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Sagebiel, Kerry Lynn
2000 Análisis espacial y formal de cerámicas del Clásico Temprano en contextos funerarios de Tikal y Uaxactun. En XIII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1999 (editado por J.P. Laporte, H. Escobedo, B. Arroyo y A.C. de Suasnávar), pp.231-242. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).
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ANÁLISIS ESPACIAL Y FORMAL DE CERÁMICAS DEL CLÁSICO TEMPRANO EN CONTEXTOS FUNERARIOS DE TIKAL Y UAXACTUN
Kerry Lynn Sagebiel
Muchos de los estudios tradicionales de los entierros Mayas son meramente descripciones de los reportes del sitio de excavación las cuales carecen de síntesis y explicación (Coe 1990; Smith 1950, 1972; Tourtellot 1990), o son estudios que usan información etnohistórica o etnográfica para explicar diferentes aspectos del ritual funerario, de los sistemas de linaje, y de la adoración a los ancestros (Chase 1992; Haviland 1988; McAnany 1995; Welsh 1988). Muchos de los estudios han tomado una perspectiva regional, por ejemplo, Krejci y Culbert (1995:105) clasificaron tumbas de diferentes sitios utilizando materiales de alto valor como el jade para determinar cuáles de las tumbas eran de la élite o de la clase gobernante. Por otro lado, Chase (1992) examina cómo los entierros de diferentes categorías sociales estaban espacialmente distribuidos a lo largo del sitio de Caracol. Sin embargo, quizá los estudios más comunes son los relacionados con riqueza y categoría social, los cuales se basan en la hipótesis de que la organización social y el nivel social se reflejan en la forma de los entierros y en las ofrendas funerarias (Binford 1971; Saxe 1970; Tainter 1975).
Los estudios de riqueza y nivel social (Krejci y Culbert 1995; Rathje 1970; Welsh 1988) están basados en la hipótesis de que la organización social de una comunidad se ve reflejada en sus prácticas funerarias (Binford 1971; Saxe 1970). La renuencia de los arqueólogos procesuales a abordar aspectos no materiales de comportamiento explica la popularidad de los estudios relacionados con las riquezas mortuorias. Estos estudios firmemente materialistas miden las diferencias en las ofrendas funerarias usando elementos cuantificables tales como artefactos en la tumba y la arquitectura de ésta para relacionar dichos indicadores de «riqueza» con el nivel social del individuo (Tainter 1975). Sin embargo, este tipo de estudios tienen la desventaja de concentrarse en entierros de la élite de sitios grandes, además de usar definiciones inconsistentes del concepto «riqueza», y presentar dificultad en cuantificar y calcular las formas no monetarias de riqueza. Chase (1992), por su parte, avanzó en los estudios de riqueza y nivel social a través del análisis espacial que realizó para examinar cómo los entierros de diferentes niveles sociales estaban organizados en el sitio Caracol.
El estudio de Rathje (1970) tuvo lugar al mismo tiempo que los estudios de Saxe (1970) y Binford (1971), al igual que los estudios de éstos, Rathje trató de usar datos funerarios para evaluar las hipótesis respecto a la organización social. Hasta ese momento, muy poco del sistema jeroglífico Maya había sido descifrado, por lo tanto Rathje decidió probar un modelo etnohistórico de la organización política Maya. La importancia del estudio de Rathje yace en que éste fue uno de los primeros intentos de cuantificar datos funerarios para responder a preguntas tales como quién tenía riqueza y por qué la tenía. Además Rathje fue el primero en usar datos funerarios para evaluar un modelo amplio de la organización social Maya. Su estudio tomó en consideración edad y diferencias de sexo o género.
Los estudios regionales de Krejci y Culbert (1995) trataron de definir cambios en las tumbas «reales» entre el Preclásico y el Clásico Temprano. Ellos categorizaron las tumbas a lo largo de los sitios utilizando «la clase y cantidad de artefactos y materiales que han sido tradicionalmente considerados de alto valor para los Mayas de la antigüedad» (Krejci y Culbert 1995:105), para determinar cuáles presentaban posibilidad de ser de las súper-élites o del nivel de los gobernantes. Sin embargo, sus estudios no tomaron en consideración edad, sexo, u organización horizontal como posibles explicaciones de la diversidad que ellos vieron.
El trabajo de Welsh (1988) es el tercer intento (Ricketson 1925; Ruz 1968) de un amplio estudio sintético de los entierros Mayas. Los títulos en su capítulo sirven como un resumen de los típicos enfoques y de los problemas detectados por los estudios mortuorios Mayas, por ejemplo «Tipología de Sepulcros», «Mutilaciones de Esqueletos», «Tipo de Sepulcro y Contexto Sepulcral», «Elementos del Sepulcro», «Implicaciones Sociales de los Datos Funerarios», «La Evidencia de Sacrificios Humanos», «Adoración Ancestral», y «Costumbres Funerarias Mayas». El estudio de Welsh, al igual que los de Rathje, y Krecji y Culbert, toma un enfoque regional y busca la presencia de patrones entre diferentes sitios. Además, al igual que muchos estudios funerarios de los Mayas (Robin y Hammond 1991), Welsh se basa notoriamente en analogía etnográfica para explicar los patrones funerarios.
Debido a que los Mayas fueron claramente una sociedad jerárquica, muy pocos mayistas han tratado de explicar las diferencias de las características de las tumbas a través de medios que no tengan que ver con la jerarquía social en aspectos relacionados con la edad, el género, o la organización social horizontal. Actualmente, los estudios de las prácticas funerarias de los Mayas han sido descriptivos, o histórico culturales, o centradas en la jerarquía social. En verdad, se le ha prestado poca atención al papel que la ubicación de los artefactos en los entierros pueden jugar como parte del ritual funerario. Tampoco se le ha prestado atención a la ubicación o dislocación como factores claves de alteración post-funeraria que pueden tener lugar debido a los saqueos en la antigüedad y/o reentrada ritual. La verdad es que falta conocimiento del comportamiento funerario y éste puede obtenerse a través de un cuidadoso análisis arqueológico, tal como el análisis espacial de las cerámicas de las tumbas de Tikal y Uaxactun presentado en este trabajo.
Se ha considerado la hipótesis de que la ubicación de la cerámica dentro en una tumba no es arbitraria, sino que dicha ubicación tiene cierto significado y coherencia interna. Si el comportamiento funerario de los Mayas tiene correlaciones materiales, entonces dichos patrones se reflejarán en los registros arqueológicos. El problema está en establecer patrones que resulten ambiguos debido a las múltiples funciones de la cerámica (Houston et al. 1989), a la naturaleza multifocal del simbolismo ritual y a la alteración post-funeraria de las tumbas. Este análisis trata de manejar esos problemas utilizando una amplia gama de medidas objetivas tales como color, direccionalidad, clase y presencia de decoración de la cerámica. De igual manera, varias de las interacciones de los datos arqueológicos fueron evaluadas para determinar cuáles patrones son significativos. Finalmente, utilizando el concepto heurístico de «persona social» se intenta dar una explicación de la función y localización de la cerámica. Sin embargo, el objetivo principal es simplemente enriquecer con más detalles tendencias de la información funeraria que merecen más atención.
DATOS, MÉTODOS Y CONJETURAS
Este análisis espacial está respaldado principalmente por la ubicación de la cerámica pues es una excelente fuente de información. La cerámica se encuentran por todas partes, es durable y posee diferentes formas. Además se usa en actividades diarias y en rituales, tiene un rango amplio de usos, desde sin decoración, que se usa en todos los niveles sociales, hasta otra «más elegantes» restringida para ciertas personas y/o circunstancias. La cerámica puede ser clasificada por tipo, de acuerdo a su fecha, y también comparada a través del tiempo y del lugar de origen. Cabe notar que el hecho de que la cerámica sea tan frágil es una ventaja para los arqueólogos pues los fragmentos pueden indicar el lugar de origen en contraste con la alteración. El desgaste natural debido al uso también proporciona información sobre la función, trayectoria, etc (Skibo 1992).
La distribución espacial fue analizada de acuerdo al tipo de decoración y forma para tratar de detectar patrones significativos, sin embargo la explicación de estos patrones es más difícil. A través de la idea de «persona social» se intenta explicar la relación de los grupos de cerámica de acuerdo a sus funciones y su rol dentro del contexto total del sistema (Goodenough 1965). El concepto de «persona social» es una herramienta heurística porque permite interrelacionar el sistema completo de derechos, deberes, privilegios, poder y obligaciones que componen la identidad de una persona mientras vive (Goodenough 1965:2). Cuando una persona entra en un relación de identidad con otro(s) individuo(s), ellos utilizan símbolos que evocan los aspectos de su personaje social y los que quieren enfatizar (Goodenough 1965:6), además de algunos de estos símbolos tendrán manifestaciones materiales. Al momento de la muerte, muchos de los aspectos de la persona social son reflejados a través del ritual funerario porque varias relaciones de identidad se terminan y otras son recreadas (Brown 1995:4-5; Hertz 1960:71-72), y, si esos rituales utilizan símbolos materiales, entonces éstos pueden ser reconocidos en contextos arqueológicos. Por lo tanto, la idea de persona social proporciona una opción para analizar la complicada naturaleza del ritual funerario y la importancia que hay en considerar a ambos el individuo fallecido y al grupo de acompañantes en el funeral.
Sorprendentemente, hay pocos reportes de sitios que provean información detallada de los tipos exactos de artefactos funerarios y la ubicación de éstos en las tumbas para poder llevar a cabo un análisis espacial. Los sitios de Tikal y Uaxactun fueron seleccionados debido a que existen reportes detallados y los sitios tienen varias tumbas grandes pertenecientes al periodo Clásico Temprano. También la historia de estos sitios está interrelacionada y además algunas tumbas poseen fechas jeroglíficas. Finalmente, las seis tumbas analizadas son las que Krejci y Culbert (1995:109) han clasificado como entierros «Reales» Clase 1. Estas incluyen los Entierros 10, 22 y 48 de Tikal (Coe 1990; Culbert 1993), y los Entierros A22, A29 y A31 de Uaxactun (Smith 1950, 1955).
Los siguientes puntos se deben tener en cuenta antes de examinar los resultados del análisis. Primero, el reducido tamaño de la muestra. Segundo, los entierros son del centro de dos sitios bastante grandes; de hecho los entierros están ubicados en los lugares más sagrados dentro estos dos sitios (Rathje 1970:364; Welsh 1988:157). Tercero, todos los entierros son aparentemente de hombres adultos. Por último, el análisis está basado en una comparación simple de frecuencia de diferentes formas y tipos de decoración a lo largo de los siguientes ejes: el lado izquierdo versus el lado derecho del cuerpo, la cabeza (cintura boca arriba) versus los pies (cintura boca abajo) del individuo, este versus oeste, y norte versus sur (Ashmore 1991).
ANÁLISIS DE FORMA
La primera parte del análisis examina tres categorías generales de las formas utilitarias (y supuestas funciones) de las vasijas – ollas (para almacenar), platos, cuencos (para comer), y vasijas cilíndricas (para beber). La cuarta categoría considerada fue la no-utilitaria, supuestamente para rituales, formas tales como efigies e incensarios. Las categorías funcionales se establecen con base en mensajes jeroglíficos en las vasijas, desgaste por el uso, dibujos artísticos en las vasijas, evidencias lingüísticas de los Mayas contemporáneos (Reents-Budet 1994:75-80), como también de los estudios de contextos arqueológicos (Hendon 1989). Las tapaderas no se incluyeron pues éstas fueron consideradas como una parte funcional de cualquier vasija.
La primera forma de las cuatro categorías examinadas es la de platos y cuencos (vasijas para comer). Entre las seis tumbas había 74 vasijas para servir comida (o el 45% de las vasijas consideradas en el análisis de forma), haciéndolas así la forma más considerada. Dichas vasijas contenían una variedad de artículos comestibles y no comestibles tales como: codorniz, semillas, espóndiles, conchas, hematita, mostacillas de jade, copal, y nódulos de calcedonia. Quizá debido a que los platos y cuencos fueron agrupados bajo una misma categoría y/o porque éstas eran multifuncionales (como lo demuestra el hecho de que éstas contenían elementos diferentes a comestibles), las vasijas para servir comida figuran distribuidas equitativamente a través de las tumbas con una pequeña preponderancia en los lados oeste (58%) y norte (55%). Una minoría fue hallada en el lado este (42%; Figura.1). Las vasijas para servir comida también estaban distribuidas a cada lado del cuerpo, implicando otra vez que la ubicación de ellas no era importante (Figura.2). Hay uno de sólo dos (entre nueve) tipos de vasijas analizadas que se ubicaba principalmente en el lado occidental más que en el oriental. El oeste es también una localización común para otro tipo de vasijas utilitarias o no-rituales; sin embargo, es una localización poco común para vasijas en general.
Las seis tumbas poseen cilindros trípodes, típico de estilo Teotihuacan. En base a las evidencias iconográficas y jeroglíficas, es casi seguro que las vasijas fueron utilizadas principalmente para el consumo de cacao y bebidas alcohólicas (Reents-Budet 1994:75), las cuales posiblemente se consumían durante rituales o ceremonias. Sin embargo, los cilindros trípodes de las seis tumbas también tenían otros artículos tales como fragmentos de obsidiana, jade y copal. Reitero, de acuerdo al contenido de estos cilindros trípodes, que hubiera sido más adecuado catalogarlos como vasijas de almacenamiento o vasijas rituales. Hubo un total de 43 cilindros trípodes lo cual hace que éstos sean la segunda forma más común (26%) de las categorías analizadas. Estos se encontraban en su mayoría al lado izquierdo del cuerpo (86%), seguido por el lado este (84%), y cerca a la cabeza (74%). En contraste, una gran minoría las vasijas fueron encontradas al lado derecho del cuerpo (14%), hacia el este (16%), y a los pies (26%). En general, las vasijas tenían una distribución que era muy similar a la de las vasijas de rituales o no utilitarias en contraste con la de las vasijas utilitarias como las vasijas de servir comida examinadas arriba. Estas vasijas que no estaban localizadas en la posición predominante izquierda/este/cabeza tendían a contener otros artefactos tales como navajas de obsidiana, mostacillas de jade, y copal; en otras palabras, estas vasijas fueron utilizadas para almacenar. Cabe anotar que su localización corresponde a la de las ollas. Es importante señalar que dos de las vasijas que estaban hacia el este (posición de subordinación) estaban en el Entierro 22 de Tikal, el cual fue saqueado en la antigüedad y éstas pudieron haber sido movidas en tiempos antiguos.
La tercera categoría considerada es la de las ollas. Las ollas fueron la única modalidad considerada como vasijas para almacenar. Sin embargo, las vasijas de almacenamiento, cuencos y cilindros cuyo contenido no era comida podrían ser catalogadas como vasijas de almacenamiento. En todas las seis tumbas, sólo ocho ollas fueron encontradas o sólo el 5% de las vasijas consideradas en el análisis de forma. En realidad, cinco tumbas tenían una olla, y una tumba tenía tres. Por lo general, la ubicación de la olla se relacionaba a los pies, 88% (n=7; Figura.2). La olla que no estaba ubicada a los pies fue encontrada cerca de la cabeza del Entierro 10 en Tikal y contenía cortezas de pomácea. En este caso en particular, la olla se utilizó para almacenar comida y no líquidos (evidenciado por tinte) como en los otros casos. La segunda ubicación más común para las ollas fue el oeste, un 75% (n=6), seguida por el lado izquierdo y el sur, cada una de estas dos últimas categorías presentó un 63%. Como consecuencia, la ubicación más predominante de las ollas de almacenamiento es mutuamente exclusiva de la de las vasijas rituales/no-utilitarias.
La cuarta categoría incluye formas que probablemente nunca fueron utilizadas para almacenar o consumir alimentos, sino que quizá tuvieron uso ritual. Dichas formas incluyen vasijas de ofrendas, candeleros, efigies e incensarios. Las vasijas de ofrendas y efigies de dos partes fueron contadas solamente una vez porque aparentemente éstas funcionaban como una sola vasija. El número total de vasijas rituales en todas las tumbas fue 38 o 23% de todas las vasijas consideradas en el análisis de forma. La localización predominante para las vasijas sagradas fue cerca a la cabeza (82%), hacia el este (76%), y al lado izquierdo del cuerpo (74%). El alto porcentaje mutuo para estas direcciones es debido en parte a su traslape en espacio, porque la cabeza (en Uaxactun) o el lado izquierdo del cuerpo (en Tikal) siempre apuntan hacia el este. Pocas vasijas rituales, solamente 18% (n=7), fueron localizadas en los pies. Sin embargo debe notarse que de las siete vasijas localizadas a los pies, seis eran vasijas de ofrendas -una en cada tumba excepto en la A31 (Uaxactun; la séptima vasija era una efigie). Igualmente, incensarios y candeleros estaban siempre al lado izquierdo de la cabeza.
ANÁLISIS DE LA DECORACIÓN
La decoración de una vasija indica que ésta tiene un significado artístico y simbólico, y no meramente funcional. Para este análisis, la decoración fue analizada usando dos parámetros diferentes -color y decoración versus sin decoración. Los colores fueron investigados en base a tres opciones: naranja (Águila Naranja), negro (Balanza Negro), y policromo. Las vasijas sin engobe se incluyeron en la categoría «naranja» pues las capas tienden a ser de color muy suave. Las vasijas café decoradas se incluyeron bajo «negro.» La categoría «policromo» incluye las vasijas realmente policromadas, tipos de decoración negativa, y vasijas estucadas. Para el segundo juego de análisis, los policromos y vasijas con superficies elaboradas (por ejemplo punteado), fueron catalogados como piezas «decoradas.» Las vasijas sin engobe, las vasijas negras y naranjas sin diseños fueron clasificadas como «sin decoración.» Las tapaderas fueron incluidas en la cuenta porque éstas por lo general son notoriamente decoradas, fueron libremente mezcladas y casadas entre los cilindros trípodes, y frecuentemente se encontraba que no casaban con ninguno de los cilindros trípodes.
El 46% (n=90) de todas las vasijas son naranja. Las vasijas naranja están más o menos distribuidas equitativamente entre las tumbas. Existe la tendencia de que estén en el oeste (60%) y en el norte (57%; Figura.3). También tienden a estar cerca a la cabeza (57%), pero se encuentran equitativamente divididas entre los lados derecho e izquierdo del cuerpo (Figura.4). Las vasijas naranja son menos dadas a estar presentes en el este (40%). Esta es la distribución que las vasijas para servir comida presentan, al igual que la colocación de vasijas no-rituales o formas utilitarias en general.
El 36% (n=70) de todas las vasijas son negras. Se encuentran ubicadas principalmente al lado izquierdo (73%), en el este (71%), y cerca a la cabeza (70%). Estas vasijas negras presentan poca posibilidad de ser halladas al lado derecho (27%), al oeste (29%), o cerca a los pies (30%). Esta distribución es muy similar a la de las vasijas rituales y cilindros trípodes. Nuevamente, algunas de las vasijas negras que sí se encuentran a la derecha o lado subordinado vienen del Entierro 22 de Tikal y pudieron ser desplazadas cuando fue saqueado en la antigüedad.
La última categoría es la de «policromos.» Esta categoría incluye 33 vasijas o 17% del monto total de vasijas. Los policromos se encuentran predominantemente al lado izquierdo del cuerpo (85%) y al este (79%). Este tipo de cerámica raramente se encuentra al lado derecho del cuerpo (15%) o al oeste (21%). Las vasijas policromas transmiten mensajes relacionados con ritos y política a través de sus símbolos geométricos, figurativos y jeroglíficos. Sin embargo, dichos diseños pueden también aparecer en vasijas rituales, en las vasijas para comer y en cilindros (aunque poco en vasijas de almacenamiento). El hecho de que las vasijas decoradas se encuentren en los mismos lugares que las vasijas rituales y los cilindros trípodes, fortalece la evidencia de que el lado izquierdo/cabeza/este es el área para vasijas con contenido simbólico, y que el lado derecho/pies/oeste es el área para vasijas utilitarias.
Esta observación se refuerza cuando se argumenta sobre la localización de vasijas decoradas en contraste a las vasijas no decoradas. Hay 85 vasijas decoradas que constituyen el 44% del total del grupo. El 82% de las 85 vasijas decoradas están al lado izquierdo de los cuerpos, 73% se halló en el lado oriental, y un 59% está hacia la cabeza; mientras sólo el 18% se encuentra al lado derecho, 27% está hacia el oeste, y 41% hacia los pies. Por otro lado, hay 109 vasijas no decoradas que corresponden al 57% del total de la muestra. Así como las vasijas para servir comida, las vasijas sin decoración no se concentran en un área en particular. El 62% se hallaron hacia el norte (la única categoría donde el norte predomina como ubicación favorita) y 61% hacia la cabeza. Solamente 38% fue hallado hacia el sur y un 39% fue encontrado cerca de los pies. Esta distribución es difícil de explicar porque cae fuera de la categoría izquierda/cabeza/norte a cambio de derecha/pies/oeste si siguiera las condiciones de vasijas utilitarias. Tampoco corresponde a la ubicación de las vasijas rituales debido a la considerable presencia de vasijas no decoradas con dirección hacia el norte. Esta mezcla de distribuciones probablemente se debe al hecho de que la vasijas usadas para rituales, almacenaje, servir alimentos, y cilindros pueden ser no decoradas.
RESULTADOS PRELIMINARES DEL ANÁLISIS ESPACIAL
Se pueden presentar algunas conclusiones preliminares respecto a cuales posiciones fueron importantes para la ubicación de vasijas y cuales no. La direccionalidad cardinal fue menos distinta. Por ejemplo, cuando todas las vasijas, a pesar de su forma o decoración, son consideradas juntas, solamente el norte tiene una pequeña diferencia (53%) sobre el sur (47%); y, la distinción entre norte y sur no fue importante para ninguna de las categorías excepto las vasijas sin decoración, éstas tendían a estar hacia el norte. La distinción entre el este y el oeste fue sólo un poco más significativa. Cuando todas las vasijas se consideraron, el este predominó sobre el oeste, 55% versus 45%; sin embargo, tanto las vasijas para servir alimentos como las vasijas naranja estaban predominantemente en el lado occidental. En contraste con las direcciones cardinales, la posición respecto al cuerpo parece tener cierto significado. La distinción entre cabeza y pies revela alguna importancia pues el 58% de todas las vasijas esta ubicado cerca de la cabeza, mientras que el 42% se ubica hacia los pies. Es digno notar que las vasijas rituales y no utilitarias se encuentran predominantemente cerca a la cabeza y las ollas se encuentran principalmente cerca a los pies. Sin embargo, esas son las únicas dos categorías en las cuales la distinción entre cabeza y pies es claramente significativa. La distinción más aparente es la que existe entre el lado derecho y el lado izquierdo del cuerpo. En general, había una tendencia del 64% a que las vasijas estuvieran al lado izquierdo de los cuerpos. Aún las dos vasijas (una vasija de alabastro en el Entierro 48 y una vasija perecedera con estuco en el Entierro 10 en Tikal), hechas de otros materiales, estaban ambas al lado izquierdo del cuerpo. Por último, el lado izquierdo domina completamente sobre el lado derecho -en ninguna categoría el lado derecho dominaba sobre el izquierdo. El lado izquierdo fue también la localización favorecida por cuatro de las nueves categorías de las vasijas investigadas-decoradas, policromos, negro y cilindros.
Aunque no se realizaron evaluaciones de significado, ciertos patrones llegaron a ser evidentes. Primero que todo, es claro que las vasijas estaban colocadas en ciertas áreas del entierro. La cabeza fue preferida sobre los pies, el lado izquierdo fue preferido sobre el derecho, y el este sobre el oeste. Además, las vasijas que tienen un significado ritual/simbólico se encuentran más a menudo en las ubicaciones preferidas que las vasijas no rituales o de uso común.
PERSONA SOCIAL COMO UNA EXPLICACIÓN
Reents-Budet (1994:82) nota que en dibujos artísticos que representan las funciones del «estado», usualmente hay un cilindro, un cuenco, un plato y una olla. Ella sugiere que un grupo de vasijas para servir representa todas las funciones llevadas a cabo en el lugar. El mismo equipo funcional está en entierros de la élite (es significativo que las ollas son poco comunes tanto en el arte como en las tumbas). Además, diferentes vasijas se agrupan de acuerdo con su tipo funcional (por ejemplo un grupo de cilindros, un grupo de platos naranja, etc). Sin embargo, en estas súper tumbas de la élite hay más de un «equipo funcional». Los grupos de vasijas adicionales para servir alimentos y bebidas en los rituales sugieren que uno de los roles de esta élite era el entretenimiento. Esto no es tan superficial como parece. Aparentemente, la política Maya en la antigüedad incluía un gran ritual. Pinturas artísticas en vasijas cilíndricas presentan reuniones de los gobernantes, dignatarios, pagadores de tributos, y similares. Muy a menudo estos eventos incluían alimentos y bebidas rituales.
Aunque la explicación más común para la presencia de estas vasijas en los entierros es que contenían alimentos y bebidas para el sustento de la persona después de la muerte y que varios juegos de vasijas simplemente eran una muestra de riqueza, yo argumentaría que es más posible que la presencia de varios juegos de vasijas representen tanto los roles sociales, políticos, y rituales del difunto como los roles complementarios de los involucrados en el funeral.
Este análisis sugiere que el montaje total de las vasijas en la tumba siguió reglas culturales en lo concerniente a la direccionalidad, pero que vasijas individuales fueron seleccionadas y redecoradas para contrastar con la persona social del difunto. Las modificaciones de las vasijas también pueden suministrar información sobre la representación social, política y ritual de los participantes en el funeral. Finalmente, las vasijas muestran que una visita post-funeraria puede ser hecha. Un ejemplo obvio es el caso del Entierro 22, pero parece posible que una revisión minuciosa de tumbas que tengan vasijas con graffiti, que carezcan de vasijas decoradas y vasijas rituales, y que tengan vasijas «que no hacen juego», o les falten tapaderas, etc, verificaría que en dichas tumbas se ha realizado una visita ritual post-funeraria o que éstas se han dejado abiertas por periodos de tiempo significativos. Una manera adicional de probar una visita ritual post-funeraria sería ver si hay patrones similares en otros tipos de artefactos (por ejemplo, muy pocos jades de un collar completo, incisiones en láminas de obsidiana, etc), como también modificaciones, desplazamientos, o ausencia de huesos humanos.
FUTURAS INVESTIGACIONES Y CONCLUSIONES
Otros patrones se notaron en esta investigación pero no fueron investigados sistemáticamente. Primero, si las vasijas en los entierros fueron consideradas como indicadores de riqueza, las vasijas usadas son más comunes de lo que uno espera encontrar. Estas vasijas usadas pueden representar propiedad personal. De hecho, muchas de las vasijas usadas son importadas y es muy factible que éstas representen conexiones personales y políticas realizadas durante la vida del difunto con otras regiones y no sean sólo artículos obtenidos por «comercialización». Obviamente, algunos artículos pueden ser reliquias familiares. Desafortunadamente, debido a que los tipos de cerámica Maya raramente se extiende por menos de cien años, es difícil detectar reliquias familiares relativamente jóvenes (por ejemplo, vasijas pertenecientes a los padres o a los abuelos).
También creo que un significado simbólico puede haber sido adherido a las vasijas en el momento del fallecimiento como una conmemoración (esto es quizá lo que las vasijas mal pintadas del Entierro 116 de Tikal representan [Culbert, comunicación personal 1998]) y, quizá, durante un ritual post-funerario. Por ejemplo, vasijas decoradas y punzonadas eran a menudo estucadas. Esta sobre-decoración pudo haber sido una manera barata de relucir vasijas viejas, o el mismo proceso de decoración puede haber sido importante. Los graffiti realizados en las vasijas halladas en las tumbas también pueden ser considerados clave en las visitas post-funerarias a éstas. Por ejemplo, el Entierro 22 (considerado perteneciente a Garra de Jaguar) de Tikal tiene varias vasijas con graffiti que fueron probablemente decoradas durante su saqueo o visitas post-funerarias. Schele y Grube leyeron un pasaje sobre la Estela 31 como un registro de «un segundo entierro de Garra de Jaguar (Jaguar Paw) o la toma de posesión de las reliquias de su tumba» (1994:88).
Los resultados presentados aquí son definitivamente preliminares y probablemente sólo se aplican a las tumbas de la élite perteneciente al periodo Clásico Temprano. Se espera que este análisis sea prometedor para trabajos futuros en el tema. Cualquier investigación futura necesitará una muestra más grande de otros sitios y periodos de tiempo. También será necesario confirmar los patrones espaciales usando análisis estadístico. El análisis funcional de las vasijas sería fortalecido a través de la comparación con vasijas halladas en otros contextos, especialmente en entierros que no sean de la élite, y de contextos domésticos. Finalmente, cualquier estudio verdaderamente profundo requerirá un análisis adicional de las vasijas mismas contemplando su uso, desgaste, composición y análisis residual.
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Figura 1 Análisis de forma – direccionalidad
Figura 2 Análisis de forma – lados del cuerpo
Figura 3 Análisis de decoración – direccionalidad
Figura 4 Análisis de decoración – lados del cuerpo