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Schmidt, Peter J.
2006 Excavación y restauración del Templo de los Búhos en Chichen Itza, Yucatán. En XIX Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2005 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp.1071-1079. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).
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EXCAVACIÓN Y RESTAURACIÓN DEL TEMPLO DE LOS BÚHOS EN CHICHEN ITZA, YUCATÁN
Peter J. Schmidt
Palabras clave
Arqueología Maya, México, Yucatán, Chichen Itza, Templo de los Búhos, Chichen Viejo, iconografía
EXCAVATION AND RESTORATION OF THE TEMPLE OF THE OWLS IN CHICHEN ITZA, YUCATAN
The Temple of the Owls in the Initial Series Group in Chichen Itza has been attracting researchers’ attention since the beginning of the last century. The reliefs featuring the motif which gives it its name, in the architectural style typical of “Floreciente Modificado” (Modified Florescent), and a key stone with abbreviated inscription and date, suggest its importance. The cacao tree motif that also created special interest can be seen on the pillars of the triple entrance. Between 1999 and 2002, the temple was completely excavated and restored as far as evidence permitted, enabling the collection of a rich range of iconography that, combined with information from neighboring buildings, open up new perspectives on the artistic and conceptual world of the ancient inhabitants of Chichen Itza. Data will be presented, its chronological position and portrayals of the world represented.
El Templo de los Búhos de Chichen Itza está localizado en el Grupo de la Serie Inicial o Chichen Viejo (Figura 1); fue excavado y restaurado en el marco del Proyecto Chichen Itza del Instituto Nacional de Antropología e Historia entre 1999 y 2002.
El templo, o mejor dicho, sus restos colapsados, eran conocidos desde principios del siglo pasado y habían sido parcialmente explorados por S. G. Morley en 1913, quien expuso algunos elementos iconográficos de la entrada y extrajo una piedra laja de bóveda pintada y con inscripciones (Morley 1927:235; Willard 1926, lámina 248). Esta piedra se perdió después en un incendio; el busto de un personaje de uno de los pilares de la entrada llegó en fecha posterior al museo de Mérida.
Durante el proyecto de la Institución Carnegie entre 1923 y 1955, el edificio fue solamente registrado, dibujado y fotografiado, sin mayor excavación y restauración (Vaillant 1952:157; Ruppert 1952:124).
Este registro, junto con la extensa colección fotográfica del inventor y viajero T.A. Willard, formó la base de una monografía esencialmente iconográfica y epigráfica, publicada por el Southwest Museum de Los Angeles en 1985. Allí se propuso una relación del edificio con visitantes foráneos a Chichen Itza y además se sugirió investigar una posible relación con sitios como Santa Lucía Cotzumalguapa, basada más que nada en la importancia de los elementos de cacao en la iconografía conocida del templo (Von Winning 1985).
La actual investigación ha podido contribuir, en gran medida, a la solución de estas interrogantes, enriqueciendo y completando el corpus iconográfico y además recuperando la información arquitectónica y cronológica sobreviviente. El edificio mismo se pudo rescatar por anastilosis y presentar como uno de los ejemplos mejor logrados del estilo propio de Chichen Itza, el así llamado estilo “Floreciente Modificado”.
El Templo de los Búhos es denominado así por uno de los motivos principales de su decoración. Es uno de los edificios más llamativos del Grupo de la Serie Inicial o “Chichen Viejo”. Con su fachada de entrada tripartita hacia el norte formaba, por algún tiempo, el límite sur de la plaza del suroeste de este grupo. Su relación en el tiempo con la plaza principal, con el Palacio de los Falos (5C14), el Templo de la Serie Inicial mismo (5C4), y otros edificios es uno de los objetivos del actual proyecto de investigación del INAH, aparte de su restauración y el estudio de su iconografía en detalle. Lo que ya queda establecido es que al principio de su historia estaba cerca del talud sur de la plataforma sobre la cual se levantaba la plaza y que probablemente se construyó junto con ella. Más tarde fueron ampliadas la plaza y plataforma hacia el sur, lo que le confería al templo, más bien, una posición central en el sector suroeste del grupo. Hacia el oeste, esta plaza fue limitada por la Galería de los Monos (5C6), hacia el norte por el Templo de las Cabecitas (5C3), y hacia el este por la Casa de los Caracoles (5C5), perteneciente al Complejo de los Falos. En el sur, la nueva extensión de la plaza fue terminada por una columnata de construcción más ligera y posiblemente con un muro exterior que al mismo tiempo formaba la muralla sur del grupo, arriba de un talud de piedra bien trabajada de unos 2 a 3 m de altura. Todavía más tarde, el límite sur fue de nuevo modificado por la adición de una escalera burda formada con grandes piedras de cornisa probablemente procedentes de la Galería de los Monos y del Templo de los Búhos mismo, casi derrumbados.
Figura 1 Plano de Chichen Itza
El Templo de los Búhos ha sido uno de los primeros edificios de Chichen Itza intervenidos en el siglo pasado. En 1913 fue objeto de una breve exploración del entonces muy joven investigador Sylvanus G. Morley, quien extrajo una “piedra clave” policromada con inscripción que desafortunadamente más tarde se perdió en un incendio de la hacienda Chichen Itza en los años 1920. Esta piedra clave debe haber sido uno de sus objetos de demostración para proponer y conseguir el financiamiento de la Institución Carnegie de Washington para su gran proyecto de investigación en Chichen Itza (Morley 1926; Von Winning 1985). Existen varios dibujos y fotografías de la piedra, pero solamente en últimas fechas ha llegado a identificarse una fecha relativamente segura que corresponde a los años alrededor de 870 DC (Graña Behrens, comunicación personal 1999). Esta fecha caería dentro del periodo Clásico Terminal-Postclásico Temprano de Chichen Itza, lo que coincide con la apreciación estilística de los relieves de la decoración del templo y su arquitectura.
El edificio se levanta sobre un basamento bajo de un solo cuerpo, de esquinas redondeadas, paredes ligeramente inclinadas y con una franja superior de moldura o cornisa de 0.20 m de ancho. El basamento mide 10.70 m norte-sur, por 14.40 m de extensión este-oeste (medidas al nivel de la plaza), y 0.90 m de altura. Se orienta unos 7 u 8 grados al este del norte magnético.
La entrada tripartita de la fachada norte del templo se encuentra en medio y se separa por dos pilares rectangulares de 0.60 x 0.50 m cada uno, en tres claros de respectivamente, 1.40, 1.38 y 1.42 m de ancho y 1.85 m de alto, enlazados por dinteles de madera. Las dos jambas exteriores tienen la particularidad de que llevan la decoración en relieve a los tres lados de una hilera agregada al muro mismo, reduciéndose su ancho casi a la mitad.
La altura del templo sobre el basamento, como deducida de los restos encontrados in situ y restaurada por anastilosis, es de 4.20 m y se divide en la fachada inferior con una primera zona de talud ligeramente inclinada con una cornisa sencilla de una sola fila, una moldura tripartita, la fachada superior formada por un friso de relieves y, finalmente, la cornisa superior, otra vez tripartita. El miembro superior de esta última es más alto que los otros dos, proporcionando una especie de “copete”. El techo tiene forma de terraza plana.
La posible existencia de una fila de “almenas” que se hubieran levantado más encima del “copete” no se puede comprobar, porque en la excavación se encontraron solamente cuatro de estas conocidas “almenas” (Ruppert 1935:fig.246a).
La decoración del exterior se limita a relieves en los cuatro lados de los pilares de la fachada norte y sus jambas, a la franja ancha de relieves en la fachada superior y a dos filas de tortugas elaboradas en alto relieve que decoraban las cintas horizontales centrales de la moldura media y superior. En el interior se encuentra, además, decoración en relieve en las jambas de la angosta puerta al santuario central. Posiblemente existió también una banqueta que llevaba este tipo de adorno, ya que entre las piedras sueltas del derrumbe del interior se han encontrado cinco piedras que en conjunto forman un gran rostro de búho o un animal semejante, de las cuales tres fueron localizadas cerca del piso, a la entrada del santuario. En todos los casos, los relieves estuvieron originalmente policromados, observándose los colores rojo, verde, azul, ocre, negro y posiblemente café y blanco.
La pintura original del muro era también policroma, la que solamente se conservó en mínimos restos sobre algunas piedras caídas y que posiblemente se concentraba en la parte superior de los muros, ya que en algunos fragmentos todavía adheridos de la parte baja se observa únicamente el color azul. En los pisos hay restos de color rojo en el penúltimo y de azul en la última renovación.
El templo fue restaurado entre 1998 y 2002, siempre respetando las reglas de anastilosis de nunca llegar a más de lo absolutamente comprobable por el registro durante la excavación cuidadosa, y por la ausencia/presencia de las piedras especiales necesarias para cada elemento arquitectónico. Se comprobó que las piedras comunes de revestimiento, in situ y en el derrumbe, eran elaboradas solamente con superficies relativamente irregulares, mientras que todas las piedras especiales, como esquinas, cornisas, jambas, primera fila, esquinas y tapas de bóveda, siendo las piedras decoradas, eran de mucha mejor calidad y cortadas con exactitud, cada una para el lugar que le correspondía. El registro de la posición exacta de estas piedras en el derrumbe, y su posición relativa, permitió en muchos casos un levantamiento piedra por piedra y la restitución de paños grandes del edificio.
De la banda de relieves exteriores pudo efectuarse una restauración exacta, a manera de rompecabezas, sobre todo porque más del 90% de las piedras individuales con relieve estaban presentes, porque la mayoría de las piedras en tres costados se encontraron todavía donde habían caído, y porque el orden y arreglo de la fachada norte y esquina noroeste, las más dispersas, se pudo deducir sin lugar a dudas el programa pictórico de los demás lados.
La conformación del interior colapsado, con algunas paredes en pie todavía hasta el arranque de la bóveda, pudo restaurarse con seguridad en base a la posición de los muros, el orden de caída de las esquinas de las vueltas de bóveda y la posición de las piedras claves, además de las huellas del recubrimiento original de estuco que daba exactamente el ancho de su límite superior. En planta resultó ser un santuario central con bóveda en dirección este-oeste, circundado al este, norte y oeste por una sola galería con bóvedas abiertas de esquina como aquellas del Castillo (2D5), en la plaza grande de Chichen Itza.
En el interior quedaban pocas evidencias de actividad, como las huellas de un fuego o una fogata abierta cada una en el ala oeste y con el santuario, y la existencia de una banqueta formal en el extremo sur del ala este. Esta banqueta debe ser muy tardía, ya que está conformada y rellena incluso con piedras de la fachada superior decorada del mismo edificio. Comprueba así que el interior todavía mostraba cierta actividad, incluso constructiva y de modificación arquitectónica, cuando la altamente simbólica y significativa fachada decorada ya estaba empezando a desprenderse o a ser arrancada. Probablemente se documenta aquí, al mismo tiempo, un cambio de función religioso-ritual a doméstica-habitacional como aparece en varios edificios del Grupo de la Serie Inicial (Schmidt 1999a, 1999b, 2003). En el piso del santuario original se observaron también manchas de fuego, áreas desmoronadas y tiestos grandes aplastados in situ por el derrumbe directamente sobre ellos. Casi todos estos tiestos pertenecen al horizonte Sotuta (98%), sobresaliendo cuencos o platos del tipo Balantun Negro sobre Pizarra.
Como elemento principal, que además puede ilustrar sobre la probable función original del edificio, queda la abundante iconografía. Ahora es posible describirla con mucho más detalle, aparte y además de los ya conocidos motivos de búhos y los nudos (o esteras, “petates”), conocidos de antiguas ilustraciones, los motivos como matas de cacao y la escena mítica de la piedra clave perdida.
En el primer nivel de la fachada reciben al visitante –originalmente al devoto– los relieves de la entrada. Jambas y pilares muestran con mucha repetición gran cantidad de nudos o entretejidos elaborados que se prefiere interpretar como esteras o símbolos de poder y rango político, como es común a nivel mesoamericano en este periodo y como sucede en especial dentro del Grupo de la Serie Inicial y en otras partes de Chichen Itza (Estructuras 5C4, 5C5, 5C15, etc). Nudos iguales cubren las jambas de la puerta interior del santuario, tal vez hasta con más insistencia.
En las jambas y pilares alternan estos “nudos” con representaciones de búhos con alas abiertas en vista frontal, en una posición heráldica que tal vez tenga algún significado semejante en el contexto prehispánico: la de un símbolo de linaje, de oficio o de otro grupo social. Este motivo se retoma y subraya en la mencionada imagen del búho al interior del templo y en la representación de diez grandes búhos en posición semejante en el friso de relieves superior, tres en cada uno de los lados norte y sur, y dos en cada uno en el este y oeste. Imagen principal del templo puede haber sido el impresionante búho del interior. Con el pico abierto y con los grandes ojos probablemente incrustados (¿de obsidiana?), debe haber formado parte de una escenografía importante, sobre todo en la oscuridad del santuario y posiblemente a la trepidante luz de unas antorchas o candelas.
Del friso externo en la fachada superior ya se mencionaron los búhos. Sus imágenes, que en algunos casos son tan convencionales que es difícil distinguir entre búhos y águilas, alternan con representaciones de seres de forma humana con grandes máscaras de pico sobre la cara. Se conocen seres semejantes del Complejo de los Falos (Palacio de los Falos y Caracoles, 5C14 y 5C5), y del Osario más al norte (3C1). En muchos de aquellos casos están identificados como Pawahtunes por los adornos típicos que llevan colgados de su cinturón. Otros seres hombre-pájaro se encuentran en la Galería de los Monos (5C6), en contexto diferente.
Los hombres-pájaro del Templo de los Búhos son ocho, dos de cada lado de la fachada, inscritos cada uno en su espacio cuadrado, con las esquinas rellenas de plumas y adornos.
Todos levantan probables objetos rituales en una o dos de sus manos, en por lo menos seis casos reconocibles como cordeles. Tal vez se pueda relacionar con los cordeles de sacrificio que se pasaban por los genitales, perforadas para el auto sacrificio de sangre. Auto sacrificio en el pene es el tema principal de los paneles de relieve del Palacio de los Falos (5C14), ejecutado allí por Pawahtunes, pero esta vez, sin máscaras.
Otro de los personajes de Los Búhos parece cargar un muñeco o ídolo en la vuelta del brazo, lo que recuerda la importancia de los talladores de ídolos al momento de la Conquista, como enseñan las láminas del Códice de Madrid, o la figura semejante a un ídolo en el rito representado en la piedra del Caracol (3C15), de la Plaza Central de Chichen Itza (Schmidt 1991). Otra figura enarbola un objeto que se parece a un tambor de mano doble como aquellos del Osario.
Entre cada panel de hombre-pájaro y búho hay dos grandes objetos verdes que consisten de un disco y un elemento alargado con otro redondo al frente. Son la representación convencional de joyas y orejeras formadas por un disco y cuentas tubulares y redondas de jade, y como tales expresan el concepto de “preciosidad”, como se observa también en una de las especies de serpientes en el friso del Osario (3C1), en las ofrendas que presentan varios personajes de los pilares del mismo lugar, y entre los «objetos de valor” y poder en los tableros del segundo piso del Palacio de los Falos (5C14; Schmidt 2000).
Las cuatro esquinas del friso las ocupan grandes mascarones “narigudos”, con una banda en la frente que enseña tres puntas hacia los lados y un diseño de flor en el centro, son de las interpretadas por Linda Schele como diademas típicas de Itzam Ye, el pájaro celestial (Schele y Freidel 1990). Es importante notar la presencia de estos mascarones en muchos edificios que demuestran el estilo llamado “Maya-Tolteca” (o Floreciente Modificado), ya que en las interpretaciones antiguas se consideraban más bien como un rasgo característico de las construcciones “Mayas” o del “Floreciente Puro” de Chichen Itza. En los detalles, los mascarones del Templo de los Búhos corresponden totalmente a los del Osario (3C1), aunque allá aparecen en “torres” de cuatro mascarones encimados en cada esquina. Por supuesto, en ambos casos pueden haber sido “reciclados” de edificios anteriores.
Una última consideración del friso de relieves concierne al búho más oriental (del lado derecho), en el friso sur. Utiliza los mismos elementos para llenar espacios libres como los “jaguares bailadores” del friso del segundo piso del Palacio de los Falos (5C14), semejantes a llamas. Sorprende también que sea el único “búho” que lleva estos diseños, saliéndose del principio de simetría respecto al friso. Vale la pena anotar, además, que una de las piedras que forman este búho fue encontrada re-utilizada o por lo menos desplazada adentro de la segunda fase de la Estructura 5C8, unos 30 m más al oeste. Esta construcción se distingue por el muy frecuente e indiscriminado re-uso de piedras decoradas de otros edificios, como la 5C14, la 5C6, y en este caso, la 5C7, dando con esto abundantes indicios para una cronología relativa.
Encerrando al friso de la fachada superior como un marco, hay dos filas de tortugas en alto relieve, originalmente pintadas de azul y verde, que se levantan de las cintas centrales de las dos molduras tripartitas, una caminando en dirección a la derecha y otra a la izquierda, y que corresponden a las filas de caracoles, o más bien cangrejos ermitaños de la Casa de los Caracoles (5C5), y filas de monos en la Galería de los Monos (5C6). Muestran claramente las cuatro extremidades, la cabeza y la cola extendidas.
Otro elemento en alto relieve es el busto de un personaje que sobresalía al pie del pilar poniente de la fachada tripartita, emergiendo de un ahuecamiento excavado a propósito en la piedra y circundado de un elemento que parece serpentino. Originalmente debe de haber existido otro busto igual saliendo de una apertura del pilar este, ya que todos los demás motivos de los dos pilares son iguales. Está íntimamente relacionado con la planta de cacao representada en este mismo lado; muy probablemente es concebido como parte de ella. Lleva las manos cruzadas frente al pecho adornado con un rico collar y un peinado o tocado escalonado con cortas líneas verticales que tal vez indican el pelo y grandes orejeras redondas. Los rasgos faciales no son totalmente humanos; pero no queda claro si se trata de la cara propia de este extraño ser o de una elaborada máscara que tiene la boca medio abierta con ancha dentadura y volutas saliendo de las comisuras, nariz aguileña (dañada), y grandes ojos circulares enmarcados otra vez en volutas, como las que son típicas para la representación de dioses y sobrenaturales observadas también en el Osario (3C1), y en el Templo de los Falos.
Se puede tal vez interpretar como una deidad del cacao, pero tiene una expresión bastante feroz para ser el representante de tan benéfica planta. Llama a comparación un mal conservado bajorrelieve del Templo de las Mestizas o la Casa de los Metates (3C5/3C6), donde al fondo de una planta o árbol de cacao sale una cabeza igual de feroz de un reptil similar a un cocodrilo.
Se puede comparar con los retratos de dioses y personajes de brazos cruzados que se han encontrado con semejante temporalidad en Chiapas y Guatemala y algunos lugares más de Mesoamérica (Navarrete 1979), distribución muy propicia para una posible deidad del cacao. En este caso, sería uno de los mejor ejecutados del complejo.
Como último elemento decorativo conocido del Templo de los Búhos, ya que los murales policromos que se han encontrado en restos mínimos sobre algunas piedras caídas de revestimiento del interior están perdidos, queda la famosa piedra clave del santuario, excavada por Morley en 1913. Existen por lo menos tres dibujos ligeramente diferentes entre ellos (Von Winning 1985), pero coinciden en los motivos principales: enroscada dentro de un espacio como una “U” (o una “C” mayúscula acostada), se encuentra una serpiente decorada de volutas y plumas y de sus fauces abiertas se levanta un dios con cuerpo humano, brazos alzados y cara semejante al dios Kauil. En una mano sostiene un plato con cuatro joyas u orejeras, en la otra un objeto de semejante forma aislado. Alrededor de él y de la cabeza de la serpiente flotan pequeños discos con círculo central (¿turquesas, chalchihuites?), otras joyas de la forma ya mencionada y muy detalladas frutas de cacao, con sus pedúnculos y sus típicas ranuras longitudinales. Un marco rectangular que encierra al dios y a la entrada del espacio circular (¿una cueva, un cenote, la luna?), muestra dos bandas exteriores de rayos solares y una interior que a los lados contiene las conocidas “bandas celestiales” con glifos astronómicos y en su sección superior horizontal una inscripción de 12 glifos Mayas.
La piedra clave se ha interpretado y la inscripción se ha leído en diferentes maneras (Von Winning 1985), así como también la fecha contenida ha dado lugar a las más variadas opciones, entre 862 DC y 1413 DC. La lectura más reciente se agradece a una información personal de Daniel Graña Behrens de 1999, con base en su nueva interpretación de las fechas del estilo Yucateco. La lee como 1 Ahau 10 (tsolk’in) k’i(n) 13 te (haab), alrededor de 870 DC. Correspondería al momento de dedicación de la piedra y/o del templo completo. Eso lo colocaría dentro del periodo principal de las inscripciones fechadas de Chichen Itza, nueve años antes de la fecha del dintel del Templo de la Serie Inicial (que tal vez procede sin embargo, de algún edificio cercano como el Palacio de los Falos).
Las fechas arqueológicas para el Templo de los Búhos no son concluyentes todavía. Se tiene la presencia casi exclusiva de tiestos del horizonte Sotuta en una fogata o restos de quema en el ala oeste de la galería exterior y tiestos del mismo complejo directamente sobre el piso del santuario interior. Probablemente indican un momento poco antes de su abandono y colapso. Pero impone mucho cuidado la reutilización comprobada de elementos de la fachada exterior en la banqueta secundaria del ala este de la misma galería exterior, con otros materiales cerámicos del horizonte Sotuta adentro de la banqueta.
Una piedra decorada de la fachada exterior de Los Búhos se encontró también en la segunda fase del Edificio 5C8, que contiene muchos materiales de los horizontes Sotuta y un poco de Hocaba.
Todo esto dice poco sobre la construcción del Templo y su basamento, que por otra parte probablemente se hicieron en un solo esfuerzo constructivo, ya que no se encontraron pisos anteriores ni subestructuras durante toda la exploración. Al contrario, el basamento se levanta sobre un pequeño altar cuadrado en su línea central, que incluye la ofrenda de dedicación del edificio, y fue obviamente construido junto con la plataforma. En términos más específicos, la plataforma sobre la cual se construyó el Templo de los Búhos contiene cerámica de los horizontes Motul-Yabnal y Sotuta, así que probablemente se hizo en un momento avanzado de la fase Sotuta.
En un lugar sin ruptura de pisos y sin evidencia de intrusión posterior, abajo del templo y bajo la superficie intacta de la plataforma, muy arriba en el relleno, salió un cascabel de cobre aplastado, totalmente aislado, probablemente una inclusión accidental. En los muros del templo se ven reutilizadas varias piedras decoradas, todas con elementos de mascarones que son típicos tanto para el estilo Puuc (antes “Chichen Maya”), como “Maya-Tolteca”. Estas piedras aparecen en los muros de la construcción original, tanto exteriores como interiores.
La ya comentada caja de ofrenda en la línea central del templo, estaba intacta, pero contenía desafortunadamente sólo un entierro juvenil (¿un guardián?), y a la misma altura del esqueleto, mal conservado, un adorno y un fragmento de figurilla cerámica poco distintiva. Pueden corresponder a uno de los tipos no bien definidos de la fase Sotuta (Smith 1971:186-87), pero no hay absoluta seguridad.
A un nivel inferior, separado por la tapa de estuco quemado del “altar” de la plataforma, se encontró un recipiente formado por dos piedras de revestimiento ahuecadas, pintadas de rojo en su interior y conteniendo dos cuentas redondas e irregulares de jade y 43 minúsculos caracoles, dentro de una matriz de tierra, y unos fragmentos irreconocibles de material posiblemente óseo. El interior del recipiente no da lugar para nada voluminoso (unos 0.25 x 0.15 m).
Fechas del material de la ofrenda y del esqueleto juvenil por la técnica de radiocarbono están en proceso.
Las comparaciones de motivos de la iconografía con otros en Chichen Itza y sitios de los mismos horizontes han sido mencionadas en el texto.
Como la mejor interpretación de los datos cronológicos, por el momento queda solamente la poco sorprendente solución de asignatura al periodo del complejo cerámico Sotuta, la todavía no muy firme interpretación de la piedra clave como refiriéndose a 870 DC, y la esperanza que otras excavaciones en la misma parte de la zona proporcionen datos más exactos para amarrar los indicios de cronología relativa y fijar la posición del Templo de los Búhos en el tiempo con seguridad.
Una observación final merece también la sugerencia de Von Winning de que la importancia del cacao en la iconografía del Templo de los Búhos podría indicar hasta la presencia de una tumba, en su interior, de algún señor venido del lejano sitio guatemalteco de Santa Lucía Cotzumalguapa. No se ha encontrado evidencia de una tumba señorial en las partes exploradas del edificio (ala oeste y cala central), y aunque son innegables algunas sorprendentes cercanías entre los estilos de relieves de Cotzumalguapa y Chichen Itza, el árbol de cacao se encuentra de manera natural también dentro de cenotes de este último sitio y sus alrededores.
Tampoco parece justificado postular una pertenencia de la iconografía del Templo de los Búhos al complejo Búho-Serpiente-Armas de Guerra de derivación Teotihuacana, últimamente demostrada con amplitud en el periodo Clásico Maya (Schele y Freidel 1990; Stuart 2000; Taube 2000).
El Templo de los Búhos y su iconografía son otro eslabón en el universo increíblemente rico que caracteriza a Chichen Itza del Clásico Terminal y Postclásico Temprano y que contribuyó a sentar las bases para formar el universo mesoamericano que tanto impresionó y deslumbró a los primeros conquistadores y posteriores antropólogos.
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