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Johnston, Kevin J.
2005 Dedos rotos: La captura del escriba en la cultura Maya Clásica. En XVIII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2004 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp.646-654. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.
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DEDOS ROTOS: LA CAPTURA DEL ESCRIBA EN LA CULTURA MAYA CLÁSICA
Kevin J. Johnston
Palabras clave:
Arqueología Maya, Petén, Chiapas, epigrafía, iconografía, escribas
El hecho que a lo largo del tiempo el sistema de gobierno Maya del Clásico haya oscilado en tamaño, complejidad, poder e influencia, revela que este sistema era vulnerable a ser fragmentado mediante la formación de facciones antagónicas, rebeliones internas y otras tensiones políticas. Para desalentar las tensiones que amenazaban la cohesión interna del sistema de gobierno y a su vez, para mantener poder y autoridad, los gobernantes Mayas empleaban prácticas descritas por Gary Feinman (1998), como “estrategias integradas” para desalentar la fragmentación. Este trabajo examina una de esas estrategias: la captura durante la batalla, desfiguración y ejecución de escribas al servicio de las familias reales enemigas. La captura de escribas Mayas ilustra cómo las exhibiciones competitivas constituyen una estrategia de integración en los sistemas de gobiernos poco centralizados.
LA DINÁMICA POLÍTICA DE ESTADOS POCO CENTRALIZADOS
A juzgar por el resultado de investigaciones sobre estados históricos poco centralizados en el sur y este de Asia – que Arthur Demarest (1992) ha demostrado convincentemente como análogos a los estados Mayas – se trata de entidades que se caracterizaron por varias similitudes en la organización:
- El control del soberano abarca principalmente los centros primarios y áreas circundantes. Por eso, el poder político del soberano en centros subordinados no es directo, sino que se establece por medio de terceros al mando de estos centros (Southall 1998; Tambiah 1976, 1985).
- La capacidad del centro primario de ejercer autoridad generalmente depende del consenso de aquellos al mando de centros subordinados, quienes no reconocen el poder del soberano por medio de la coerción (Montmollin 1989:19; Southall 1998:61-64).
- Las regiones periféricas de los estados son susceptibles a desprenderse del resto de la región política a la que pertenecen; los que pueden formar nuevos estados o unirse a facciones rivales (Montmollin 1989:27; Southall 1998:61; Bentley 1986:292-293).
Para gobernar, el soberano de estados poco centralizados debe lograr dos cosas: (1) menguar las fuerzas que amenazan la cohesión del estado y (2) mantener la lealtad de aquellos subordinados de los cuales deriva su poder. Lograr estos objetivos generalmente requiere de exhibiciones competitivas de naturaleza militar o ceremonial. Por ejemplo, por medio de ceremonias, los soberanos representan situaciones en las que desempeñan el rol de mediadores centrales en la relación de los dioses con los humanos (Geertz 1980; Tambiah 1985; Bentley 1986). Estas ceremonias son de una naturaleza competitiva porque su objetivo es mejorar el acceso y control del soberano sobre las masas productivas, las cuales residen principalmente en regiones donde la autoridad del soberano es poco prominente. Gran parte del esfuerzo de los soberanos está volcado en mantener y expandir su habilidad para movilizar estas masas (Geertz 1980; Tambiah 1976). Este es el motivo por el cual celebraban grandes ceremonias y construían magníficos altares donde celebrarlas. De este modo, el poder del soberano puede ser medido, en parte, de acuerdo a su éxito en el campo ceremonial (Tambiah 1985:273-274; Webster 1998:319).
Una segunda forma de exhibición competitiva en estos estados es la guerra, en particular las desatadas contra facciones rivales, descritas por David Webster (1998, 2000). La victoria en estas batallas confirma el poder espiritual del soberano y revela su fuerza política y militar. Éstas se evidencian en su autoridad sobre las masas laborales y su habilidad para expandir estas masas por medio de capturas, las que fomentan lealtad y al mismo tiempo, desalientan la insubordinación y la rebelión. Los soberanos también promueven la consolidación del estado por medio de una tercera forma de exhibición competitiva: la escritura. En concordancia con Demarest (1992), es opinión del autor que estas dinámicas políticas son instrumentales para explicar las dinámicas políticas de los estados Mayas del Clásico.
ESTADOS MAYAS CLÁSICOS: ORGANIZACIÓN Y DINÁMICA
Textos e iconografía de los estados Mayas Clásicos de las Tierras Bajas sugieren que, a excepción de las capitales de los más grandes y poderosos estados (e.g. Calakmul y Tikal), los soberanos ejercen su autoridad por medio de rituales en vez de mediante poder administrativo (Schele y Miller 1986; Demarest 1992). Estos rituales se desarrollaban en la capital, en ubicaciones de gran presencia arquitectónica (templos, palacios, plazas). Así, los soberanos se mostraban como enlaces de comunicación esenciales entre la esfera humana y la sobrenatural (Schele y Freidel 1990:66-73). Una de las responsabilidades rituales más importantes de los soberanos era la guerra, y los textos sugieren que el objetivo principal de las guerras era la captura de otros soberanos, para luego sacrificarlos (Schele y Miller 1986:209-222). También, las guerras eran motivadas por razones políticas y económicas (Webster 1998, 2000).
Los soberanos Mayas entablaban guerras con dos clases de realeza: soberanos de otros estados y facciones insubordinadas dentro de su propio estado (Marcus 1993; Webster 2000:95). Los estados Mayas Clásicos eran susceptibles a la fragmentación según la evidencia jeroglífica sobre rebelión y segmentación intra-política, la cual se encuentra documentada en los textos que se poseen en la actualidad (Houston et al. 2000: 106-107; Martin y Grube 2000:216-221; Webster 2000:97).
Los estados Mayas eran inherentemente inestables y su prosperidad y decadencia se hacen evidentes en las expansiones y contracciones en la construcción de edificios públicos (Montmollin 1989:28-31; Demarest 1992:139-141; Marcus 1993:164-168; 1998; Webster 1998:350; 2000:110). El nivel de actividad en la construcción es, a su vez, una indicación del tamaño de la masa laboral bajo el control de cada soberano (Demarest 1992:139-141). Solamente soberanos poderosos podían reunir las masas laborales necesarias para llevar adelante la construcción de infraestructura, exhibiciones competitivas y guerras. Desde el punto de vista tanto de los partidarios como los adversarios del soberano, las exhibiciones competitivas a las que el soberano destinaba recursos laborales eran persuasivas e intimidantes. Persuasivas porque prometían recompensa a través de la conquista, lo que incluía tributo y favor divino; e intimidantes ya que hacían explícito el castigo que esperaba a los insubordinados fallidos. Un elemento clave del poder del soberano radicaba en su habilidad para producir, por medio de escribas, textos que documentaran exhibiciones competitivas y otras prácticas políticas.
LA ESCRITURA MAYA
Ya que la escritura Maya era un instrumento de poder que promovía la autoridad del soberano celebrando y perpetuando la memoria de sus logros (Houston 1994; Coe y Kerr 1998), los escribas eran agentes activos y visibles en la manutención de ese poder. Como su habilidad para promover la producción de textos era un componente importante del poder del soberano, la pérdida de esta habilidad denotaba una importante pérdida de poder. Tan estrechamente ligadas estaban la guerra y la escritura como fuentes de poder, que ambas se articulaban en la exposición competitiva descrita a continuación: la captura de escribas durante la batalla y la destrucción pública de su capacidad para producir textos. La captura de escribas era un mecanismo integral diseñado para desalentar la fragmentación de los estados Mayas poco centralizados.
EVIDENCIA PROPUESTA SOBRE LA CAPTURA DE ESCRIBAS MAYAS
Ejemplos importantes de la captura de escribas pueden ser encontrados en tres lugares. En la Estela 12 de Piedras Negras se ilustra al soberano del lugar victorioso junto a dos de sus tenientes exponiendo a nueve personas de la élite, capturados en Pomona (Figura 1; Schele y Miller 1986:219). Los glifos y detalles iconográficos documentan el destino y la situación política de los prisioneros. Todos ellos están atados y semi-desnudos – signos de sumisión y humillación (Schele 1983) – y la mayoría son nombrados como sajal, lo que indica que antes de ser capturados, estos prisioneros eran subordinados del soberano de Pomona. Jeroglíficos en el muslo del prisionero ubicado en el costado inferior derecho lo identifican como un escriba de alto rango – ba cheb o “primera persona de la pluma” (Nikolai Grube, citado en Coe y Kerr 1998:98). El hecho que este individuo era un escriba está indicado por “el atado de plumas” de junco o códice (Coe y Kerr 1998:98-99), que sostiene en su mano izquierda. El prisionero en el centro también tiene en su mano derecha, ubicada sobre su cabeza, un atado de plumas. Estos detalles sugieren que todos o casi todos los prisioneros eran escribas al servicio de un enemigo del captor.
En Bonampak, en las paredes del Cuarto 2, Estructura 1, hay una escena similar (Figura 2). Nuevamente, nueve prisioneros están en cuclillas a los pies del victorioso soberano del lugar. La pintura roja indica que los prisioneros han sufrido dos humillaciones: sus dedos han sido quebrados y sangran copiosamente y sus uñas han sido arrancadas. Varios de ellos hacen muecas de dolor y miedo, mientras que al último prisionero hacia la izquierda se le están quebrando los dedos. Una fotografía de cerca ilustrada por Fuentes y Cicero (1998), muestra que los dedos del sexto prisionero (de izquierda a derecha), han sido doblados 180 grados – los dedos se encuentran en ángulo recto con respecto a la palma de la mano. Esto demuestra que en algunos casos, los captores destruían los dedos de los escribas prisioneros doblándolos violentamente, rompiéndolos los ligamentos en los nudillos o en su base.
Los gestos manuales de los prisioneros de Bonampak – cada uno con sus manos en alto, para que los espectadores puedan verlas – recapitulan los gestos manuales de los prisioneros en la Estela 12 de Piedras Negras. Esto sugiere que las manos de los prisioneros de Pomona también fueron quebradas. Aunque ninguno de los prisioneros de Bonampak es nombrado en los textos que acompañan la ilustración, su estatus político es puesto en evidencia por medio de detalles iconográficos que pueden ser vistos en una reconstrucción computarizada de la escena, producida por National Geographic (Miller 1995:51-52): desde la derecha, la segunda figura tiene su mano derecha en alto, en la que sostiene una pluma, como si estuviera documentado su propia captura y ejecución. Este gesto es una convención pictórica Maya de la actividad de los escribas (Figura 5; Coe y Kerr 1998:Figs.64-65, 75-78). Los prisioneros de Bonampak con los dedos quebrados son escribas.
Mientras que el monumento de Piedras Negras muestra la captura de escribas, el mural de Bonampak ilustra dos estadios ceremoniales más a los que los escribas eran sometidos. El quebrar de los dedos de los prisioneros representa el segundo, mutilación y sangría. El tercer estadio, ejecución por medio del sacrificio, está representado por la figura central, reclinada, en el mural de Bonampak, cuyo corazón ha sido removido y sus dedos están aún sangrando. A sus pies se encuentra la cabeza decapitada del décimo prisionero. Aunque muchos de los prisioneros capturados durante las batallas eran sometidos a varias torturas antes de ser sacrificados (Schele y Miller 1986:218, 228), en el caso de escribas prisioneros, la tortura más prominente era la destrucción física de sus dedos.
Temas similares se encuentran documentados en dos lugares del Palacio de Palenque. En el Patio Este, las esculturas de nueve prisioneros flanquean los lados norte y sur de una escalinata jeroglífica, en la que se ilustran escenas de combate sucedidos en el 662 DC (Martin y Grube 2000:164-165; Robertson 1985:Figs.289, 290). En su totalidad, las esculturas documentan los tres estadios ceremoniales que seguían a la captura de escribas (Figura 3). Las figuras que se encuentran paradas o encuclillas con los brazos cruzados delante del pecho representan el primer estadio, una muestra pública. En el lado sur de las escalinatas, la quinta figura a la derecha ha pasado por el segundo y tercer estadios, mutilación y sacrificio: marcas sobre su cuerpo indican que sus genitales han sido mutilados y su corazón sacrificado (Robertson 1985:65-66). Como representación del segundo estadio se muestra el segundo prisionero desde la izquierda, cuya mano derecha, en palabras de Merle Greene Robertson (1985:65) “cuelga hacia el costado mostrando los dedos en una posición innatural, casi grotesca”. La fotografía de Robertson (1985, Fig.304), sugiere que los dedos de la mano han sido quebrados doblándolos violentamente. Nuevamente, la mano que los captores han roto es la derecha, o la mano usada para escribir.
En otros espacios del Palacio de Palenque, un conjunto de esculturas (la Tabilla de 96 Glifos y los dos paneles a sus costados), muestran la captura de escribas. La Tablilla del Escriba (Figura 4), ilustra a un prisionero de rodillas, quien lleva una pluma en su mano derecha como símbolo de su cargo y estatus. El prisionero sangra por la oreja, mostrado por los puntos sobre su mejilla (Schele y Miller 1986:48), pero aún no ha sufrido la mutilación de sus dedos. El texto jeroglífico indica que la figura en el panel opuesto, conocido como la Tablilla del Orador, es el sajal del Tercer Soberano de Piedras Negras (Stephen Houston, comunicación personal 2000), lo que sugiere que antes de ser capturados, el orador y el escriba estaban al servicio de uno de los enemigos del soberano de Palenque. Mediante la captura de sus escribas, el vencedor hirió a su enemigo. Ilustraciones similares de la captura de escribas incluyen la Tablilla del Palenque del Templo XXI, la banca del Templo XIX de Palenque y el Panel de Kimbell (Coe y Kerr 1998:Fig.60, Lámina 91).
RAMIFICACIONES POLÍTICAS DE LA CAPTURA DE ESCRIBAS
Estos datos revelan que los guerreros intentaban capturar no sólo soberanos enemigos y sajal’ ob, sino también a los escribas a su servicio. Ya que los escribas tenían un papel importante en la producción de poder de los soberanos, eran un blanco legítimo y estratégico de captura y destrucción. Por este motivo, los artistas Mayas no se centraban en la ejecución de los escribas, que los eliminaba físicamente, sino en la destrucción de sus manos, lo que destruía su habilidad de escribir. Una explicación de este énfasis es provista por la clásica convención pictórica Maya de la escritura: una pluma delgada sostenida con los dedos extendidos (Figura 5). Para destruir los dedos de los escribas capturados, los vencedores rompían los ligamentos y arrancaban las uñas. Lo que realmente le importaba a un soberano vencedor era la destrucción de escribas enemigos – quienes eran potenciales rivales políticos y el impacto que la eliminación de estos escribas tenía en la habilidad de sus competidores de generar textos políticamente impactantes.
La pérdida de la capacidad de un gobernante para producir monumentos públicos debido a la captura de sus escribas era un gran detrimento a su capacidad de persuasión, autoridad y presencia, aunque el soberano mismo no hubiera sido capturado durante la batalla. La captura de escribas reducía el número de sus seguidores, de los cuales un soberano podía potencialmente sacar tributo y mano de obra, que eran los pilares del poder político. La derrota también manifestaba debilidad, dándoles la oportunidad a subordinados descontentos de rebelarse contra el soberano, ya que con cada rebelión exitosa menguaban aún más su poder.
El hecho de que los Mayas reconocían la relación entre la escritura y el poder del soberano se entrevé en un lamento documentado en el Diccionario Motul del siglo XVI (Barrera Vásquez 1980:264). Para la palabra “uñas” el diccionario provee una sola definición: xupi wich’ ak ma’ bal in lox t’an, traducido como “acabaronséme las uñas, ya no soy quien ser solía, acabose mi poder y mando y dinero, ya no valga nada”. El lamento describe lo que el mural de Bonampak ilustra. Como la escritura era un instrumento de poder, su destrucción creaba debilidad y revelaba la ausencia de poder.
Figura 1 Estela 12, Piedras Negras (dibujo de Linda Schele)
Figura 2 Mural de Bonampak, Cuarto 2, Estructura 1 (dibujo de Jarrod Burks)
Figura 3 Esculturas de nueve prisioneros en el Patio Este del Palacio de Palenque. A la izquierda están los prisioneros al norte de una escalinata jeroglífica. A la derecha están los prisioneros al sur de una escalinata (Merle Greene Robertson, reproducido con permiso)
Figura 4 Tablillas del Palacio de Palenque: “El Orador” está a la izquierda, “El Escriba” a la derecha (dibujos de Linda Schele)
Figura 5 Ah ts’ib título de escribas. El elemento central, una mano agarrando una pluma, es la convención pictórica Maya de la actividad de los escribas
CONCLUSIONES
En los sistemas de gobierno Maya, la escritura promovía cohesión política. Para los plebeyos, los textos y esculturas afirmaban el cumplimiento de rituales divinos por parte del soberano y explicaban cómo el cumplimiento de estas obligaciones beneficiaba a sus seguidores. Para las élites subordinadas, los textos recapitulaban las relaciones sociales por medio de las cuales se generaban las recompensas materiales de la subordinación, así como las consecuencias terribles de insubordinaciones fallidas.
Los textos eran un medio por el cual los soberanos afirmaban y mostraban su poder. Por eso ellos y los escribas encargados de producir estos textos, eran blanco de destrucción en tiempos de guerra. Aunque los escribas capturados eran torturados y ejecutados, lo que los captores eligieron enfatizar en documentos públicos no fue la eliminación física de los escribas por medio del sacrificio, sino la destrucción, por medio de la mutilación de los dedos, de su capacidad de producir textos políticamente persuasivos para sus rivales. La fractura de dedos era un acto político significativo, porque producía y revelaba la vulnerabilidad de enemigos y competidores.
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