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15 – MANEJO DE SITIOS ARQUEOLÓGICOS EN EL ÁREA MAYA: EL CASO DEL PARQUE ARQUEOLÓGICO KAMINALJUYU, GUATEMALA, Y EL DE CHUNCHUCMIL, YUCATÁN – Karla J. Cardona y Aline Magnoni – Simposio 20, Año 2006

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Cardona, Karla J. y Aline Magnoni

2007        Manejo de sitios arqueológicos en el área Maya: El caso del Parque Arqueológico Kaminaljuyu, Guatemala, y el de Chunchucmil, Yucatán. En XX Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2006 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp. 200-213. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

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MANEJO DE SITIOS ARQUEOLÓGICOS EN EL ÁREA MAYA: EL CASO DEL PARQUE ARQUEOLÓGICO KAMINALJUYU, GUATEMALA, Y EL DE CHUNCHUCMIL, YUCATÁN

Karla J. Cardona

Aline Magnoni

Palabras clave

Conservación del patrimonio cultural, parques arqueológicos, México, Yucatán, Chunchucmil, Guatemala, Kaminaljuyu

Abstract

MAYA AREA ARCHAEOLOGICAL SITES MANAGEMENT:

THE CASES OF THE ARCHAEOLOGICAL PARK KAMINALJUYU, GUATEMALA, AND CHUNCHUCMIL, YUCATAN

This paper’s objective is to present and compare the different management strategies that can help the conservation, preservation, and presentation of these sites. A difference exists between both sites due to their geographical position and the different contexts they are in. This is why it is important to point out the diverse dynamics and aspects that may influence the management of these sites. Individual characteristics are explored, like the relationships with local communities, government institutions, tourism and other agents that relate to both prehispanic cities.

Esta ponencia pretende evidenciar los retos que enfrentan dos sitios arqueológicos de la región Maya; particularmente, en lo que respecta a la conservación, interpretación al público y estrategias de manejo. Los sitios considerados son Chunchucmil, en el estado mexicano de Yucatán y Kaminaljuyu, ubicado dentro de los límites urbanos de la Ciudad de Guatemala. Esta ponencia es el resultado de las investigaciones y experiencias de las autoras en ambos sitios. Chunchucmil y Kaminaljuyu tienen un alto significado para el entendimiento de la Civilización Maya; ambos sitios se localizan dentro de los límites de la Ruta Maya, que es un recorrido turístico popular. La Ruta Maya une diversos lugares arqueológicos, culturales, ecológicos y recreativos del Mundo Maya y atraviesa México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador. En 1992, se firmó un convenio entre los gobiernos de estos países para unir fuerzas y promover el turismo internacional en la zona Maya. La Ruta Maya apareció por primera vez en la revista National Geographic y ahora varias guías de viajeros y rutas han tomado este nombre.

La promoción del turismo étnico, el ecoturismo y el turismo cultural en el Mundo Maya ha empujado un interés hacia los antiguos y misteriosos Mayas, sus descendientes contemporáneos y la variedad de ambientes tropicales en los cuales habitaron y todavía habitan. Este interés comúnmente ha sido acompañado por programas internacionales y gubernamentales para la conservación y preservación del patrimonio cultural y natural. Aunque, en algunas instancias el incremento del flujo de turistas y los programas de desarrollo han tenido consecuencias perjudiciales.

Es más, los beneficios económicos generados por el turismo usualmente están fuera de las manos de los Mayas contemporáneos. Esta misma situación se observa en otras partes del mundo, donde el indígena y su patrimonio ancestral son atracciones puestas en exhibición por la cultura dominante o extranjera.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Tanto México como Guatemala han definido su nacionalidad en términos de mestizaje, es decir, la mezcla genética y cultural de indígenas, africanos y europeos, así como de sus tradiciones culturales. Según la Constitución de ambos países, todas las personas son iguales y por consiguiente la cultura dominante ha tratado de asimilar a las otras sub-culturas.

En el caso de las culturas indígenas esto ha ocurrido después de glorificar a sus ancestros precolombinos y su patrimonio cultural, lo que conlleva muchas veces a despojar a los descendientes vivos de su base.

En México y Guatemala los restos arqueológicos son considerados patrimonio nacional bajo el control de instituciones financiadas por el gobierno, respectivamente el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) y el IDAEH (Instituto de Antropología e Historia). Estas instituciones deben coordinar el descubrimiento, investigación, conservación y restauración de todos los restos arqueológicos. Sin embargo, cabe destacar que el indígena no ha tenido mucha participación en la administración, preservación e interpretación de su patrimonio cultural y arqueológico.

Mientras que en México se considera que el 7% de la población es indígena, tomando como base los aspectos lingüísticos y culturales; en Guatemala, este porcentaje es del 45% y hasta del 60% de la población, lo que hace que este país tenga el mayor porcentaje de población indígena en América Latina. La Revolución Mexicana de 1910-1917 y la Reforma Agraria de 1937, que redistribuyó la tierra de los grandes terratenientes a los campesinos, así como las prácticas populistas del PRI (Partido Revolucionario Institucional) que gobernó México por 70 años, han propiciado algunos cambios socio-económicos positivos en la vida de mucha gente del área rural, muchos de ellos indígenas. No obstante, aún ahora los indígenas de México sufren el mayor índice de marginalización política, económica y cultural; así como la asimilación dentro de la cultura dominante, lo que fue dado a conocer al mundo por el Movimiento Zapatista.

En Guatemala, los gobiernos militares represivos y la guerra civil de 30 años, que exterminó a miles de personas principalmente Mayas del área rural, han agravado las relaciones entre la sociedad ladina dominante y las culturas indígenas. A la vez, esto ha llevado a la migración de un buen número de personas hacia México.

La firma de los Acuerdos de Paz, entre el gobierno de Guatemala y los grupos ex guerrilleros (URNG, Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca), en 1996 establecieron una base para futuras relaciones entre los grupos indígenas y no-indígenas. Estos acuerdos admitieron la presencia de grupos étnicos multiculturales, con su propio lenguaje y prácticas culturales, que deben ser respetados y valorados.

Los últimos diez años han visto el resurgimiento de un movimiento pan-Maya por los derechos lingüísticos, culturales y civiles de los Mayas y para la preservación de su cultura (Cojti Cuxil 1991, 1994, 1995; Fischer y Brown 1996; Montejo 2002). Los líderes nacionales de dicho movimiento reclaman ciertos derechos políticos dentro del Estado Guatemalteco, que deben ser concedidos a ellos para la continuidad esencial de sus tradiciones culturales (Cojti Cuxil 1991, 1994, 1995; Fischer 1999; Watanabe 1995).

CHUNCHUCMIL Y KAMINALJUYU, IDENTIDADES MÚLTIPLES

Ya que se expuso el marco contextual se quieren retomar las múltiples y fragmentadas identidades que los dos sitios explorados acá, Chunchucmil y Kaminaljuyu, tienen en relación a sus diferentes agentes interesados. Aunque los sitios arqueológicos son considerados patrimonio nacional de ambas naciones, todos los sitios existen en lugares con múltiples y a veces conflictivos reclamos de propiedad, patrimonio y significado cultural.

Chunchucmil se localiza en la parte noroeste del estado de Yucatán en México (Figuras 1 a 3). Este sitio fue un centro mayor posiblemente ocupado desde el 600 AC, el cual floreció al convertirse en el sitio más grande y poblado de las Tierras Bajas Mayas. Aunque su arquitectura monumental no es tan impresionante o tan elaborada como en otros sitios Mayas de tamaño comparable, las investigaciones arqueológicas en Chunchucmil han revelado que durante su apogeo (entre los siglos IV y VI d.C.), el sitio funcionó como un centro de intercambio mayor para la región circundante (Dahlin 2003; Dahlin y Ardren 2002).

Las investigaciones arqueológicas intensivas han sido realizadas, durante los últimos diez años por el Proyecto Pakbeh, formado principalmente por arqueólogos estadounidenses. Las investigaciones arqueológicas han incluido reconocimiento, mapeo y excavaciones de grupos residenciales; mientras que, la arquitectura monumental todavía se conserva en forma de montículos de escombros, sin consolidar. El sitio no tiene facilidades para los turistas y la mayor parte del año, cuando los arqueólogos no están trabajando, permanece cubierto de vegetación siendo visibles solamente los montículos grandes a través del crecimiento secundario.

La poca visibilidad de los vestigios debida a la falta de infraestructura para mantenimiento y del financiamiento, así como la falta de promoción a los turistas locales e internacionales hace de Chunchucmil un sitio raramente visitado.

Hoy día el sitio arqueológico, que se extendía unos 25 km², se ubica en la tierra comunal de cinco comunidades. Estas comunidades están conformadas en su mayor parte por indígenas Mayas que hablan Yucateco y practican la agricultura pero, también encuentran una variedad de trabajo fuera de sus comunidades. La porción norte y oeste de Yucatán se conoce como la “región del henequén” donde, las grandes plantaciones de henequén en manos de la oligarquía de descendencia europea dominaron el paisaje socioeconómico de los últimos dos siglos.

Los trabajadores Mayas estaban atados al sistema de deuda y proveían la mayor parte de la fuerza de trabajo para estas plantaciones. Después de la Revolución Mexicana y la Reforma Agraria de 1937, cuando la tierra fue expropiada de sus propietarios y redistribuida a los trabajadores de las plantaciones, las comunidades de trabajadores se convirtieron en dueñas de la tierra comunal, llamada ejido.

Entre los residentes que viven alrededor de Chunchucmil los recuerdos y la memoria social se encuentran unidos a una historia relativamente reciente de conflictos de tierra, durante y después del periodo del henequén y a una identidad sociopolítica expresada a través del trabajo de la tierra, en lugar de los vestigios heredados de sus antepasados Mayas (Breglia 2003, 2005; Magnoni et al. s.f.). Los montículos de escombros y las grandes pirámides forman parte de un pasado distante y mitológico o, a veces son considerados como parte del paisaje natural. Sin embargo, la presencia de los arqueólogos con quienes muchos de los locales han trabajado durante la investigación de estos vestigios ha abierto paso a la revalorización o descubrimiento del patrimonio cultural que toma forma por medio de las ruinas en sus tierras. Es más, las guías turísticas del sitio dadas por los arqueólogos a los niños de las escuelas así como a muchas de las mujeres de las comunidades han expuesto a un gran número de locales al significado cultural e histórico de los montículos localizados dentro de sus tierras.

Figura 1 Plano mostrando la ubicación de las comunidades y ejidos en el área de Chunchucmil, Yucatán, México

Figura 2 Configuración de la propiedad en el área de Chunchucmil

Figura 3 Vistas de arquitectura de Chunchucmil

Acá existen dos nociones sobre el patrimonio, las cuales compiten entre sí. En primer lugar, está el énfasis de los arqueólogos en el patrimonio prehispánico y cultural que es reclamado por México como patrimonio cultural nacional y, en segundo lugar se encuentra el patrimonio ejidal o de la tierra comunal de las poblaciones locales que viven alrededor de Chunchucmil (Breglia 2003, 2005). A veces parece ser que la primera noción está en contraste y minimizando a la segunda.

Muchos de los ejidatarios están preocupados, de que el continuo interés de los arqueólogos en sus tierras resulte en la pérdida de su control sobre ella y por consiguiente la pérdida de sus derechos territoriales. Sin embargo, a través de la continua colaboración, discusiones y negociaciones, los arqueólogos y las comunidades locales han sido expuestos y han entendido y respetado las diferentes perspectivas sobre los restos arqueológicos (Ardren 2002; Ardren y Magnoni 2002). El reconocer la pluralidad de percepciones sobre el paisaje y de los intereses que están en juego, en ambos lados, es esencial para las futuras relaciones de colaboración (Magnoni et al. s.f.).

El sitio de Kaminaljuyu se ubica dentro del perímetro urbano de la Ciudad de Guatemala (Figura 4 a 7). El sitio, que en algún momento cubrió 5 km², estaba conformado por más de 200 montículos. La mayor parte de estos montículos eran subestructuras de barro para edificios hechos con materiales perecederos (Kidder, Jennings y Shook 1946:5).

El sitio arqueológico de Kaminaljuyu tiene una larga historia de ocupación fechada desde el 1200 AC hasta la conquista de los españoles en 1524. Fue uno de los centros mesoamericanos mayores durante el Preclásico Tardío y el Clásico Temprano, es decir desde el 300 AC hasta el 600 DC. Por más de un siglo, se han llevado a cabo investigaciones arqueológicas en el sitio, siendo el primer mapa-esquema hecho a finales del siglo XIX y las primeras excavaciones en 1925.

Ahora, el sitio se encuentra en una de las áreas más populosas de la siempre creciente Ciudad de Guatemala y, de los 200 montículos encontrados por los exploradores ahora hay menos de 60 (Carpio 1990). Es por estas razones que la investigación arqueológica en Kaminaljuyu ha sido y es mayormente de rescate (Michels 1979). Una de las áreas rescatada de la destrucción es el Parque Arqueológico Kaminaljuyu, que fue establecido en la década de 1970 por el gobierno de Guatemala y el Instituto de Antropología e Historia. El Instituto está a cargo del parque, que es un oasis de 25 acres de montículos cubiertos por grama y árboles encerrados por el creciente desarrollo urbano.

Éste no sólo es un parque arqueológico sino que también funge como un parque municipal y un sitio sagrado para los Mayas contemporáneos. Sin embargo, no hay un presupuesto para el mantenimiento del parque, lo que es evidente por su deterioro y pobre estado de preservación (Ivic de Monterroso 2004). La mayor parte de los visitantes al Parque Kaminaljuyu son turistas nacionales, generalmente residentes de la ciudad con necesidades culturales y recreativas; y los indígenas que llegan a practicar sus ceremonias religiosas en este sitio sagrado. Solamente unos pocos turistas internacionales son los que se animan a aventurarse dentro de la ciudad y llegan al Parque.

El grupo de agentes interesados en Kaminaljuyu es mucho más variado que el de Chunchucmil (Cardona 2004). A parte de las instituciones gubernamentales encargadas de la conservación del patrimonio cultural (IDAEH y PROCORBIC) y la municipalidad de Guatemala, la comunidad local que vive alrededor del parque así como la comunidad urbana de la ciudad, deben de ser consideradas. El área alrededor del parque presenta riesgos y, en sí, el crecimiento urbano es un problema significativo para la preservación de los restos arqueológicos. Sin embargo, los miembros de la comunidad local y de la misma ciudad pueden beneficiarse grandemente al visitar el parque por su valor recreativo y educativo; lastimosamente, la mayor parte de ciudadanos no están conscientes de su existencia, no tienen los medios o no tienen el interés de visitar el sitio.

Figura 4 Plano mostrando el área del Parque Arqueológico Kaminaljuyu

(Nelson y Chiriboga et al. 2004)

Figura 5 Vista de montículos de Kaminaljuyu

Figura 6 Vista de montículos de Kaminaljuyu

Figura 7 Vista de montículos de Kaminaljuyu

Aparte de los agentes interesados ya mencionados, los grupos indígenas consideran Kaminaljuyu un “lugar sagrado y espiritual”. La principal característica de los sitios sagrados es su inquebrantable vínculo con la religión o, en este caso particular, con la energía cósmica necesaria para la comunicación propia con el Creador y sus ancestros (Ivic de Monterroso 2002). En toda el área Maya y especialmente en el Altiplano de Guatemala, la población indígena realiza sus ceremonias en sitios arqueológicos para hacer ofrendas (comida, flores, candelas, bebidas, etc.), orar y pedir que sus necesidades sean atendidas, por Dios y sus ancestros.

En Kaminaljuyu, se podría decir que la cantidad de ceremonias y el número de indígenas que participa en las ceremonias, es menor al número de visitantes que llegan por razones culturales o recreativas. Los Acuerdos de Paz de 1996 dan a los grupos indígenas el derecho de realizar sus ceremonias y rituales en los sitios sagrados, pero estos acuerdos no han sido implementados completamente.

La naturaleza sagrada de los sitios arqueológicos, incluyendo al Parque Kaminaljuyu, para muchos Mayas contemporáneos está en contraste con el valor recreativo que los locales y extranjeros le asignan a las “ruinas”; asimismo, contrasta con el valor educativo establecido por las instituciones gubernamentales y la comunidad arqueológica. Para la población indígena la función principal de estos sitios no es el entretener a los turistas y esto se debe a que, el uso de los sitios en función económica y recreativa—es decir un uso que no es espiritual—disminuye su valor sagrado (Shackley 2001:16; Aplin 2002).

SUGERENCIAS PARA LAS ESTRATEGIAS DE MANEJO EN CHUNCHUCMIL Y KAMINALJUYU

Se ha visto rápidamente, los múltiples reclamos de propiedad, patrimonio y significado cultural que están ligados a los sitios arqueológicos de Chunchucmil y Kaminaljuyu y a continuación se sugieren algunas estrategias generales para el manejo exitoso de sus recursos arqueológicos. Primero, se debe reconocer la variedad de identidades del patrimonio cultural, aunque a veces éstas sean contradictorias. Segundo, conocer la cantidad de agentes interesados a quienes debe de escucharse y cuyas preocupaciones deben ser reconocidas e incluidas dentro de cualquier plan de manejo.

En países como México y Guatemala, la presencia de instituciones nacionales fuertes para la preservación del patrimonio cultural muchas veces ha relegado la inclusión de las comunidades locales en el diálogo sobre la conservación, manejo e interpretación de los recursos arqueológicos. Aunque debe recalcarse que, poco a poco, se están abriendo los caminos para llegar a un diálogo entre las distintas partes.

Se recomienda que se involucre a las comunidades locales, tanto los descendientes de los peones de plantaciones de henequén como los vecinos de Kaminaljuyu y los grupos indígenas Mayas, en el manejo, protección e interpretación de los restos arqueológicos (Pwiti 1996).

En este proceso debe enfatizarse la educación cultural y la promoción de un mejor entendimiento de las diferentes percepciones y significados de los restos arqueológicos. Esta es una herramienta clave para la creación de sociedades multiculturales.

En consecuencia, esto debería reducir la destrucción y saqueo de los recursos arqueológicos, al fomentar el respeto y aprecio por los recursos culturales (Lipe 2000). La gente local puede entrenarse y ser custodios o guías para proteger mejor los recursos arqueológicos.

En la interpretación de estos sitios se necesita enfatizar tres puntos:

  • El significado arqueológico del sitio así como su significado sagrado y espiritual.
  • La promoción de la conservación de los restos arqueológicos para las futuras generaciones.
  • La relación entre los Mayas prehispánicos y contemporáneos, al resaltar las continuidades históricas y las discontinuidades.

Por ejemplo, en el caso de Chunchucmil, la tensión debida a la competencia entre los reclamos de patrimonio puede resolverse al integrar interpretaciones del pasado desde el tiempo prehispánico hasta el moderno para así incorporar la historia de los antiguos Mayas con el del periodo de los trabajadores en las plantaciones de henequén y sus descendientes.

Es más, al hacer de las comunidades participantes activos en el proceso de conservación, manejo e interpretación de los restos arqueológicos, de los últimos dos milenios y medio, los temores de perder sus tierras y derechos sobre ellas pueden mitigarse.

En el caso de Kaminaljuyu hay dos perspectivas en competencia: el mensaje académico de la comunidad arqueológica acerca de proveer conocimiento del pasado y, el mensaje de los grupos indígenas sobre su visión de la espiritualidad del sitio y la importancia de sus ancestros (Cardona 2004).

Ambos grupos coinciden en la promoción de la conservación y preservación de estos lugares. Los visitantes al sitio deben tener ambas perspectivas, analizarlas y desarrollar sus propias conclusiones (Cardona 2004). El reconocimiento y presentación de los sitios arqueológicos como sagrados y espirituales solamente puede beneficiar a la comunidad en general y promover la preservación de estos lugares. En esta forma el vínculo entre “productos culturales y procesos culturales y la cultura local de destino […] y la cultura global del turista” puede realizarse (Richards 2000:10).

Los recursos y financiamiento limitados, así como la falta de entrenamiento de los arqueólogos pueden entorpecer severamente el potencial de la colaboración con las comunidades locales. La colaboración comprensiva con las poblaciones alrededor de los sitios arqueológicos, debe considerarse una parte integral de todo proyecto de investigación arqueológica, conservación y manejo en cualquier sitio determinado.

Los fondos proveídos para la investigación y conservación deben de incluir rubros para los proyectos de colaboración con las comunidades locales. Es más, los arqueólogos y encargados del manejo del patrimonio deben estar entrenados en este esfuerzo o contratar gente que tenga esta habilidad.

CONCLUSIÓN

Debido a las limitaciones de tiempo no se ha podido explorar a profundidad las diferentes estrategias de manejo para cada sitio, pero se han tratado de delinear algunas sugerencias generales que se creen esenciales. Los sitios arqueológicos son lugares importantes para la promoción del patrimonio cultural nacional como lo expresan los gobiernos de México y Guatemala. Asimismo, estos sitios son significativos para el turismo, como es promovido por instituciones gubernamentales y privadas. Además, estos sitios son igualmente primordiales para la gente que vive dentro y alrededor de ellos. Los sitios arqueológicos son paisajes variados que a veces están en competencia y son contradictorios, son el resultado de las experiencias personales e históricas de las personas y de su compromiso con los vestigios. Como arqueólogos, trabajando para la preservación del patrimonio arqueológico así como para la promoción de interpretaciones multiculturales del patrimonio pasado y presente se tiene que estar pendientes de las diferentes percepciones y significados sujetos a los sitios arqueológicos. En esta manera se podrán obtener estrategias de manejo exitosas que puedan beneficiar a todos los agentes interesados.

AGRADECIMIENTOS

Se quiere agradecer a las personas que han apoyado en la realización de este trabajo. En el caso de Chunchucmil a los miembros del Proyecto Pakbeh y, especialmente a las comunidades locales que han apoyado el trabajo dentro del proyecto. Para Kaminaljuyu, a los miembros del Proyecto Parque Kaminaljuyu, especialmente a Matilde Ivic de Monterroso y también al Departamento de Arqueología de la Universidad del Valle de Guatemala.

REFERENCIAS

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