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Arnauld, Charlotte, Véronique Breuil-Martínez y Ervin Salvador López
- El pasado para el futuro: Experimentos en La Joyanca, La Libertad, Petén. En XVI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2002 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo, H. Escobedo y H. Mejía), pp.48-54. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.
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EL PASADO PARA EL FUTURO:
EXPERIMENTOS EN LA JOYANCA, LA LIBERTAD, PETÉN
Charlotte Arnauld
Véronique Breuil-Martínez
Ervin Salvador López
El presente trabajo no pretende más que aportar ideas y argumentos acerca de un aspecto poco comentado de la práctica social de la arqueología actual en Mesoamérica, es decir la participación de las comunidades locales en los proyectos, no solamente en la protección y la valorización de los sitios arqueológicos para fines turísticos, sino que en la producción del conocimiento del pasado. Ambos modos de participación están ligados y se deben de considerar juntos, teniendo perspectivas coherentes con nuestro compromiso intelectual de antropólogos.
EL «OBJETIVO CUATRO» DEL PROYECTO PETÉN NOROCCIDENTE -LA JOYANCA
El «Objetivo Cuatro» del proyecto arqueológico que hemos desarrollado en la región del Noroccidente del Petén, un frente activo de colonización agrícola en los años noventa, consiste en establecer y desarrollar una colaboración eficiente a varios niveles con las comunidades locales (Propuesta 1999:22). Si hemos dado importancia al hecho de lograr esta colaboración, es porque los miembros de las comunidades locales son los trabajadores quienes asumen y asumirán la protección del sitio arqueológico y del campamento en colaboración con el personal del IDAEH, por lo que es deseable que participen concientemente en la producción del conocimiento del pasado del lugar, finalidad esencial del proyecto. Si no logramos despertar y fortalecer el interés de las comunidades a estos dos niveles, no hay perspectiva alguna para un apoyo mutuo y menos para el turismo y el desarrollo sostenible. Con este planteamiento básico (Arnauld y Morales 1999:139), hemos desarrollado una serie de reglas, lineamientos y acciones empíricas, establecidas durante las cuatro temporadas del proyecto. Presentamos, primero, el cuadro general de estas acciones.
El proyecto PNO-La Joyanca se inició en 1999 en la zona protegida de La Joyanca, ubicada a dos horas de camino al sur del río San Pedro Mártir y a dos horas de lancha motorizada por el mismo río al oeste del gran centro del periodo Clásico de El Perú. El sitio de La Joyanca fue descubierto en 1994 en el curso de los estudios de impacto preliminares a la construcción del oleoducto Xan-La Libertad, llevados a cabo por Marco Antonio Leal y Salvador López para la Basic Resources International Ltd. (BRI). La zona fue delimitada y un plano preliminar del sitio fue levantado. Cuatro guardianes pagados por Basic e IDAEH tienen a cargo la vigilancia de la zona del sitio. La Joyanca ha sido reportada para su incorporación al Atlas Arqueológico de Guatemala (IDAEH).
La zona arqueológica ha sido delimitada por brechas y protegida en contra de las incursiones de colonos, que empezaron a llegar a estos sectores a inicios de la década de los noventa. Tres comunidades se habían formado cerca de la zona entre 1993 y 1998: La Flor de la Nueva Esperanza (o «La Esperancita»), comunidad Q’eqchi’ ubicada en la orilla de la brecha sureste de la zona, El Tambo, comunidad Q’eqchi’ en aquel entonces, asentada a 6 km al oeste de La Joyanca, y 17 de Abril (o «La 17») formada por ladinos y Q’eqchi’ a 5 km al sureste del sitio. En enero de 1999, cuando iniciamos el trabajo con la perspectiva de cuatro temporadas (1999-2002), no había camino hasta La Joyanca, menos hasta las comunidades, y, al igual que sus miembros, entrábamos a la meseta de La Joyanca por lancha desde El Naranjo y caminando dos horas desde El Tambo, o a lo largo del oleoducto de Basic. Las comunidades no tenían autoridades formales y no gozaban de ningún servicio escolar o de salud, aunque un maestro entró a “La 17” en marzo de 1999.
El proyecto permitió que se hiciera la primera visita médica en El Tambo y en La Esperanza, ya que un médico francés estuvo presente en el campamento al inicio de la temporada de 1999, y pudo realizar una evaluación general de las condiciones de sanidad y salud de las dos comunidades, y capacitó a los miembros del proyecto para intervención de emergencia en casos de heridas superficiales, picaduras de serpiente y paludismo-dengue. Durante el mes de marzo, tuvimos que desarrollar de manera preocupante nuestra función de «centro de salud» alterno. Posteriormente, conseguimos la intervención del personal médico de una fundación.
Los primeros trabajos de limpieza, relleno de saqueos y excavaciones formales se iniciaron con aproximadamente 30 hombres de La Esperanza, El Tambo y La 17 (Arnauld y Morales 1999). Una condición necesaria para el desarrollo de tal colaboración en beneficio de las dos partes, es que las autoridades de la comunidades sean las que definen las modalidades de participación laboral, de acuerdo con las características de la demanda (tiempo libre de tareas agrícolas, cantidad de trabajadores disponibles, identificación de los más necesitados), y respetando las condiciones de la oferta (en particular, lineamientos legales del trabajo arqueológico). Sin embargo, la gestión laboral realizada por las autoridades puede ocasionar dificultades a los proyectos, ya que llega a descuidar el impacto variable de la capacitación recibida por los trabajadores, pero, de manera general, los beneficios deben de superar los problemas.
En el caso del proyecto La Joyanca, el mismo proceso de negociaciones para establecer las condiciones laborales estimuló la formación de las autoridades formales en las tres comunidades (Arnauld y Morales 1999:140), ya que fue la primera vez que se reconoció localmente la importancia de los alcaldes auxiliares como autoridad, lo que impulsó la legitimación de estos últimos. Esto vale para los trabajos del proyecto realizados adentro de la zona protegida; la operación de reconocimiento regional siguió lineamientos diferentes. Este proceso finalizó a iniciativa del Proyecto PNO con la elaboración y la firma de un convenio particular entre las alcaldías y el proyecto, destinado a garantizar la protección del sitio arqueológico, del campamento y del laboratorio de campo de una temporada a otra. Cuando se firmó el primer convenio, el 18 de marzo de 1999, en el laboratorio recién construido, con los primeros lotes de cerámica y lítica debidamente colocados en los estantes, los Comités Pro-Desarrollo de las tres comunidades se desempeñaban todavía como autoridades.
Fue hasta la temporada 2000 cuando las alcaldías auxiliares quedaron registradas en la municipalidad de La Libertad, dotadas cada una de un libro de actas y de un sello de hule, objetos altamente simbólicos de la autoridad local legítima. Curiosamente, a inicios de la temporada 2001, volviendo a excavar la Estructura 6E-13 de la Plaza Principal de La Joyanca con trabajadores ya capacitados y experimentados, sobre la primera grada de la escalinata monumental frente a la puerta central del edificio, encontramos un sello de cerámica (Breuil et al. 2001:Figura12.7; Ericastilla 1992), que tiene forma similar a la de los sellos de hule recientemente adquiridos por los alcaldes auxiliares. Esta estructura es un edificio abovedado largo de 52 m asentado sobre una plataforma alta de 4 m; dos temporadas de trabajo nos habían convencido que 6E-13 no podía haber tenido una función residencial (Arnauld et al. 2000:123), si no que más bien había sido el edificio «político» de La Joyanca, construido en el mismo momento que la pirámide-templo 6E-12. Los trabajadores habían entendido que los dos edificios de la antigua plaza correspondían a la alcaldía y a la iglesia de los parques de pueblos modernos. Por lo tanto, el hallazgo del sello en la grada inferior de la «alcaldía» se cargó de un significado fuerte para los trabajadores y muchos de ellos en varias ocasiones pidieron verlo en el laboratorio, especialmente en circunstancias formales como la de la firma del convenio anual entre proyecto y comunidades, cuando precisamente se usan los sellos de hule. Obviamente, el sello del Clásico no tenía la función administrativa de un sello moderno aunque, sin duda, esta clase de objeto tiene que ver en general con la expresión de una identidad individual y/o colectiva, y como tal, justifica el interés de los miembros de comunidades recién organizadas.
Pequeños eventos como éste fueron más frecuentes de lo que nosotros los investigadores nos podíamos dar cuenta. Quizá cabe relatar también el impacto que tuvo la presentación que el estudiante de CUDEP, Omar Schwendener, realizó por requerimientos de su curso universitario al final de la temporada 2000. Esta presentación, realizada con material audiovisual en el laboratorio para los trabajadores que son parte de las autoridades de las tres comunidades, intentaba describir la metodología y los conceptos básicos de la investigación arqueológica. A nuestra sorpresa, dicha presentación fue recibida de manera positiva y al menos un trabajador entendió de inmediato – y explicó a los demás – el principio estratigráfico de la sedimentación que produce el abandono de una vivienda y encima de ésta, la construcción de otra. Considerando la frecuencia con que estos colonos han cambiado de residencia desde que migraron a Petén, el entendimiento del fenómeno cambiaba drásticamente el significado que para ellos tenían las ruinas, los montículos y otros vestigios visibles en la montaña.
Experiencias concretas y empíricas como éstas nos sugieren que la participación de campesinos en el trabajo arqueológico puede acelerar entre ellos la conciencia de su propia posición en el tiempo y en el espacio local, no como intrusos dispuestos a migrar de nuevo, sino como actores de una realidad local en movimiento.
LO QUE HA CAMBIADO ENTRE 1999 Y 2002
De manera general, la protección del patrimonio cultural y natural en condiciones sociales como las del recién colonizado noroccidente de Petén, requiere el mejoramiento de las condiciones de vida y del nivel de educación de las poblaciones relacionadas con este patrimonio, así como la estabilización de sus asentamientos y de su situación agraria. El Proyecto se ha convertido en una fuente de trabajo importante para las comunidades en los cuatros últimos años, ya que ha proporcionado trabajo a la mayoría de los hombres y numerosas mujeres de las comunidades mencionadas (de 35 a 65 puestos de trabajo rotativos para hombres durante dos a cuatro meses; 8 a 10 para mujeres para lavado y marcado de cerámica y actividades del campamento). También hemos implementado la modalidad de hacer turnos de un mes cada uno y hasta de 15 días como promedio para que la mayoría de los hombres y mujeres se beneficien de una manera equitativa. De hecho, nunca reclutamos trabajadores fuera de las tres comunidades, con excepción de la participación de una cuarta comunidad en 2001-2002, El Aguacate. La capacitación en especialidades como albañilería para los trabajos de consolidación de estructuras ha beneficiado a ocho miembros de dos comunidades.
Un cambio positivo más drástico y duradero en las condiciones de vida de las comunidades implicadas en el proyecto La Joyanca fue la construcción de caminos. En marzo de 1999, con apoyo del Proyecto PNO – aunque modesto – de ayuda financiera, material y trámites, fue construida la carretera hasta las comunidades 17 de Abril y El Aguacate, con un servicio de autobús una vez al día. En octubre del 2000, un tramo de la misma carretera llegó hasta La Flor de la Nueva Esperanza. En agosto del 2001, la prolongación hasta El Tambo fue terminada. Cada comunidad goza ahora de un servicio diario de autobús hacia La Libertad y Santa Elena.
Quizá el proceso de estabilización más importante se refiere a la situación agraria de los colonos: el trámite parecía bastante avanzado en 2001, con el apoyo y asesoría de CARE-Petén, para la adjudicación a los campesinos de sus terrenos en propiedad con título y escritura.
Desde 1999 se implementó una atención médica regular gracias a las visitas del personal de la Fundación Guacamaya, con un cuerpo de doctores, auxiliares y practicantes, quienes estuvieron llevando a cabo programas de medicina preventiva y curativa, no sólo en estas comunidades sino que en una área mucho mayor. Antes de la construcción del centro de salud de la 17 de Abril, el campamento de La Joyanca sirvió de centro de operaciones cuando se realizaban las jornadas médicas en las comunidades del área.Tanto la carretera como la asistencia médica preventiva han sido logradas en parte gracias al apoyo proporcionado por la empresa Basic y también por la Organización OIM; se debe de mencionar por otra parte la acción médica de la Hermana Rafaela de Asunción.
Por otra parte, desde 1999 las tres comunidades gozan de la presencia de un maestro escolar de primaria, gracias a la entidad Pronade, con apoyo estatal. En 2000 y 2001, se ha intentado lanzar de manera experimental como plan piloto, un pequeño programa de alfabetización, por medio de la contratación, por el Proyecto PNO, de tres animadores o maestros para enseñar a leer y escribir a adultos de las comunidades vecinas. Se ha incluido dentro de este esquema a animadores tanto en español para la población ladina en aumento, como bilingües (español-Q’eqchi’) para lograr un impacto lo más efectivo posible.
Ninguna de estas situaciones existía en 1999: legalización de la tierra, carretera, atención médica, escolarización en el ámbito de la primaria, alfabetización. Estos cambios, que esperamos sean definitivos, contribuyen a estabilizar las poblaciones, al mejorar sus condiciones de vida y reducir los pleitos, conflictos y frustraciones.
¿UN DESARROLLO SOSTENIBLE?
La localización del sitio arqueológico La Joyanca en la Zona de Amortiguamiento de la Reserva de Biosfera Maya, requiere que los actores en presencia, tanto de las comunidades como del proyecto de investigación (y la compañía Basic-Perenco), desarrollen una reflexión y una acción en vista a definir las modalidades de un desarrollo socio-económico local de carácter sostenible. En esta perspectiva, el sitio arqueológico La Joyanca representa un recurso local aprovechable para el desarrollo de un turismo de carácter cultural y ecológico, que pueda traer beneficios a los miembros de las comunidades locales. Las perspectivas a este nivel son nuevas.
Sin embargo, no hay que perder de vista que el turismo solo podrá ser, para las comunidades, un ingreso adicional complemento de su economía. Es probable que el beneficio de más largo alcance sea precisamente el aprendizaje de la participación en empresas comunitarias, de su organización y de su gestión por campesinos que, de esta manera también, logren romper su aislamiento.
A este nivel, es importante subrayar que el trabajo realizado en la zona arqueológica desde 1999, no sólo aporta ingresos en un área que carece de fuentes de trabajo, sino que facilita los contactos, la solidaridad y la cooperación entre las tres poblaciones, ya que los trabajadores se encuentran y trabajan juntos a diario. En las reuniones de varias índoles que se dieron, tuvimos múltiples signos positivos de esta realidad nueva durante las temporadas. Citemos en particular la organización y realización de varios campeonatos, o «cuadrangulares» de fútbol en el campo recién construido de “La 17”, que tuvieron lugar durante las temporadas de trabajo arqueológico y en los que participaron las tres comunidades, otra comunidad vecina y los investigadores del proyecto; más de un centenar de personas solían presenciar este evento local, que reunía por primera vez a los vecinos del sector. Por otra parte, El Proyecto PNO-La Joyanca ha entregado, en partes iguales a las comunidades, ayudas en dinero para actividades específicas que son susceptibles de reforzar la solidaridad y la organización interna de las tres comunidades (infraestructura, actividades deportivas y escolares).
Solidaridad, iniciativa y organización responsable son la base de cualquier actividad de desarrollo sostenible. Lo contrario trae consecuencias. Por ejemplo, las prácticas desordenadas de quemas en abril e inicios de mayo han ocasionado daños relativamente serios en varias parcelas de campesinos locales y en la zona protegida. En varias ocasiones el proyecto colaboró con cuadrillas de sus trabajadores para hacer rondas y detener el avance del fuego desde las parcelas circundantes hasta la brecha y, más adelante, adentro de la zona. Después de las temporadas 2000, 2001 y 2002, se ha intentado, sin mucho éxito, hacer un trabajo de concientización y organización de los parcelarios que circundan la zona para que mantengan limpias las orillas externas de la brecha de manera eficaz en prevención de riesgos de incendios.
Durante la temporada 2002, hemos formulado un plan preliminar de habilitación del sitio y del campamento para ecoturismo. No es este el lugar para detallar este plan que incluye varias fases de programación, pero vale la pena subrayar el carácter básico de ciertos conceptos:
1. Ecoturismo de amplitud limitada y de estructura flexible respetando los lineamientos de las entidades nacionales y departamentales especializadas.
2. Organización flexible entre las comunidades vecinas de La Joyanca que permita que turistas puedan visitar el sitio y el museo local, conocer el medio ambiente natural (bosque, lagunas, ríos y sibal) y eventualmente, dormir una noche en el campamento.
3. Habilitación del sitio por medio de senderos, estaciones de descanso, rótulos de orientación en arqueología y medio ambiente, y museo local acondicionado en el laboratorio del campamento.
Es obviamente necesario conjugar en las actividades ecoturísticas tanto la información arqueológica como el interés de las vías acuáticas regionales (sibal, lagunas y ríos), por su belleza, flora y fauna. La Joyanca y El Perú son sitios arqueológicos que podrían conformar actualmente uno de los circuitos turísticos más atractivos del occidente de Petén.
Tales metas serían factibles si no existiera impedimento legal en la habilitación del sitio como un recurso turístico aprovechable directamente por las comunidades. Como ejemplo, la actual ley de protección del Patrimonio Cultural de la Nación prohíbe que los turistas pernocten en el campamento y en general que las comunidades puedan sacar algún provecho económico del ingreso al sitio, de la visita de su museo, ni puedan tampoco realizar actividades económicas de ninguna clase dentro del perímetro del parque.
Con el mejoramiento de la legislación actual, el desarrollo del ecoturismo local requiere también que los actores locales logren su propia inserción en el espacio y en la historia regional, alcanzando cierto dominio del medio ambiente y del conocimiento del pasado. Si se toma en cuenta el hecho que estos «actores» son en realidad campesinos que han colonizado la región en los últimos diez años, surge claramente el reto extraordinario que tales perspectivas representan. Es en las realidades concretas de este reto que hemos enfocado nuestros esfuerzos durante las temporadas de campo, al fomentar la participación de los trabajadores en los procesos intelectuales de conocimiento del pasado y de su medio ambiente.
«EL CONOCIMIENTO ES DE TODOS»
Una finalidad esencial del proyecto es conseguir que las comunidades participen concientemente en la producción del conocimiento del pasado, o sea de la «historia» de Guatemala, de Petén y de los Mayas (Arnauld y Morales 1999:139). De manera básica, durante la primera temporada hemos intentado hacer hincapié en actividades intelectuales, esbozando el programa incipiente de alfabetización de adultos.
Por otra parte, en la marcha y sobre la base de la experiencia concreta de algunos de los investigadores del proyecto, hemos desarrollado una serie de acciones, comportamientos y reglas cuya finalidad más o menos conciente es despertar el interés de los trabajadores, sus familias, y sobre todo de las comunidades organizadas, por el sitio.
Las ruinas constituyen para ellos una fuente de trabajo, un espacio de capacitación laboral y de iniciativa individual, un lugar de experiencias nuevas y de intercambios con foráneos y, en una perspectiva lejana pero perceptible (cuando llegaron efectivamente algunos turistas a La Joyanca a partir de 2000), un recurso para turismo. Los trabajadores han aprendido que vale desmontar el espacio de las ruinas, limpiarlas, observar su belleza, sellar los hoyos de saqueo, llevar a la familia de visita, excavar y despejar de manera cuidadosa muros y pisos no sospechados, identificar, nombrar y recoger cerámica y lítica, clasificar materiales de construcción, consolidar, rellenar, techar y proteger.
Después de algunas semanas de trabajo, la visión del sitio había cambiado, produciendo una perspectiva espacio-temporal diferente. El hallazgo del sello en la Estructura 6E-13 y la comprensión del proceso de sedimentación de viviendas abandonadas (véase arriba), entre otros hechos similares, lograron entonces estructurar una percepción nueva, tanto del medio ambiente selvático, como de la historia de las poblaciones que lo ocuparon. Tal conclusión puede parecer idealista, pero de manera concreta, tuvimos abundantes pruebas de su realidad a través de los comportamientos cotidianos de muchos trabajadores. Tuvimos en 2002 también la prueba a contrario: los trabajadores de familias que migraron a La Flor el año pasado y que no han experimentado las actividades de las primeras temporadas han rechazado nuestra invitación a una visita comunitaria del sitio con presentación de datos e interpretaciones.
El área de La Joyanca gradualmente se ha ido convirtiendo en un centro de atención de las comunidades vecinas. El programa de la organización CARE ha llevado a cabo un curso de educación ambiental para los maestros del área y han escogido La Joyanca para ejemplificar los conocimientos que habían adquirido durante las clases. A partir de la temporada 2001, escolares de las escuelas locales empezaron a hacer visitas formales de las excavaciones con sus maestros, circunstancia que algunos trabajadores parecían disfrutar, frente a sus propios hijos.
Desde el inicio del proyecto, el laboratorio del campamento ha funcionado como el espacio abierto de una producción intelectual hecha sobre la base de objetos concretos, más que todo tiestos de cerámica. Los miembros del proyecto se han esforzado en dar a los trabajadores acceso a la mayor parte de las actividades de investigación en el laboratorio, con el fin de que consigan entender la labor desarrollada y sus metas científicas.
El convenio firmado año tras año en el mismo laboratorio, en presencia y con el acuerdo verbal del Jefe Regional del IDAEH en Petén, por las autoridades de las comunidades, siempre fue una circunstancia formal y aún solemne, que encargaba de manera simbólica a las comunidades la protección del sitio, el campamento y el material arqueológico conservado en el local. Hasta la fecha, no se ha lamentado ni la mínima intrusión en el laboratorio fuera de temporadas, gracias a la coordinación entre comunidades firmantes y guardianes del IDAEH, y también, gracias a una comprensión verdadera del interés y del valor de los materiales conservados en el laboratorio. Cabe señalar que los tres comités iniciales habían expresado de la manera más clara y responsable su voluntad de participar en la conservación del material arqueológico en la zona de La Joyanca (petición escrita del 8 de diciembre de 1998 antes del inicio de la primera temporada).
Pretendemos que en el contexto actual de Petén como un amplio frente de colonización, el aporte más eficiente que un proyecto de investigación arqueológica puede hacer al desarrollo local de las comunidades implicadas, no es tanto la implementación en sí de programas de desarrollo, sino más bien, a pequeña escala, el apoyo en trámites con entidades nacionales e internacionales y asesorías. Pero se debe enfocar sobre todo a apoyar el trabajo empírico de verdadera construcción comunitaria: organización y estructuración de la comunidad como entidad socio-política legítima, inserción de los agricultores como individuos en la historia local y ubicación en el espacio estructurado, aprehensión por los individuos y por sus comunidades de los procesos de conocimiento científico del tiempo y del espacio, participación en los mismos procesos.
ARQUEOLOGÍA COMO ANTROPOLOGÍA: DEL PASADO HASTA EL PRESENTE
Volvemos a insistir sobre el carácter empírico de nuestras acciones y de las ideas a que estas nos han llevado. Aunque sería importante formalizarlos y teorizar sobre nuestros pequeños avances, y de otros en proyectos arqueológicos de otras partes de Mesoamérica, y de esta manera ubicarlos quizá en la perspectiva de la Critical Archaeology, de la Ethical Archaeology y/o de la Radical Archaeology (Earle y Preucel 1987:509-513), sin olvidar la Arqueología Social (Benavides 2001:361; Patterson y Schmidt 1995), no hemos intentado desarrollar tales tareas y no consideramos oportuno iniciarlas en la presente ponencia, cuyo objetivo principal fue de compartir nuestras experiencias en La Joyanca. Nos limitamos a observar que nuestra práctica de arqueólogos ha sido influenciada durante las cuatro temporadas de campo por el trabajo interdisciplinario realizado con colegas geógrafos.
El componente geográfico del proyecto PNO-La Joyanca está enfocado a metas paleo-ecológicas y geográficas, buscando tanto la restitución del paleo-ambiente de épocas Preclásicas y Clásicas como la comprensión de las dinámicas agrarias actuales en el frente de colonización del Noroccidente de Petén. En especial, se intenta identificar eventuales herencias de sistemas agro-silvestres Mayas del Clásico en la situación y la dinámica del aprovechamiento de recursos practicada por los modernos agricultores (Ichon 1982). No se trata de buscar en el pasado soluciones económicas para el presente, sino de conocer el pasado por medio del presente, de acuerdo con el principio geográfico fundamental que el pasado no puede ser entendido sin referencia al presente (y viceversa). Este principio es ajeno a la arqueología tal como la practicamos y sin embargo, como antropólogos, deberíamos de estar más atentos a las secuencias culturales largas de las regiones que estudiamos, que llevan desde el pasado hasta el presente. Esta tendencia es parte de la denominada Escuela de los Anales (Iannone 2002), en la que la longue durée es tan geográfica como histórica. En esto no solamente está la exigencia comparativa etnográfica, sino que se halla también el concepto geográfico de medio ambiente aprovechado por el hombre durante lapsos largos.
REFERENCIAS
Arnauld, M. Charlotte y Paulino I. Morales (ed)
1999 Proyecto Petén Noroccidente – La Joyanca, Informe N°1, primera temporada de campo, 1999. CEMCA, Guatemala.
Arnauld, M. Charlotte, Erick Ponciano y Véronique Breuil-Martínez (ed)
2000 Proyecto Petén Noroccidente – La Joyanca, Informe N°2, segunda temporada de campo, 2000 CEMCA, Guatemala.
Benavides, O. Hugo
2001 Returning to the Source: Social Archaeology as Latin American Philosophy. Latin American Antiquity 12 (4):355-370.
Breuil-Martínez, Véronique, Erick Ponciano y Charlotte Arnauld (ed)
2001 Proyecto Petén Noroccidente – La Joyanca, Informe N°3, tercera temporada de campo, 2001 CEMCA, Guatemala.
Earle, T.K. y R.W. Preucel
1987 Processual Archaeology and the Radical Critique. Current Anthropology 28 (4):501-538.
Ericastilla Godoy, Sergio
1992 Sellos o estampaderas asociados a un entierro de Kaminaljuyu. Utz’ib 1 (3):17-26. Asociación Tikal, Guatemala.
Iannone, George
2002 Annales History and the Ancient Maya State: Some Observations on the Dynamic Model. American Anthropologist 104 (1):68-78.
Ichon, Alain
1982 La signification des sceaux de Cauinal. Cahiers de la RCP 500 N°2, CNRS, pp.39-75, Paris.
Patterson, Thomas C. y Peter Schmidt
1995 Making Alternative Histories: The Practice of Archaeology and History in Non-Western Settings. School of American Research, Santa Fe.