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Vidal Lorenzo, Cristina
2006 Investigaciones arqueológicas en La Blanca, Petén: Temporada 2004. En XIX Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2005 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp.790-802. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).
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INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA BLANCA, PETÉN:
TEMPORADA 2004
Cristina Vidal Lorenzo
Palabras clave
Arqueología Maya, Tierras Bajas, Guatemala, Petén, La Blanca, río Salsipuedes, río Mopan, arquitectura, excavación, grafitos
ART AND ARCHAEOLOGY IN LA BLANCA, PETÉN
The principal aim of this communication is to offer an interpretation of the most relevant results coming from the archaeological work at the site of La Blanca, Peten, carried out during October and November of 2004. The aforementioned ruins are spread out in a border area between the settlements of northeast and southeast Peten, and are characterized by the presence of a monumental architecture especially palatial in style. The archaeological excavations have allowed us to establish a chronology for the site, constructive phases of the public spaces, as well as the discovery of interesting artistic vestiges.
La presente comunicación tiene como objetivo ofrecer la interpretación de los resultados más relevantes derivados de la intervención arqueológica en La Blanca, Petén, llevada a cabo entre los meses de septiembre y noviembre del 2004.
Dichas ruinas se extienden en una zona fronteriza entre los asentamientos del noreste y el sureste de Petén, y sus construcciones actualmente visibles son muestra de una elaborada arquitectura de carácter palaciego de muy buena factura, especialmente en la elevada Acrópolis que domina el sitio (Muñoz 2005).
Dada la singularidad del sitio, una de las principales metas del Proyecto La Blanca es establecer el grado y el tipo de relación que mantuvo con los otros centros del entorno, tanto a nivel político e ideológico como comercial. Para ello, en esta primera temporada de campo era fundamental llevar a cabo el mapa del sitio, la prospección y sondeo arqueológico, la localización, exploración y cerramiento de saqueos, el estudio de las arquitecturas visibles mediante el dibujo y el reconocimiento visual de las mismas y, en su caso, la adopción de medidas de urgencia para conservar los elementos arquitectónicos actualmente visibles y en peligro de colapso, el estudio y conservación de vestigios pictóricos, grafitos y estucos que presumiblemente pudieran hallarse, y la clasificación y estudio de los materiales exhumados (Vidal 2005).
MARCO GEOGRÁFICO
La Blanca se localiza a la orilla del camino de terracería que conduce a la población de igual nombre, la cual se extiende a ambos lados de una laguna y a unos 3 km de distancia de las ruinas. Dicho camino parte de la carretera de Flores a Melchor de Mencos, a la altura de la población de La Pólvora, y hay que recorrer 17 km para llegar al sitio.
Las ruinas constituyen una auténtica “isla” de selva en medio de una amplia extensión muy deforestada, donde parte de los terrenos se inundan fácilmente como consecuencia de las crecidas del río Mopan, de modo que un factor importante a tener en cuenta es el hecho de que el agua debió jugar un papel determinante en el desarrollo del sitio, tanto por la proximidad al río Salsipuedes –un afluente del Mopan- como por la cantidad de lagunas y campos inundables que se encuentran en su entorno.
La principal actividad económica de los habitantes de la población de La Blanca es la agropecuaria, siendo sus principales cultivos el maíz, el fríjol y la pepitoria, si bien el primero de ellos ocupa cerca del 82 % de la superficie total cultivada. Los campos de cultivo y los destinados al pastoreo rodean totalmente las ruinas, en las que es habitual encontrar ganado vacuno y caballos merodeando en el entorno de los montículos.
Entre las especies vegetales que más abundan en el sitio arqueológico es de destacar la presencia de elevados ramones, corozos y amapolas blancas, encontrándose los montículos totalmente cubiertos por la vegetación, a excepción de las edificaciones de la Acrópolis, parcialmente visible.
INVESTIGACIONES PREVIAS
Aunque las primeras noticias modernas que se tienen de La Blanca corresponden al plano que Teobert Maler levantó de la cuenca del río Mopan en el año 1905, no fue hasta el año 1994 cuando el sitio empezó a ser visitado periódicamente por el Programa de Rescate del Sub-proyecto Triángulo Yaxha-Nakum-Naranjo, habiéndose realizado entonces un plano esquemático del lugar y un registro fotográfico del mismo.
En 1995 y 1996 se realizó un control de vegetación y documentación fotográfica y, en ese último año, la Unidad de Arqueología Regional de Guatemala, bajo la supervisión de la arqueóloga Vilma Fialko, realizó sondeos, nuevos levantamientos y registro de saqueos (Fialko 1997).
A raíz de ese registro, se rellenaron los saqueos en 1997 y 1998, al tiempo que se realizaron apuntalamientos de la arquitectura en peligro, y una caracterización de la vegetación. Al año siguiente se registraron daños por sismo, teniéndose que efectuar nuevos apuntalamientos, finalizando estas intervenciones previas con la realización de dibujos de arquitectura en el año 2000 y una publicación de la ficha técnica del sitio al año siguiente (Quintana y Wurster 2001:137-138). En ese mismo año se realizó también un reconocimiento de la sección inferior del río Mopan por parte de los miembros del Proyecto Atlas Arqueológico de Guatemala, que incluyó la exploración de tres sitios arqueológicos, siendo uno de ellos La Blanca (Mejía 2001:9-18).
LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA
Las excavaciones arqueológicas de la temporada 2004 dieron inicio una vez concluida la primera fase de prospección y de levantamiento topográfico con estación total, ya que para su ejecución era fundamental poder situar los pozos de sondeo con total exactitud en el conjunto del levantamiento y, concretamente, en unos ejes previamente establecidos que siguieran la orientación principal de la ciudad en ruinas, es decir, paralelos a los edificios de la Acrópolis cuya disposición conforma un cuadrado perfecto, de ahí que este sector también sea conocido con el nombre de Cuadrángulo (Figura 1).
En dichos ejes, cinco en total, se marcaron los 21 pozos de sondeo previstos, también con ayuda de la estación total. La finalidad de estos pozos (sub-operaciones), de 2 por 2 m, era obtener la máxima información posible en esta primera fase de sondeo, si bien se primó en todo momento la conservación de los vestigios constructivos y arquitectónicos hallados en ellos. Paralelamente a estos trabajos, se inspeccionaron, limpiaron y dibujaron los saqueos que aún permanecían abiertos en algunos montículos, sobre todo en el Grupo Sur.
Uno de los ejes más interesantes fue el Eje 1, ya que éste es el que atraviesa el centro de la Acrópolis, extendiéndose por un lado hasta el pie del montículo norte de la Gran Plaza y, por otro, hasta la depresión sobre la que se alzan las terrazas del sur (Figura 2).
El estudio estratigráfico derivado de los pozos abiertos en la Gran Plaza indicó que para su nivelación se empleó, a modo de relleno, un potente estrato de fango de naturaleza arcillosa (con presencia de atapulgita con indicios de illita-montmorillonita, según los análisis de Piles et al. 2005:157), seguramente procedente del entorno cenagoso de estas ruinas, trabajos que se habrían llevado a cabo en el Clásico Tardío, en virtud del estudio de los materiales exhumados –cerámica y pedernal- durante su excavación (Ramos 2005). En una de las sub-operaciones, la más próxima a los pies de la Acrópolis, se localizó un muro de contención debajo del estrato de fango, seguramente relacionado con la construcción del gran basamento que soporta los edificios de la Acrópolis.
Figura 1 Plano de La Blanca en el que se indican los ejes y sub-operaciones arqueológicas
Los pozos abiertos en el patio interior de la misma fueron los que más información aportaron, tanto a nivel constructivo como material, circunstancia especialmente debida al hallazgo de un basurero junto al derrumbe de uno de los edificios del sur (Sub-operación 6 y ampliaciones).
De éste se recuperaron 5425 fragmentos de vasijas cerámicas, 22 figurillas cerámicas antropomorfas y zoomorfas incompletas, 13 artefactos (de pedernal, obsidiana, piedra tallada y caracol Strombus sp.), 246 lascas de pedernal de diferentes colores y restos óseos animales, adscritos al periodo Clásico Terminal.
Aunque casi todas las figurillas están incompletas, aún se puede percibir en algunas la minuciosidad del modelado y una interesante carga expresiva en sus rostros. En cuanto a las técnicas de manufactura, se distinguieron cabezas de figurillas modeladas y con espiga, con el fin de ensartarse en cuerpos vacíos hoy desaparecidos, y cabezas moldeadas, adheridas directamente al torso o bien separadas de éste.
La pieza más completa es la que representa a un personaje principal, con las piernas plegadas debajo del atuendo que porta, los brazos rectos adheridos al cuerpo y apoyados en las rodillas, y un delicado pectoral alrededor del cuello. A pesar de la erosión de la pieza, se aprecia un rostro sereno, con dos grandes orejeras y un tocado muy elaborado con la representación de las fauces abiertas de un felino (Figura 3).
Figura 2 Eje 1 Este con indicación de las sub-operaciones y ampliación del sector de la Acrópolis
Las otras figurillas antropomorfas también exhiben tocados pero no tan elaborados como éste; por el contrario, en éstas se aprecian mejor los rasgos faciales, destacando entre ellas las que parece representar a un ser sobrenatural, con rasgos ornitológicos. En cuanto a las zoomorfas, es posible distinguir la cabeza de un jaguar, muy lograda a pesar de la erosión de la pieza, y a la de un cérvido.
Se consideró bajo la categoría de objetos todos los restos muebles de cultura material no cerámicos, suntuarios o no, incluida la industria lítica, siendo en este caso, más representada la sub-industria del pedernal. De este basurero proceden trece piezas completas. Las de pedernal exhiben diferentes tonalidades, predominando entre ellas los cuchillos, las puntas de proyectil y de lanza, y las hachas, mientras que dentro de la clase “piedra pulida” se encontraron en este basurero manos de moler, pulidores, discos y un descortezador.
Al igual que en el resto del sitio, la gran ausente ha sido la sub-industria de la obsidiana ya que de toda la excavación apenas se recuperaron siete fragmentos de navajas y núcleos. Por el contrario, tanto en este basurero como en los demás sondeos, ha destacado la gran abundancia de lascas de pedernal de diferentes colores (rojo, rosado, naranja, café, crema, gris), que en algunos casos pudieron haber funcionado como raederas o raspadores.
Dentro de la industria de la concha sólo se halló un objeto ornamental –un fragmento de colgante de caracol Strombus sp.- así como numerosos caracoles sin función ornamental.
Figura 3 Figurilla de cerámica hallada en el basurero de la Acrópolis (Dibujo P. Morales)
Figura 4 Sub-operación 6 y ampliaciones
No obstante, el hallazgo más significativo fue el de los vestigios constructivos de fases anteriores, así como el sistema constructivo de esta elevada Acrópolis. Se pudo comprobar así la presencia de, al menos, dos plataformas construidas con sillares perfectamente labrados, apoyadas sobre pisos de estuco de muy buena factura. En un determinado momento tanto dichas plataformas como el resto del patio interior de la Acrópolis fueron cubiertos por un empedrado, compuesto por piedras de similar tamaño sin labrar y con restos de mortero entre ellas, sobre el cual se extendía el piso de estuco que yace debajo del nivel de humus y que, como suele ser habitual en estos casos, se encuentra muy deteriorado (Figura 4).
Tanto los materiales recogidos en el basurero como en el relleno del primer piso de estuco fueron adscritos al periodo Clásico Terminal, mientras que los del resto de los niveles fueron asociados al Clásico Tardío. De todo ello se deduce que durante el Clásico Tardío, en este sector del patio de la Acrópolis se mantenían visibles dos plataformas con sillares muy bien labrados que, en un momento dado, fueron cubiertas por un empedrado y un pavimento estucado.
Sin embargo, el sistema constructivo de todo este gran basamento sobre el que se erigieron los edificios de la Acrópolis pudo documentarse sobre todo en las Sub-operaciones del Eje 3, y concretamente en la Número 12, donde aparecieron unos alineamientos de piedras dispuestos en dirección norte-sur y este-oeste, interpretados como cajas de construcción o muros de contención (Figura 5).
Figura 5 Eje 3 Norte con indicación de las sub-operaciones y ampliación del sector de la Acrópolis
Esos alineamientos de piedra cimientan en un piso de estuco, y debajo de ellos se hallaron otros cinco pisos más, hasta llegar a un nuevo sistema de cajas de construcción a casi 2 m de profundidad respecto del nivel superficial. El interior de estas cajas está formado por piedras informes que van aumentando de tamaño a medida que se profundiza. El estudio mineralógico de estos pavimentos (Piles et al. 2005), sometidos a análisis de Microscopía Óptica (LM), Microscopía Electrónica de Barrido (SEM/EDX) y Difracción de Rayos X (XRD), ha permitido concluir que no existen diferencias significativas en cuanto a la composición de los pavimentos, tratándose de suelos confeccionados con morteros compuestos de árido silíceo de granulometría más o menos fina y capa de coloración más oscura (Figura 6).
Curiosamente, el piso de estuco en el que desplantan los alineamientos más superficiales se apoya sobre un estrato de fango idéntico al recuperado en los pozos de la Gran Plaza Norte, lo que contribuye a corroborar la hipótesis de que se trata de una tierra de relleno. Es muy posible, por tanto, que la construcción de la Gran Plaza coincidiera con las obras de remodelación en el patio de la Acrópolis, es decir, cuando en ésta se levantaron las plataformas a las que antes se hacía referencia. Sea como fuere, todas estas intervenciones se llevaron a cabo en el Clásico Tardío, a juzgar por la composición de los suelos y el estudio del material cerámico.
Figura 6 Sub-operación 12 en la que se puede apreciar el sistema constructivo
del basamento de la Acrópolis
De inferior calidad es el sistema constructivo de los montículos incluidos dentro de lo que se ha llamado el Sector Oeste del sitio, y que se distribuyen en al menos tres plazas, dispuestas con la misma orientación que el conjunto de la Acrópolis y la Gran Plaza. Las sub-operaciones practicadas a ambos lados del montículo que divide la Plaza Central de la Plaza Sur de este sector (Sub-operaciones 19 y 20), permitieron apreciar que estaba compuesto por piedra caliza cortada muy fina, tomada con mortero de tierra y no de cal, es decir, basamentos muy sencillos y de menor complejidad que el de la Acrópolis.
En cuanto a las plazas, de su estudio se deduce que comparten la misma historia constructiva y adscripción cronológica que la Gran Plaza, y aunque de momento no se ha encontrado ningún vestigio del piso de estuco, sí se ha podido documentar en algunas zonas la base de piedrín sobre el que debió extenderse.
Tanto la composición del montículo intervenido como la disposición de los otros, hace pensar en la presencia de plataformas sobre las que en la antigüedad se erigieron estructuras de carácter perecedero. Una hipótesis es que en algunas de esas estructuras, dada la forma y tamaño de los montículos, se llevaran a cabo actividades de carácter artesanal, si bien, aún es pronto para poder afirmarlo.
Uno de los hallazgos más interesantes en lo que a la estructura urbana de la ciudad se refiere fue el de la amplia calzada que se extiende a los pies de la fachada occidental de la Acrópolis. Difícil de visualizar anteriormente debido a la espesa vegetación, todas las hipótesis apuntan a que se dirige al Grupo Sur, tras un recorrido de unos 300 m y una anchura de casi 30 m.
Los pozos de sondeo que sirvieron para estudiar su sistema constructivo se situaron en el Eje 4 y presentaron una estratigrafía idéntica: un nivel de tierra de textura granulosa, rico en materiales cerámicos y líticos, y la roca madre aflorando a una cota media de 0.50 m de profundidad respecto del nivel superficial, es decir, a una profundidad muy inferior a la de la Gran Plaza. De momento, aún no se han hallado vestigios del piso de estuco que debió extenderse en esta importante calzada.
La continuación del Eje 1 hacia el sur conduce al sistema de terrazas sobre el que se alza la Acrópolis. A los pies de estas tres amplias terrazas se extiende una depresión de unos 1500 m2 que, según todas las evidencias, en la antigüedad debió funcionar como una aguada, datos corroborados en parte por el pozo de sondeo practicado en este sector.
LOS GRAFITOS DE LA ACRÓPOLIS
Con el fin de tomar muestras de los pigmentos de color hallados en otra ocasión por la Unidad de Arqueología Regional de Guatemala en uno de los cuartos meridionales de la Acrópolis (Fialko 1997:28), se decidió reabrir esa sub-operación, en la que, además de la toma de muestras, se documentaron y dibujaron los grafitos que exhiben dichas paredes. Entre esos grafitos destaca la firma de Pedro Montañés de 1759, así como otras sugerentes representaciones antropomorfas y zoomorfas de época prehispánica, entre ellas, dos flautistas, un venado, una tortuga, una rana y otros animales perfectamente dibujados, que cubren todas las paredes de esta estancia. La calidad de algunos de algunos de ellos es excepcional y constituyen un importante documento acerca de la fauna prehispánica y de ciertas actividades practicadas por los habitantes del sitio (Figura 7).
Este cuarto está recorrido por una banqueta de 0.70 m de altura y con un apoyabrazos en el lateral oeste, cuya cara interior es ataludada. Durante su limpieza se comprobó que en el extremo suroeste, entre dicha banqueta y la puerta de entrada al cuarto, había un nivel de relleno integrado por abundante cenizas y carbón, del cual se extrajeron numerosos restos óseos animales y de cerámica, destacando entre ellos siete pertenecientes, tentativamente, al Posclásico Temprano (Ramos 2005:124), una hachuela de piedra verde, dos pesos de pescar de piedra y tres de cerámica, así como otros objetos de pedernal y obsidiana. Ese nivel de cenizas y tierra suelta descansaba sobre otro de tierra caliza más compacta, estéril en materiales.
En el extremo opuesto se localizó una concentración similar de tierra y cenizas, pero no tan potente, de donde proceden ocho fragmentos de un cuenco (Grupo Máquina, tipo Pepet Inciso), acompañado de restos óseos animales y abundante carbón.
Tales depósitos parecen formar parte de ofrendas realizadas en los albores del Posclásico Inicial, una vez que la ciudad ya había sido abandonada por sus moradores y cuando, aparentemente, estos palacios sirvieron de refugio a otros grupos de personas procedentes de las zonas periféricas, en años de gran desasosiego e inestabilidad política, inmediatamente después del colapso del Clásico.
Figura 7 Grafito representando un venado, hallado en el muro oriental del cuarto de los grafitos
Figura 8 Saqueo en el interior de uno de los montículos del Grupo Sur (Operación II Sub-operación 3)
LOS SAQUEOS DEL GRUPO SUR
El conjunto monumental más alejado del centro de la ciudad es el Grupo Sur, integrado por montículos de mediana altura, los cuales han sido sometidos a profundos y destructivos saqueos, los cuales fueron debidamente investigados, dibujados y cerrados dentro de lo que se denominó la Operación II de la intervención (Cañada et al. 2005), a fin de diferenciarla de la Operación I, correspondiente a la excavación de los pozos de sondeo.
Algunos de estos saqueos llegaron a atravesar el montículo prácticamente de lado a lado, llegando a poner en peligro la estabilidad de la edificación, como en el caso de la Sub-operación 3 de esta Operación, en la que se pudo documentar el inicio de la escalinata y los muros de contención que conforman el basamento de este montículo, al que se la ha calculado una altura de 9 m (Figura 8).
Lógicamente, los materiales cerámicos recuperados de su interior se encontraban menos erosionados que los hallados en los pozos de plaza, destacando entre ellos un fragmento de plato del Clásico Tardío con los restos de un texto jeroglífico (Figura 9).
Finalmente se llevó a cabo el cierre de todos los túneles de depredación mediante el empleo de materiales reversibles, es decir, tierra, cal, agua y piedra y desechando el empleo de cemento, ante la posibilidad de una futura investigación, excavación o restauración de los mismos.
Figura 9 Fragmento de un plato cerámico del Grupo Zacatal-Joyac. Tipo Chinos Negro sobre Crema
(Dibujo P. Morales)
CONCLUSIONES
La investigación arqueológica de la temporada 2004 ha aportado abundantes datos acerca de la secuencia ocupacional de La Blanca y del sistema constructivo de sus plazas y áreas públicas, al tiempo que el estudio completo del material cerámico exhumado (cerca de 11,000 fragmentos), así como el resultado de los análisis de las muestras de estuco y mortero han sido determinantes para poder establecer los periodos de ocupación del sitio, cuya adscripción cronológica es plenamente coincidente con la de la arquitectura actualmente visible.
Gracias a ello se ha podido constatar que, en función de la información actualmente disponible, la ocupación más antigua del sitio se remonta al Clásico Tardío, periodo al que pertenecen los niveles inferiores de los pozos investigados. Durante esos años se habilitaron los grandes espacios públicos que conforman el sitio, tras la preparación de pisos de plaza de estuco blanco, sobre los que se erigieron las primeras arquitecturas del lugar.
Según las evidencias, la construcción del basamento de la Acrópolis es anterior a la construcción de la Gran Plaza Norte y las edificaciones que la delimitan. Asimismo, el hecho de haber podido documentar sucesivos pisos de estuco en algunas zonas implica que dichos espacios conocieron una ocupación continuada que se prolonga durante el Clásico Terminal, al que pertenece la última fase constructiva de los espacios investigados.
No obstante, es muy posible que el sitio haya conocido una efímera ocupación a inicios del Posclásico Temprano, como parecen indicar los resultados procedentes de la intervención en el Palacio de los Graffiti, abandonándose totalmente a partir de ese periodo. De hecho, existen claras referencias en otros lugares peteneros de que durante el siglo X algunos pobladores de áreas periféricas se fueron a vivir a los palacios recién abandonados por los nobles, si bien fueron incapaces de seguir manteniéndolos en pie, de ahí su inmediato deterioro y destrucción (Valdés 2005:57).
Se pudo constatar también que la calidad de las construcciones y preparación de pisos de plaza es muy superior en todo el sector oriental, y no sólo en lo que a la arquitectura visible se refiere, sino también los vestigios arquitectónicos de épocas anteriores como son las plataformas o los potentes pisos de estuco registrados en el patio de la Acrópolis.
Es evidente, por tanto, que las construcciones levantadas en el eje norte-sur del lado oriental fueron las que detentaron las funciones de carácter político-administrativo. Dentro de ese conjunto de edificaciones habría que incluir las del Grupo Sur, situadas prácticamente en el mismo eje y al que presumiblemente se accede a través de la gran calzada, si bien los únicos datos que hasta ahora poseemos de estos edificios proceden de la investigación llevada a cabo en los saqueos que los atraviesan, sin que se hayan realizado pozos de plaza en sus inmediaciones, como ya se ha visto.
Por el contrario, las plazas del sector occidental debieron funcionar como áreas de habitación doméstica o de actividad artesanal. En este sentido, es de hacer notar la abundancia de lascas de diversos colores halladas, sobre todo, en los niveles más superficiales, y que podrían ser desechos de trabajos artesanales vinculados a la industria del pedernal.
Otro rasgo a destacar es la depresión que se halla al sur de la gran Acrópolis y que muy probablemente funcionó como aguada, dato que se espera verificar tras una excavación más intensiva en ese sector y la realización de análisis más exhaustivos de las muestras de tierra extraídas. Ahora bien, lo que parece indudable es que el agua constituyó una importante fuente de abastecimiento para los antiguos pobladores del sitio, como parece demostrarlo el hallazgo de pesos para redes –tanto de cerámica como de piedra-, lo que implicaría el desarrollo de la actividad pesquera, así como la presencia de tortugas y otros elementos marinos dibujados en el Palacio de los Graffiti. De hecho, es muy probable que en la antigüedad todo el entorno de La Blanca, inmerso en la cuenca fluvial del río Salsipuedes, estuviera cubierto por lagunas y espacios inundables, dando lugar a un paisaje de campos inundados como el que todavía hoy en día se puede contemplar como consecuencia de los desbordamientos del río Mopan.
De ser así, toda la fachada meridional de la Acrópolis se habría visto reflejada en la aguada, mientras que la opuesta –fachada norte- habría estado volcada hacia la Gran Plaza. Sin embargo, la fachada más imponente debió ser la oeste, que de forma majestuosa se alza sobre la calzada que desemboca en la Gran Plaza, acentuando aún más el carácter indudablemente defensivo que debió tener este elevado conjunto monumental.
Gracias a la toma de muestras pictóricas se sabe que tales edificaciones estaban pintadas de colores llamativos y que el programa pictórico se renovaba cada cierto tiempo, siendo el azul uno de los colores dominantes en la fase más tardía.
Todo ello hace de La Blanca una ciudad singular, de marcado acento administrativo y en la que llama la atención la ausencia, al menos hasta el momento, de monumentos esculpidos. Mientras que otros centros del entorno ocupados desde épocas más tempranas tuvieron que readaptarse a los nuevos tiempos, transformando sus arquitecturas, La Blanca parece haber surgido de nueva planta y, por tanto, haciendo gala de un diseño urbano muy diferente al de las ciudades Mayas de los periodos precedentes, en el que los edificios se distribuyen de forma muy ordenada en, al menos, dos ejes paralelos principales orientados norte-sur.
Una posibilidad es que todas estas innovaciones de carácter urbanístico y arquitectónico estén vinculadas a la presencia de grupos foráneos que habrían llegado a este territorio, en la transición del Clásico Tardío al Terminal, procedentes de las Tierras Bajas del Norte, con fines ligados a actividades de carácter mercantil, aprovechando el progresivo declive del protagonismo detentado hasta entonces por los grandes enclaves del Petén septentrional. En este sentido, La Blanca pudo haber funcionado como un centro de intercambio y, tal vez, de producción artesanal, situado en un área estratégica como es su condición de sitio fronterizo, en medio de excelentes vías de comunicación fluvial.
Todas estas hipótesis, que son con las que partirían y que ahora se han visto reforzadas, sólo podrán verse totalmente corroboradas tras una investigación más exhaustiva en determinados sectores de la ciudad y la realización de estudios comparativos con otros centros del entorno, con el fin de definir las relaciones políticas y económicas que mantuvo La Blanca en el contexto regional.
En este sentido, puede decirse que el disponer de un levantamiento topográfico del sitio en el cual se ha podido insertar la arquitectura visible, así como la información procedente de todos los pozos de sondeo realizados hasta el momento, ha contribuido en gran manera a reflexionar acerca de la función que detentó en la antigüedad la ciudad de La Blanca, y su relación con otros importantes centros del entorno, siendo uno de las finalidades del Proyecto encontrar respuestas a estos fenómenos histórico-culturales, así como a otros problemas de investigación más generales y teóricos.
AGRADECIMIENTOS
El equipo está integrado por investigadores de la Universidad de Valencia, Universidad Politécnica de Valencia y Universidad de San Carlos, y a la financiación y apoyo aportados por las dos universidades valencianas, el Ministerio de Cultura de España, Forum UNESCO y el Centro de Cooperación al Desarrollo de la Universidad Politécnica de Valencia.
REFERENCIAS
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