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Asensio Ramos, Pilar y Ana María Martín
2006 El árbol Pax, la caza del venado y del avatar del Dios D. En XIX Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2005 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp.679-685. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).
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EL ÁRBOL PAX, LA CAZA DEL VENADO Y
DEL AVATAR DEL DIOS D
Pilar Asensio Ramos
Ana María Martín
Palabras clave
Iconografía Maya, vasos policromados, Dios Pax, venado, ave mítica
“PAX” REPRESENTATIONS IN CLASSIC MAYA CERAMICS
The god Pax is one of the creation divinities which appear together with other great gods such as Itazmnaaj, Chaak, L in images on Late Maya ceramics. His image is linked to features of old age, the jaguar and bloody sacrifices, always in the context of creation. One of his more frequent manifestations is the “Pax tree”, an anthropomorphic tree that has iconographic features of this god. The plant species varies according to the thematic context which is being represented on the vase but the iconographic motifs of which it is made show a similar pattern that would show the same symbolic values associated with this being. This paper focuses on describing these iconographic motifs that make up his image and such others that are consistently associated with it in order to discover the significance for Maya culture of the union of an ancestral god with the rich symbolism of the tree.
Basándose en cuatro ejemplos cerámicos, se intentará conocer algo más acerca de la naturaleza y simbolismo de uno de los grandes desconocidos del periodo Clásico Maya, el dios Pax. En los cuatro ejemplos –vasijas números 1226, 4546, 1254 y 2785 del catálogo de Justin Kerr– el dios Pax aparece bajo su advocación arbórea, posiblemente la más adecuada a su entidad ontológica. Está relacionado con dos animales asociados simbólicamente al árbol, un ave mitológica, advocación o mensajero, ebeet, del Dios D; y el venado, un animal que pierde los cuernos anualmente en la misma época en que la vegetación lo hace con su follaje. En los dos ejemplos, el venado pierde violentamente los cuernos.
En ambos casos, los animales asociados al árbol Pax están siendo cazados, otro elemento simbólico que une a las cuatro vasijas cerámicas. Los protagonistas, de naturaleza divina, permiten aventurar que la acción se desarrolla en tiempos primordiales, en los que se produjeron las primeras oposiciones entre las fuerzas dominantes del cosmos, el cielo y la tierra.
Las escenas de violencia reflejan los distintos momentos en que se enfrentaron y que, como se verá, acabaron con el triunfo de las fuerzas tectónicas. En este contexto Pax está alineado con las fuerzas celestes y ancianas, ya que los dos animales que mueren están asociados simbólicamente al árbol: el ave, porque en ella hace su morada, y el venado, porque es fiel reflejo de la pérdida cíclica de su vegetación en el momento en que cambia su cornamenta.
Las dos vasijas de estilo Códice llevan unos textos parcialmente descifrados, mientras que las relativas al venado están muy borradas o no los llevan. Este hecho acentuará el enfoque iconográfico y simbólico dado a su análisis, con el objetivo de que la información contenida en las imágenes complemente la lectura de los textos dada por los especialistas.
Antes de comenzar con el análisis hay que decir unas palabras acerca del dios Pax. Ha sido llamado así porque sus rasgos coincidían con los del dios patrón del mes Pax. Actualmente el glifo como árbol Pax se lee TE’, madera, y, el del mes, SIBIK-TE’ (Zender 2005:13). Su cabeza es la de un anciano, sin mandíbula inferior en ocasiones, con un diente o lengua muy prominente pintada de rojo, y una garra u oreja de jaguar sobre la suya propia. Su cuerpo puede estar cubierto de espejos, como es el caso de su aparición arbórea, lo mismo que lo está el Dios D y su ave mensajera. Los contextos en que aparece se refieren a situaciones de muerte por vejez y previo sacrificio y entrega de sangre. La garra de jaguar le imprime un carácter nocturno, y sus rasgos faciales le emparentan con el Jaguar del Inframundo, quizá como su expresión hecha árbol, comunicación y soporte del cielo encarnado por el Dios D, también en su aspecto nocturno.
El primer bloque recoge dos ejemplos de caza o abatimiento de un ave, posiblemente un halcón enmascarado, por la cerbatana de un joven cazador. Éste es, ya que se menciona su nombre, en los dos casos Hun Ajaw, el prototipo Clásico del Hunahpu K’iche’ del Popol Vuh. Ambos sucesos tienen lugar en un mismo escenario con dos ambientes espaciales contrapuestos: el árbol con el pájaro, y el cerro serpiente con el cazador. En el K 4546 además hay otros dos cazadores, también con manchas en el cuerpo, sombreros de paja y cerbatanas. Son cazadores jóvenes, asociados al cerro con la serpiente, un animal que se opone, en prácticamente todas las mitologías, al pájaro, como una expresión simbólica más de la oposición entre el cielo y la tierra.
Figura 1 Vaso K4546
El cerro también está imbuido de vida, y está hablando, otro prototipo Maya Clásico que ha llegado hasta estos días, puesto que en las comunidades de las Tierras Altas Mayas aún se acude a recibir consejo de los cerros en que habitan el dios Mundo y los antepasados. La composición de la escena coloca a los jóvenes como pertenecientes a ese ambiente tectónico, por lo que ellos serían antepasados de los Mayas que diseñaron los mitos, los encargados de abatir al ave. En contraposición estarían los dioses viejos, pertenecientes a creaciones anteriores, cuyo lugar sería en el cielo nocturno.
El tiempo en que están sucediendo los acontecimientos es anterior a la creación actual, ya que el K1226 informa que es en el 1 Ajaw 3 Kankin, el 28 de Mayo del 3149 AC. Es una fecha de un tiempo en que no existían los hombres ni los jóvenes dioses astrales –Sol, Luna, Venus– actuales. Se abate a un ser de categoría divina, pero viejo, sobre un árbol añoso, posiblemente un guanacaste (Enterolobiun cyclocarpum), árbol de tronco grueso y madera fuerte que proporciona mucha sombra. El disparo de la cerbatana, uno de los símbolos de los rayos solares, va contra el espejo del ave, que simboliza a la realidad que se refleja en él, la que pertenece a Pax y al Dios D.
Este espejo es uno de los atributos fundamentales del pájaro, junto con la diadema con la concha y la flor, por lo que está ligado ontológicamente con el Dios D, al que se llamará así y no Itzamnaaj porque todavía no están claras sus conexiones con este dios del periodo Postclásico. La lectura de Itzamye de Linda Schele (Freidel, Schele y Parker 1993), estaría también en suspenso.
En el ejemplar K4546 dice que es un way, mientras que en el K1226 no se especifica nada al respecto. En conclusión, y a la espera de nuevas lecturas, se definirá como un avatar del Dios D, que se habría desplazado de su espacio (K1226), o que sería un alma de Dios D (K4546), posados en el árbol Pax. En todo caso, el Dios D está presente con toda su esencia –el espejo, la concha y la diadema con la flor– en el momento previo al amanecer, cuando el cielo está más oscuro y brillan más los planetas (quizá los otros cazadores del K4546). El momento previo al amanecer está sugerido en la caza al pájaro, ya que es el momento del día más apropiado para hacerlo.
Figura 2 K1226 (Kerr 1989:68; Robiscek y Hales 1981:83)
El texto de K1226, leído por Zender (2005:11), dice que el ave descendió en la fecha mencionada. La acción sucede gracias al disparo de Hun Ajaw, es decir, del Sol. Según la lectura iconográfica propuesta, el cielo nocturno primigenio, el espacio que actualmente está sobre el cielo, cae y desaparece iluminado por el joven Sol, que sale de las entrañas de la tierra, el Cerro Serpiente, el prototipo de todos los cerros sagrados que veneraron y veneran los Mayas como el hogar de los dioses tectónicos que rigen sus destinos: Sol y Luna, Maíz, Mundo, antepasados humanos. Se sugiere así que hay una segunda categoría de divinidades, más próxima a la sociedad humana, ya que ellos rigen sus destinos directamente, actuando como intermediarios entre las fuerzas divinas primigenias –el Dios D, el Dios L, Pax, los Remeros– y el último eslabón de la cadena de la creación, los hombres del maíz.
Siguiendo una lectura iconográfica, se contempla cómo se acabó con el ser que encarnaba al cielo que regía hasta el 1 Ajaw 3 Kankin, que pasó a ocupar un nuevo espacio en el mundo de los muertos, posiblemente en el centro de una noche. La escena de K4546 podría reflejar un intento de abatir el ave, u otro episodio similar, esta vez en manos de tres jóvenes astros de la creación actual.
En todo caso, la caída del Dios D dio inicio a un nuevo ciclo de batallas cósmicas entre las fuerzas celestes y terrestres que culminaron en la creación actual, el 4 Ajaw 8 Kunku. Según algunos textos Clásicos, estas luchas tienen su reflejo simbólico en la alternancia del amanecer y el ocaso diario del Sol y, en consecuencia, del cielo nocturno, un espacio que simbolizan Pax y las complejas manifestaciones del Dios D.
Cambiando ahora de protagonistas. El venado toma el lugar del ave, y Hun Ajaw da paso al Dios del Viento (el apodado casper por Schele), y a unos cazadores con lanza dardos y caracolas. El Dios del Viento (K1254), y los cazadores (K 2785), llevan ropas de jaguar, alusión al mundo de la oscuridad y del agua. El venado, simbólicamente ligado al Sol en distintos cuentos actuales (Hammond 1985:167), está en su etapa adulta, finalizando su vida, ya que pierde lo que es su poderío, los cuernos, y, su vida. Un nuevo episodio de confrontación entre nuevo/viejo, cielo/tierra, con Pax, TE’, como lugar donde se produce el sacrificio, y el intercambio de fuerzas.
La simbología del venado está todavía pendiente de completarse. Es un animal que aparece preferentemente en la cerámica del Clásico Tardío como objeto de caza, tocado de guerreros y jugadores de pelota, cargador del Dios D, familia del Dios de la Tierra, y como dos de los principales wayob que se conocen: Muerte-Venado y Venado-Serpiente.
Es una entidad que recorre los espacios celestes y terrestres, el celeste vivo, el terrestre, muerto y joven. Es, como el ave y el árbol, un ser que puede desplazarse entre realidades contrapuestas en el imaginario simbólico Maya. Como especie animal, el venado de cola blanca (Odocoileus virginianus), se muestra vigoroso en el buen tiempo, mientras que su comportamiento decae cuando el tiempo es lluvioso (Schlesinger 2001:181). Se convierte así en el prototipo ideal para encarnar a la vitalidad de la estación seca, la que permite que se germine la vida en el interior de la tierra, pero cuyo exceso puede acabar con ella.
Pierden naturalmente sus cuernos por esa misma época, que es, además, en la que son cazados con más intensidad. En la actualidad coincide también con la celebración de muchos rituales –los días precisos dependen de la climatología específica en las Tierras Altas o en las Bajas–, propiciatorios de la lluvia. La importancia de los rituales en esta época anual se explica por la necesidad de entender y controlar los cambios climatológicos, ya que la sociedad Maya alcanzó grandes logros en el terreno intelectual, pero en el económico y social siguió siendo una cultura agrícola dependiente de los fuertes vaivenes de la naturaleza.
En las épocas en que ésta cambia es cuando se suceden las situaciones de riesgo para la sociedad, y es cuando se realizan los rituales encaminados a conseguir la alternancia deseada. Ésta es siempre reflejo de un episodio primordial, generalmente ocurrido en tiempos míticos, y que se reactiva cada año como fiel reflejo de lo que allí sucedió. Así, los comportamientos de la naturaleza y la voluntad de las fuerzas divinas que las controlan se entremezclan para dar lugar –a través de procesos violentos– al cambio necesario. En este caso es el fin del predominio del cielo limpio de nubes, un cielo cálido que ya ha cumplido su misión fertilizadora para con la Tierra.
Es el turno de ella y de todo lo que contiene: vegetación, agua. Antes de que llegue su turno muere el cielo estival, al igual que lo hace el venado al final de la estación seca, cuando se acerca y deja sus huellas –de alto valor simbólico– en las milpas recién quemadas, ya que la falta de vegetación le lleva a buscar el alimento cerca de los asentamientos humanos. También los machos pierden la cornamenta, por lo que no es de extrañar que se les pueda asociar simbólicamente con los árboles, ya sin sus hojas. Conceptualmente, al menos entre los K’iche’ (Cook 1986:144), y los Ch’orti’ (Girard 1966:20), esta etapa del año se corresponde con la vejez del año, mientras que el nuevo año da comienzo con las lluvias.
Ambas escenas se sitúan en ese momento del año, pero cada una resuelve el episodio de distinta forma. El vaso petenero –K1254– lo hace a manos del Dios del Viento. El vaso yucateco –K2587– a manos de cazadores que asocian la simbología del lanza dardos –los rayos solares– con la del jaguar y la caracola, es decir, con la de un Sol de connotaciones más frescas y húmedas, el Sol que se asoma en los días de la estación lluviosa entre las nubes cargadas de agua.
Figura 3 K1254 (Coe 1982:37)
La presencia de Pax coincide, como en los dos ejemplos del ave, con momentos de confrontación entre opuestos, el paso previo para todo proceso creativo, y con su asimilación a lo caduco, a lo que va a desaparecer. Esta asociación con la violencia necesaria parece que traspasó los límites del Clásico, ya que, según informa Landa (1985:126), durante el mes Pax, que coincide con mayo y cuando llegan las lluvias al árido norte de Yucatán, se realizaban ceremonias ligadas a la guerra, como danzas, sacrificios y banquetes rituales para que “el año fuese pródigo en mantenimientos”. Como se ve, son distintos rituales que unen el combate con la prosperidad agrícola, signo de que sin duda existió un combate primordial cuyo resultado fue la bonanza de bienes.
En el vaso K1254, la faz característica con la boca en forma de silbato del Dios del Viento podría referirse a los primeros vientos que barren los campos secos, anunciando la llegada de las tormentas que empiezan a fraguarse en las cimas de las lejanas montañas. Su vestimenta remite al jaguar y al jugador de pelota, es decir, a una fuerza que se mueve y hace mover el tiempo, un tiempo húmedo y nocturno, que llega desde las montañas: no en vano antes del sacrificio hay una conversación entre un Dios del Cerro o de la Tierra y un jaguar sentado sobre una pila de signos, nal, agua. La conversación parece que la desencadena la presencia de un ser enmascarado y vestido de murciélago acompañado de un gran insecto, personajes habituales en las escenas de inframundo cavernoso.
El sacrificio se realiza ante una planta con la base de Pax, que es un árbol espinoso terminado en un gran panal, mientras un buitre sobre un signo ajaw contempla la escena, a la espera de hacerse con la carroña del venado y transformar su cuerpo muerto en vida. La escena de embriaguez que continúa podría haber tenido su continuidad ritual en los festivales del mes Pax que narra Landa (1985:125), pero, al estar protagonizado por seres del otro mundo, podría tratarse de la situación primordial.
Venado y árbol Pax espinoso están pues asociados simbólicamente, lo mismo que lo estaba el avatar del Dios D y el árbol de las dos vasijas de tipo Códice, y en otros ejemplos de contexto diferente (Taube 1992:40). Allí lo estaban como morada y morador, aquí como referentes de una estación en que la vida vegetal y animal han perdido sus atributos –hojas y cuernos– por el exceso en el predominio del Sol, ya viejo de tanto lucir. Es, en cierto modo, el reflejo de una situación tempo-espacial que se ha convertido en excesiva y, por tanto, es necesario que desaparezca. El tronco espinoso y el panal en el que termina podría estar anunciando el tiempo en que sucede, el mes de febrero, cuando las ceibas espinosas de Petén abren sus flores al amanecer y acuden insectos y pájaros a libar de ellas (Freidel et al. 1993:394). Es nuevamente el amanecer, como en los vasos de los cazadores de pájaros, un tiempo de tránsito entre situaciones liminares, el día y la noche.
Para concluir, la situación mítico-ritual que recoge K 2785, conocido también como vaso Calcehtok por haber sido localizado en esta población del norte de Yucatán, se observan varios episodios encadenados que giran en torno al venado y a una gran planta de nenúfar con la cabeza de Pax.
Los cazadores simbolizan a las fuerzas que van a reemplazar a las ya existentes por medio de la violencia, la misma que utilizan jaguares y hombres para cazar a los venados. Éste está destinado a la muerte y el sacrificio, ya que lleva una capa con signos de muerte y las orejas perforadas con papel igual que los prisioneros de guerra. Las flechas, símbolo solar como la cerbatana, acabarán con su vida, una vez que en vida, se le quiten los cuernos.
De nuevo un buitre sobrevuela la escena, y un segundo guerrero/cazador toca una gran caracola. Éste es un instrumento siempre presente en la caza del venado, y está, además, ligado al interior de la tierra ya que lo toca el Señor de la Tierra con atributos de patrón de los animales salvajes cuando emerge de una gran Serpiente Venado. Su simbología está ligada al anuncio de algo, en esta situación la llegada del viento húmedo precursor de la lluvia. La caracola, por su origen marino y el ruido de agua que se oye en su interior, es una metáfora de las aguas primordiales, las que sirven de origen y, a través de diferentes transformaciones, son las aguas que se presentan en forma de nubes en el cielo, y de ríos y fuentes en las cavernas y superficie de la Tierra. Por ejemplo, para los K’iche’ el mar está bajo la tierra, y gracias al dios Mundo ésta pasa a la superficie en forma de ríos, fuentes y lluvias que se forman en las montañas (Earle 1986:168).
Figura 4 K2785. Vaso de Calcehtok (Taube 1988:fig.12.8)
Por otro lado, la acción de acabar con el año viejo se desencadena en el nenúfar Pax, que acoge en sus tallos a dos entidades procedentes del otro mundo, ya que no hay que olvidar que los nenúfares crecen en aguas que ejercen la misma función adivinatoria y de presencia que los espejos. También hay dos jóvenes animales que conversan entre ellos a los pies de Pax. Son los dos cargadores del Dios D en el Clásico Tardío, el venado y el pecarí. En este vaso también está presente Pax, separando a ambos cargadores. De nuevo Pax pertenece a ese espacio primordial donde su forjaron los primeros impulsos creativos, y que se hacen presentes a través del portal que simboliza Pax nenúfar, las aguas estancadas donde crecen y que cumplen la misma misión consultiva y de manifestación que los espejos.
Pax es el espíritu divino que imbuye determinados objetos, entre ellos ciertos árboles cuya imagen, como en estas figuras, está cargada de significación simbólica: la fortaleza del guanacaste, apto para construir casas y canoas, la fragancia matutina de las ceibas en flor que atrae a las abejas que fabricarán cera y miel que servirán para comunicarse con los dioses, el espejo de las aguas donde crecen los nenúfares, que refleja la alternancia anual del cosmos a manos de sus dos cargadores en el Clásico Tardío.
En los ejemplos seleccionados está en la oposición celeste, que se manifiesta como anciana, término simbólico que significa antiguo, pero también aquello que permanece. Por extensión en la cadena simbólica lo son también el avatar del Dios D y al venado, los que mueren a manos de las fuerzas jóvenes y tectónicas. Pero Pax y todos los que comparten su categoría ontológica permanecen como depositarios del conocimiento profundo de la creación, un proceso que se debe conocer y reactivar cada día, cada año, cada era. De ahí su importancia como portal de acceso al mismo y al momento de la confrontación.
REFERENCIAS
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1986 The Metaphor of the Day in Quiche: Notes on the Nature of Everyday Life. En Symbol and Meaning beyond the Clossed Community. Essays in Mesoamerican Ideas (editado por G.Gossen), pp.155-172. Institute for Mesoamerican Studies. University of Albany, Nueva York.
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1993 Maya Cosmos: Three Thousand Years on the Shaman’s Path. William Morrow. New York.
Girard, Rafael
1966 Los Mayas. Libro Mex Editores. México.
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1985 The Sun is Hid: Classic Depictions of a Maya Myth. En Fourth Palenque Round Table, Vol VI (editado por E. Benson), pp.167-173. The Precolumbian Art Research Institute, San Francisco.
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2001 Animals and Plants of the Ancient Maya. A Guide. University of Texas Press, Austin
Taube, Karl
1992 The Mayor Gods of Ancient Yucatan. Studies in Precolumbian Art and Archeaology 32. Dumbarton Oaks Research Library and Collection. Washington, D.C.
Zender, Marc
2005 The Racoon Glyph in Classic Maya. The PARI Journal 4 (5):6-16.