamentas cerca de la esquina noroccidental del edificio, lo que sugiere una función ceremonial asociada al sacrificio. A los lados este y oeste se encuentran varias plataformas largas y altares pequeños de mampostería. El límite oeste de la plaza es delimitado por la Estructura 5, la más grande del sitio, que se eleva 3 m y pudo contener una subestructura con cuatro cámaras. El límite sureste es delimitado por la Estructura 3, similar a la Estructura 5. Hacia el noreste existen varias terrazas, una de las cuales sostiene la Estructura 1, que también es alargada (Barrientos 2009).
Atrás de la Estructura 3 se encuentra un pequeño grupo de estructuras, que incluye a la Estructura 6. Asociado con este grupo se registró un petrograbado. Además, en la plaza principal se registraron dos petrograbados. Uno se encontraba entre las Estructuras 1 y 2, mientras que el otro estaba al sureste de la plaza, entre el Patio Luna y el Patio 6. Otros petrograbados en el cerro contenían cavidades circulares o rectangulares y líneas paralelas como los que se observan en Pachiuak (Barrientos 2009).
Hacia el oeste, en dirección al volcán San Pedro, existe una parte baja y plana, donde se encuentra otro patio formado por cuatro montículos; allí se reportó el descubrimiento de una piedra en forma de pirámide truncada frente al montículo norte. Entre las estructuras 1 y 3 de la Plaza Principal se encontraba un petrograbado, que marca la entrada al sitio desde el lago. Este acceso conduce a una vereda que baja en dirección este hasta llegar a una pequeña playa. Las orillas del cerro en sus lados norte y el sur son casi inaccesibles y muy rocosas. Esta pendiente de acceso presenta varias terrazas, y fue dividida por Lothrop en cuatro zonas numeradas de norte a sur:
Pendiente I: contiene tres terrazas, con un petrograbado en la segunda.
Pendiente II: contiene cuatro terrazas. La tercera presentó un petrograbado de felino con la cabeza de otro animal al frente. En los lados de la roca contiene diseños de líneas incisas representando aves estilizadas. Se ubicaron tres montículos, uno en la Terraza 1 (Estructura a), otro en la Terraza 2 (Estructura b) y el otro en la cima (Estructura 7).
Pendiente III: con cinco terrazas. Las dos primeras contenían un altar y una cueva, que son utilizados en tiempos modernos como escondites de cacería. La cueva tenía 2 m de profundidad y ancho, con 1.4 m de altura.
Pendiente IV: con siete terrazas, llega hasta la base de la Acrópolis, donde se encuentra el Juego de Pelota.
La mayoría de petrograbados reportados por Lothrop ya habían desaparecido durante los recorridos de Sandra Orellana en la década de 1980. En el sitio también se han recuperado cuatro esculturas de forma trapezoidal, que representan un rostro de una deidad y que al mismo tiempo representa dos cabezas de serpiente. Esta iconografía no tiene paralelos directos con alguna otra región, aunque se han sugerido afinidades con el Altiplano Central de México. En cuanto a la cerámica, es abundante en la superficie de todo el cerro y es Postclásica (2009).
Por otro lado, en los registro coloniales, los ancianos principales que dieron su testimonio que aparece registrado en la Relación de Santiago Atitlán, describen vívidamente el lugar donde se asentaba su antigua capital:
“…el sitio donde este pueblo está asentado es a la falda de un cerro grande a la parte del levante, en tierra arenisca y pedregosa, la piedra tosca. No hay en él fuentes de agua manantiales si no es la de dicha laguna, y del agua della beben los naturales…Es tierra estéril y falta de pastos, y no se coge de ella sino muy poco maíz, porque en muchas partes deste pueblo no se da. El proveimiento de maíz viene por acarreo, que lo van a comprar los naturales deste pueblo a otros comarcanos. Hay frutas de la tierra en cantidad, como ciruelas de la tierra (jocotes), zapotes y aguacates….” (Acuña 1982:81).
La Relación de Zapotitlán agrega datos sobre la ubicación del área doméstica de Chiya’ y del sistema de construcción de las casas con materiales locales:
“Casi al final desta laguna, a la parte del poniente, está el pueblo de Atitlán, que es de los mayores y de mejores indios desta provincia. Tienen sus casas todas, o la mayor parte de piedra, que es de gran calidad…” (Acuña 1982:44).
Por la falta de un mapa completo de Chiya’, así como de un mapa regional, es difícil tener una idea de la cantidad de población de los amaq’ tz’utujiles. Por tanto, hay que apoyarse en la Etnohistoria. En la Relación de Santiago Atitlán, los señores principales afirman que: “…en el tiempo de su infidelidad, había más cantidad de doce mil indios…”. En el Anexo de San Francisco, los principales entrevistados señalaron que antes tenían “más de mil indios”. Asimismo, los principales Tz’ikinajay señalaron que Pedro de Alvarado llegó varias veces a llevarse a hombres para someter a los kaqchikel y a poblaciones tan lejanas como la Verapaz, Gracias A Dios y San Miguel de León, en donde quedaron muchos caciques y principales muertos en las guerras. También se llevó a hombres y mujeres para trabajar en minas y otras labores forzadas en grupos de 400 y 500 (Acuña 1982:81-82, 139, 436).
Por otro lado, al igual que otras capitales posclásicas, Chiya’ se ubicaba en un terreno defensivo, bordeado hacia el norte, al oeste y suroeste por pendientes muy inclinadas. Uno de los accesos se lograba desde la orilla del lago en donde los Tz’ikinajay tenían barcas para la defensa, pero es posible que también tuvieran accesos por tierra firme. La Carta Relación de Pedro de Alvarado del 27 de julio de 1524 (1934:275-276) señala el uso de canoas:
“…aquí estaba otra ciudad sobre una laguna muy grande y que aquella hazia guerra a esta (Iximche’) y a Uclatan y a todas las demás…por la fuerza del agua y canoas que tenían y que de allí salian a hazer salto de noche en la tierra destos…”
La batalla contra los invasores castellanos no ocurrió en Chiya’, pues Pedro de Alvarado y su ejército de aliados la encontraron vacía. La batalla en realidad ocurrió en lo que hoy se conoce como la península de Tzanguacal y que por el aumento del nivel del lago de Atitlán en aquel momento era una isla que conectaba con tierra firme por medio de puentes colgantes. Alvarado la describe como “un peñol poblado que estaba en el agua”, el cual pudo invadir y vencer pues no les dio tiempo de retirar los puentes y entró con peones y jinetes. Luego dice haber sido apoyado por 300 canoas de “amigos”.
El terreno de Chiya’ era tan agreste, que los frailes doctrineros Francisco de Parra y Pedro de Betanzos decidieron trasladar a la población del otro lado de la bahía de Santiago hacia el este, concentrarla y fundar el actual pueblo de Santiago Atitlán (Acuña, 1982:84-85). La Relación de Santiago Atitlán incluye una preciosa pintura del área (Fig.1). Por los detalles de la manera de colocar al sol, las ondas que representan el agua del lago y la forma de dibujar la canoa, parecida a las que aparecen en el Templo de los Guerreros de Chichén Itzá, se cree fue pintada por un indígena. Dicha pintura muestra el cerro donde se ubicaba Chiya’ en las faldas del volcán San Pedro, la península de Tzanguacal en donde se lee la palabra fortaleza y la traza colonial del pueblo de Santiago Atitlán. Es de notar que entre los edificios administrativos estaban las casas de los principales indígenas de los Tz’ikinajay y los Tz’utujiles, don Gaspar y don Juan (Acuña 1982:65). Es claro que para ese momento ambos señores compartían o más bien competían por el escaso espacio de poder que les concedían los castellanos y en el siglo XVII los tz’utujiles ganaron la competencia, al obtener el puesto principal de Alcalde en el Cabildo.
Con el apoyo de la tecnología de la fotografía aérea utilizando un dron fotogramétrico, pudimos obtener mapas del cerro donde se encuentran los restos de la antigua Chiya’- Chuitinamit (Fig.2). El procesamiento digital de las ortofotografías nos ha permitido obtener mapas con curvas de nivel a 50 cm (Fig.3) ajustados a las alturas que proporciona el sistema de posicionamiento global de Google Earth. Como ya se mencionó, en 1978 el arqueólogo John W. Fox publicó un mapa del epicentro de Chuitinamit (Fox 1978:116), y lo utilizamos como base para ubicar las estructuras en la posición más aproximada según las curvas de nivel antes mencionadas (Fig.4). Este análisis es netamente teórico y se necesita ajustar las dimensiones, ubicación y orientación de los edificios y plataformas con mediciones in situ, utilizando como base las curvas de nivel.
Hay pequeñas superficies con inclinaciones relativamente bajas en la parte Norte y Este del cerro, que estimamos pudieron ser utilizadas como áreas habitacionales y/o como pequeñas parcelas para cultivo. Es probable que allende del cerro que ocupa el sitio Chiya’- Chuitinamit, en la zona sur y sureste al pie del Volcán San Pedro, haya sido el área donde se asentaba el grueso de la población. Existen grupos de construcciones prehispánicas en ese sector que deben estudiarse como parte del antiguo asentamiento de los Tz’ikinajay y los Tz’utujiles.
Este es un aporte preliminar del Centro de Investigaciones Arqueológicas y Antropológicas de la Universidad del Valle de Guatemala, el cual aportó los fondos para contratar con la empresa Desarrollos Ecoland el servicio del dron. Debe considerarse como el inicio de un programa de investigaciones en este importante sitio abandonado y depredado en todos sus alrededores. La escasa información disponible proviene de la identificación de las estructuras de su epicentro. Sin embargo, son evidentes los restos de plataformas, terrazas, petroglifos, y otros distribuidos prácticamente todo el cerro.
Notas finales
Tanto en la Relación de Santiago Atitlán como en la Relación de Caciques y Principales del Pueblo de Atitlán se hace patente la preocupación por la disminución de la población y por la pérdida de su territorio y recursos. Al observar a lo largo del tiempo los mapas del territorio de los tz’utujiles, es claro que se encuentran entre los grupos más afectados en cuanto a pérdida de territorio de Guatemala. Hoy lo que les queda es la orilla sur del lago de Atitlán, en donde la construcción de viviendas para la población, chalets y hoteles está destruyendo rápidamente lo que queda del patrimonio cultural. Es urgente que el Estado y especialmente la Alcaldía Municipal de Santiago Atitlán colaboren y permitan la investigación de Chiya’, que por encontrarse distribuida entre las parcelas de varios dueños es muy difícil de investigar. Por nuestra parte, aportamos el plano con las curvas topográficas, que permiten una mejor aproximación a la distribución del sitio y de las áreas que sería conveniente investigar a través de un proyecto arqueológico.
Agradecimientos
Agradecemos al Centro de Investigaciones Arqueológicas y Antropológicas de la Universidad del Valle de Guatemala y especialmente al Dr. Tomás Barrientos Q. por concedernos los fondos que permitieron obtener los datos necesarios para un mejor acercamiento al plano y contexto geográfico de Chiya’. Igualmente agradecemos a Desarrollos Ecoland por su eficiente y rápido servicio.
Referencias
Acuña, Rene (editor)
1982 Relación Geográfica de Santiago Atitlán y sus Anexos San Bartolomé y San Andrés En Relaciones Geográficas del Siglo XVI: Guatemala. Universidad Autónoma de México, México, D.F.
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Fig. 1: Mapa de la Relación de Santiago Atitlán, 1585 (Fotografía de Tomás Barrientos).
Fig. 2: Ortofotografía de Chiya´, con las principales estructuras en la cúspide del cerro (Ortofoto de Ecoland 2015, adaptada por Carlos Alvarado Galindo).
Fig. 3: Curvas de nivel de Chiya´, se muestran las estructuras identificadas por Fox en 1978 (Plano de Ecoland 2015 adaptado por Carlos Alvarado Galindo).
Fig. 4: Plano del epicentro de Chiya´ (Basado en el plano de J.W. Fox (1978) y modificado según las ortofotografías de Ecoland 2015).