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78. LA VAGINA DENTADA: UNA INTERPRETACIÓN DE LA ESTELA 25 DE IZAPA Y LAS GUACAMAYAS DEL JUEGO DE PELOTA DE COPÁN – Oswaldo Chinchilla Mazariegos – Simposio 23, Año 2009

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Chinchilla Mazariegos, Oswaldo

2010        La vagina dentada: Una interpretación de la Estela 25 de Izapa y las guacamayas del Juego de Pelota de Copán. En XXIII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2009 (editado por B. Arroyo, A. Linares y L. Paiz), pp.1053-1063. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

78

LA VAGINA DENTADA: UNA INTERPRETACIÓN DE LA ESTELA 25 DE IZAPA Y LAS GUACAMAYAS DEL JUEGO DE PELOTA DE COPÁN

Oswaldo Chinchilla Mazariegos

Museo Popol Vuh

PALABRAS CLAVE

Iconografía, Chiapas, Honduras, Izapa, Copan, Popol Vuh, mitología

ABSTRACT

AN INTERPRETATION FOR STELA 25 AT IZAPA AND THE BALL GAME GUACAMAYAS AT COPAN

The scene portrayed on Stela 25 at Izapa is notable for its parallel with the mythological narration contained in the Popul Vuh. In this work, this scene is compared with a broad group of mythological narrations distributed throughout Mesoamerica. This comparison offers a basis for a new interpretation of the myth that inspired this and other representations related to Maya art.

Más que ningún otro monumento, la Estela 25 de Izapa pone de manifiesto la antigüedad de las creencias mitológicas que, a mediados del Siglo XVI, quedaron escritas en el texto que se conoce bajo el nombre de Popol Vuh. A partir de una observación inicial de Gareth Lowe, muchos autores han citado esta estela como una representación Preclásica del mito de Siete Guacamayo, el orgulloso personaje que presumía de ser el sol y la luna al principio de la creación. Lowe (1982:297) sugirió que la estela podría representar el pasaje donde Siete Guacamayo cercenó el brazo de Hunahpu, al observar el muñón sangrante del protagonista. Con el brazo que le queda, éste sostiene un armazón sobre el cual se posa un gran pájaro con las alas abiertas. Un dibujo reciente de la estela, por Ayax Moreno (Figura 1), ha revelado un detalle antes inadvertido: el brazo cercenado del héroe aparece en el vientre del pájaro, que parece tener fauces propias. El dibujo de Moreno muestra un rostro de aspecto humano en el torso del pájaro, y lo que pareciera ser otra boca, muy simplificada en el vientre; ésta sujeta el brazo cercenado, cuya mano cuelga afuera.

Las fauces ventrales reaparecen en las grandes guacamayas de estuco, descubiertas por William y Barbara Fash (1996) en el Juego de Pelota de Copán (Figura 2), que llevan un brazo cercenado en la boca de una serpiente emplumada que sale de su abdomen. Como la Estela 25 de Izapa, este relieve parece derivarse de una versión del mito, en la que el pájaro no arrancó el brazo del héroe con el pico, sino con las fauces monstruosas de su vientre. Se conocen otras representaciones relacionadas en el arte Maya (e.g. Guernsey 2006:111-112), pero las aves de Izapa y Copán son las únicas que presentan las fauces en el vientre del pájaro.

En esta ponencia, no se pretende explicar completamente la rica iconografía de la Estela 25 de Izapa; el propósito es proponer una interpretación para las aves de Izapa y Copán, que sirven como puntos de partida para una discusión más amplia del mito de Siete Guacamayo. La comparación del relato del Popol Vuh con otras narraciones permite entenderlo como una versión de un pasaje importante en la mitología mesoamericana, sobre la derrota de un monstruo con características solares, paso indispensable para el advenimiento del sol y la luna. Por otro lado, las fauces en el vientre de las aves de Izapa y Copán se pueden entender como vaginas dentadas. Esta interpretación abre una puerta para entender las connotaciones sexuales del mito, presentes tanto en las representaciones precolombinas como en el relato del Popol Vuh. Las alusiones al tema mitológico de la vagina dentada refuerzan la relación de la Estela 25 de Izapa con el texto K’iche’ del Siglo XVI; ambas se derivan de mitos estrechamente relacionados, que han permanecido vigentes por miles de años en el pensamiento religioso mesoamericano.

SIETE GUACAMAYO

En el Popol Vuh, Siete Guacamayo era un ser primigenio, que pretendía ser el sol y la luna, y presumía de sus riquezas, del brillo de su plumaje, sus dientes y sus ojos. A pesar de sus desplantes, el Popol Vuh afirma que esto sucedía “mientras la faz de la tierra estaba iluminada solo un poco” (Ibid.:91). El brillo de Siete Guacamayo era insuficiente para alumbrar el mundo. Los Héroes Gemelos lo esperaron cuando subía a comer nances en un árbol. Hunahpu le disparó con su cerbatana, y acertó a darle en la mandíbula, causándole un gran dolor de dientes, pero en la lucha Siete Guacamayo consiguió arrancarle un brazo. Los héroes hicieron creer a Siete Guacamayo que podían curar su dolor, pero en vez de eso, le sacaron los dientes y los ojos, quitándole así el resplandor del que se enorgullecía. Al morir Siete Guacamayo, murió también su esposa, de quien sólo se sabe el nombre, Chimalmat (Ibid.:91-100).

La derrota de Siete Guacamayo en el Popol Vuh ha sido interpretada como la destrucción de un falso sol, o el sol de una era anterior, indispensable para el advenimiento del nuevo sol, que finalmente ocurrió por medio de la apoteosis de los Héroes Gemelos como sol y luna. Hay pasajes paralelos en numerosos relatos que narran la derrota de un gran pájaro o un monstruo esencialmente análogo, por los héroes que habrían de convertirse en sol y luna. Estos relatos son abundantes en Oaxaca, y también se han recopilado en comunidades indígenas de Guerrero, Puebla, Veracruz y San Luis Potosí.

Julia Guernsey y Gustavo Torres Cisneros han relacionado el mito K’iche’ con los relatos mixes de Oaxaca, que narran la historia de dos hermanitos –niño y niña– que habrían de convertirse en el sol y luna (Guernsey 2006:112; Torres Cisneros 2007:366-370). Según la versión chinanteca de Marcelino Mendoza, publicada por Roberto Weitlaner, los héroes debieron aguardar hasta las doce del día, la hora en que el ave dormía, en clara alusión al curso solar. En ese momento, le amarraron una cuerda al pescuezo y jalaron hasta sacarle los ojos, con lo que murió. Como en otras narraciones, los héroes recogieron los ojos y el sol se quedó con el derecho, que brillaba como el oro. La extracción de los ojos es crucial en los mitos de Oaxaca y Guerrero; eran la fuente del brillo del falso sol, y luego se convirtieron en la fuente del resplandor del nuevo sol y la nueva luna. Este detalle está ausente en el Popol Vuh, pero aún así, el texto se detiene a describir cómo los héroes sacaron los ojos de Siete Guacamayo, que resplandecían como metales preciosos: “Entonces los ojos de Siete Guacamayo fueron curados. Sus ojos fueron arrancados, removiendo completamente el metal precioso de ellos…” (Christenson 2003:100).

Según una narración teenek el monstruo llegaba justo a medio día para devorar a sus víctimas, tapando los rayos solares al volar. Apropiadamente, el héroe preparó una gran olla de atol de maíz, y mediante una treta, consiguió que el gavilán se parara en el palo movedor que estaba encima de la olla. En ese momento, el héroe quitó el palo y el monstruo cayó dentro del atol hirviendo, donde la gente lo remató a golpes. Se sorprendieron al ver que de cada pluma que le arrancaban salía volando un gavilancito (Ochoa Peralta 2000).

El ave de múltiples cabezas del mito chinanteca y el gavilán de los teenek, cuyas plumas generaban gavilancitos, tienen largas raíces en la mitología de Mesoamérica. Karl Taube (2005:40-43) ha llamado la atención hacia las representaciones de guacamayas con múltiples cabecitas en las alas, que aparecen en  los murales de Teotihuacán, las esculturas de El Tajín, los incensarios teotihuacanos de Escuintla y los estucos del juego de pelota de Copán (Figura 3). Taube las compara con una creencia huichol, según la cual, los loros y las guacamayas son los animales del sol. La guacamaya anunció el primer amanecer, y cuando agitó sus alas muchos loros pequeños volaron hacia las cinco direcciones del mundo, como los gavilancitos que nacieron de las plumas del monstruo, según el relato teenek (Zingg 1982, vol. 1:512, vol. 2:188).

Estas aves se asocian repetidamente con brazos cercenados. Se encuentran ejemplos en los incensarios de estilo teotihuacano de Escuintla, que representan templos dedicados al culto de este pájaro monstruoso. En los dos ejemplos conocidos, el techo del templo está dominado por grandes guacamayas con rostros humanos en el pico, y cabecitas adicionales en las alas extendidas. Taube (2005) asocia estas guacamayas con las aves portentosas representadas en los murales de la Zona 5A de Teotihuacán (Figura 3a), que identifica tentativamente domo deidades solares. Tal parece que las grandes guacamayas de los templos de Escuintla compartían las costumbres de Siete Guacamayo en el Popol Vuh, a juzgar por las hileras de brazos cercenados que cuelgan en el techo de los templos, amarrados con sendas cuerdas (Figura 4). Los brazos colgantes recuerdan el destino del brazo de Hunahpu en el Popol Vuh, donde Siete Guacamayo le dijo a Chimalma: “Esto lo he traído para colgarlo sobre el fuego. Se mecerá sobre el fuego hasta que vengan a recogerlo” (Christenson 2003:97-98). No hay razón para dudar de que el culto del gran pájaro en los templos de Escuintla exigiera ofrendas de brazos cercenados, que en uno de estos incensarios, se mecen sobre el fuego que arde en los pebeteros colocados a las puertas del templo.

Más o menos contemporáneas con los incensarios de Escuintla son las grandes guacamayas de estuco descubiertas por William y Barbara Fash (1996) en las fachadas de la primera versión del Juego de Pelota de Copán. Como lo ha señalado Taube, las ocho cabecitas de guacamaya que nacen en sus alas permiten reconocerlas como variantes del pájaro solar de los mitos huicholes y teenek. Las fauces serpentinas de su vientre, que sujetan un brazo cercenado, las asocian con el ave de la estela 25 de Izapa, y con el mito k’iche’ de Siete Guacamayo. Un detalle crucial es la marca de forma oval en el brazo cercenado, que los Fash reconocieron como una de las manchas que caracterizan la piel del Dios S. Se trata del brazo del dios joven que Michael Coe reconoció hace varias décadas como una manifestación de Hunahpu, el héroe solar del Popol Vuh.

LA VAGINA DENTADA

¿Cómo explicar las fauces serpentinas en el vientre de la gran guacamaya de Copán, seguramente análogas a las que muerden el brazo cercenado en la Estela 25 de Izapa? Los Fash señalaron el paralelo con las serpientes emplumadas de Teotihuacán, pero no explicaron su relación con la guacamaya. La posición de las fauces en el vientre de los pájaros es una de las razones que conducen a relacionarlas con la vagina dentata, un tema mitológico difundido en todo el continente americano, que reaparece ocasionalmente en otras partes del mundo (Berezkin s.f.). Esencialmente, los mitos expresan la creencia en mujeres terribles con dientes en la vagina, que devoran el miembro genital de los hombres que intentan copular con ellas, y en algunas versiones, los matan. Con frecuencia, los héroes logran remover los dientes vaginales utilizando un pene de piedra u otro material duro como bambú, hueso o cuerno de venado, con lo que permiten que haya relaciones sexuales. En ocasiones, la historia termina con la muerte de las “ogresas”, que suelen estar relacionadas con elementos naturales tales como la tierra o con el agua.

En Mesoamérica, estas creencias se han reportado entre los huicholes, otomíes, mixtecas, huaves y zoques (Zingg 1982; Galinier 1984; Lupo 2002; Báez-Jorge 1996). Según el mito huichol, el héroe Kauyumari o Kauymáli, colocó dientes en las vaginas de las mujeres para evitar que la raza humana se multiplicara en exceso, pero luego olvidó lo que había hecho, copuló con una mujer y fue castrado. Más adelante recuperó su pene, y después de varios lances, fue instruido para colocarse un cuerno mágico de venado, con el cual rompió las dentaduras vaginales de las mujeres (Zingg 1982, vol. 1:22; Báez-Jorge 1996).

Una creencia zoque describe a la Nawayomo, una serpiente monstruosa, que se transforma en mujer para seducir a los hombres, cuya vagina es la boca de una culebra:

“Hay una culebra en los arroyos, es grande como mazacoate. Es la culebra que se vuelve Nawayomo (…) es mujer pero su cosa [órgano genital] es la boca de una culebra; los muchachos no saben y la siguen. Por eso se mueren de hemorragia, porque los muerde cuando la usan [copulan]; salen en las noches.” (Báez-Jorge 1990:10)

Las mujeres con una serpiente en la vagina reaparecen en un relato mixteca de Oaxaca, según el cual, un hombre se enamoró perdidamente de una mujer, pero después de haber copulado con ella descubrió, horrorizado, que su vagina era la boca de una serpiente. Poco después murió (Monaghan 1995:145).

Las serpientes en la vagina de estas “ogresas” son análogas a las fauces ventrales de los pájaros en Izapa y especialmente en Copán, donde su aspecto serpentino es explícito. El paralelo se completa al considerar los brazos cercenados. Cecelia Klein (2001:211, 234-235) ha señalado que la pérdida de un miembro del cuerpo, especialmente un pie, se asocia en Mesoamérica con la sexualidad ilícita o deshonesta, y los héroes o dioses que se caracterizan por su cojera suelen ser transgresores sexuales. Entre ellos se encuentra el héroe huichol Kauyumari, y también el dios tz’utujil Mam, que se caracteriza por su sexualidad irrefrenable, e incluso la ambigüedad sexual (Tarn y Prechtel 1997:74-83; Stanzione 2003:57-58; Klein 2001:211-219). Del mismo modo, en sus estudios sobre la lengua y la religión otomí, Jacques Galinier (1984) ha observado una analogía estructural entre la pérdida o ausencia de un miembro del cuerpo –un brazo, una pierna o incluso, la cabeza–  que forman parte de un complejo de ideas ligado a la castración.

Las implicaciones sexuales del mito no son explícitas en el Popol Vuh. En ésta, como en otras secciones, el texto K’iche’ se caracteriza por la sutileza con la que presenta conceptos mitológicos profundos. La comparación del relato con otras creencias y mitos relacionados, permiten entrever las connotaciones sexuales del mito de Siete Guacamayo. Estas se advierten especialmente en dos aspectos de su personalidad: su hábito de comer nances y su dolor de muelas.

Hasta el presente, “comer fruta” es una metáfora para el acto sexual en Mesoamérica. Esta metáfora se relaciona con la distinción básica entre los verdaderos alimentos –esencialmente, el maíz– y las “comidas adicionales”, que se comen sólo por gusto y no proveen sustento ni fuerza para el ser humano (Henne 1977). Las frutas caen dentro de esta última categoría. Tarn y Prechtel (1990) describen el uso de esta metáfora en Santiago Atitlán, tanto en la vida diaria como en contextos rituales. Como parte de los ritos de la Semana Santa, Mam se acuesta en medio de las frutas maduras que adornarán el monumento que se erige frente al altar mayor de la iglesia (cf. Christenson 2001). Este rito es parte de todo un proceso que asegura la renovación del mundo y la fertilidad agrícola, y sus connotaciones sexuales son explícitas. Según Tarn y Prechtel (1990:80), “la idea principal es que Mam está ‘copulando’ o ‘comiéndose’ la fruta” (cf. Stanzione 2003:264-269).

Según el Popol Vuh, Siete Guacamayo subía todos los días a comer nances en un gran árbol; ésa era su comida. En forma sutil, este hábito lo pinta como un ser concupiscente, lujurioso, lo que seguramente es acorde con su vanidad. No parece casualidad que Hunahpu le disparara con su cerbatana justo en el momento en que se ocupaba de “comer fruta”. En sí, el disparo con cerbatana de Hunahpu se puede entender como otra metáfora sexual, pero aún más clara es la connotación sexual del dolor de muelas que Siete Guacamayo desarrolló a consecuencia del cerbatanazo.

El dolor de muelas es un motivo recurrente en las narraciones mitológicas del área Maya, y se asocia con las transgresiones sexuales. Una versión del mito del colibrí, recopilada en Senahú por Mario de la Cruz Torres (1978:35) narra como el sol, queriendo acercarse a la luna, una muchacha estrechamente vigilada por su padre, arrojó quince granos de maíz rojo sobre el techo de su casa, provocándole un fuerte dolor de muelas. La dolencia de la luna sólo se curó cuando la muchacha vio de nuevo al héroe, transformado en colibrí, y logró que su padre lo capturara por medio de un tiro de su cerbatana. En otra versión del mito, fue el padre de la muchacha quien desarrolló un fuerte dolor de muelas cuando advirtió que su hija se había fugado (Avila 1977:23). En este y otros relatos, el dolor de muelas se asocia con un romance ilícito o un rapto.

Una encuesta sobre la etiología de la caries y el dolor dental registró testimonios sobre creencias semejantes entre los Q’eqchi’ de San Pedro Carchá:

“También contaba un muchacho que no tiene mujer, pero talvez tuvo relación sexual con una mujer, y la mujer queda embarazada, talvez nadie lo sabe, pero al muchacho le empezó a doler la muela. Los padres sospechan luego lo que está pasando, porque es raro que un muchacho sufra dolor de muelas.” (Ibid.:27)

Hunahpu y Xbalanque extrajeron los de Siete Guacamayo. Con esto, su brillo decayó  y ya no tuvo la apariencia de un señor. La remoción final de los dientes de Siete Guacamayo puede ser una reminiscencia del mito de la vagina dentada, pero ¿cómo encajaría con la identidad masculina del personaje en el Popol Vuh? Siete Guacamayo es un varón, y de hecho el texto k’iche’ indica el nombre de su esposa, Chimalmat, la madre de Zipacna y Cabracan. No obstante, ella puede ser clave para entender la relación de Siete Guacamayo con los seres que poseen una vagina dentada en los mitos mesoamericanos. Su nombre sugiere una conexión con Chimalman, Itzpapalotl, Cihuacoatl Quilaztli y otras diosas aztecas, que según el análisis de Carr y Gingerich (1983) se relacionan con los mitos de la vagina dentada. Como manifestación de las mujeres monstruosas de la mitología mesoamericana, Chimalmat complementa la figura de Siete Guacamayo en el Popol Vuh, y quizás sea reminiscencia de las versiones antiguas del mito, en las que el gran pájaro solar poseía una vagina dentada. No es casual que Chimalmat muera al mismo tiempo que su marido; ella pareciera ser el aspecto femenino de Siete Guacamayo, parte inseparable de él.

CONCLUSIÓN

Este trabajo refuerza considerablemente la interpretación planteada por Lowe y otros autores, sobre la relación de la estela 25 de Izapa con el mito de Siete Guacamayo en el Popol Vuh. La relación va más allá de la semejanza formal del pasaje en el que el gran pájaro arrancó el brazo del héroe. Tanto en la estela como en el texto del Siglo XVI se pueden colegir el profundo simbolismo sexual de la mutilación del héroe. Siete Guacamayo conjuga las fuerzas elementales que los héroes deben someter para poder dar paso a la creación. Como los monstruos solares de los mitos contemporáneos, sus ojos poseen el brillo del sol y la luna;  pero a la vez, su vientre representa las fuerzas telúricas, devoradoras, que como las “ogresas” que deben ser dominadas, y sus dientes extraídos para que la tierra pueda ser habitable.

En el Popol Vuh, la derrota y muerte de Siete Guacamayo pareciera ser el punto culminante del mito. Seguramente este era el resultado final de la confrontación entre el héroe y el monstruo desde tiempos antiguos. Sin embargo, las representaciones del periodo prehispánico no enfatizan el episodio final, sino el momento en que el gran pájaro arrancó el brazo del héroe. Este es el episodio representado en la Estela 25 de Izapa y el juego de pelota de Copán, donde el héroe fue mutilado por la vagina dentada del monstruo. Estas representaciones, que se cuentan entre las más antiguas que se conocen, concentran su atención en la mutilación que lleva implícita la agresión sexual del ave desaforada, una fuerza destructiva que debe ser domeñada, pero que a la vez, parece personificar las fuerzas vitales en su forma más elemental.

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Figura 1        Estela 25 de Izapa. Fundación Arqueológica del Nuevo Mundo (Dibujo por Ayax Moreno).

Figura 2        Guacamaya de estuco del primer juego de pelota de Copán. Proyecto de los Mosaicos

de Copán e Instituto Hondureño de Antropología e Historia (Dibujo por Bárbara Fash).

Figura 3        Guacamayas con múltiples cabecitas en las alas.   A. Mural de la Zona 5A de Teotihuacán;  B. Edificio de las Columnas, El Tajín (Dibujos por Karl Taube).

Figura 4         Incensario de estilo teotihuacano, procedente de Escuintla. Colección privada, Guatemala. Obsérvese la guacamaya con cabecitas en las alas, y los brazos cercenados que cuelgan del techo del templo (Fotografía Mauricio Acevedo).

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