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Bachand, Bruce R.
2003 Ampliando nuestra comprensión sobre el periodo Protoclásico en las Tierras Bajas Mayas. En XVI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2002 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo, H. Escobedo y H. Mejía), pp.593-608. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.
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AMPLIANDO NUESTRA COMPRENSIÓN SOBRE
EL PERIODO PROTOCLÁSICO
EN LAS TIERRAS BAJAS MAYAS
Bruce R. Bachand
“…si debe existir un horizonte Protoclásico, Chicanel debería ser elevado a dicho rango”.
(J. Eric S. Thompson 1965:340)
El clima cultural que prevaleció en las Tierras Bajas Mayas durante el primer siglo AC y entre el primero y el cuarto DC, ha desconcertado a los mayistas por cerca de 70 años. En los últimos 20 años se ha acumulado una inmensa cantidad de evidencia relacionada con la arquitectura Preclásica (Aimers et al. 2000; Coe 1965, 1990; Folan et al. 1995; Hansen 1990, 1999; Freidel 1986; Laporte y Valdés 1993; Matheny 1984, 1993; Pendergast 1981; Suhler et al. 1998), subsistencia (Henderson 1998; Pohl et al. 1996; Pope et al. 1996; Powis et al. 1999; Turner y Harrison 1983), iconografía (Valdés 1992, 1993), prácticas mortuorias (Angelini 1993; Hammond 1999; Krejci y Culbert 1995; McAnany 1995; McAnany et al. 1999), especialización artesanal (Angelini 1998; Aoyama 1999; Hester et al. 1983, 1994; Shafer y Hester 1983, 1991), e incluso identidad social (Hendon 1999) y actividad ritual (Hendon 2000; Ringle 1999). Una gran parte de esa evidencia corresponde a la vida social que se llevó a cabo durante las últimas décadas del periodo Preclásico Tardío (150–75 AC) y en los primeros siglos de lo que podemos denominar era Protoclásica (75 AC–420 DC). En esencia, muchos de los contextos descritos como pertenecientes al Preclásico Tardío son contemporáneos con materiales clasificados como Protoclásicos en otros sitios.
Los trabajos recientes de Brady et al. (1998) y de Pring (2000) han aclarado la distribución temporal de atributos cerámicos típicamente descritos por los mayistas como “Protoclásicos”. Con la ayuda de fechas de radiocarbono, estos autores han dividido algunos elementos cerámicos en dos facetas de desarrollo cerámico: Protoclásico 1 y Protoclásico 2.
La faceta Protoclásico 1 data de 75 AC a 150 DC e incluye rasgos tales como diseños pseudo Usulután, pequeños soportes tetrápodos de botón, desgrasante de carbonato, pastas claras, la continuación de las vajillas cerosas Chicanel, vasijas con vertedera, floreros, y pedestales en forma de hongo. Las pestañas mediales también están de moda en este momento (Culbert s.f.). Algunos tipos comunes del Protoclásico 1 son Sacluc Negro sobre Naranja, San Felipe Café, San Antonio Dorado Café, Iberia Naranja y Aguacate Naranja.
El Protoclásico 2 es 45 años más largo que el Protoclásico 1. Empieza alrededor del 150 DC y termina por el año 420 DC. Es definido por la presencia de soportes mamiformes (y posteriormente soportes de cilindro en forme de «cabeza de tapir»), bicromos y policromos Rojo sobre Naranja, engobes naranja muy lustrosos, sub-engobes blanco ante, urnas modeladas, pedestales, bases anulares, “picheles”, tapaderas compuestas, y pestañas básales y en ángulo Z. También pueden ser rasgos del Protoclásico 2, los bordes acanalados y ganchudos, así como los bordes con acanaladura circunferencial. Algunos de los tipos asociados con esta faceta son Dos Arroyos Naranja Policromo, Aguacate y Águila Naranja, Balanza Negro y Miseria Aplicado.
Culbert nota que la distinción que hacen estos autores entre las facetas cerámicas más tempranas y más tardías (Protoclásico 1 y Protoclásico 2), es extremadamente importante y “no puede ser divorciada del tiempo”. Al asignar rangos temporales a los rasgos cerámicos Protoclásicos, Brady et al. (1998) han creado un marco analítico que incrementa nuestra habilidad para fechar los cambios sociales rápidos y pronunciados que ocurrieron durante este periodo de transición en las Tierras Bajas Mayas.
Este artículo presenta las fechas de radiocarbono adicionales que caen dentro de la secuencia cronológica propuesta por James Brady et al. (1998) para la aparición de la cerámica Protoclásica en las Tierras Bajas Mayas (véase también Pring 2000). Al incluir fechas de otros sitios donde puede o no haber cerámica Protoclásica presente, se hace posible la identificación de rasgos en el registro material. Algunos de estos rasgos no perduran mucho tiempo, mientras que otros transcienden varios periodos de desarrollo cerámico. Comienza a emerger una visión histórica más amplia, pero localmente variada, a medida que los restos materiales no-cerámicos son correlacionados con los restos cerámicos y su contexto arqueológico. Las fechas de radiocarbono proporcionan una medida adicional para evaluar la contemporaneidad entre los contextos arqueológicos dentro y entre los sitios.
LA CRONOLOGÍA PROTOCLÁSICA: MÁS FECHAS Y OBSERVACIONES ADICIONALES
El éxito de cualquier prueba de radiocarbono o la colección de fechas de carbono depende del grado de estabilidad disponible por la curva de calibración durante el periodo bajo investigación. Afortunadamente, para los estudiosos del Protoclásico, el segmento de la curva de calibración que corresponde a este periodo es extremadamente estable (Fig.1). Dicha estabilidad contrasta con las oscilaciones erráticas de la curva durante los periodos Preclásico Medio y Tardío inicial.
Una revisión preliminar de la literatura arqueológica sugiere que más de 75 fechas de radiocarbono caen dentro de los periodos Preclásico Tardío Terminal, Protoclásico 1 y Protoclásico 2 (Tablas 1-3). Obviamente, todas las fechas requieren de una evaluación crítica y mayor aseguramiento de su veracidad. Sin embargo, un estudio preliminar de la fuente de la materia prima, de los contextos, y de los artefactos asociados sugiere que muchas de estas fechas caen dentro de un rango razonable de aceptabilidad. Las fechas claramente erróneas han sido excluidas de estas tablas. Debido a que cada fecha espera una evaluación independiente de su posición probable dentro de un rango sigma 1-, sólo se provee la fecha de calibración media esta vez. Las fechas en negrilla son aquellas utilizadas por Brady et al. (1998) para refinar la secuencia cerámica del Protoclásico.
Por sí mismas, las fechas contienen información esencial sobre la historia cultural de las Tierras Bajas Mayas. Bajo el nuevo esquema cronológico, es claro que varias ocupaciones culturales antes descritas en la literatura como del “Preclásico Tardío”, corresponden temporalmente a la faceta Protoclásico 1 (75 AC–150 DC) de Brady et al. Esto es particularmente cierto para la cúspide de las ocupaciones en El Mirador, Nakbe, Wakna y Cerros, y probablemente también para las ocupaciones más tempranas de Becan, Calakmul, Lamanai, Tikal, Uaxactun, y Yaxuna. Las fechas de radiocarbono parecen confirmar la idea de Pendergast (1979:203) de que los edificios construidos durante las últimas etapas del periodo Preclásico Tardío fueron utilizados muchos años después de su construcción.
RASGOS NO-CERÁMICOS COMO MARCADORES DE PRÁCTICAS SOCIALES A TRAVÉS DEL TIEMPO
Por convención, los límites temporales del periodo Protoclásico han sido determinados por la presencia o ausencia de un conjunto completo o parcial de tipos, vajillas y/o modos cerámicos. Estos rasgos cerámicos siempre han tenido una característica temporal definida, o sea, que aparecen y desaparecen del registro arqueológico en momentos específicos. A pesar de su importancia, la cerámica no es el único objeto diagnóstico de la actividad humana durante este momento o en cualquier otro de la historia Maya.
TABLA 1
FECHAS DE RADIOCARBONO DEL PRECLÁSICO TARDÍO TERMINAL
cal AC/DC1
aP
Sitio
Referencia
200
AC
2100 ± 167
Kokeal
Ettlinger en Turner y Harrison 1983: 167-174, 169
200
AC
2100 ± 180
Aguacatal
Matheny 1970: 117
180
AC
2125 ± 65
Cuello
Hammond et al. 1991: 29, 50, 68
180
AC
2135 ± 85
Tikal
Coe 1990: 100, 998
175
AC
2121 ± 51*
K’axob
McAnany y López Varela 1999: 153
170
AC
2115 ± 75
Tikal
Coe 1990: 361, 363, 998
165
AC
2100 ± 60
Tikal
Coe 1990: 261, 997
160
AC
2080 ± 50
Tikal
Coe 1990: 204, 998
150
AC
2080 ± 60
Tikal
Coe 1990: 27, 998
150
AC
2080 ± 60
Tikal
Coe 1990: 84, 998
150
AC
2116 ± 351
Kokeal
Ettlinger en Turner y Harrison 1983: 179-184, 169
115
AC
2040 ± 80
Tikal
Coe 1990: 54, 997
115
AC
2040 ± 80
Tikal
Coe 1990: 54, 998
115
AC
2065 ± 90
El Mirador
Hansen 1990: 42, 208
110
AC
2040 ± 70*
Barton Ramie
Brady et al. 1998: 33
1 Fecha mediana calculada de la gama 2-sigma (intervalo de confianza 95%). Datos atmosféricos tomados de Stuiver et al. (1998); OxCal v3.5 Bronk Ramsey (2000); cub r:4 sd:12 prob usp[chron]
* Fecha espectrómetro acelerador de masa (AMS)
La Figura 2 provee un sumario gráfico de los objetos y conceptos discutidos más adelante. La mayoría de estas observaciones aún son tentativas y provisionales. Son presentadas aquí con la finalidad de estimular más discusión al respecto. La intención es tocar un rango diverso de rasgos que definen al Protoclásico, sin apoyarse mucho en la especulación teórica.
Los años finales del periodo Preclásico exhiben algunos cambios profundos en cuanto al tratamiento de los muertos. Los enterramientos sedentes, en chultunes, y múltiples o masivos, aparecen en este momento (Pinto y Acevedo 1993; Hammond et al. 1991; Hermes 1999; McAnany 1995, McAnany et al. 1999; Smith 1972). Los entierros sedentes son reservados principalmente a adultos masculinos. Los restos de textiles sugieren muchas veces, que estos individuos fueron envueltos en posiciones sedentes con sus piernas cruzadas (McAnany et al. 1999). Estos entierros son generalmente austeros, siendo acompañados solamente de una o dos vasijas especiales, tales como un florero, una vasija de “cubeta”, o con vertedera, que aparecen en comunidades urbanas y aldeanas en contextos domésticos o público ceremoniales (Bachand y Bachand s.f.b).
Los entierros en chultun también son amplios en este momento y parecen adquirir mayor preferencia durante la subsiguiente fase Protoclásico 1. Al llegar el Protoclásico 2, algunos chultunes fueron transformados en mausoleos elaborados con cámaras múltiples (Hermes 1999). No está totalmente claro cuáles fueron las actividades que se llevaron a cabo en estas cavernas subterráneas, pero parecen haber sido ingresadas con alguna frecuencia.
TABLA 2
FECHAS DE RADIOCARBONO DEL PROTOCLÁSICO 1
cal AC/DC1
aP
Sitio
Referencia
75
AC
2080 ± 150
Isla Cancuen
Hubbs, Bien y Seuss 1965:11
75
AC
2060 ± 120
Tikal
Coe 1990: 173, 997
75
AC
2005 ± 95
Tikal
Coe 1990: 38, 998
70
AC
2058 ± 47*
K’axob
McAnany y López Varela 1999: 153
65
AC
2056 ± 52*
K’axob
McAnany y López Varela 1999: 153
65
AC
2050 ± 60
Cuello
Hammond et al. 1991: 29, 75, 87, 174, 194, 238-239
65
AC
2050 ± 60
El Mirador
Landeen 1986: 66, 116
55
AC
2040 ± 40
Cuello
Hammond et al. 1991: 29, 45-47, Fig. 3.13
40
AC
2012 ± 48*
K’axob
McAnany y López Varela 1999: 153
25
AC
2010 ± 48*
K’axob
McAnany y López Varela 1999: 153
25
AC
2008 ± 50
Cerros
Cliff 1986: 53
25
AC
1975 ± 105
Tikal
Coe 1990: 173, 997
20
AC
1990 ± 70
El Mirador
Landeen 1986: 37, 116
15
AC
2000 ± 50
Cerros
Schele y Freidel 1990: 434
0
AC/DC
1970 ± 140
Altun Ha
Pendergast 1971: 456
15
DC
1970 ± 50
Kokeal
Ettlinger en Turner y Harrison 1983: 165-167, 169
15
DC
1975 ± 50
Cerros
Freidel 1986: 12
25
DC
1995 ± 180
Komchen
Andrews et al. s.f.: 6
40
DC
1960 ± 45*
Naj Tunich
Brady et al. 1998: 34
40
DC
1950 ± 80
El Mirador
Landeen 1986: 46, 116
70
DC
1940 ± 70
El Mirador
Matheny 1986: 344
85
DC
1935 ± 55
Kokeal
Ettlinger en Turner y Harrison 1983: 165-167, 169
95
DC
1920 ± 60
Tikal
Coe 1990: 671, 997
110
DC
1920 ± 40
Cenote
Chase 1983: 245
110
DC
1915 ± 85
Tikal
Coe 1990: 335-337, 998
115
DC
1910 ± 85
Altun Ha
Pendergast 1979: 202
120
DC
1900 ± 50
Tikal
Coe 1990: 64-66, 997
125
DC
1890 ± 50
Tikal
Coe 1990: 76, 997
130
DC
1896 ± 45
Kokeal
Ettlinger en Turner y Harrison 1983: 165-167, 169
130
DC
1890 ± 45*
Naj Tunich
Brady et al. 1998: 34
140
DC
1895 ± 80
Edzna
Forsyth 1983: 219
140
DC
1890 ± 70
Tikal
Coe 1990: 221, 997
140
DC
1880 ± 70
Tikal
Coe 1990: 215, 997
1 Fecha mediana calculada de la gama 2-sigma (intervalo de confianza 95%). Datos atmosféricos tomados de Stuiver et al. (1998); OxCal v3.5 Bronk Ramsey (2000); cub r:4 sd:12 prob usp[chron]
* Fecha espectrómetro acelerador de masa (AMS)
TABLA 3
FECHAS DE RADIOCARBONO DEL PROTOCLÁSICO 2
cal AC/DC1
aP
Sitio
Referencia
160
DC
1880 ± 60
Tikal
Coe 1990: 100-101, 998
190
DC
1850 ± 50
Tikal
Coe 1990: 348, 998
205
DC
1835 ± 50*
Naj Tunich
Brady et al. 1998: 33
210
DC
1830 ± 95
Becan
Ball 1977: 186
225
DC
1780 ± 180
El Mirador
Hansen 1990: 29, 208
225
DC
1800 ± 150
Pulltrower Swamp
Fry en Turner y Harrison 1983: 207
225
DC
1800 ± 90
Douglas Swamp
Pope, Pohl y Jacob 1996: 172
230
DC
1810 ± 60
Tikal
Coe 1990: 348, 998
245
DC
1780 ± 60
El Mirador
Howell 1983: 226
260
DC
1770 ± 45*
Naj Tunich
Brady et al. 1998: 34
275
DC
1760 ± 120
El Mirador
Hansen 1990: 85, 208
280
DC
1730 ± 50
Tikal
Coe 1990: 430-431, 997
280
DC
1740 ± 60
Tikal
Coe 1990: 315, 329, 998
285
DC
1715 ± 55
Tikal
Coe 1990: 126, 998
300
DC
1695 ± 200
Aguacatal
Matheny 1970: 118
310
DC
1735 ± 85
Muralla de León
Rice y Rice 1981: 278
335
DC
1710 ± 70
Tikal
Coe 1990: 430-431, 997
350
DC
1690 ± 155
Altar de Sacrificios
Adams 1971: 148, 150, 169
375
DC
1685 ± 65*
Barton Ramie
Brady et al. 1998: 34
375
DC
1645 ± 140
Aguacatal
Matheny 1970: 118
375
DC
1700 ± 60*
Las Ruinas de Arenal
Brady et al. 1998: 34, Fig. 4
380
DC
1690 ± 60
El Mirador
Howell 1983: 90-94, 226
385
DC
1690 ± 50
Buenavista del Cayo
Brady et al. 1998: 34, Fig. 4b, nota 8
390
DC
1660 ± 60
Tikal
Coe 1990: 361, 363, 998
390
DC
1670 ± 49
El Tigre
Andrews y Andrews 1980: 282
430
DC
1610 ± 70
Tikal
Coe 1990: 517-518, 524, 998
470
DC
1600 ± 50
Tikal
Coe 1990: 329, 998
1 Fecha mediana calculada de la gama 2-sigma (intervalo de confianza 95%). Datos atmosféricos tomados de Stuiver et al. (1998); OxCal v3.5 Bronk Ramsey (2000); cub r:4 sd:12 prob usp[chron]
* Fecha espectrómetro acelerador de masa (AMS)
Otro tipo de enterramiento que marca este periodo es el entierro masivo. Hasta este momento, entierros masivos tempranos solamente han sido encontrados en Cuello (Hammond 1999; Hammond et al. 1991) durante los periodos Preclásico Terminal y Protoclásico 1 y en Tikal (Salas y Pijoan 1982; Laporte y Fialko 1990:40-41; Marcus 1995:16) en tiempos del Protoclásico 2. Los cuerpos contenidos en chultunes y los entierros masivos son incompletos, pero de manera selectiva. Por lo general, están ausentes los huesos de la cabeza y de las extremidades inferiores. Sin embargo, aún no está claro si los huesos ausentes fueron la causa de la muerte (Hammond et al. 1991; Hermes 1999) o si fueron removidos y circulados después de la descomposición de los cuerpos (McAnany 1995). Afuera de las Tierras Bajas Mayas, entierros masivos han sido excavados en Miramar (Agrinier 1978), Salinas de los Nueve Cerros (Dillon 1977), Chalchuapa (Fowler 1984), Kaminaljuyu (Velásquez 1993) y en Los Mangales (Sharer y Sedat 1987). En las Tierras Bajas Mayas, estos entierros están compuestos por hombres, mujeres y niños. Nuevamente la austeridad es la norma, pues solamente algunos individuos están acompañados por bienes funerarios.
La contraparte obvia de la extracción de la cabeza es la inserción de la cabeza. Uno de los marcadores del Protoclásico Temprano es la inclusión de cráneos humanos en escondites (Chase 1983). En este momento, la cabeza y la cara parecen haberse convertido en objetos de alta potencia, volatilidad o superstición. La práctica de remoción de la cabeza parece estar ligada semánticamente con la desfiguración de representaciones humanas en murales y monumentos Protoclásicos.
Algunas de las tumbas Protoclásicas más tempranas, como el Entierro 85 de Tikal, muestran la remoción de la cabeza del difunto y su reposición por medio de una máscara de piedra verde. Es interesante que la destitución mortuoria de la cabeza, los escondites de cráneo, la desfiguración de los personajes en los monumentos, las urnas modeladas con caras, y los llamados “mascarones” arquitectónicos, pertenecen a la misma doxa cuya prioridad es el uso de las cabezas y las caras en la escritura Maya temprana (Bachand y Bachand s.f.b.).
Durante el periodo Protoclásico surge una variedad de elementos del vestuario exquisitamente elaborados. Ya fueron mencionadas las máscaras de piedra verde que aparecen en las tumbas Protoclásicas. También son introducidos los pectorales y los pendientes tallados en la piedra verde más fina disponible y en concha (Freidel 1990). Durante esta tradición surge un interés por los pendientes de concha bivalva que son producidos ya sea de almejas (Willey y Gifford 1961) o, en raras instancias, realizadas en piedra verde (Price 1899). Aunque raras, también están presentes las hachuelas de piedra verde y las placas de cinturón. En los conjuntos aparecen grandes orejeras de piedra verde, como en el ejemplo del Entierro 85 de Tikal, que tal vez es el más temprano que se haya encontrado. Las inscripciones jeroglíficas y las representaciones de individuos de la realeza probablemente no fueron incisas en estos objetos sino hasta el Protoclásico 2 (para ejemplos véase Coe 1966; Kidder y Ekholm 1951; Laporte y Fialko 1995; Price 1899; Schele y Miller 1986; Thompson 1931). Los contextos restringidos, la rareza y la artesanía experta de los objetos arriba mencionados indican su utilidad como marcadores de una posición social exaltada dentro de la comunidad (Clark s.f.; Joyce 1999).
Muchos cambios acontecidos durante el Protoclásico fueron de carácter espacial y arquitectónico. El patrón general es aquel de encerrar, confinar, aislar, disminuir, canalizar y restringir el acceso a los espacios público rituales y de gobierno (Bachand y Bachand s.f.a, s.f.b). Este patrón se observa de mejor manera en la desaparición gradual de las plataformas abiertas del Preclásico (Aimers et al. 2000; Hendon 1999, 2000; Sidrys 1983). Muchas veces, estas plataformas estaban localizadas en el centro de plazas comunitarias dispersamente organizadas. Sus bajas elevaciones y la inexistencia de barreras perimetrales proveyeron el acceso cercano y personal a los miembros de la comunidad de todas edades y tamaños. La exclusividad de la arquitectura se empareja con su contenido social – enterramientos simples de hombres, mujeres y niños que se encuentran con frecuencia en el relleno (Aimers et al. 2000).
Sin duda alguna, la Acrópolis Norte de Tikal proporciona la mejor secuencia estratigráfica definida para la arquitectura ceremonial Protoclásica en las Tierras Bajas Mayas (Coe 1965, 1990). El Preclásico Tardío Terminal comenzó con la construcción de dos pirámides con santuarios de doble cámara y escalinatas centrales bordeadas por grandes mascarones zoomorfos (la Estructura 5C-2da de Cerros es contemporánea y casi idéntica en diseño). La transición del Preclásico Tardío al Protoclásico está marcada por la construcción de plataformas de poca altura frente a estas pirámides, una con una superestructura perecedera y la otra con una sola cámara hecha en piedra. Las dos plataformas y el tercer edificio de tamaño diminuto sirvieron de santuarios funerarios para tres adultos masculinos. Las tumbas de estos hombres fueron rellenadas con una gran cantidad de objetos de cerámica especializada y ornamentos de concha y jade. La construcción de tumbas abovedadas, la cantidad y tipo de ofrendas funerarias, y la yuxtaposición triádica de estos entierros no tenía precedente en las Tierras Bajas Mayas.
Extrañamente, la segunda mitad del Protoclásico 1 evidenció el quemado controlado, la elevación de estas pequeñas plataformas funerarias y una pronunciada reducción en el tamaño y escala de los templo-pirámides más grandes. Sin embargo, esta reducción es un tanto engañosa, pues los dos tercios inferiores de los templo-pirámides mayores fueron cubiertos por el relleno de una prodigiosa plataforma, cuya escalinata central fue adornada con grandes caras bestiales. Una sola cámara funeraria que contenía un individuo masculino de 80 años y de grandes proporciones, fue enterrada profundamente debajo de la escalinata del edificio más al norte. William Coe (1990:337) considera que dicho individuo pudo haber sido enterrado desnudo. No se encontraron objetos mortuorios en la tumba.
Al principio del Protoclásico 2, la Acrópolis del Norte asume un verdadero patrón triádico (véase Hansen 1999 para una definición de la arquitectura triádica). Las dos estructuras flanqueantes tienen grandes superficies abiertas, pero para este momento uno debía ascender por la plataforma basal principal para poder observar las actividades que se llevaban a cabo sobre estas estructuras principales. Las fachadas estucadas de estos edificios son mitad bestia-mitad humano, señalando una importante modificación de lo que puede ser aceptablemente mostrado en los espacios públicos.
Las alteraciones del final del Protoclásico en la Acrópolis Norte introdujeron nuevos rasgos y embellecimientos a su forma triádica original. Se construyeron dos edificios portales adicionales en ambos lados de la estructura principal de ingreso, ejerciendo mayor control y obstrucción del acceso al interior de la plaza triádica. Adentro del triádico, las estructuras abiertas fueron elevadas sustancialmente y coronadas con tres cámaras hechas en piedra, con puertas que proporcionaban un acceso creciente a áreas de mayor confinamiento y aislamiento. Aparecieron los techos abovedados con vigas y los cielos de las cámaras de los templos fueron elevados el doble de su altura previa. El edificio central del conjunto triádico también proporcionó evidencia de lo que parece ser la primera crestería. Finalmente, se colocó una estela lisa (¿pintada?) en la plaza frente al primer escalón que asciende a la Acrópolis Norte.
Además de la arquitectura habitable, existe un “conjunto” poco definido de construcciones Protoclásicas que indican violencia y conflicto. Las primeras de estas son los muros defensivos, zanjas y barricadas encontradas en varios centros Mayas (Matheny 1987, 1990; Rice y Rice 1981; Webster 1973, 1974; véase también Scarborough 1983). Punta de Chimino (Escobedo 1997) y Aguateca (Inomata 1995), dos centros localizados sobre rasgos geofísicos altamente defensivos, fueron también ocupados durante este momento. Estos asentamientos protegidos son contemporáneos con la producción en masa de varias herramientas de piedra, siendo las hachas y las puntas de proyectil conocidas como macro-navajas o dagas las más comunes (Hester et al. 1983; Hester 1985). Una gran cantidad de estos objetos se produjo en Colha y posiblemente en las cercanías de Río Azul (Adams 1986, 1999; Black y Suhler 1986) y Calakmul (Folan et al. 1995) durante los años finales del Preclásico. También durante esta época, los asentamientos se trasladaron de los valles a las cimas de los cerros en Chiapas (Bryant 1988:4-5; Culbert 1965:1965:79-80).
Otro rasgo que puede o no estar relacionado a estos elementos marciales son los pozos de vasija o pot pits. Los pozos de vasija son “depósitos hondos, densos y sin estratigrafía de vasijas Protoclásicas que pueden reconstruirse” (Bachand y Bachand s.f.b.). Se han encontrado en pocos sitios de las Tierras Bajas Mayas, sobre o cerca de los principales edificios ceremoniales (Case 1982; Coe 1990:673 y Culbert s.f.; Hansen 1990; Powis 2001; Rice y Rice 1981). Por lo general contienen una combinación de tipos cerámicos del Protoclásico 1 y Protoclásico 2. Por su naturaleza de ser un “evento único”, estos rasgos parecen representar el descarte de un conjunto completo de vajilla. En varios lugares, tales como El Mirador, Muralla de León, y El Pozito, los eventos de pozo de vasija parecen coincidir con el subsiguiente desuso del precinto ceremonial de la comunidad.
Finalmente, se encuentra el tema de los monolitos o estelas, tallados o lisos. Los monumentos del Ciclo 8 (8.10.0.0.0–9.0.0.0.0) se distinguen por representar algunos de los textos dinásticos más tempranos de las Tierras Bajas Mayas (Mathews 1985). Todos los monumentos del Ciclo 8 fueron erigidos entre los años 238 y 435 DC, y por ende pertenecen al Protoclásico 2 Tardío. Peter Mathews (1985:26) ha notado que la mayoría de los monumentos del Ciclo 8 parecen agruparse curiosamente cerca de Tikal.
El monumento de entronización más temprano de Tikal, la Estela 29, se fecha para el 292 DC. En cuanto a la antigüedad de las fechas en Cuenta Larga, hasta la Estela Hauberg, un monumento sin procedencia que posee la fecha en Cuenta Larga más temprana conocida en las Tierras Bajas Mayas (8.8.0.7.0, 199 DC), es posterior al inicio del periodo Protoclásico 2 (Justeson y Mathews 1983; Mathews 1985:46; Schele y Miller 1986:191).
Es necesario buscar fechas más tempranas afuera de las Tierras Bajas Mayas. Entre ellas se encuentran las de la Estatua de Tuxtla (8.6.2.4.17, 162 DC) y de la Estela 1 de La Mojarra (8.5.3.3.5, 142 DC), que se fechan para la segunda mitad del Protoclásico 1. Ciertamente, sólo la Estela C de Tres Zapotes (7.16.6.16.18, 32 AC) y la Estela 2 de Chiapa de Corzo (7.16.3.2.13, 36 AC) tienen fechas en Cuenta Larga que preceden el Protoclásico, y aún así, solamente por cuatro décadas.
Debido a esta evidencia, es poco probable que en las Tierras Bajas Mayas existan monumentos preclásicos con fechas en Cuenta Larga. Además, los monumentos sin fechas calendáricas –específicamente, las Estelas 1, 2 y 18 de El Mirador, la Estela 1 de Nakbe y la Estela 1 de Cuello – probablemente fueron tallados y colocados inmediatamente antes de o durante el Protoclásico 1. Sin embargo, los monumentos más tempranos de Petén parecen ser anteriores a la talla de inscripciones en objetos portátiles de jade fino y concha, un descubrimiento que podría modificar perspectivas anteriores (Mathews 1985:46).
CONCLUSIONES
La prolongada distribución temporal de la cerámica Chicanel (cerca de 600 años) la hace un indicador cronológico burdo. La coexistencia de rasgos cerámicos Protoclásicos durante la segunda mitad del horizonte Chicanel proporciona una avenida para reducir y subdividir el largo espacio temporal del Preclásico Tardío. Sin embargo, como resultado del presente análisis, se puede afirmar que cuando se busca una fecha de ocupación para un contexto Chicanel, la cerámica no es un sustituto para fechas cronométricas precisas adquiridas de contextos de actividad sellados. El mismo principio se puede aplicar a un contexto arqueológico, pero es absolutamente necesario cuando se trata de conjuntos heterogéneos de rasgos conformados en tiempo pero no en espacio, como es el caso del Protoclásico.
Los rasgos culturales del periodo Preclásico Tardío Terminal parecen tener más en común con el Protoclásico subsiguiente que con la etapa temprana de Chicanel. Por esta razón, la cita de Eric Thompson parece ser una premonición. Lo que es claro es que la cerámica, por si misma, no cuenta la historia. Las inferencias históricas requieren el estudio de todo el registro material prestando atención a los vínculos entre las clases de artefactos.
En resumen, parece ser que la cultura Maya cambió de manera acelerada durante las décadas finales del Preclásico Tardío Terminal (ca. 100 AC), algo que nunca había ocurrido antes en las Tierras Bajas. El periodo Chicanel parece haber sido interrumpido por una secuencia de eventos abruptos y de una re-caracterización social pronunciada, un patrón que está ahora bien documentado en otras partes del mundo antiguo (Chang 1986; Kirch 2000; Moore 1996; Pauketat 1994; Thomas 1999).
En retrospectiva, se podría argumentar que las sociedades del Preclásico Tardío Terminal eran tan distintas a las poblaciones del Chicanel temprano que es necesario hacer un aislamiento analítico mayor de sus actividades. Es claro que todos los contextos Chicanel no deberían ser tratados por igual. Varios de ellos, tales como los de El Mirador, Cerros y K´axob son contemporáneos con manifestaciones Protoclásicas de otros lugares. Un contexto arqueológico compuesto por cerámica Chicanel “pura” puede muy bien datar del Protoclásico 1. Este simple hecho puede hacer que el fechamiento relativo sea difícil, como lo descubrió Culbert (1995) cuando intentó correlacionar las vasijas monocromas de los escondites con sus respectivos contextos arqueológicos en la Acrópolis Norte de Tikal.
Este artículo tendrá éxito si ayuda a interpretar los restos Protoclásicos dentro de sus contextos sociales e históricos más amplios. El siguiente paso es buscar conexiones entre los rasgos descritos anteriormente para desarrollar hipótesis provisionales y comprobables sobre lo que pudo haber ocurrido durante este momento único en la historia Maya.
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