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Gutiérrez, Gerardo y Mary E. Pye
2007 Conexiones Iconográficas entre Guatemala y Guerrero: Entendiendo el funcionamiento de la ruta de comunicación a lo largo de la planicie costera del Océano Pacífico. En XX Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2006 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp. 921-943. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.
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CONEXIONES ICONOGRÁFICAS ENTRE GUATEMALA Y GUERRERO: ENTENDIENDO EL FUNCIONAMIENTO DE LA RUTA DE COMUNICACIÓN A LO LARGO DE LA PLANICIE COSTERA DEL OCÉANO PACÍFICO
Gerardo Gutiérrez
Mary E. Pye
Palabras clave
Iconografía, arte mesoamericano, Preclásico, Clásico Temprano, Clásico Tardío, rutas de comunicación, ruta del océano Pacífico
Abstract
ICONOGRAPHIC CONNECTIONS BETWEEN GUATEMALA AND GUERRERO:
UNDERSTANDING HOW THE TRADE ROUTE FUNCTIONED ALONG THE PACIFIC COAST
This paper will evaluate the iconographic similarities shared by a corpus of stone sculptures from the Pacific Coast between Guatemala and the Mexican state of Guerrero to understand how this communication route worked. Based on archaeological and ethnohistorical study in eastern Guerrero since 1998, an important network of roads through the Sierra Madres of Guerrero connected the settlements in Morelos and Puebla to the Pacific Coast communication and trade route. We believe this route played a critical role in the political and economic development of southern Mesoamerica, although its importance varied over time. In contrast to other routes, the Pacific route was apparently blocked at different points, between Chiapas and Oaxaca, for example, during the Postclassic period by the Mixtec kingdom of Tututepec on the eve of the Spanish Conquest. One group of Epiclassic sculptures indicates iconographic relationships between Morelos and Guerrero, with examples found in Pacific Coastal Chiapas and Guatemala. Here, we focus on the study of these relationships to understand its political and economic role.
La arqueología, como disciplina científica, ha reconocido el importante papel que tienen los contactos interregionales y el comercio externo en el desarrollo cultural de las sociedades humanas. Casi todos los modelos que los arqueólogos utilizan para interpretar sus datos reconocen en las interacciones, contactos e intercambios, variables necesarias para explicar la evolución social.
El estudio de la intensidad de comunicación entre distintas sociedades, es un paso necesario para entender la competencia política y militar, así como para analizar económicamente el movimiento de bienes y la difusión de filosofías a través del orbe.
Aunque se han documentado intercambios de bienes suntuarios entre distintas regiones de Mesoamérica, desde al menos el Preclásico Temprano a Preclásico Medio (2000 a 500 AC; Lee y Navarrete 1978; Hirth 1984), es muy probable que las primeras rutas de intercambio se hayan establecido y consolidado durante el periodo Arcaico (8000-2000 AC; Nelson y Voorhies 1980).
Si bien muchos modelos arqueológicos proponen que a lo largo de estas redes de comunicación, se movieron principalmente objetos de lujo, utilizados para incrementar el prestigio de las élites nativas (jades y otros minerales pulidos, plumas, cerámicas y textiles finos), parece que las rutas de comunicación e intercambio mesoamericanas tuvieron un origen más funcional y humilde, basado en la obsidiana y probablemente, el intercambio de plantas. En efecto, por la multiplicidad de pisos ecológicos entre las distintas regiones de Mesoamérica, hay una gran diversidad de plantas, hojas, flores, frutos y semillas, que pudieron comenzar a intercambiarse entre el Altiplano y las Tierras Bajas, entre la selva alta tropical perenne y la selva baja caducifolia, entre los bosques de pino-encino y el desierto. Plantas que debieron haber tenido un uso medicinal y ritual, cultígenos incipientes para consumo alimenticio y otras más de ornato destinadas al placer estético.
Con el conocimiento actual que se tiene de la arqueología de las Costas y las Tierras Altas, nadie duda que hubo un contacto e intercambio estrecho entre ellas; sin embargo, lo menos comprendido son los medios a través de los cuales se intercambiaron tales materiales e información. En el ejemplo específico del Altiplano Central de México y su interacción con el Golfo de México y el Océano Pacífico ¿habrá sido por contacto directo (haciendo viajes de 15 días o más para atravesar las sierras y luego otros tantos días para regresar; Álvarez y Durán 1856) o bien por formas indirectas (los bienes pasando por las sierras de comunidad en comunidad, sin que la gente del Altiplano vieran a los costeños, ni estos últimos a los del Altiplano)? Y qué podemos decir de los caminos mismos ¿cuáles fueron los derroteros, cuáles los itinerarios? ¿Cuál fue el origen de los caminos, fueron seguros, qué rituales había que hacer para pedir fortuna y protección en un viaje largo, cómo se transmitía el conocimiento de las rutas de generación en generación?
De acuerdo con Fray Bernardino de Sahagún (1989:267) los caminos prehispánicos de Mesoamérica fueron simples senderos de tierra compactada, llenos de piedras y limitados por la vegetación circundante. La identificación de este tipo de caminos a través de fotografía aérea o desde un recorrido de superficie arqueológico es una empresa bastante complicada. Se tienen dos problemas adicionales:
- El primero es que la mayoría de las rutas mesoamericanas fueron destruidas por el trazo de las vías ferroviarias del siglo XIX, así como por las carreteras asfaltadas y autopistas del siglo XX.
- El segundo es que muchos de los caminos fueron abandonados desde la época prehispánica o poco después de la conquista, además de haber sufrido fuertes deterioros por erosión, sedimentación e invasión de la vegetación adyacente. Se puede decir que los caminos antiguos son elementos frágiles, máxime si nunca fueron pavimentados.
OBJETIVO
Basado en un estudio arqueológico y etnohistórico sistemático que se ha realizado en el oriente de Guerrero desde 1998, se ha demostrado la existencia de una importante red de caminos a través de las sierras de Guerrero, que conectaron los asentamientos arqueológicos de Morelos y el sur de Puebla con una ruta de comunicación y comercio a lo largo de la costa del Océano Pacífico (Gutiérrez 2002; Niederberger 2002; Figuras 1 y 2). Se piensa que dicha ruta jugó un papel fundamental en el desarrollo político y económico del sur de Mesoamérica, no obstante, que su importancia tuvo variaciones a través del tiempo.
A diferencia de las rutas que corren por el pie de monte del Golfo de México y el centro de Oaxaca, que parecen haber estado abiertas a la circulación constantemente desde por lo menos el Preclásico Temprano, la ruta del Pacífico posiblemente estuvo bloqueada en distintos periodos por unidades políticas ubicadas entre Chiapas y Oaxaca, siendo el bloqueo más conocido aquel provocado por el reino mixteco de Tututepec desde el siglo XI y hasta la víspera de la conquista Española (Spores 1993).
Con el fin de dar apoyo material a esta hipótesis, se presentan aquí algunas similitudes iconográficas que comparten un conjunto de piedras labradas reportadas a lo largo de la Planicie Costera del Océano Pacífico, entre Guatemala y el estado mexicano de Guerrero.
El objetivo es analizar semejanzas y diferencias entre los corpus escultóricos, para entender el flujo de ideas y mercancías a través de ella, así como tratar de ubicar discontinuidades que indiquen interrupciones en el tráfico.
Figura 1 Mapa de las rutas que comunican México con Guatemala
LAS RUTAS HISTÓRICAS ENTRE MÉXICO Y GUATEMALA
Sin tomar en consideración los ramales y desviaciones secundarias, para el momento del contacto con los europeos y durante la época Colonial, dos son las rutas que más se han analizado para conectar el centro de México con el Altiplano y la Costa del Pacífico de Guatemala (Figura 3).
La primera es la que atraviesa el Altiplano Poblano-Tlaxcalteca, que por Orizaba baja a la boca costa de la Sierra Madre Oriental para llegar a Tuxtepec. De allí, hacia el Istmo, para subir por distintas rutas a Chiapa de los Indios y dirigirse por Comitán hasta Huehuetenango, Quetzaltenango, Chimaltenango y Mixco. El camino del Istmo bien puede continuarse a Tapanatepec para tomar la ruta de Soconusco hasta Santa Lucía Cotzumalguapa.
Figura 2 Mapa de las rutas que comunican México con Guatemala
Figura 3 Mapa de Guerrero y Guatemala
La segunda ruta es aquella que atraviesa por Oaxaca. Saliendo de México, para llegar al valle de Oaxaca hay dos derroteros posibles:
- Por el valle de Tehuacán, para después pasar por la cañada de Cuicatlán
- Por el valle de Morelos para seguir por la Mixteca Baja, Huajuapan de León; así como por la Mixteca Alta, Yanhuitlán y Nochistlán.
De los valles centrales de Oaxaca se procedía hacia Nejapa, Tequisistlán, para llegar a Tehuantepec y Juchitán, de donde se avanzaba a Tapanatepec y ahí nuevamente se tenía la disyuntiva de seguir por el camino del Soconusco o el de Chiapa de los Indios.
A pesar de la importancia de estos dos caminos, se intentó mostrar la existencia y uso de un tercero que iba del Valle de Morelos hacia el oriente de Guerrero, cruzando por Chiautla, Huamuxtitlan, Tlapa y Ometepec, para de ahí tomar la boca costa de la Sierra Madre del Sur, por Tututepec y Huatulco hasta llegar Tehuantepec, y nuevamente conectarse con la ruta de Soconusco o con la de Chiapa de los Indios. Esta ruta no es tan conspicua en las fuentes históricas como las dos anteriores porque a vísperas de la Conquista española estuvo bloqueada por el Reino Mixteco de Tututepec, que la monopolizó para su beneficio (Acuña 1984, Tomo 2:187-189), y provocó tensiones con las unidades políticas del Altiplano Mexicano, especialmente con la Triple Alianza. Antes de analizar la evidencia arqueológica, se repasará la poca evidencia histórica que ha dejado esta tercera ruta.
HISTORIOGRAFÍA DE LA RUTA DE COMUNICACIÓN DEL OCÉANO PACÍFICO
Se comenzará con el pintoresco relato que hace el fraile Dominico Thomas Gage (Thompson 1981), quién renegando de su misión apostólica en Filipinas, huyó en 1626 con un grupo de compañeros hacia Guatemala para ser protegido por los Dominicos de esa diócesis. Evitando ser capturados por las autoridades virreinales, quienes habían girado órdenes de aprenderlos, este fraile inglés y su grupo estuvieron usando caminos distintos a las rutas principales, por lo que su derrotero se presenta como un zigzagueo incoherente. No obstante, el histérico itinerario de los fugitivos proporciona una rara oportunidad de tener noticias de rutas poco conocidas.
En dos puntos tocó Gage la propuesta ruta del Pacífico: una en Chiautla de la Sal, después de haber salido del valle poblano. Sin embargo, en lugar de bajar a la Costa del Pacífico por Tlapa y Ometepec, deciden alejarse de los pueblos administrados por los Agustinos que controlaban el pasaje a las Filipinas en Acapulco, y penetran a la Mixteca, retomando el trillado camino por la ciudad de Antequera, Oaxaca. De Oaxaca proceden hacia Nejapa, en donde nuevamente se desvían de la ruta principal para dirigirse a la costa, llegando a Huatulco. De Huatulco pasan a Copalita y siguen toda la planicie costera del océano Pacífico hasta Tehuantepec. Una vez que Gage dejó Tehuantepec se dirigió a Tapanatepec y de ahí tomaron el camino de Chiapa de los Indios. Con este recuento se conoce parte del itinerario de esta ruta, pero falta todavía saber más acerca de la primera parte de ella, en especial de la sección de México a la Costa Chica de Guerrero, y de Ometepec a Huatulco.
A mediados del siglo XIX, dos oficiales del Estado Mayor del Ejército Mexicano se dan a la tarea de recopilar la mayor parte de los itinerarios y derroteros conocidos de la República Mexicana (Álvarez y Durán 1856). Sus rutas números 14 y 18 de Guerrero marcan que el derrotero de la Ciudad de México a Ometepec se hacía por Cuautla, en el valle de Morelos, pasando cerca de Chalcatzingo, de ahí a Chiautla de la Sal, Huamuxtitlan, Tlapa, Zitlaltepec y posteriormente Ometepec, un total de 101 leguas y media (unos 400 km). Por su parte, las rutas números 42 y 43 de Guerrero describen una importante ruta a lo largo de la Costa Chica que comienza en Acapulco, pasa por Ometepec, entra a Oaxaca por Jamiltepec, cruza el río Verde en canoa. En el río Verde se presenta una división del camino, con un ramal que lleva a la Ciudad de Oaxaca, vía Sola de Vega y el otro que continúa a Huatulco y Tehuantepec.
La Relación Geográfica de Tehuantepec (Acuña 1984, Tomo 3:113) proporciona una descripción de un segmento del camino de la Mar del Sur, mencionando que era llano y derecho, de leguas grandes, con sierra y playa de mar. Esta descripción indica un camino sin muchas dificultades topográficas; si bien durante la temporada de lluvias, la bajada de los ríos inundaban grandes extensiones de tierras bajas y manglares, según se describe en las relaciones de Huatulco, Tonameca y Pochutla (Acuña 1984, Tomo 2:187-206), lo que debió haber obligado a grandes rodeos usando senderos a través de la boca costa de la Sierra Madre del Sur.
Una pieza clave para entender esta ruta es la que proporciona Bernal Díaz del Castillo (1976:396), quien menciona que una vez conquistado México-Tenochtitlan, los caciques de Tehuantepec se presentaron ante Cortés para pedirle que los ayudara a combatir un pueblo vecino llamado Tututepec, que les daba guerra constante. Cortés envió a Pedro de Alvarado a la costa y él conquistó a los de Tututepec. Lo interesante aquí es entender que la expansión política de Tututepec y sus guerras al poniente con los Mexicas, cerca de Ometepec, Guerrero, y al oriente con Tehuantepec, tenían bloqueada esta ruta durante el Postclásico.
La situación no cambió mucho durante la Colonia, ya que todas las fundaciones de villas españolas fracasaron: primero el asentamiento español de Segura en Tututepec fue abandonado al poco tiempo de su establecimiento en 1522 (Díaz del Castillo 1976:396-398); y después la villa española de San Luís Acatlán, en la Costa Chica de Guerrero, fue abandonada en 1531, tras la rebelión de los indios Yope (Ortega 1940).
Regresando a la descripción de Gage, se rescata una observación importante del camino a Guatemala por el Océano Pacífico, que si bien no fue importante como ruta terrestre en la época Colonial, sí lo fue como ruta marítima. Gage, comentando sobre Tehuantepec, explica que es un puerto de donde salen y llegan navíos que siguen la ruta española del Mar del Sur, que conectaba Acapulco con Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Ecuador y Perú. En 1804 el norteamericano William Shaler (1990), siguió esta ruta española en su fragata desde California a Honduras, y en sus memorias explica a sus conciudadanos los puntos en que se podía desembarcar para burlar las aduanas españolas.
Pero ¿es acaso probable que haya existido una ruta marítima prehispánica a lo largo del Océano Pacífico desde Centro América hasta por lo menos la desembocadura del río Balsas, en los límites entre Michoacán y Guerrero? En su investigación de las rutas prehispánicas de comunicación entre Chiapas y Tabasco, Carlos Navarrete (1978:80-81) encuentra evidencia convincente que, al menos en el segmento del Soconusco, dicha ruta existía y que funcionaba hasta finales de la década de 1960, cuando él pudo recorrerla desde Puerto Arriaga hasta la frontera con Guatemala.
CONEXIONES ENTRE LA COSTA DE SOCONUSCO Y EL ORIENTE DE GUERRERO:
LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA
Se ha argumentado con datos históricos acerca de la existencia de un derrotero del Centro de México a Guatemala a través del Mar del Sur, del cual se piensa que no tuvo un tránsito muy fluido durante el Postclásico debido a la guerra que tenía Tututepec con Tehuantepec. Pero tal camino ¿habrá alguna vez tenido un tráfico activo? Se asume que sí y se presentará aquí alguna evidencia iconográfica al respecto para probar el flujo de ideas por esta ruta.
Ya que los debates relacionados con definiciones de estilos escultóricos específicos son numerosos y extensos, se prefiere no tratarlos aquí (Schieber 1999:1-10); y en términos amplios, se adopta lo propuesto por Parsons (1981:259), en el sentido que hay una tradición escultórica mesoamericana que viene desde el Preclásico hasta el Postclásico con líneas divergentes, algunas de las cuales se extinguen y otras evolucionan en estilos y desarrollos regionales, y que a su vez hay retroalimentación de una región a otra, que hay modas que tienen auges espectaculares y que pueden desvanecerse, para resurgir con el tiempo, adaptadas a nuevas condiciones.
Este proceso tiene un efecto en la cronología, pues dificulta un fechamiento preciso de las esculturas, problema que se agrava cuando la gran mayoría de ellas perdieron su contexto original, a veces desde tiempos prehispánicos. En este trabajo se usan divisiones cronológicas básicas, y se aclara que en este caso apenas se comienza a formar una cronología preliminar para el material arqueológico del oriente de Guerrero. Por lo que las propuestas aquí plasmadas pueden tener ajustes futuros, una vez que se entienda mejor el desarrollo cultural de Guerrero. Al final del trabajo se incluyen diversas figuras que ilustran los monumentos que se mencionan adelante (Figuras 13 a 22).
PRECLÁSICO TEMPRANO (1200-900 AC)
A diferencia de la secuencia cronológica propuesta para la costa de Chiapas, todavía no se entiende claramente este periodo en el oriente de Guerrero. Con base en la presencia de un estilo de vasijas cerámicas en forma de tecomates reportados en los valles de Tlapa y Huamuxtitlan, se sabe que la región tuvo un desarrollo cultural temprano anterior a lo Olmeca.
Una figurilla femenina del valle de Huamuxtitlan (Figura 4) indica una ocupación arqueológica en el oriente de Guerrero, contemporánea con la fase Ocós de Chiapas (1500-1350 AC; Clark y Pye 2000, s.f.); mientras que la aparición en el registro arqueológico de figurillas tipo Olmeca en el sitio de Marquelia en la Costa Chica (Figura 5), podría probar un proceso de olmequización como el propuesto para la zona de Mazatán durante de las fases Cherla y Cuadros (1350-1150 AC; Clark 1990).
Figura 4 Huamuxtitlan Figura 5 Marquelia
PRECLÁSICO MEDIO (900-500 AC)
Pozos estratigráficos y fechamientos de radiocarbono en los sitios de Contlalco y Cerro Quemado-La Coquera, ambos asentamientos en el valle de Tlapa, Guerrero, confirman la construcción de plataformas masivas entre los años 740 y 500 AC. Murales de estilo Olmeca en las cuevas de Oxotitlan, Juxtlahuaca y Cauadzidziqui, y la escultura del sitio de Teopantecuanitlan, confirman una fuerte conexión con Chalcatzingo en el Valle de Morelos. Las similitudes iconográficas entre las representaciones de estos sitios con los de la Costa del Pacífico de Chiapas y Guatemala, muestran contactos más estrechos que aquellos sugeridos por el argumento de simplemente compartir una tradición pan-mesoamericana. Se comenzará por mencionar ejemplos obvios que ya otros autores han reconocido.
Así, las semejanzas de estilo entre el Monumento 1 de Tak´alik Ab´aj y los personajes del relieve I-B-2 de Chalcatzingo han sido notadas en repetidas ocasiones (Covarrubias 1957:64; Jiménez Moreno 1966: 23; Clark y Pye 2000). Se apunta, además, la semejanza que existe entre el relieve de Chalchuapa en El Salvador con el personaje principal de Cauadzidziqui, Guerrero (Figura 6). Otros casos que presentan similitudes cercanas son el relieve de Xoc, Chiapas, y el relieve de San Miguel Amuco, Guerrero (Grove y Paradis 1971; Ekholm-Miller 1973).
Más que únicamente estilo, los rostros supernaturales de Tzutzuculi y Teopantecuanitlan comparten la misma temática y función como elementos decorativos de complejos arquitectónicos mayores (Figura 7). En esta fase es interesante notar las características de jerarquía social y dominio político que muestran los agentes representados con la indumentaria y simbología Olmeca, como en las escenas de Pijijiapan, en los Monumentos 1 y 2 (Figura 8). En los casos de Guerrero, los personajes no-Olmecas suelen ser pintados a un escala menor que los personajes Olmecas, y en posiciones subordinadas o bien siendo objeto de vejaciones físicas. Esto es particularmente cierto en los murales de Juxtlahuaca y de Cauadzidziqui (Figura 6).
Figura 6 Cauadzidziqui y Juxtlahuaca
Figura 7 Teopantecuanitlan
Figura 8 Pijijiapan
PRECLÁSICO TARDÍO (500 AC-200 DC)
Según Parsons, durante esta época se ve una transición iconográfica entre el código de comunicación Olmeca al código de Izapa, como serían los casos del Monumento 55 de Tak´alik Ab´aj, Guatemala, y el Monumento 1 de Huamelulpan, Oaxaca.
No obstante, para el caso de Guerrero y Morelos esta es una fase que se presta a polémica, ya que cronológicamente no se acaba de entender la mezcla de temporalidades de las esculturas y relieves con simbología Olmeca, que se reportan en los principales sitios de la región. La permanencia de símbolos de un periodo a otro es el principal factor que dificulta la tarea de entender la evolución de los estilos y las conexiones entre diversas regiones.
Debido a las dificultades mencionadas, aquí se presentan únicamente ejemplos donde se observan coincidencias iconográficas entre algunas esculturas, sin importar que hayan sido esculpidas en temporalidades distintas. Se ha decidido agrupar estas similitudes en complejos, es decir conjuntos de esculturas que comparten elementos temáticos similares.
El complejo del glifo S-invertida estaría representado por el Petroglifo I-A-1 de Chalcatzingo: un personaje sentado dentro de una cavidad, acompañado por dos glifos que semejan precisamente una letra S acostada (uno que carga en los brazos y otro que usa como asiento).
Parsons (1981:265) ha notado que este glifo de S-invertida aparece también en el pecho la escultura post-Olmeca de Palo Gordo, Suchitepéquez, conocida como la Piedra Santa. Este mismo glifo se repite en el Monumento 31 de Chalcatzingo (Grove 1996:113, Fig.8), donde la S-invertida se observa encima de una escena en la que un jaguar con pico de ave ataca a un humano.
Del glifo S-invertida caen gotas de agua, por lo que se piensa que se debe interpretar como una variante del glifo nube, quizá significando una tormenta con vientos violentos (este tipo de tormentas son llamadas Agua-Viento en el valle de Morelos).
Otro complejo identificable es el del hombre pájaro, caracterizado por hombres disfrazados de aves. El complejo de hombres pájaro puede identificarse desde el Preclásico Medio en la cueva de Oxotitlan, Guerrero; así como en la Estela 4 y Altar 3 de Izapa, durante el Formativo Tardío, y seguir utilizándose durante el Epiclásico en la escultura de Villa Rotaria, de la Costa Grande de Guerrero (Figura 9).
Además de los hombres pájaro, hay otros conceptos simbólicos que sobreviven la transición entre el Preclásico Medio y el Tardío. El caso más plausible se encuentra en las bandas celestiales encontradas en el mural de Oxtotitlan y su asociación simbólica con las bandas terrestres y celestiales de la Estela 4 de Izapa (Grove 2000:283).
En este punto se piensa que las decoraciones de los taludes de las plataformas de Teopantecuanitlan, Guerrero, puedan ser representaciones arquitectónicas de las bandas celestes que se observa en la escultura de Izapa. Teopantecuanitlan, Guerrero, comparte otros rasgos iconográficos con la Costa del Pacífico de Chiapas y Guatemala, entre ellos los altares con figuras de batracio de Izapa y unas cabezas colosales como las reportadas para el sitio de Monte Alto, Escuintla.
El uso de la ruta de comunicación a lo largo del Océano Pacífico durante el Preclásico Tardío, se infiere además en el complejo de estela-altar lisos de Izapa y su similitud con las estelas y altares lisos encontrados en los sitios de El Pelillo y Metates de la Costa Chica de Guerrero (Figura 10); al igual que con los barrigones de Monte Alto, Guatemala, y el corpulento barrigón de Cola Palma, Pinotepa Nacional, en los límites entre Oaxaca y Guerrero (Gamio 1967).
Figura 9 Varias representaciones del hombre pájaro
Figura 10 El Pelillo e Izapa
CLÁSICO TARDÍO (600-900 DC)
Durante el Clásico Temprano e inclusive hasta el año 600 DC, los códigos iconográficos de las costas parecen silenciarse. El estilo Maya de Petén y Usumacinta dominan en las Tierras Altas de Guatemala y Chiapas. En la costa oaxaqueña los códigos se hacen Zapotecos y Ñuiñe, mientras que en Guerrero y la Costa de Guatemala lo Teotihuacano predomina (Bove y Medrano 2003). La descomposición del sistema político Teotihuacano que comenzó por el año 650 DC, coincide con un renacimiento de códigos iconográficos en la Costa del Pacífico. El estilo Cotzumalguapa florece en la Costa de Guatemala, mientras que en Guerrero se registra el mismo código que comparten sitios como Xochicalco, Teotenango y Cacaxtla. A reminiscencia del Preclásico Tardío, las escenas pueden ser bastante elaboradas y se acompañan por múltiples glifos y numerales que se utilizan para representar fechas calendáricas o los nombres de los personajes.
Nuevamente hay coincidencias de estilo y temas a lo largo de toda la Costa del Pacifico, se observa un ejemplo claro en las esculturas de personajes cruzados de brazos, al parecer representaciones de ancestros (Urcid 1993:153). El complejo de los hombres jaguar, presente desde el Preclásico Medio en la escultura de Tuxtla Chico, y observable hasta la actualidad con las danzas de fertilidad de los pueblos guerrerenses, alcanzó un gran esplendor en los casos de la Estela 27 de El Baúl y el Monumento 3 de Piedra Labrada (Figura 11). Los jaguares en bulto de estos dos sitios, El Baúl y Piedra Labrada (Figura 11), exhiben además semejanzas estéticas advertidas desde los años 60 por Miles (1965:247). En ocasiones, como en la Estela 3 de Xochicalco, la Estela 4 de Los Horcones, Chiapas, y una figurilla de barro de Azoyú, Guerrero, los jaguares ostentan lenguas bífidas, como recordando una antigua deidad devora corazones, representada en los murales Teotihuacanos de Atetelco (De la Fuente 1995:220).
Cuando Carlos Navarrete (1986) registró el corpus escultórico de Cerro Bernal, fue el primero en proponer la relación iconográfica entre el Centro de México y la Costa del Pacífico, al asociar el corpus glífico e iconográfico de la Estela 3 de Los Horcones, Chiapas, con la Estela 2 de Xochicalco. Ahora se sabe que esta asociación siguió la ruta de Guerrero y Costa Chica, gracias a las dos representaciones de tlaloc localizadas en Chilpancingo (Figura 12). Uno de los personajes tlaloc lleva en el pecho el glifo «cuatro movimiento», en el mismo estilo que se utiliza en Xochicalco. Los personajes con anteojeras, posibles deidades de la lluvia, están presentes a lo largo de toda la costa, como en los casos del llamado “Dios Cangrejo de Bilbao” y el Monumento 12 de Piedra Labrada.
Otro complejo presente en ambas regiones es el de las deidades de la muerte que estrujan corazones en las manos esqueléticas, como el caso del Monumento 4 de El Baúl y el Monumento 1 de Terreno de Coimbra, cerca de Marquelia, en la Costa Chica de Guerrero (Figura 12). Es probable que la deidad de la muerte de Terreno de Coimbra, esté asociada con el complejo de dioses maniquí de la muerte, como aquellos de Palo Gordo (Chinchilla 2002:168), pero falta aún encontrar más ejemplos en el corpus del oriente de Guerrero que confirmen esta relación.
Al igual que durante el Clásico Temprano, es nuevamente durante el Postclásico cuando se vuelve a perder la conexión iconográfica que se detectó entre el valle de Morelos y el oriente de Guerrero, con la costa de Chiapas y Guatemala. Pero a diferencia del Clásico Temprano, se sabe que en el Postclásico fue la expansión política de Tututepec la responsable de haber bloqueado el camino terrestre del Pacífico, y que dicha ruta nunca volvió a recuperar un tráfico importante. Irónicamente es en la actualidad, con el tráfico de emigrantes y estupefacientes, cuando la ruta del Pacífico, la terrestre y la marítima, resurge con fuerza reviviendo derroteros que se habían perdido mil años atrás.
Figura 11 Piedra labrada
Figura 12 Tlaloc y Deidad de la Muerte
Figura 13 Monumentos de Chalchuapa y Caudzidziqui
Figura 14 Monumentos de Tak´alik Ab´aj y Chalcatzingo
Figura 15 Monumentos de Tak´alik Ab´aj y Huamelulpan
Figura 16 Complejo del Hombre Pájaro
Figura 17 Complejo de bandas celestiales y terrestres
Figura 18 Esculturas de tipo barrigón
Figura 19 Esculturas de tipo brazos cruzados
Figura 20 Esculturas de tipo Tlaloc
Figura 21 Esculturas con anteojeras
Figura 22 Esculturas de deidad esquelética
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