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48 Resultados de los sondeos efectuados en los peñascos Los Migueles y Alonzo, y avances en el registro de pintura rupestre en el departamento de Chiquimula. – Lucrecia Pérez de Batres, Carlos Batres Alfaro, Ramiro Martínez Lemus, Luis Rosada Morán y Nury Escobar de Milián – Simposio 13, Año 1999

 

Pérez de Batres, Lucrecia, Carlos Batres, Ramiro Martínez, Luis Rosada y Nury Escobar de Milián

2000        Resultados de los sondeos efectuados en los peñascos Los Migueles y Alonzo, y avances en el registro de  pintura rupestre en el departamento de Chiquimula. En XIII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1999 (editado por J.P. Laporte, H. Escobedo, B. Arroyo y A.C. de Suasnávar), pp.639-658. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

48

RESULTADOS DE LOS SONDEOS EFECTUADOS EN LOS

PEÑASCOS LOS MIGUELES Y ALONZO,

Y AVANCES EN EL REGISTRO DE PINTURA RUPESTRE

EN EL DEPARTAMENTO DE CHIQUIMULA

Lucrecia Pérez de Batres

Carlos Batres

Ramiro Martínez

Luis Rosada

Nury Escobar de Milián

En las memorias de los Simposios de Investigaciones Arqueológicas de Guatemala de 1997 y 1998, el proyecto Estudio de la Pintura Rupestre de Chiquimula, presentó el registro de las pinturas que se encuentran plasmadas en los paredones rocosos de los sitios Peñasco Los Migueles y Peñasco Alonzo, ubicados en San Juan Ermita, Chiquimula (Batres et al. 1998; Pérez de Batres et al. 1999). Sin embargo, para definir los sitios con mayor exactitud, se hacía necesaria la excavación de las bases de estos refugios, por lo que con el aval de la Escuela Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, se procedió a presentar un plan de trabajo ante el Instituto de Antropología e Historia, para llevar a cabo esta actividad arqueológica. Las excavaciones incluyeron 15 unidades en el primero de los sitios y 3 en el segundo (Figuras 1 y 2), y se realizaron durante los meses de septiembre y octubre de 1998.

La excavación tuvo como objetivos fundamentales determinar la estratigrafía de los sitios y recuperar suficiente material cultural, que permitiera asignar una posible cronología a los mismos. Cabe decir que la importancia de la excavación de las bases de abrigos rocosos que contemplan dentro de su estructura cualquier tipo de manifestación rupestre, radica en establecer una posible conexión contexto-pintura y no solamente en el registro de la actividad artística como tal. Las únicas relaciones posibles se darían entonces dentro del ámbito iconográfico, limitándose a la interpretación de una sola faena cultural y restringiendo muchos de los aspectos de la dinámica social de los grupos que visitaron o vivieron dentro de estos recintos.

LAS EXCAVACIONES DEL PEÑASCO LOS MIGUELES

Debido al grado de alteración que presenta la base del Peñasco Los Migueles, la excavación consistió en la remoción de fragmentos de roca en cada una de las operaciones, sin que se pudiera determinar algún tipo de estratigrafía. Cada operación debió detenerse al encontrar grandes masas de roca imposibles de mover. Dichos bloques proceden de dos circunstancias básicas: 1) parte del alero del abrigo, que al fracturarse y desprenderse, dejó sus fragmentos esparcidos por toda la base; 2) parte del mismo afloramiento calizo que conforma el cuerpo del abrigo. Por ello, la profundidad máxima alcanzada en una de las unidades fue de 1.70 m.

En el caso del Peñasco Alonzo, uno de los pozos, la unidad Al-01 (practicada junto al paredón del abrigo), alcanzó 5.70 m bajo la superficie. En este pozo, se pudo percibir dos estratos: el superior, formado por fragmentos de roca y polvo calizo, que mide 5.40 m de profundidad. El segundo, un estrato de arena blanca, del cual solamente se excavaron 0.20 m, ante la imposibilidad de seguir profundizando por la fragilidad del contexto y porque el mismo se definió estéril, culturalmente hablando.

Quizá lo más sorprendente de la excavación del pozo Al-01 del Peñasco Alonzo, fue la gran cantidad de material recuperado, ya que muchas de las conclusiones derivadas de la interpretación de laboratorio, están basadas en los vestigios procedentes de esta operación.

En cuanto al material recuperado, se definieron varios complejos que incluyen cerámica, lítica, la que se subdividió en obsidiana y otras herramientas de roca. Restos óseos y otros materiales orgánicos.

CERÁMICA

El análisis cerámico, aunque preliminar, tuvo como objetivo inmediato proporcionar una cronología para los sitios bajo estudio. Como en la mayor parte de los trabajos de análisis cerámico, la muestra analizada, presenta dos clases: sin engobe y con engobe.

Los grupos engobados incluyeron vasijas finas de paredes delgadas o medias, con recubrimiento de color variable, aunque generalmente monocromos, que se encuentran dentro de las tonalidades rojo-naranja, negro, crema y café oscuro. Los pocos tiestos bicromos o policromos tienen combinaciones de estos colores. Es preciso hacer notar que una gran cantidad de tiestos de esta clase se encuentran cortados y limados. Los grupos sin engobe, en cambio, sólo presentaron alisados y/o aplicación de pintura roja en algunos casos, sobre paredes de grosor variable.

De cualquier forma, las mezclas usadas en la preparación de la pasta de la cerámica evidencian una estrecha relación con los materiales geológicos que circundan a los sitios, ya que se pudo identificar inclusiones de cuarzo lechoso, cristalino o rosado, mica en algunos grupos y a veces partículas ferruginosas, todas de gran abundancia en la región. Son muy escasas las muestras que incluyeron caolín, caliza o ceniza. Con una granulometría fina, las pastas por lo general están bien cocidas, incluyendo cuencos y cántaros, muy sencillos.

Las posibles comparaciones se establecieron en forma visual y/o bibliográfica con tipologías de los sitios más cercanos a la región donde se encuentra ubicado el Proyecto. Como el mismo está localizado en una zona fronteriza entre Guatemala y Honduras, se tomaron en cuenta tipologías de ambos países.

Se pudo determinar que las similitudes son mínimas y las dudas con respecto a la filiación cerámica de San Juan Ermita, ciertamente inquietantes. Por lo tanto, los grupos monocromos que presentan recubrimiento, pueden definirse de la siguiente manera:

GRUPO ROJO (Fotografía 1)

El engobe, que puede estar mezclado con mica, es de color rojo de tono variable. Muestra alisado, pulido o bruñido y está aplicado al interior y/o exterior de las paredes. En el Peñasco Alonzo se encontró un fragmento de orejera perteneciente a este grupo.

GRUPO NARANJA (Fotografía 1)

Este grupo pudo ser diferenciado de los rojos en el Peñasco Alonzo, aunque en Los Migueles, es indistinguible de estos últimos. Sus paredes son alisadas, bruñidas o pulidas, cubriendo una o ambas superficies. En un tiesto se encontró posible decoración en negativo.

GRUPO CREMA

El engobe fue aplicado sobre ambas superficies, está pulido y bruñido con presencia de mica en el mismo.

GRUPOS NEGROS (Fotografías 2 y 4)

La superficie de estos grupos negros puede estar bruñida, pulida o alisada. En el grupo Negro Bruñido, se aplicó pintura roja precocción sobre el engobe negro, que posteriormente se bruñó. El engobe puede cubrir la superficie total del tiesto o estar aplicado en bandas cruzadas; en algunas de las superficies se aprecian acanaladuras e incisiones. El grupo Negro Pulido, en cambio, posee pintura roja post-cocción, aplicada sobre el engobe negro pulido. El grupo Negro Alisado no presenta pintura y en algunos casos existen estriaciones paralelas o cruzadas.

GRUPOS CAFÉ

Nuevamente, estos grupos se diferencian por el bruñido, pulido o alisado de la superficie. El Café Bruñido posee superficies de tono café claro, café rojizo o café oscuro, incluyendo mica en poca cantidad. El Café Pulido puede presentar pintura roja fugitiva y en uno de los tiestos hay una impresión tubular. El Café Alisado muestra huellas de alisado pre-engobe, pudiendo incluir mica en el recubrimiento. También en el Peñasco Alonzo, se encontró un fragmento de orejera perteneciente al grupo Café Bruñido.

INDETERMINADOS

De la unidad Al-02 del Peñasco Alonzo se recuperó una serie de tiestos varios, formados por cerámica de textura muy suave al tacto, cuyo engobe al parecer fue café oscuro, sin pulir o bruñir, perdido en la mayoría de los casos. Deja al descubierto superficies de color diverso: amarillo, naranja, crema o café, con un alto porcentaje de mica. Es posible que dicho engobe cubriera ambas caras. Uno de los tiestos muestra una acanaladura.

Entre los grupos bicromos y policromos se incluyen tres categorías, aunque por lo general, cada una incluyó muy escasos representantes (Fotografías 3 y 5):

ROJO SOBRE CAFÉ

Superficie café oscura, con evidencia de pintura roja precocción, aplicada cerca del borde interno, que puede extenderse hasta cubrir la superficie externa.

CAFÉ Y NEGRO (Fotografía 5)

En este grupo una de las superficies es de color café claro y está bruñido, la otra cara es negra y también está bruñida o bien el negro se aplicó sobre café, cubriendo desde el borde externo, que se prolonga a la superficie interna.

ROJO SOBRE CREMA

De superficie bruñida, el cuerpo de los tiestos es crema o blanco, sobre el que se aplicó pintura roja en bandas gruesas y geométricas. En uno se observa un hermoso diseño en negro sobre el engobe blanco y su pintura roja contiene abundante mica.

OBSIDIANA Y OTRAS HERRAMIENTAS LITICAS

El total de las piezas de obsidiana recuperadas de ambos sitios fue de 444. Dicha muestra, se encuentra dividida en un 30.20% de lascas, 11.30% de navajas y 6.30% de puntas de flecha o proyectil. Con base en los resultados obtenidos, se puede hacer el siguiente análisis para el material de obsidiana (Figuras 3, 4 y 5):

El Peñasco Alonzo manifiesta una industria de navajas (Figura 3-B), considerando que las puntas de flecha recuperadas (Figura 4), se tallaron sobre formas previas, es decir, navajas. También se encontraron dos puntas de proyectil (Figura 4), así como navajas irregulares, lascas (Figura 5-B) y desechos.

En el casco Los Migueles, se define una industria de lascas (Figura 5-A), denominada así porque cuenta con productos secundarios, productos finales y matrices. Además se recuperaron algunas navajas (Figura 3-A) y una punta de proyectil.

Por otra parte, ambos sitios tienen como característica común el compartir la fuente de procedencia de la materia prima, conque se elaboraron sus herramientas de obsidiana. Esta ha sido identificada en base a las características definidas por Carpio (1989), como de Ixtepeque (en tanto no se encuentre otra fuente más cercana con rasgos similares).

Las características macroscópicas de la misma son: color café a gris, de transparente a traslúcida y algunas veces veteada, de textura lisa y brillante. Sin embargo, hay algunas muestras, que podrían relacionarse con la fuente de El Chayal, ya que en este yacimiento la obsidiana es negra, transparente o translúcida, de textura lisa, posiblemente brillante y en ocasiones incluye superficies veteadas. El resto del material lítico incluyó 60 artefactos procedentes del Peñasco Los Migueles y 42 recuperados de la unidad 1 del Peñasco Alonzo.

La materia prima identificada en esta industria incluye jade, caliza, gabro, hematita, cuarzo, calcedonia, sílex, toba volcánica, jaspe, esquisto, entre otras. Muchas procedentes de los alrededores de ambos sitios y otros de lugares distantes, lo que señala el flujo del traslado de estos materiales hacia los abrigos. En algunas de las superficies de estos artefactos líticos se pudo identificar restos de pigmento rojo.

Algunos de los artefactos recuperados pueden considerarse como ecofactos procedentes del entorno, incluidos los arroyos y el río que se encuentran en el valle. Por lo tanto, dentro de los hallazgos de roca de los sitios Peñasco Los Migueles y Alonzo, podemos definir los siguientes: pulverizadores redondos, pulverizadores oblongos, cantos rodados modificados, pulidores (Figura 6), percutores (Figura 6), perforadores y núcleos (Figura 7), raspadores (Figura 7), minas de tiro, piedras de moler (ápodas) y un mortero.

RESTOS ÓSEOS

La muestra total estuvo constituida por 136 fragmentos de los cuales 82.35% se recuperaron del pozo 1 del Peñasco Alonzo y un 17.65% de las unidades de excavación del Peñasco Los Migueles. En cualquiera de los dos abrigos, la mayor parte de los huesos recuperados corresponde a animales de mediana alzada, pero también pueden identificarse huesos de ave en el Peñasco Alonzo. En ambos casos, se encontró al menos un resto humano. La mayor parte de las evidencias corresponden a huesos largos, siguiendo en orden los planos y cortos.

Los hallazgos de huesos de animales incluyen a manera de ejemplo las siguientes partes anatómicas: fragmentos de hueso largo (Fotografía 10), fragmentos de hueso corto (Fotografía 8), epífisis, trócleas, fragmentos de huesos planos, entre los que vale la pena mencionar un cráneo, probablemente corresponde a un pizote o una especie relacionada (Fotografía 9).

Algunos de los huesos encontrados presentan manchas pardas o moteadas sobre la superficie, lo cual es evidencia de la putrefacción a la que se sometió el cadáver, luego de ser aprovechadas sus partes por el hombre. De lo contrario, sus restos hubiesen sido sometidos a la acción de los depredadores. Quizá lo más importante con este tipo de vestigio óseo es que representa a una fauna de tamaño considerable, que hoy en día, ya no se encuentra en los alrededores.

Por su parte, la muestra de posible origen humano, comprende a: una costilla en la que se aprecian signos de mordedura (Fotografía 6), fragmentos de cabeza de húmero, probablemente perteneciente a un individuo joven de sexo femenino de complexión fina, y dos falanges (Fotografía 7).

OTROS RESTOS ORGÁNICOS

La más voluminosa y pesada de las evidencias recuperadas está constituida por restos de lo que comúnmente se conoce como «jutes» (Figura 7), con un total de 479 piezas para 11 pozos del Peñasco Los Migueles y 16,184 para los 3 pozos del Peñasco Alonzo, de los cuales el 99.44% procede de la unidad Al-01.

Las especies establecidas para estos restos orgánicos de caracoles comestibles, pertenecen en un 94.99%, a Tryonia spp y a Charadreon spp (Figura 8), que únicamente se diferencian por el color de la concha y que actualmente ya solo pueden ubicarse en el lecho del río que irriga el valle de San Juan Ermita; lo mismo podría decirse para los restos de cangrejos encontrados. Porcentajes insignificantes pertenecen a otras especies de caracoles, sin importancia alimentaria.

Los restos de concha procedentes de las excavaciones incluye fragmentos o especímenes, que en la mayor parte de los casos, no tiene punta; ello evidentemente indica, que la misma se fracturó para succionar el nutritivo contenido. También se encontraron algunas muestras de concha completas que fueron recuperados de una oquedad de la pared del Peñasco Los Migueles, junto a otros vestigios (tales como fragmentos de cerámica cortados, que incluía algunos de los más bellas tiestos recuperados), así como huesos de animal con evidencia de quema, etc. Esto puede indicar que todos, fueron ofrendados a la peña.

De la evidencia vegetal recuperada de las excavaciones, se identificaron 9 familias y 11 especies; entre las que tenemos, jocote, tecomate, palo jiote, chacte o palo amarillo, alguna especie de caoba, cedro y maíz, todas conocidas en la actualidad en San Juan Ermita, aunque también se recuperó semillas de Ramón, del cual los habitantes de los alrededores manifiestan jamás haberlo conocido.

LOS OTROS REFUGIOS ROCOSOS IDENTIFICADOS

Como producto de las actividades de reconocimiento de la temporada de campo de 1998, se ubicaron tres refugios más con pintura rupestre dentro del departamento de Chiquimula. El primero, se encuentra en la aldea El Rodeo, Esquipulas, en donde se encontró un abrigo con una única pintura blanca, plasmada sobre el techo del alero (en este sitio, el mismo se encuentra intacto). Al parecer la misma representa un gran rostro (esquematizado). A esta representación se le conoce en las inmediaciones, como «el diablo».

En la aldea Yerbabuena, Quezaltepeque, se encontró una formación con cierta cantidad de pinturas plasmadas en rojo. Las mismas incluyen una serie de figuras geométricas y/o abstractas, entre las que se incluyen círculos concéntricos, otra, que es llamada como «la copa del diablo», manchas, etc. Es evidente, que el patrón que rige la relación entre el hombre y las manifestaciones pictóricas rupestres, dentro del departamento de Chiquimula, tiende a asociarla con este ser sobrenatural.

En San Juan Ermita, se encontró otra formación caliza con pintura. Momentáneamente le asignó el nombre de «Peña Pequeña» e incluye figuras geométricas, antropomorfas y abstractas, pintadas en un solo tono de rojo.

El registro de las pinturas de estos sitios se llevará a cabo en temporadas futuras.

ANÁLISIS DE RESULTADOS

En lo que respecta a las actividades de excavación y para definir los sitios estudiados e incluidos en el presente documento, deben analizarse dos tipos de disturbio principales (ya que los mismos influyen de manera directa sobre el depósito estratigráfico de los materiales y la conservación del contexto arqueológico. Por lo tanto, generan un comportamiento diferencia para ambos sitios). Estos agentes de disturbio son: humanos contemporáneos y geológicos. Dentro de la primera categoría podemos definir al Peñasco Los Migueles.

Como se mencionó en las Memorias de los dos Simposios anteriores, la base de esta estructura rocosa, se vio alterada por la acción de los vecinos cercanos, quienes removieron el «polvo» del contexto, al asignarle propiedades benéficas contra las «heladas» que afectan a los almácigos de cebolla que se siembran en los alrededores y que son la base del sustento de la economía local. Ello implica, según se puede deducir a través de la comparación de materiales efectuada con el pozo AL-01 del Peñasco Alonzo y la huella dejada sobre el paredón de este abrigo, que aproximadamente entre 1.00-1.50 m del contexto fue removido y depositado sobre los cultivos. De allí, la escasez de material recuperado de las diez unidades de excavación que se encuentran dentro del área de sombra del alero de este refugio y el grado de desorden estratigráfico en que los mismos fueron ubicados. No obstante, en este abrigo y con base en la clasificación tecnológica, pudieron definirse básicamente dos momentos en la historia arqueológica de este abrigo: uno precerámico y otro cerámico.

El primero está representado por un amplio uso de herramientas líticas, dentro de las que se pudieron identificar pulverizadores, raspadores, pulidores, hachas o percutores, entre otras. También se pueden asignar a este momento, algunas de las herramientas de obsidiana de tecnología simple entre las que se destacan lascas de tamaño considerable, que probablemente también pudieron servir como raspadores.

El momento cerámico está representado en su mayoría por tipos monocromos o cuando mucho bicromos, bien trabajados (buena calidad de pasta y acabado de superficie, de paredes delgadas y mezclas uniformes en la pasta), aunque también hay vasijas de uso doméstico.

Con respecto a los factores geológicos que afectan a este tipo de formación rocosa, el Peñasco Alonzo es un buen ejemplo. Las alteraciones (diaclasas) de su superficie son la evidencia del efecto tectónico directo de la falla de Jocotán. Esto mismo -dado que el factor humano es menos ostensible, aunque sí se dio-, pudo afectar la estratigrafía de la base de este refugio, ya que al igual que en el caso del Peñasco Los Migueles, el material se encuentra desordenado (mezclado con abundante roca fragmentada y polvo de la misma), aunque señalando dos o más momentos arqueológicos. Al parecer, en este sitio, la ocupación o visita, fue prolongada, ya que existen materiales líticos (tajadores, pulverizadores, puntas de proyectil) y de obsidiana (lascas, navajas irregulares), que señalan un momento muy temprano en la historia del hombre, pero también hay elementos, como las puntas de flecha de obsidiana, que claramente lo sitúan alrededor del periodo Postclásico. La longitud de la ocupación es perceptible, además, a través de la variedad de estilos y técnicas representadas en las pinturas.

Las evidencias de material biológico (animal y vegetal), pudieron corresponder a cualquier momento en la historia arqueológica del Peñasco Los Migueles, aunque dentro de los mismos es importante hacer resaltar la presencia de conchas de molusco de agua dulce y de Brosimum alicastrum o ramón. Los mismos definen una etapa de cazadores-recolectores y el segundo una cultura prehispánica, ya que en la actualidad ya no es posible ubicar a ninguna de estas dos especies en los alrededores inmediatos. De cualquier manera, el resto de los hallazgos botánicos permiten considerar dos situaciones: a) que se les defina como restos contemporáneos, sin valor arqueológico; b) que definan un ambiente homogéneo a través de los siglos, si se les considera como evidencia arqueológica.

Por su parte, la evidencia zoológica parece indicar que los restos animales que se encontraron quedaron depositados en la base de los abrigos, después de que las partes aprovechables fueran explotadas -como alimento, como fuente de otros recursos animales (pieles, grasa, huesos para herramientas, etc.) o bien como ofrenda ceremonial- por los usuarios de esta formación rocosa.

La presencia del hombre también podría corroborarse por la presencia de restos humanos procedentes de un posible sacrificio de ofrecimiento por mutilación, puesto que ninguno de estos hallazgos corresponde a una inhumación, dado que no se encontró un esqueleto completo.

Los restos animales y botánicos permiten, por lo tanto, proponer una forma alimentación para los ocupantes o visitantes de estos sitios: caza y recolección, de mamíferos y aves, plantas comestibles locales y una abundante cantidad de moluscos (caracoles y cangrejos de agua dulce), que pudieron transportarse de cualquiera de las fuentes de agua cercanas (nacimientos, quebradas, el río Carcar que corre en el valle, etc).

Lo anterior sustenta el planteamiento de que el uso de estos abrigos sería estacional y no permanente, pues ninguno de los hallazgos botánicos recuperados es de procedencia agrícola, además de existir varios indicadores de culto.

CONCLUSIONES

Dado que existen manos positivas y negativas pintadas en los paredones rocosos de uno de los sitios analizados, es indudable que la presencia del hombre se dio en algún momento del pasado; por lo tanto, no existe mayor dificultad para definir las actividades que se proponen para estos refugios rocosos, sino que su problemática se centra en la cronología de ocupación o uso.

En realidad, el área donde se encuentran ubicados, puede definirse como región de campamentos estacionarios, que pudieron servir al hombre durante el pasado, con tres propósitos básicos: a) refugios durante su travesía hacia otros lugares o sitios; b) lugares de culto, a través de una relación panteísta de tipo hombre-naturaleza; c) sitios de observación astronómica, por sus condiciones morfológicas (se encuentran a una altura considerable, sobre una extensa área abierta, desde donde se puede dominar el firmamento).

No puede decirse que los tres usos se continuaran dando a través de toda su historia arqueológica, ni que fueran excluyentes. Lo que sí puede reconocerse es que existieron momentos de ocupación diferente, basados en dos tipos de evidencia de excavación: tecnología de las herramientas recuperadas y los restos cerámicos. Ante ello se propone que los sitios tuvieron un momento pre-cerámico y uno cerámico.

Las herramientas líticas, que fueron manufacturadas en sílex, gabro, calcedonia, jaspe, caliza, etc, definidas como pulverizadores, raspadores, pulidores, percutores o hachas de mano, muestran una tecnología de talla rudimentaria, relacionándolas con épocas muy tempranas de ocupación, sin que se pueda otorgar momentos diferentes a los sitios sobre la base de este hallazgo. En contraposición, las puntas de flecha procedentes de la unidad AL-01, le otorgarían al menos al Peñasco Alonzo, una temporalidad tardía que lo ubicaría durante el Clásico Tardío-Postclásico.

En cuanto a la cerámica, por la uniformidad de los atributos descritos, puede otorgarse a estos sitios una temporalidad correspondiente al Preclásico Medio y no más allá del Clásico temprano. A esta conclusión cronológica preliminar llegamos al correlacionar la alfarería de San Juan Ermita con la del Proyecto Motagua Medio, facilitada gentilmente por Héctor Paredes.

No obstante, existe un tercer elemento que otorgaría una cronología más confiable. Si en el futuro el Proyecto contara con fondos para practicar un análisis de radiocarbono a un conglomerado encontrado en el Peñasco Los Migueles, que el geólogo Víctor Vaides dictaminó como una formación cultural. Esta se le puede definir como un área de quema -probablemente un fogón-, que se solidificó y vitrificó, compactando por acción del fuego restos de moluscos, ceniza, carbón, obsidiana y otras herramientas líticas. Es en el carbón que contiene donde se encuentra la fuente de datación, que aunque pudiera no tener una relación directa con las pinturas, por lo menos ayudaría a determinar la época en que el hombre llegó a los abrigos, usó este tipo de herramientas y se alimentó de caracoles y cangrejos.

Para explicar los posibles sucesos, que se dieron durante el uso de estos refugios, es necesario hacer una interrelación del complejo de materiales recuperados.

La cerámica, al presentar una cantidad considerable de tiestos cortados, correspondientes a los grupos finos, podría indicar que aquellos se estaban ofrendando; especialmente porque parte de los mejores ejemplares fueron encontrados dentro de una oquedad en la pared del Peñasco Los Migueles.

Las herramientas líticas demuestran actividades de caza o corte para la obtención de productos animales. Los restos de pigmentos en algunas de las mismas, indican que las pinturas con que se plasmaron las representaciones, fueron preparadas en el lugar.

Referente a los vestigios óseos (humanos o animales), los mismos corresponden a tres tipos de actividad: pitanza u obtención de productos animales, muerte en el lugar, ya que los abrigos pudieron servir como tal, para hombres y animales, ofrecimiento ritual.

Ante todo ello se puede afirmar que los Peñascos Alonzo y Los Migueles se definen como campamentos estacionales, a los cuales llegaban visitantes con propósitos rituales, que durante su estancia cazaban animales como fuente de insumos o de alimentación, o bien para ser ofrendados, pero que también aprovechaban otras bondades del entorno, entre los que se encuentran los «jutes», de excelente valor proteico, y que estuvieron visitando los sitios, probablemente desde momentos muy tempranos, como el Arcaico, hasta momentos tardíos, durante el Postclásico.

REFERENCIAS

Batres, Carlos, Ramiro Martínez, Nury de Milián, Lucrecia Pérez y Luis Rosada

1998        Las pinturas rupestres del peñasco Los Migueles, municipio de San Juan Ermita, Chiquimula: informe preliminar. XI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1997 (editado por J.P. Laporte y H. Escobedo):499-512. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

Carpio Rezzio, Edgar Humberto

1989        Las herramientas de obsidiana en Balberta: tecnología y función. Tesis de Licenciatura, Área de Arqueología, Escuela de Historia, USAC, Guatemala.

Pérez de Batres, Lucrecia, Carlos Batres, Ramiro Martínez, Nury Escobar de Milián y Luis Rosada

1999        Estudio de la pintura rupestre de Chiquimula: Peñascos Los Migueles, Alonzo y Cerón. XII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1998 (editado por J.P. Laporte, H. Escobedo y A.C. de Suasnávar):791-806. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

Figura 1 Peñasco Los Migueles: plano de la base y ubicación de los pozos de exploración

Figura 2 Peñasco Alonzo: plano de la base y ubicación de los pozos de exploración

Figura 3 Peñasco Los Migueles y Alonzo: navajas de obsidiana

Figura 4 Peñasco Alonzo: puntas de flecha y puntas de proyectil

Figura 5 Peñasco Los Migueles y Alonzo: lascas de obsidiana

Figura 6 Peñascos Alonzo y Los Migueles: artefactos líticos

Figura 7 Peñascos Alonzo y Los Migueles: artefactos líticos

Figura 8 Peñascos Alonzo y Los Migueles: restos de conchas de molusco

Fotografía 1 Peñasco Alonzo: grupos cerámicos Rojos

 

Fotografía 2 Peñasco Alonzo: grupo cerámico Negro Alisado

Fotografía 3 Peñascos Alonzo y Los Migueles: grupos cerámicos bicromos y policromos

Fotografía 4 Peñasco Los Migueles: grupo cerámico Negro Bruñido

Fotografía 5 Peñasco Los Migueles: grupo cerámico Café y Negro

Fotografía 6 Peñasco Los Migueles: restos óseos/fragmento de costilla, posiblemente de origen humano

(con signos de mordedura)

Fotografía 7 Peñasco Alonzo: restos óseos/falange, probablemente de origen humano

Fotografía 8 Peñasco Alonzo: restos óseos/huesos cortos, posiblemente de vértebra atlas de animal de

alzada grande

Fotografía 9 Peñasco Alonzo: restos óseos/fragmento de huesos planos; posible cráneo de pizote

Fotografía 10 Peñasco Alonzo: restos óseos/fragmento de hueso largo de animal de alzada grande;

muestra conducto

 

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