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Hruby, Zachary X.
2003 Re-evaluación de las categorías utilitarias y ceremoniales de artefactos Mayas de piedra. En XVI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2002 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo, H. Escobedo y H. Mejía), pp.507-512. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.
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RE-EVALUACIÓN DE LAS CATEGORÍAS
UTILITARIAS Y CEREMONIALES
DE ARTEFACTOS MAYAS DE PIEDRA
Zachary X. Hruby
El propósito de esta ponencia es resaltar algunos problemas preliminares con las categorías arqueológicas “utilitaria” y “ceremonial” de los antiguos Mayas, específicamente para la variedad de la piedra pulimentada. No intento demostrar que estos conceptos carecen de valor o que deberían ser eliminados de nuestro vocabulario. En cambio, pretendo ilustrar primero, como estos conceptos se desarrollan en la arqueología Maya y como han sido usados históricamente, y segundo, como los conceptos “utilitario” y “ceremonial” han guiado nuestras interpretaciones del registro arqueológico, de forma quizá poco satisfactoria.
De interés particular, son las categorías de artefactos de piedra que siguen reproduciendo la dicotomía “ceremonial/utilitario” sin demostrar la verdadera función del artefacto. Sin embargo, el problema de la categoría lítica se extiende más allá de la simple determinación de la función del artefacto, y tiene implicaciones para la organización de la forma en que vemos la acción del tallador y la estructura social de la antigua sociedad Maya.
La tradición Maya de depositar los llamados bifaciales utilitarios y la producción sobrante en contextos rituales reales, como escondites y entierros que implicaban modificaciones a los templos, ilustran el problema de la naturaleza de la dicotomía “utilitaria/ceremonial.” Ciertas preguntas surgen de este patrón: ¿Si estos objetos eran considerados desperdicios, basura, desechos, entonces cómo podía ser cultural y socialmente aceptable colocarlos sobre el cuerpo de un gobernante sagrado, K’uhul Ajaw, al que se rendía culto? Algunas respuestas obvias son:
1. Que los antiguos Mayas tal vez no usaron el concepto de “basura” en el sentido que lo hacemos hoy en la cultura occidental, por lo menos en relación con ciertos tipos de sobrantes de la producción de artefactos de piedra.
2. Que las ceremonias no están desprovistas de utilidad (e.g., transformar el mundo material en actos de producción o creación), y a su vez que las actividades utilitarias no están desprovistas de ceremonia.
Empezaré detallando los comienzos de los estudios de artefactos de piedra en el área Maya, y el nacimiento de la dicotomía “utilitario” y “ceremonial”, así como la forma en la que se concretizó en las categorías tipológicas de los artefactos Mayas.
DESCRIPCIONES LÍTICAS ARQUEOLÓGICAS MÁS TEMPRANAS (ANTES DE 1947)
La primera descripción de artefactos líticos hecha por arqueólogos y aventureros ocurrió en Belice. Algunas de las expediciones iniciales en el área Maya fueron dirigidas por exploradores occidentales en Belice, como Gann (1918), Joyce (1932), y Gruning (1930), quienes por medio de sus propias excavaciones y a través de conversaciones con los lugareños, entraron en contacto con algunos de los más elegantes artefactos de pedernal hechos por los antiguos Mayas. Por ejemplo, los llamadas pedernales excéntricos fueron interpretados allí por primera vez.
Por supuesto, los primeros exploradores tuvieron dificultades para asignar una función o significado a estas formas simbólicas tan misteriosas. Thompson especula, sin frustración, que “parece que allí hubo una competencia para ver quién podía hacer los más elaborados diseños en pedernal” (1963:265). Se puede percibir una especie de desesperación por interpretar estos objetos, y colocarlos en algún tipo de orden significativo. Los resultados podrían ser menos que convincentes.
Ricketson hace el siguiente comentario: “No quiero llevar esta idea muy lejos, pero me gustaría llamar la atención del lector hacia un tercer pedernal, de color blanquecino, que no presenta la figura normal de punta de lanza o flecha, pero que, si se esfuerza un poco la imaginación, puede representar la cabeza, o vista completa frontal, de algún animal parecido al zorro, cuyas orejas se encuentran erguidas como es característico” (Ricketson 1931:6, ver Fig.1). Este intento de interpretación simbólica es claramente limitado por la falta de información adecuada o de comparación con otros campos, como la epigrafía y la iconografía.
Debido a la ausencia de huellas de uso, Gann (1929:157) desecha todas las tentativas de asignar a los excéntricos cualquier función aparte del uso ceremonial. En todo caso, en este punto vemos la primera aspiración formal por clasificar los artefactos de piedra.
Los arqueólogos de esta época preliminar, en su descripción de los artefactos de piedra, parecen caracterizarse generalmente por el desinterés en cualquier cosa que se concibiera como de naturaleza utilitaria. Esta tendencia continúa hasta la década de los setenta. En una de las descripciones más influyentes de los artefactos de piedra, Coe (1965:594) expresa que: “Es un hecho que ciertos objetos no se acomodan a los estándares opulentos que los clasifican como utilitarios.” Indiferente al desprecio de los mayistas por las supuestas herramientas mundanas, los primeros exploradores se complacen en especular sobre la importancia de las herramientas y los materiales de comercio. Por ejemplo, Gann (1929:174) indica que: “La obsidiana debe haber sido uno de los materiales más comunes, y al mismo tiempo uno de los más usados para la manufactura de sus herramientas y armas.” Este es un ejemplo apropiado porque varios sitios de Belice, y normalmente de las Tierras Bajas Mayas, no muestran alguna cantidad substancial de puntas de proyectil de obsidiana o puntas de lanza, que tengan que ver con la guerra.
Común a estos primeros relatos e interpretaciones de artefactos de piedra es el enfoque en los más elaborados, supuestamente, los más selectos ejemplos reales. Si los llamados objetos utilitarios o peor, desechos, fueran encontrados en contextos reales, serían inmediatamente identificados sin trascendencia, un error (cometido por alguno de los antiguos Mayas o por los excavadores), o hasta parte del suelo natural.
Por ejemplo, en las excavaciones en Tikal, fueron arrojadas literalmente toneladas de desechos, por el poco valor analítico que le daban los arqueólogos, así como por la idea de que tuvieron escaso valor social para los antiguos Mayas. Esta tradición puede estar más relacionada con prejuicios arqueológicos occidentales, que con la manera en que los Mayas entendieron y valoraron estos bienes. Aparte de las estimaciones especulativas de los artefactos de piedra, los pedernales y obsidianas excéntricas continuaron siendo artefactos de interés hasta la aparición de la clasificación de Kidder para Uaxactun en 1947.
KIDDER Y LA CREACIÓN DE LA DICOTOMÍA (1947-1972)
De acuerdo con la mayoría de especialistas en la lítica de Mesoamérica, Alfred V. Kidder cambió el modo en que los mayistas clasificaban, recolectaban y registraban sus artefactos. A partir de Kidder, la variedad de herramientas de piedra anima a los arqueólogos, y el registro de todos los artefactos se convierte en una norma.
Kidder esencialmente terminó la clasificación creada por Ricketson para los artefactos de Uaxactun, la cual se basaba en la clasificación temprana de Pecos en el Suroeste de los Estados Unidos de Norteamérica. Ricketson tuvo problemas al aplicar el esquema de Kidder a los artefactos Mayas del Clásico, por la aparente naturaleza simbólica de varios de los objetos de piedra. Kidder posteriormente creó una dicotomía entre las clases de artefactos “utilitarios” y “ceremoniales” especialmente para añadir los pedernales y las obsidianas excéntricas.
Rovner (1975) y Sheets (1975) criticaron fuertemente a Kidder por esta división, ya que según ellos se ha mantenido en los estudios de la lítica Maya por 35 años. Sheets (1978:9-10) indica que al hacer una distinción entre lo “utilitario” y “ceremonial” se requiere un efecto inicial relacionado con la función. Rovner y Lewenstein (1997:6) dicen: “Cualquier conclusión sobre la importancia cultural y funcional derivada de tal clasificación es desacreditada por razonamientos generales: las suposiciones hechas para la primera clasificación terminan como interpretaciones en el análisis final”. Se debe advertir, sin embargo, que ni Rovner ni Sheets criticaron sus propias categorías. De hecho, existen inconsistencias substanciales en la categoría de Rovner en relación con las coincidencias funcionales, morfológicas y tecnológicas designadas.
SUBRAYANDO SUPOSICIONES REFERENTES A LA DISTINCIÓN “UTILITARIA/CEREMONIAL” EN LAS CATEGORÍAS DE ARTEFACTOS DE PIEDRA
En el sistema de Kidder, los excéntricos, formas utilitarias sumamente grandes o artefactos particularmente bien hechos, pueden ser incluidos en la categoría ceremonial. Rovner cree que estas categorías representan una suposición fundamental acerca de la función de estos objetos, que tuvieron poca o ninguna base en el mundo culturalmente construido por los antiguos Mayas. Estas categorías se basan en vínculos supuestos con la forma en que una herramienta de piedra funcionaba de acuerdo con su morfología y huellas de desgaste, muchas veces sin el beneficio de la arqueología experimental. Pero lo más importante, es que están basados en supuestos referentes al tipo de conductas que deben ser consideradas rituales o ceremoniales, y qué comportamiento carece de propósitos religiosos o de creencias. Esta serie de consideraciones debe ser examinada lo mejor posible antes de aplicarse. Además, otras clases de evidencia deben usarse para corroborar el argumento de la función, y por extensión, del significado. En el caso de los Mayas, existen diferentes formas de evidencia artística y escrita disponible para los arqueólogos interesados en reconstruir los sistemas de creencias y estilos de vida de los Mayas.
La primera serie de supuestos está basada en gran parte en lo que los arqueólogos catalogan como una herramienta o artículo utilitario, en relación con su forma y función. Con frecuencia, los artefactos gruesos y toscos, como las hachas o hachuelas por ejemplo, son considerados de manera errónea como creados con propósitos arquitectónicos o agrícolas, y por tanto se les cataloga como herramientas utilitarias. A la larga, estas suposiciones se derivan de observaciones extraídas de nuestra propia sociedad. ¿Después de todo quién podría creer que un martillo de carpintero es un objeto ceremonial, cuando su uso normalmente se caracteriza por un martilleo monótono de clavos en los entablados, separado de los aspectos ideológicos o religiosos de la sociedad? Al contrario, cualquier artefacto que no tiene función o utilidad clara, es puesto en la categoría “ceremonial”. Los problemas surgen cuando los llamados objetos utilitarios, o peor, sobrantes de producción, aparecen en contextos rituales. Como William Coe (1959) expresa acerca de los desechos encontrados en los escondites de Piedras Negras: “La práctica, aunque rara, de depositar los fragmentos de piedra altera el intento de apreciar la importancia ritual de los escondites”. En referencia a un caso de hachas encontradas en un escondite, Coe (1959) dice que: “Para cualquiera que prefiera fuentes de corte funcional y limpio, la presencia de cuatro hachas en un escondite debajo de una estela es desconcertante… aún así, se puede argumentar que dichas hachas fueron usadas con fines ceremoniales”.
Coe enfrenta el mismo problema que todo analista de la lítica debe encarar, un fallo en el sistema teórico y terminológico evidente cuando se describe el registro arqueológico. Anteriormente, curiosos ejemplos en el registro arqueológico fueron abandonados o simplemente dejados como rarezas, o como “objetos utilitarios en contextos rituales”. Un medio útil de entender estos objetos puede ser el reconsiderar la dicotomía ceremonial ritual, preferible para incluir cualquier serie de objetos en un sistema existente, lo que conduce a nuestro segundo grupo de supuestos.
El segundo grupo de supuestos es el fundamento del primero. En particular, las actividades aisladas del templo, altar, o artefactos arqueológicos que no corresponden con seguridad a un contexto ritual o votivo, son consideradas generalmente utilitarios, no ceremoniales, o no rituales. En otras palabras, la producción de bienes utilitarios, comúnmente identificados por los arqueólogos de acuerdo a las suposiciones antes mencionadas sobre la morfología de los artefactos y su desgaste, es utilitaria o específicamente no ritual. Sin embargo, en ejemplos de intercambios culturales de cierto tipo de producción artesanal, el acto de producir es fuertemente ritualizado. Esto es también evidente en algunos ejemplos etnohistóricos y etnográficos de Mesoamérica. Tales patrones indican que la designación utilitaria o ceremonial para los artefactos de piedra no puede ser establecida completamente, sino debe ser demostrada caso por caso.
Un ejemplo, particularmente bien estudiado, de producción utilitaria ritualizada es la producción de hierro y cobre en el sur del Sahara en el África. La interpretación sistemática de la metalurgia ritualizada y el simbolismo de la producción ha atraído a un buen número de investigadores. Herbert, por ejemplo, da énfasis al único rol social del herrero. Históricamente, el herrero ha sido apartado del resto de la sociedad, “temidos y respetados, los herreros despreciados son separados del resto de la humanidad por la naturaleza de su trabajo y la endogamia usual entre sus familias” (Herbert 1987:33). Herbert cita algunos ejemplos de autoridad africana en la que actividades tales como la función y la herrería son características de la familia gobernante. Al igual que la producción agrícola y la posesión de la tierra, la producción metalúrgica puede ser una práctica política poderosa. En la tradición del Congo, el ancestro de los gobernantes está estrechamente ligado a la posesión de recursos minerales, pero aún más importante, con el conocimiento oculto de la fundición y la herrería (e.g., la transformación de la tierra en una herramienta de trabajo usada en la guerra y la agricultura).
En varias sociedades africanas, el herrero toma el papel del adivinador o vigilante de la magia elemental que trae prosperidad (Herbert 1987:41). Un herrero puede ser también el dueño de una mina, pero más importante, es el vigilante del conocimiento, ritual y tecnológico. Las formas de pertenencia de una mina varían tanto como lo hacen los tratamientos rituales de la metalurgia, pero para los Katenga, el gobierno tomó el control de las minas. En otros lugares, el uso de las minas era gratuito para los habitantes locales, pero los extranjeros debían pagar una contribución para usar o extraer minerales de la misma (ver el Kimbe, Herbert 1987:44). La mayoría de veces, los competitivos productores de minerales eran controlados, no por los recursos minerales, sino por los rituales y los especialistas tecnológicos que poseían conocimientos ocultos en un campo en particular, el proceso de fundición y forjado. La especialización elevada aumentó el poder social a través del control del conocimiento oculto, como Herbert lo manifiesta: “Uno nace herrero, pero se convierte en joyero”. Finalmente, la adquisición de vínculos sociales y conocimientos tecnológicos puede guiar a esferas de poder en la sociedad.
Si bien los ejemplos etnohistóricos y etnográficos de trabajos en piedra son escasos en Mesoamérica, el caso de los Aztecas y los Mayas indica que la producción lítica representaba algún tipo de rito. Por ejemplo, los Lakandon deben seguir ritos de ayuno, antes de sus actividades como talladores (Clark 1991). Por otra parte, el proceso de producción se lleva a cabo en un templo o “casa de dios”, en la que se interpretan cantos especiales para hacer un buen trabajo. A las mujeres y los niños no se les permitía estar cerca de los hombres en esos momentos.
En el caso de los Aztecas, eran necesarios rituales elaborados para transmitir y pasar el conocimiento sobre la talla a las próximas generaciones de artesanos (Clark 1989). Oraciones y ayunos eran imprescindibles para llevar a cabo una producción de piedra exitosa. La actividad ritual era un modo de conservar las tradiciones, manteniendo el control del conocimiento oculto de la producción e integrando la actividad productiva dentro de los intereses ideológicos de la mayoría de la sociedad, por medio de rituales. La producción, no fue simplemente el consumo orientado a los rituales, sino una parte esencial de la vida social y religiosa.
IMPLICACIONES DE LA DICOTOMÍA
Las implicaciones de la dicotomía “utilitaria/ceremonial” pueden, y con frecuencia, moldea la forma en la que vemos el estilo de vida de los Mayas. Cuando se intenta describir los rituales de los antiguos Mayas, generalmente se mencionan danzas, ofrendas, la dedicación de edificios y ritos de terminación, que en repetidas ocasiones concluyen con la distribución de objetos. El registro arqueológico a menudo nos proporciona los restos materiales de esos rituales, así que con la ayuda del arte y la escritura podemos interpretar estos episodios religiosos.
El análisis de los restos materiales proveniente de estos rituales se lleva a cabo comúnmente para interpretar el significado simbólico de los rituales y los objetos que los representan. De lo que generalmente no se habla es del proceso de creación de los objetos usados en los rituales, el medio social de las personas que hacen estos objetos y los aspectos simbólicos de la producción de piedras talladas, vasijas, tumbas y hasta templos. En principio nuestra visión de los rituales Mayas hace énfasis en el consumo. La producción es el acto de crear objetos materiales, la transformación del mundo material en objetos manufacturados es relegada a la utilidad, bajo el negocio de la economía, los comportamientos apropiados, especialmente para los comunes.
Este patrón puede reflejar nuestra sociedad en la que hasta los objetos rituales, como las biblias, son producidos en masa, frecuentemente con el beneficio de no haber sido tocados por una sola mano humana; por supuesto, al menos hasta que son comprados. En sociedades pre-industriales, como la Maya Clásica, la producción pudo ser un aspecto importante de la vida ritual o religiosa. En concordancia con varias perspectivas económicas occidentales, en nuestra sociedad el acto de la producción y creación, es a menudo deshumanizado y separado de su significado religioso o ideológico.
Sin embargo, en las comparaciones culturales cruzadas, la producción puede ser una de las experiencias rituales y religiosas más poderosas. Así, en nuestra reconstrucción arqueológica del pasado generalmente eliminamos una parte de la experiencia social, y lo que es más significativo, a los individuos que realizaron esta creación. Es necesario cambiar nuestro sistema teórico para incluir la producción, e investigar la forma en que las actividades utilitarias pueden haber sido experiencias religiosas, o por lo menos socialmente reconocidas e ideológicamente una actividad de poder.
Esta posición teórica puede ser examinada por medio del riguroso análisis arqueológico de los artefactos, buscando patrones que han sido ignorados previamente (por ejemplo, ver Dobres 2000). No quiero decir que todas las actividades Mayas fueron rituales, o saturadas de un significado religioso. No obstante, es peligroso asumir que las actividades relacionadas especialmente con la producción manual y los actos de producción en general fueron utilitarias, careciendo de propósitos rituales o ceremoniales, especialmente en la fase de intercambio cultural, ya que la evidencia etnohistórica mesoamericana nos dice lo contrario. La distinción entre actividades u objetos de tipo “ceremonial” y “utilitario” debe reservarse hasta que se haga un análisis riguroso, o hasta que el sistema teórico que se construye demuestre su existencia. Yo propongo que la mejor forma de iniciar este esfuerzo es redefinir las categorías creadas y usadas por los arqueólogos modernos y especialista en la lítica.
REFERENCIAS
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