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Benítez, José E.
2004 El Altar 1 de Cakhay. En XVII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2003 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo, H. Escobedo y H. Mejía), pp.158-164. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.
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EL ALTAR 1 DE CAKHAY
José E. Benítez
Cakhay es el nombre con el que se conoce al sitio arqueológico que se encuentra a medio camino entre Patzicía y Tecpan Guatemala, entre los km 76 y 77 de la carretera Panamericana (CA1). Los actuales pobladores de Cakhay lo conocen como aldea Los Cerritos Asunción, siendo jurisdicción del municipio de Patzicía, departamento de Chimaltenango. El sitio ocupa la parte alta de una montaña, la cual es visible desde la carretera Panamericana y del camino que conduce a Chirijuyu. Cakhay quiere decir “Casa Roja” en Kaqchikel. A 6 km de distancia del sitio, hacia el noroeste, se encuentra la fortaleza Postclásica de Iximche, lugar que ocuparon los Kaqchikel. Muy cerca se encuentra la aldea Chirijuyu, sobre un extenso valle que se avista desde los Cerritos. Títulos de tierras del siglo XVII demuestran que el asentamiento de Sololá (el Tecpan-Atitan colonial), estuvo originalmente situado en Cakhay. Este lugar aparece mencionado en los Anales de los Kaqchikel y fue motivo de conquista por parte de dicho señorío dos veces, habiendo tenido éxito finalmente en 1517, apenas siete años antes de la llegada de los españoles a Guatemala.
ESTUDIOS EFECTUADOS ALREDEDOR DEL SITIO
El primero en mencionar Cakhay en la época moderna es Lothrop, quien lo llama Chirijuyu en 1932, durante un recorrido que hizo en búsqueda de sitios alrededor del lago de Atitlán. En 1936-37, Pollock, en su informe a la Institución Carnegie de Washington, se refiere al lugar sin darle nombre alguno. En 1944, Shook, en sus notas de campo aún inéditas, hace una descripción más detallada y lo denomina como Chirijuyu-Cakhay. En el año 1985, o sea 46 años más tarde, nuevamente se retoman los estudios del sitio cuando el investigador William Swezey de CIRMA, crea el «Proyecto Kaqchikel», iniciando por vez primera estudios sistemáticos en el sitio. Se levanta un mapa detallado del área, dándole importancia a los montículos más sobresalientes. Se involucra a la población de la aldea para que participe en la recolección de cerámica, la cual es analizada arqueólogos que participaron en la investigación. En junio de 1998, se publicó un resumen del trabajo efectuado en la revista Mesoamérica (Swezey 1998). Los trabajos demostraron que Cakhay fue un centro elitista del periodo Clásico Tardío, ocupado del 300 al 900 DC, que fue posteriormente abandonado y reocupado de nuevo hasta el Posclásico. Actualmente, todo el sitio arqueológico se encuentra ocupado por pobladores de habla Kaqchikel.
EL HALLAZGO DEL ALTAR 1
Este fue descubierto de una forma accidental por Julián Sirín, vecino de la aldea, quien reside justo en la Plaza B, enfrente del Montículo B-1. El 21 de febrero de 2002, Sirín se encontraba haciendo un agujero con fines de situar una fosa séptica. A 1 m de profundidad, aproximadamente, apareció la esquina este del Altar 1. El autor de este trabajo contactó con Sirín un mes más tarde, de manera fortuita, y reportó el hallazgo del monumento a la prensa nacional. Esto se hizo con fines de protección, pues algunos vecinos querían que la piedra fuese demolida, ya que subsiste la creencia que en su interior hay oro, como lo demuestran otros monumentos de ese lugar que fueron mutilados con ese fin. La mayoría del vecindario ignora la importancia histórica del lugar. El actual desarrollo ha ido alterando su fisonomía, previéndose que la población seguirá creciendo. A largo plazo, esto dará como resultado la pérdida de muchos vestigios importantes que servirían para entender mejor las poblaciones Clásicas del Altiplano.
El descubrimiento de este monumento vino a conmocionar al mundo religioso de los indígenas guatemaltecos. Así, al cumplirse un año de su hallazgo, hubo una reunión en la cual predominaron los Ah-Ij o sacerdotes Mayas. Estos invocaron el nombre del Gran Espíritu por medio de una fogata circular en donde se quemaron variedad de ofrendas que iban desde tabaco, dulces, candelas, azúcar, incienso, pom, etc. Se sirvió comida, se brindó con licor y hubo música de una marimba que trajeron de Huehuetenango. El lugar se considera sagrado. A tres de los lados de la fosa donde se encuentra el bloque de piedra, han cavado réplicas de entradas de cuevas donde adoradores del altar pueden hacer sus ofrendas con quema de candelas.
ANÁLISIS DE LA PIEDRA Y CONTEXTO DONDE SE ENCUENTRA EL MONUMENTO
La piedra es de origen volcánico. No es de grano fino, si no todo lo contrario, pues contiene mucha roca pequeña que probablemente dificultó el tallado de las formas. El altar muestra un trabajo intenso de parte de los que la tallaron, pues la parte superior es totalmente plana y muestra una oquedad en el centro (Figuras 1 a 4). Dicha parte sobresalía de las cuatro figuras talladas, formando un marco que fue destruido en su mayoría, junto con las esquinas que fueron literalmente mutiladas. Las 2.5 toneladas de su peso, aproximadamente, están asentadas sobre un piso de estuco que se encuentra a 1.57 m de la superficie que cubre la plaza. Esto hace suponer que el monumento fue ocultado después del abandono del sitio, rellenándose el espacio con tierra. Esto representa un esfuerzo formidable de acarreo del material y consolidación de una plaza nueva sobre la original. Puede ser que estos trabajos hayan sido efectuados después de la conquista del sitio, que se menciona en los Anales de los Kaqchikel.
Figura 1 El Altar 1 de Cakhay
Figura 2 El Altar 1 de Cakhay
Figura 3 El Altar 1 de Cakhay
Figura 4 El Altar 1 de Cakhay
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO DEL ALTAR 1
El Altar 1 se encuentra perfectamente alineado con el norte magnético, lo que demuestra el significado profundo que tuvo para el pueblo que dispuso de su locación. De acuerdo con los tres tipos de composición en estelas y altares planteados por Miles (1975:237): estilo narrativo, figura sola y silueta, se considera que el Altar 1 es un monumento con composición de silueta. Esto resulta así debido a que las figuras tienen que ser de fácil comprensión por parte de los pobladores creyentes. Una razón que conduce a pensar esto, es el ocultamiento y mutilación que sufrió el monumento para que las masas no encontraran una identificación con el pasado, por parte de quienes la enterraron. Como bien apunta Miles (1975), hay pocas evidencias de que las esculturas del Altiplano no tuvieran una función primariamente religiosa, ya que la mayoría de las piezas encontradas están asociadas con estructuras místicas. Muchas de ellas exhiben una riqueza de referencias convencionales-realistas, fantásticas y abstractas, seres míticos, dioses, animales y lugares. En este caso, el Altar 1 de Cakhay no es la excepción debido al lugar donde se encontró: una plaza y frente al Montículo B-1 que indudablemente son de carácter religioso. El monumento en sí exhibe un sistema ideológico unificado, pensamiento abstracto intelectual y religión que es común para toda Mesoamérica desde épocas muy tempranas (Kubler 1970:3), como se comprobará más adelante.
El monumento presenta en su cara norte a un monstruo Cauac, en cuya enorme boca aparece un personaje. De acuerdo con Coe (1978), este podría ser el Dios N, uno de los más frecuentemente encontrados en las vasijas Mayas. Este es el dios cuyo glifo ocupa el segundo lugar en frecuencia en la Secuencia Primaria Estándar. Además, Coe argumenta que los Dioses N habitan en el inframundo, deteniendo la tierra. Además, lo identifica con una divinidad, citada por Landa, que era conocida como Panah Tun. Hellmuth (1987a y b), dice que el Dios D (Itzamna), el Dios Jaguar del Inframundo, Ah K’in, Dios N, y GI de la Tríada de Palenque, han independientemente demostrado ser la llave de los caracteres del panteón Maya. Según ejemplos de otros monstruos Cauac en diferentes sitios de Mesoamérica, se puede notar que el de Cakhay contiene todos los emblemas que lo caracterizan, aunque hay algunos diferentes como el ojo increíblemente grande y los dientes inferiores más bien enormes. La posición en que se encuentra esculpido muestra la intención que representa la imagen, o sea, la entrada al inframundo, viéndolo desde enfrente del monumento.
En el lado sur se encuentra la figura probablemente más compleja, la mejor labrada de todo el monumento y la más destruida. Al inicio se pensó que representaba un caimán por el tamaño del ojo, cuyas patas apenas si están representadas por tres hendiduras que se unen al cuerpo del saurio. Se consideró que se trataba de una serpiente con piel muy gruesa. Pero, finalmente, se determinó que se trata de un zoomorfo cuya cabeza es la de un buitre y el cuerpo de un saurio probablemente caimán, con una cola que se enrolla al final. Cerca del enorme ojo muestra unas hendiduras curvadas, como arrugas propias de los zopilotes. Se le conoce como Ave Celestial (Schele y Freidel 1990:407), la cual siempre aparece montada sobre algo dominando la escena, como guardando la entrada a los cielos.
Hacia el lado este se encuentra una figura cuya investigación fue bastante divertida. Una buena parte está mutilada sobre la cabeza, el resto de la figura ocupa un chaflán que ve hacia el cielo. Se le comenzó a estudiar como si fuera una calavera que representaba la muerte. Pronto se vio desechada esta idea al hacer comprobaciones con las representaciones de este personaje dentro de la iconografía Maya. Además, la muerte no concordaba con el mensaje que implícito en el resto de las figuras. Lo que más ayudó para definir de qué se trataba fue la hipótesis de Covarrubias (citado por Joralemon 1976:29), respecto al origen del Tlaloc entre los Aztecas. Él parte de la idea de que para los Olmecas los jaguares fueron los primeros en representar al Dios de la Lluvia, hasta llegar al Postclásico mexicano con figuras más estilizadas. No se sabe cómo le llamaron los Olmecas a su Dios de la Lluvia, pero lo más probable es que desde tiempos de los Teotihuacanos se le comenzara a llamar Tlaloc en el Altiplano del antiguo México. Entre los Mayas se le conocía como Chac y fue representado de muchas maneras, incorporándolo inclusive dentro de la arquitectura de algunos edificios, como se puede comprobar en Chicanna, Yucatán (Kubler 1967). El Chac de Cakhay tiene los característicos lentes como ojos y esas barbas largas que bajan hacia el mentón. El resto del cuerpo presenta bloques que forman lo que parece ser un arco Maya.
Sobre el lado oeste se encuentra una figura bicéfala, cuyas cabezas pueden ser dragones, serpientes, o caimanes. Destaca en el medio, lo que podría ser un glifo o símbolo. El dragón de la izquierda muestra al final de la quijada un objeto parecido al que se encuentra en otras representaciones de la serpiente bicéfala. Las representaciones iconográficas de dos cabezas fueron comunes dentro en la cultura Maya (Hellmuth 1987a y b; Mathews 1997:180), teniendo referencias tempranas con influencias que vinieron desde los Olmecas y la cultura de Izapa (Joralemon 1976:37; Quirarte 1976:87), según se observa en las Estelas 23 de Izapa y 19 de Kaminaljuyu. En el trabajo de Joralemon (1976), se incluyen representaciones del dragón en Mesoamérica: a) Codex Nuttall; b) petroglifo de Acalpixcan; c) Codex Borgia; d) Codex Nuttall; e) Cipactli; f) Codex Borgia; g y h) Codex Dresden. Entre los Olmecas, el dragón es una bestia con atributos de cocodrilo, águila, jaguar, serpiente y humano. Sus formas incluyen penacho de ave, cejas flamígeras, ojos almendrados o en L, nariz bulbosa, mandíbula y dientes de cocodrilo o caimán, lengua bífida, zarpas voladoras, y cuerpo de saurio o serpiente (Joralemon 1976). Con respecto al símbolo del centro, el autor se inclina a pensar que se trata de lo que Hellmuth (1987a y b), ha señalado en trabajos anteriores; o sea, una criatura con tocado tubular sin relación alguna con elementos del calendario o numéricos, exhibiendo anémonas marinas como tocado. En este caso ha desaparecido la criatura quedando únicamente la simbolización de las plantas, que también fueron utilizadas en otros contextos como las vasijas que reporta Hellmuth (1987a y b).
CONCLUSIONES
El Altar 1 de Cakhay tiene un sentido místico muy profundo, pues representa las cuatro fuerzas que gobiernan el universo del hombre mesoamericano El análisis comienza con la presencia física de la piedra y su alineación respecto al norte, la cual resultó en ángulo cero. Esto muestra equilibrio respecto al espacio dentro del universo que ocupan las instancias estampadas en los cuatro lados. Hacia el norte aparece la entrada al inframundo con un Cauac indicando el camino, llevando dentro de su bocaza la figura de un personaje probablemente muy importante que vive allí dentro. Hacia el sur hay un ave celestial que resulta ser un buitre con cuerpo caimán. Hacia el este, un Chac que sirve de soporte a una casa Maya para morar. Al oeste se observa una serpiente bicéfala. Este orden dictado por los puntos cardinales deja bien claro que para los Mayas en el sur estaba el cielo, y hacia el norte el inframundo. Los cuatro lados del altar como símbolos revelan ciertos aspectos de la realidad que se niegan a cualquier otro medio de conocimiento. A este respecto vale la pena citar algunas palabras de Mircea Eliade (1989:12) quien dice: «Las imágenes y símbolos no son creaciones irresponsables de la psique; responden a una necesidad y llenan una función: dejar al desnudo las modalidades más secretas del ser». Estos símbolos, además de ser un recordatorio de cómo está conformado el entorno inmediato, eran el camino para entender, aceptar y adorar todo lo relacionado con las fuerzas místicas del universo.
Respecto a su filiación con otras representaciones, se constata que la cultura religiosa fue una en toda Mesoamérica, a partir de las influencias que ejercieron los Olmecas, Izapa, Teotihuacan y Kaminaljuyu. Siguiendo el pensamiento de Gordon Willey (citado por Kubler 1970:3), se puede ver una tradición cultural y un sistema ideológico unificados, una integridad de creencias y comunicación dentro de este sistema de pensamiento mesoamericano. Esto lleva a preguntar: ¿qué tan vieja es la representación del Altar 1 de Cakhay? La evidencia arqueológica del contexto apunta hacia el piso de estuco que sirve de asiento al monumento y que se encontró a 1.57 m de profundidad. Este es de diferente temporalidad al piso de plaza actual. ¿Cuanto? No se sabe. Por otro lado, se puede comparar con otras esculturas atribuidas a Cakhay, como la cabeza con espiga encontrada en el Montículo A-1 y que actualmente se encuentra frente a rectoría de la Universidad de San Carlos de Guatemala. A este monumento, Miles (1965:270) atribuye una temporalidad para el Clásico Tardío, aunque la identifica como Cabeza de Patzun. Las figuras mismas pueden ser clave para determinar edad. En este caso Chac parece ser de un estilo similar al de las primeras manifestaciones que se desprendieron de los Olmecas, según Covarrubias y su hipótesis. Siendo así, se puede asociar con un arte muy temprano. El Altar 1 puede ser más antiguo que la cabeza con espiga.
REFERENCIAS
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