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Brown, Linda A. y Luis Alberto Romero
2002 Lugares sagrados para ritos de cacería. En XV Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2001 (editado por J.P. Laporte, H. Escobedo y B. Arroyo), pp.674-681. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.
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LUGARES SAGRADOS PARA RITOS DE CACERÍA
Linda A. Brown
Luis Alberto Romero
El objetivo general del Proyecto Etnoarqueológico Costumbres Mayas ha sido el de llevar a cabo un trabajo de investigación enfocado en las correlaciones materiales existentes en las áreas de actividades rituales comunitarias, que han sido utilizadas tradicionalmente por quienes realizan rituales Mayas en el Altiplano de Guatemala. El propósito principal de la investigación es registrar de manera sistemática la arquitectura, rasgos y desechos relacionados con las áreas en donde se ejecutan los rituales comunitarios. Este trabajo parte de la premisa de que la aplicación de una perspectiva material en los santuarios existentes hoy en día en los pueblos, puede ser un medio de utilidad en el campo de la investigación etnoarqueológica, para desarrollar métodos más confiables que se ocupen de las correlaciones materiales de los antiguos rituales Mayas.
Durante las investigaciones se registraron sitios localizados en lugares que los indígenas contemporáneos utilizan para sus rituales. El contenido de este artículo se iniciará tratando de dar respuesta a la pregunta ¿qué tipos de lugares son utilizados para llevar a cabo los rituales? Después se hará énfasis en un tipo particular de santuario, el que se utilizaba para las cacerías ceremoniales.
SITIOS GEOGRÁFICOS SAGRADOS
Evon Vogt (1981) define cinco tipos de sitios geográficos sagrados que son usados para rituales: vitz (montañas), ch’en (ciertas concavidades en las rocas), hap’osil (algunos pasos de montaña), ton (ciertas rocas) y te (árboles). Aunque no fue posible detectar algún sitio que correspondiera a la categoría de pasos de montaña, sí se registraron algunos ejemplos de los demás. A continuación se presentará la discusión de los sitios geográficos registrados, principiando con las montañas propiamente dichas.
Las características topográficas que se incluyen en la categoría de montañas, abarcan pequeñas elevaciones en medio de una planicie, colinas o altas cimas volcánicas. Se tiene la creencia de que las montañas son vacías por dentro y que sirven como residencia a los dioses ancestrales.
La segunda categoría de lugar sagrado es la que corresponde a una concavidad en la roca. Esta es una categoría muy amplia y se refiere a varios tipos de localizaciones naturales tales como cuevas, siguanes y abrigos rocosos, así como pozas de agua. Esto significa que puede incluir grandes aperturas, tales como la entrada a la cueva de Nim Ajay, o por el contrario, entradas más discretas y muy bajas. Se cree que estas aperturas, sean grandes o pequeñas, comunican a la superficie de la tierra con la residencia del Dios Mundo quien vive en las profundidades.
La tercera categoría de lugar sagrado corresponde a las rocas. Se cree que algunas de ellas, que se erigen con formas antropomorfas o zoomorfas, son en realidad dioses ancestrales disfrazados. Además de estas rocas verticales, los indígenas también utilizan promontorios rocosos para llevar a cabo sus rituales.
La última categoría de lugar sagrado corresponde a los árboles. El mundo de los árboles fue un símbolo muy importante para los antiguos Mayas. Además, vale destacar que los Mayas modernos también conceptualizan a algunos árboles como lugares sagrados.
SITIOS DEDICADOS A LA CACERÍA
Un tipo de santuario sagrado está dedicado a la cacería. Los sitios de este tipo se encuentran en lugares al aire libre que la gente ha usado desde tiempos ancestrales para llevar a cabo ritos asociados con la cacería. Previo a una cacería, el cazador visita el sitio y pide al Dios de los Animales su autorización para cazar. En caso de tener éxito, el cazador regresará al sitio para hacer un rito en señal de agradecimiento al Dios de los Animales. Durante este rito, el cazador depositará en el sitio los huesos del animal cazado.
A continuación se examinarán los sitios sagrados dedicados a la cacería. En total se registraron tres sitios: uno de ellos está abandonado, pero los otros dos son usados hoy en día para hacer ritos. Todos los sitios están cerca del lago de Atitlán. Uno se localiza en Tz’ununa, otro en San Pablo La Laguna, y el último en la finca de José Federico Fahsen en Pampujila.
SITIO T’ZIP
T’zip es el nombre del guardián sobrenatural del venado. El sitioT’zip corresponde a un santuario abandonado situado al pie de un peñasco que mira hacia el sur. Este peñasco se encuentra sobre un monte cercano al pueblo de Tz’ununa. No hay basura o residuos recientes en el sitio, aunque se encontró un cuenco completo. Estilísticamente, se considera que esta vasija fue hecha hace 50 o 100 años. Parece ser que el sitio fue abandonado a mediados del siglo pasado. Entrevistamos a los residentes del pueblo y nadie parecía conocer la existencia del sitio, con la excepción del dueño del terreno quien fue nuestro guía.
En este lugar se registraron un total de seis rasgos. El Rasgo 1 es una concavidad estrecha dentro de la roca que no sufrió modificación alguna. Pasando a través de esta concavidad se llega a un espacio cerrado y circular localizado en el interior mismo de la roca. En este pasadizo angosto se encontraron varios objetos sobre el suelo, entre los cuales podemos mencionar: una laja de piedra para colocar velas, tejas de barro, dos fragmentos de cerámica reciente de Totonicapán, así como fragmentos de un recipiente Café Pulido. Al parecer, el Rasgo 1 fue usado para quemar candelas.
El Rasgo 2 corresponde a una roca utilizada probablemente como altar, a juzgar por los objetos que se encontraron encima de ella. Estos objetos comprendían: una cruz de madera, un fragmento del cráneo de venado de cola blanca (Odocoileus virginianus), y un núcleo de obsidiana muy golpeado. Sobre el suelo y al pie de Rasgo 2 se localizaba una vasija abierta de Totonicapán, que a pesar de estar rota estaba completa. Puede ser que la vasija fue utilizada para algún sacrificio. El Rasgo 6 corresponde a una laja de piedra, sin modificación alguna, colocada sobre un montón de rocas en proximidad al altar. Esta laja muestra algunas marcas oscuras, que parecen indicar que en el pasado fue utilizada para quemar pequeñas ofrendas.
Los Rasgos 3, 4 y 5 fueron utilizados para esconder huesos de animales. Los Rasgos 3 y 5 son pequeños nichos dentro de la roca que servían como receptáculos para huesos, mientras que el Rasgo 4 corresponde a un depósito de huesos dejados en un área abierta al pie del peñasco. Debido a que el pasadizo para acceder al Rasgo 3 era demasiado angosto, fue imposible hacer un recuento e identificar los objetos dejados ahí. Sin embargo, se pudo ver aproximadamente una decena de huesos largos.
La mayoría de los restos de animales estaban escondidos en los Rasgos 4 y 5, al oeste del área de actividades. Todos los huesos identificados eran de venado de cola blanca. El Rasgo 4, el depósito de restos de animales al aire libre, parece haber estado rodeado en tiempos pasados por una formación semicircular de piedras. En ese lugar se encontraron 58 huesos, pero nuestro guía, Sergio, nos dijo que antes de la llegada del huracán Mitch había una cantidad mucho mayor de huesos (Tabla 1). Después de varios días de lluvias fuertes, gran parte de esos restos fueron arrastrados cerro abajo por las aguas. En el Rasgo 5 se encontraron 85 objetos en la superficie, entre los cuales había huesos de miembros, mandíbulas, omóplatos, costillas y huesos de patas (Tabla 2).
SITIO XE ABAJ
El segundo sitio dedicado a la cacería es Xe Abaj. Xe Abaj significa abajo de la piedra en Tz’utujil. Este sitio corresponde a una cueva localizada en la ladera de un cerro fuera del poblado de San Pablo La Laguna. A decir de un sacerdote Maya local, Xe Abaj se utiliza para diferentes rituales relacionados con dinero, negocios, salud, amor y éxito en la cacería. En este sitio se registraron seis rasgos.
El Rasgo 1 es un relieve de la roca dentro de la cueva que forma una plataforma baja a lo largo de la parte occidental del muro de la cueva (Figura 1). En este lugar se encuentran numerosas caparazones de armadillo (Dasypus novemcinctus). El Rasgo 3 corresponde a un fogón abierto para ofrendas, situado al lado oriental de la cueva. Justo detrás de este fogón se sitúa el Rasgo 4, un espacio con muchas piedras pequeñas, las cuales son utilizadas para la disposición de las velas que se ofrecen. El Rasgo 5 es un depósito de residuos ubicado en la parte más profunda de la cueva, mientras que el Rasgo 6 es otro depósito de residuos en la entrada de la cueva.
Figura 1 Planta del sitio Xe Abaj
SITIO MANAME’L
El tercer sitio dedicado a la cacería se llama Maname’l. Maname’l significa lugar de sacrificio en Kaqchikel. El sitio corresponde a un santuario situado junto a un peñasco rocoso, dentro de la finca de José Federico Fahsen Rosales, cerca del pueblo de Pampujila, al sur de San Lucas Tolimán (por cierto, queremos agradecemos a Federico Fahsen por permitirnos reconocer este magnifico sitio).
Se registraron siete rasgos (Figura 2). El Rasgo 1 corresponde a un altar situado al pie de una eminencia rocosa plana. El altar incluye tres cruces de madera sostenidas por piedras o fijadas sobre la roca por las raíces de un árbol de amate que se ha extendido alrededor de ellas. El altar también incluye varias lajas de piedra plana que son utilizadas para depositar las ofrendas que no se queman y para la colocación de velas. Una laja que sirve de fogón para ofrendas, el Rasgo 5, se sitúa en el ángulo noroeste del área del altar. Un segundo fogón para ofrendas, el Rasgo 2, se localiza al sur del altar en el centro de un espacio abierto, el Rasgo 6. Cerro abajo del espacio abierto hay un pequeño depósito de residuos, el Rasgo 4.
Figura 2 Planta del sitio Maname´l
El Rasgo 3 consiste en un depósito de restos de animales situado al oeste y junto al altar. Ahí se encontraron cráneos de animales sobretodo, pero también había algunos huesos largos, omóplatos y otros fragmentos de huesos que fue imposible identificar.
EL NÚMERO MÍNIMO DE INDIVIDUOS
Ahora que hemos presentado los datos relevantes relacionados con los santuarios dedicados a la cacería, nos gustaría ofrecer más información sobre las especies animales que se encuentran en estos sitios y sobre cuáles son los restos específicos de animales que la gente prefiere dejar en estos santuarios. En el sitio de Xe Abaj se encontraron únicamente restos de armadillos. En el lugar de la ofrenda solamente había caparazones de armadillo y ninguno de sus otros huesos. Se determinó que la cueva contenía un número mínimo de 50 armadillos.
Sin embargo, al analizar el sitio abandonado de T’zip, se determinó que allí existe otro patrón. Al igual que en Xe Abaj, se encontraron restos de una sola especie, pero T’zip únicamente contenía restos del venado de cola blanca, mientras que Xe Abaj sólo caparazones de armadillo. Otra diferencia es que en T’zip la gente depositó varios tipos de huesos. Entre éstos fue posible identificar fragmentos de cráneos, costillas, vértebras, huesos de la pelvis y de la pata del animal. Sin embargo, los huesos que más se encontraron fueron los huesos largos de los miembros anteriores y posteriores de la presa. Estos llegaron a sumar cerca de 75 huesos, lo cual representa un 54% del total de los huesos.
El cálculo del número mínimo de individuos en el sitio de T’zip, corresponde a los restos de diez venados de cola blanca: siete adultos, dos jóvenes adultos y un joven. Como mencionamos anteriormente, nuestro guía nos informó que antes de la llegada del huracán Mitch había muchos huesos en el sitio catalogado como Rasgo 4. Por eso suponemos que dicho sitio contenía originalmente huesos de más individuos, que más tarde fueron desperdigados hacia la barranca por las aguas.
El patrón de los restos de animales que se encontraron en el sitio de Maname’l es distinto al de los dos anteriores. Los huesos encontrados en este lugar corresponden, en su gran mayoría, a cráneos y mandíbulas (Figura 3). Se recuperó un total de 238 de estos huesos, lo cual representa un 78 % del total encontrado ahí.
Figura 3 Comparación del número de cráneos y mandíbulas con otros huesos, sitio Maname´l
Otra diferencia notoria que vemos en el sitio de Maname’l es la variedad de especies que ahí encontramos. Al hacer el cálculo mínimo de individuos se determinó que había 186 individuos representados (Tabla 3). Con 71 cráneos, la especie más común fue la del jabalí (Tayassu tajacu). Sin embargo, se encontró casi el mismo número de tepezcuinte (Agouti paca), pues se localizaron 67 cráneos de ellos. También habían venados de cola blanca (Odocoileus virginianus) y cabritos (Mazama americana), pero en número más reducido. Se encontraron restos de 13 venados de cola blanca y tres cabritos. Además, se observaron 15 caparazones de armadillo y 17 cráneos de pequeños mamíferos que no pudieron ser identificados.
LA LITERATURA ETNOGRÁFICA E HISTÓRICA Y LA CACERÍA
Al final de este trabajo queremos hacer referencia a la literatura etnográfica e histórica para encontrar ahí lo relacionado con las creencias Mayas acerca de la cacería. Estas creencias podrían, de algún modo, influir en la elaboración de los depósitos de ofrendas que encontramos en los santuarios dedicados a la cacería. Uno de los conceptos relevantes que demuestra cierta continuidad hasta nuestros días, por lo menos a partir de la época Colonial (aunque es posible que desde más atrás), es la creencia en un señor sobrenatural de los animales (Carmack 1981; Cortés y Larraz 1958; La Farge y Byers 1931; Pohl y Pohl 1983; Redfield y Villa Rojas 1934; Tozzer 1941; Vogt 1969, 1976; Wisdom 1940).
Este señor de los animales, o dueño de los animales como también se le llama, posee grandes rebaños de animales que encierra en corrales en el interior de las montañas (La Farge y Byers 1931; Vogt 1969, 1976).
Si no se aplaca al señor de los animales con ciertos rituales y ofrendas específicas, él no permitirá que ninguno de sus animales se aparezca frente al cazador. Es así como muchas de las características que se ven en los santuarios contemporáneos se utilizan para llevar a cabo sacrificios destinados al señor de los animales.
En la “Relación de las Cosas de Yucatán” de Landa (Tozzer 1941), aparece una de las primeras descripciones de estos rituales en la cacería Maya, cuyo propósito es el de aplacar al señor de los animales. Landa observa que durante el mes Zip, los cazadores se juntaban para llevar a cabo ceremonias relacionadas con la cacería del venado. En este ritual, los cazadores quemaban ofrendas de incienso en un brasero y bailaban con un tocado de cuernos de venado y una flecha. Luego hacían sacrificios con sangre que manaba de sus orejas y lenguas (Tozzer 1941:155). Más tarde, durante el mes Zac, los cazadores se volvían a reunir para llevar a cabo otra festividad. En esta ocasión, hacían una gran fiesta destinada a los dioses para tranquilizarlos y disminuir su cólera por la sangre derramada durante las cacerías (Tozzer 1941:162).
La descripción que hace Landa de los rituales que se llevan a cabo durante los meses Zip y Zac forma parte de un contexto más amplio, que abarca a las festividades que se hacían en los pueblos. Pero aparte de estas grandes festividades, Landa nos dice que cada cazador quemaba incienso antes de partir a la cacería y más tarde recubría la cara del dios con la sangre del animal (Tozzer 1941:162). También es posible que ese tipo de práctica sea únicamente el reflejo de los rituales llevados a cabo personalmente por cada cazador. Los cazadores Mayas contemporáneos, del mismo modo, utilizan santuarios dedicados a la caza.
Un concepto cosmológico importante y que relaciona a la vida con la muerte, influye también en el modo en que se hacen los depósitos de ofrendas dentro de los santuarios contemporáneos dedicados a la cacería. Para los costumbristas tradicionales Mayas, la vida surge de la muerte. Es importante notar que la vida reside en los mismos huesos, una creencia muy antigua que encontramos en toda el área Maya. Un ejemplo de esto lo encontramos en la iconografía del periodo Clásico. Además, en el texto del Popol Vuh existen múltiples referencias a la creencia de que los huesos son la fuente de la vida.
De igual manera, encontramos esta misma creencia entre las Mayas de hoy en día. En Santa Eulalia, durante los años cuarenta, La Farge (1947) registró un relato particularmente revelador que relaciona a los animales con los huesos y la cacería. Esta historia, la cual posee una mezcla de detalles provenientes del Popol Vuh y de la Biblia, habla de dos hermanos gemelos mayores que tienen que relacionarse con un nuevo hermano más joven, al cual detestan. Vamos a citar un pequeño pasaje de esta historia puesto que las ideas que ahí encontramos nos dan a entender de cierto modo el origen de los arreglos encontrados en los santuarios dedicados a la caza.
Se dice que la Tierra fue creada y enseguida los hermanos fueron los que nacieron antes que todo. Mientras que se celebraban fiestas, apareció el hermano menor al cual no podían soportar. Los mayores estaban comiendo mientras que el otro hermano, que era el menor, tenía que esperar cerca de la puerta. Entonces le aventaron huesos a la cara y él los recogió. Los puso en su morral y los llevo a su madre.
Se los enseño y le dijo: Madre, aquí están los restos de lo que mis hermanos me dieron para ti.
Pero él era tan grande y tan poderoso, que le puso carne a los huesos nuevamente y así los dos comieron. Le dijo después a su madre que no tirara los huesos. Juntó nuevamente los huesos de los que había comido su madre y los sacó afuera para plantarlos en el suelo así como si alguien sembrara repollos. Esperó tres días y luego fue a colocar una malla alrededor del plantío. Unos días más tarde salió nuevamente a ver el plantío y para su sorpresa vio en el lugar muchos animales: jabalís, caballos, venados y muchos animales más. Y todos estaban juntos. ¡Él era tan poderoso! Bendijo el lugar y los corrales se convirtieron en rocas, se recubrieron completamente de roca, así como una gran cueva. Él entonces cerró la entrada con más rocas“(La Farge 1947:50-51).
En este mito vemos tres conceptos que influyen en el modo en que se hacen los depósitos de ofrendas dentro de los santuarios contemporáneos dedicados a la cacería y aún en su localización topográfica. Estos conceptos son los siguientes:
- Los huesos no deben ser desechados puesto que son la fuente de la vida
- Se puede sembrar huesos dentro de la tierra y a partir de ellos nacerán otros animales
- Los animales son resguardados dentro de la montaña, la cual está cerrada con rocas
Existen implicaciones de orden arqueológico a raíz de cada una de estas creencias. A partir de la creencia de que los huesos de los animales son la fuente de la vida, se da el hecho de una selección y almacenamiento de determinados huesos de animales salvajes. La segunda creencia, de que el dueño del animal puede hacer que nazcan nuevos animales a partir de los huesos plantados en la tierra, da como resultado la formación de depósitos de huesos de animales puesto que los cazadores “dejan plantados” los huesos en lugares específicos que son sagrados. La tercera creencia, de que el dueño sobrenatural de los animales los mantiene encerrados en un corral hecho de rocas en el interior de la montaña, nos da un indicio sobre los tipos de lugar en donde se pueden encontrar santuarios dedicados a la cacería.
Como mencionamos al inicio de este trabajo, las cuevas y ciertas cavidades dentro de la roca son los ingresos que conducen al interior de la montaña donde se localiza el corral. A partir de la época Colonial tenemos pruebas históricas que relacionan a las cuevas con ciertos rituales dedicados a la cacería. Sin embargo, además de las cuevas y de otros refugios rocosos, sugerimos que los promontorios rocosos son también sagrados para el señor de los animales. Es por esta razón que los promontorios rocosos, por su asociación con la puerta del corral, al igual que las cuevas y los refugios en la roca, pueden ser lugares idóneos para localizar santuarios dedicados a la cacería. Suponemos que estas tres localizaciones pueden ser los lugares más probables para encontrar otros santuarios dedicados a la caza, pertenecientes al pasado reciente y a la época Colonial.
REFERENCIAS
Carmack, Robert M.
1981 The Quiche Mayas of Utatlan: The Evolution of a Highland Maya Kingdom. University of Oklahoma Press, Norman.
Cortés y Larraz, P.
1958 Descripción Geográfico-Moral de la Diócesis de Goathemala. Tipografía Nacional, Guatemala.
La Farge, Oliver
1947 Santa Eulalia: The Religion of a Cuchmatan Indian Town. University of Chicago Press, Chicago.
La Farge, Oliver y D. Byers
1931 The Year Bearer’s People. Middle American Research Series No.3. Tulane University, New Orleans.
Pohl, M. y J. Pohl
1983 Ancient Maya Cave Rituals. Archaeology 36:28-32, 50-51.
Redfield, Robert y Alfonso Villa Rojas
1934 Chan Kom: A Maya Village. Carnegie Institution of Washington, No.448. Washington, D.C.
Tozzer, Alfred
1941 Landa’s Relación de las Cosas de Yucatán. Traducción de A. Tozzer. Peabody Museum of Archaeology and Ethnology, Harvard University, Cambridge.
Vogt, Evon Z.
1969 Zinacantan: A Maya Community in the Highlands of Chiapas. Harvard University Press, Cambridge.
1976 Tortillas for the Gods: A Symbolic Analysis of Zinacanteco Rituals. Harvard University Press, Cambridge.
1981 Some Aspects of the Sacred Geography of Highland Chiapas. En Mesoamerican Sites and World-Views (editado por E.P. Benson), pp.119-142. Dumbarton Oaks Research Library and Collections, Washington, D.C.
Wisdom, Charles
1940 The Chorti Indians of Guatemala. University of Chicago Press, Chicago.