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Williams-Beck, Lorraine, Armando Anaya Hernández y Martha Arjona García
2010 Un modelo de diseño urbano del horizonte Preclásico para identificar “sitios de creación y buen gobierno” en Campeche. En XXIII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2009 (editado por B. Arroyo, A. Linares y L. Paiz), pp.706-725. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).
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UN MODELO DE DISEÑO URBANO DEL HORIZONTE PRECLÁSICO PARA IDENTIFICAR “SITIOS DE CREACIÓN Y BUEN GOBIERNO” EN CAMPECHE
Lorraine A. Williams-Beck
Armando Anaya Hernández
Martha Arjona García
Universidad Autónoma de Campeche
PALABRAS CLAVE
Arquelogía de México, Campeche, Becan, Edzna, Preclásico, urbanismo, fortificaciones, infraestructuras acuáticas
ABSTRACT
AN URBAN DESIGN MODEL FOR THE FORMATIVE PERIOD FOR IDENTIFYING “SITES OF CREATION AND GOOD GOVERNMENT” IN CAMPECHE
The present work considers elements of the natural environment, including rivers and streams, wetlands and grasslands, as precious resources specifically appropriated by Mesoamerican pueblos more than two millennia ago in order to transform these recognized environments into constructed terrestrial spaces that are then identified as cultural symbols and metaphors. In these places in the Maya area, certain architectural elements and special infrastructure were placed so as to revisit aspects of the natural communities and to create a semiotic response from the urban design at several levels: individual architectural groups from site to regional levels. The relationship of urban outline and natural environment in which settlements are found include similar detectable levels, whose members present groups of functional activities repeating from one context to another in sites that exemplify this design. In Campeche, we have detected two particular places with these characteristics “of creation and good government”, emphasizing aquatic resources. The urban design of these two locations has been previously interpreted with a functional perspective completely opposite to the intent of its original design.
Diversos modelos han sido utilizados para explicar los “elementos causales” del inicio y crecimiento de las grandes urbes en Mesoamérica. Los seguidores de Wittfogel (1957) abogaban a favor del “despotismo oriental”, en donde el control del agua y los grandes sistemas de regadío por la clase elitista daba la razón del desarrollo urbano. Etapas de avance y evolución como aquellos modelos expuestos por Childe (1951) y Steward (1955) como procesos de cambios cualitativos que transformaran la población y tecnología. Sin embargo, cuando se interpreta el inicio y crecimiento a través de la evidencia arqueológica y arquitectónica con el fin de reconstruir la historia cultural de un pueblo que ya forma parte del registro arqueológico, aquellas explicaciones pueden estar influidas por las corrientes antropológicas de moda, por atributos culturales percibidos, por apreciaciones etnocéntricas, o por eventos económicos, políticos o sociales en los que nos enfrentamos como sociedad en ese momento (Wilk 1985). Pero, ¿reflejan estas reconstrucciones históricas un retrato de lo que aconteció realmente en ese lugar? ¿Tienen validez estas interpretaciones particulares para un diseño urbano al momento de aplicarlos a un pueblo cuya trayectoria cultural dista significativamente de la nuestra? Estas son algunas dudas que vinieron a la mente cuando comenzamos a evaluar factores relacionados con el inicio y crecimiento del urbanismo en el área Maya, particularmente cuando se toman en consideración dos ejemplos singulares de Campeche calificados como ciudades “defensivas”. En el presente estudio, el término “urbanismo” se refiere al “…proceso por él que las comunidades físicas emergen con poblaciones grandes que se concentran en un área pequeña, contigua y compacta y que se caracteriza por una diferenciación interna intensiva basada en la variación de riqueza, de la especialización económica y del poder” (Sanders y Price 1968:46; traducción del inglés al español por el presente trabajo).
Si bien el objetivo principal de este trabajo no es describir detalladamente el inicio de los pormenores estructurales en cada sitio ni refutar el papel que la guerra pudiera haber jugado o no en el desarrollo urbano de ciudades capitales a través del tiempo o en circunstancias históricas particulares en un momento dado, debido a que sería imposible negar los efectos que tuvo el conflicto en la trayectoria histórica de la región Petexbatun, por ejemplo. Simplemente no estamos de acuerdo con una interpretación que asigna de antemano una función defensiva a cierto tipo de diseño urbano, particularmente si se encuentra inmersa en condiciones ambientales especiales y tiene elementos estructurales precisos en cuanto a las formas y funciones específicas que ciertos conjuntos o infraestructuras arquitectónicas cumplen en el trazo urbano.
MODELOS PARA CONTEMPLAR EL PAPEL DE LOS RECURSOS PATRIMONIALES EN EL DESARROLLO URBANO DEL ÁREA MAYA
El área natural y el espacio edificado comprenden un paisaje colectivo que es la arena en donde se desenvuelve la vida social (Ashmore y Knapp 1999; Ashmore y Sabloff 2002; Gregory y Urry 1985; Pearson y Richards 1994). El paisaje es, por derecho propio también, un medio físico y pluri-sensorial (tierra, piedra, vegetación, agua, cielo, sonido y silencio, luz y oscuridad, entre otros elementos), es un vehículo, de manera similar a como lo es el lenguaje o la pintura, insertado dentro de una tradición cultural de significación y comunicación, constituyendo un cuerpo de formas simbólicas capaces de ser invocadas y re-conformadas a fin de expresar su significado y sus valores (Mitchel 1994:14). Colocar un sitio en este medio natural, como socios inalienables, y diseñar el trazo urbano que lo acompaña son patrones conscientes que escogen elementos con mensajes simbólicos específicos que se reconocen como recursos patrimoniales entre todos los pueblos. En la época prehispánica estos recursos formaban las piezas precisas del escenario y telón de fondo para crear un sinfín de niveles de enlace entre actores y tablas sobre las cuales se pondrían en escena actividades administrativas, económicas, ideológicas, políticas, religiosas y de vivienda, que satisficieran simultáneamente las necesidades del individuo y del grupo. Además, proponemos que la gente prehispánica reconocía conscientemente estos recursos patrimoniales desde un inicio como ámbitos precisos para colocar después cierto tipo de sitios con fines especiales y en medios consagrados en donde se diseñaba una traza correspondiente (Williams-Beck et al. 2009). Las investigaciones sobre cosmología maya argumentan fehacientemente como las inscripciones que contienen textos sobre la “Creación” en el periodo Clásico identifican y delimitan los escenarios sobre los cuales se llevaron a cabo las funciones reales de sucesión ordenada que se dieron a lo largo de las generaciones. Estas puestas en escena se llevaron a cabo sobre y alrededor de edificios y monumentos que constituyeron un verdadero puente que unía tiempo mitológico y tiempo histórico (Freidel y Mcleod 2000:1).
De ahí que a través del medio en el cual se encontrara este lugar singular “de creación y buen gobierno” con componentes arquitectónicos imbuidos de esencias simbólicas se crearía una identidad colectiva para el pueblo. Otros pueblos y grupos étnicos lo reconocerían de una manera semejante a este lugar y otros del mismo estilo a través del tiempo por ciertos atributos distintos plasmados a través de los elementos arquitectónicos, de la disposición de ellos en el espacio urbano y de la ubicación del sitio completo en un paisaje regional dado. El paisaje en este sentido recrea al mundo exterior mediado a través de la experiencia humana. Es una imagen cultural que es a su vez inseparable del entorno edificado, de la formación de patrones de uso del suelo, de la apropiación y transformación de la naturaleza, de la organización y uso de lugares especializados para la conducción de prácticas económicas y sociales, del patrón de movimientos e interdependencia entre dichas actividades localizadas, de la conformación de sitios y áreas cargadas de proyección ideológica (Pred 1990:4).
No sobra enfatizar que todo esto (el medio natural, el sitio y su contenido arquitectónico, escultórico y espacial), comprende un recurso patrimonial inalienable con que se identifica plenamente el pueblo mesoamericano prehispánico. Por ello, e independiente de su marco temporal, los recursos patrimoniales deben de estar conservados y protegidos, porque se pueden concebir y después modelar, ejecutar y modificar para transformarse en escenarios funcionales que representan ambientes paradigmáticos con significado y, al mismo tiempo, brindan una identidad para el pueblo.
La presente aportación ofrece un par de modelos (Clarke 1978) cuyas áreas de traslape se combinan en un plano temporal, geográfico y cosmológico mayor que suele mostrar acontecimientos recurrentes en la vida social de los antepasados mayas en dos lugares prehispánicos específicos de Campeche. En renglones anteriores se señaló que la reiterada puesta en escena por los gobernantes mayas de los rituales, que hacían referencia a los mitos cosmogónicos de creación, derivaran en la creciente complejidad del paisaje urbano a lo largo del tiempo (Freidel y Macleod 2000) y lo convertirían en el locus donde el pacto político-religioso se llevara a cabo como un acto buen gobierno.
El primer modelo contempla al medio ambiente de los ríos, de las áreas de esparcimiento laterales, de las zonas de humedales y las sabanas inmensas de pastizales como elementos precisos apropiados por los seres humanos desde hace milenios (Williams-Beck 2006). En este modelo los indicadores del tipo ambiental que sirvieran como el firmamento encima o en medio del cual se sitúan estos sitios de creación en el área maya (Williams-Beck 2006). Lo ambiental combinado con lo estructural como modelo parece continuar una tradición cultural identificada por vez primera en el área olmeca, cuyos principios giraron alrededor de un elemento clave: el agua (Guernsey Kappelman 2001; Reilly III 2002; Tate 2001). Las comunidades del medio ambiente asociadas a este tema central del esquema simbólico enfatizan áreas anegadizas en donde se encuentra agua de superficie gran parte del año o por larga temporada; medios en donde brotan manantiales de agua dulce y/o en donde haya corrientes de agua como ríos, arroyos o desagües de temporal; y otras superficies planas en donde crecen juncos y pastizales de sabana (Williams-Beck 2006). De acuerdo con algunos estudios anteriores sobre microclimas, esta misma comunidad de sabana podría ser un paso evolutivo mayor del que se podría inferir un pasado como área humedal y/o con agua de superficie semi-permanente (Lundell 1934).
El segundo modelo enfatiza los elementos y conjuntos arquitectónicos con que la sociedad plasmaba la traza de sus ciudades. Ahora bien, ¿cómo es el modelo de diseño urbano por el que se puede identificar ciudades sagradas como “sitios de creación y buen gobierno”? De acuerdo con una propuesta reciente, los pueblos mesoamericanos a través del tiempo percibían la forma y el ritmo del universo por medio de la narrativa de creación, ejecutado en los movimientos del sol, de las constelaciones y de los planetas de la bóveda celeste. Como un reflejo retroactivo hacia el cielo desde la tierra, estructuraban también a la forma de sus ciudades —y los mismos patrones de su vida civilizada—de acuerdo con narrativas mitológicas específicas del poder primordial, como aquellos requisitos necesarios para la fundación del sitio y de la clase gobernante. Por medio de este marco mitológico cada sitio se definiría a sí mismo como un lugar en donde florecerían las artes y el buen gobierno y en donde el derecho de mando y de realizar actas de guerra y de sacrificio serían sancionados divinamente (Schele y Guernsey 2001:29).
Como parte de este modelo pan-mesoamericano, dos componentes arquitectónicos son claves. Uno es coatepec o la Montaña Culebra y el otro es la Montaña de Sustento (Figura 1). A cada uno le corresponden ciertos atributos o acabados arquitectónicos y/o escultóricos, además de otros elementos de espacios sagrados específicos. En el área Maya, y como regla general, la Montaña Culebra se asocia con las estructuras radiales de diversos niveles, que suelen emular una culebra enroscada. Cerca y a menudo al pie de esta “montaña edificada” se encuentra un juego de pelota. En el centro de este elemento arquitectónico lineal se colocaba un marcador de piedra labrada o lisa, debajo de la cual se enterraba una ofrenda de objetos diversos (Scarborough y Wilcox 1991; Schele y Freidel 1991). La cancha y los elementos asociados fungirían como el lugar de donde nacieran los dioses patronos y el ombligo por donde se pudiera conversar con ellos desde este mundo hacia el suyo (Schele y Freidel 1991).
El segundo componente se conoce como la Montaña de Sustento (Figura 2), siendo el lugar mitológico hacia donde viajaran los dioses o sus ayudantes para cosechar el maíz con que se alimentaran los primeros seres verdaderos (Schele y Guernsey 2001). La correlación estructural para este concepto simbólico en el área Maya se ilustra por medio de los acabados escultóricos o de estuco modelado con símbolos como la montaña con una parte hendida de donde brota follaje vegetal, granos de maíz o hasta referencias iconográficas por medio de motivos semejantes plasmados en las tapas de bóveda estucadas y pintadas, y en la pintura mural de crujías interiores (Williams-Beck 2001). En cada “sitio de creación y buen gobierno”, entonces, las infraestructuras arquitectónicas específicas proporcionaban un modelo conceptual para organizar el espacio sagrado en reflejo de lugares de creación, fundación y legitimación. Estos elementos edificados generalmente se colocaban en áreas precisas del sitio o incluso pueden comprender el sitio entero en donde se repiten los aspectos simbólicos en infraestructuras de distintos sectores del mismo (Ashmore y Sabloff 2002). La presencia de este tipo de estructuras clave en un lugar dado implica, a su vez, la validación divina para sustentar la autoridad política y cosmológica, funge como los modelos conceptuales del espacio sagrado y es el patente de legitimación del cual la élite gobernante en cada lugar se apropiaría desde el horizonte Preclásico hasta el periodo Posclásico (Schele y Guernsey 2001).
La suma de elementos culturales y naturales se transforma en un conjunto preconcebido (Rappaport 1980) sobre el cual los agentes culturales actuarán y reaccionarán entre sí, modificando y designando eventualmente a este espacio terrestre en un “lugar” culturalmente reconocible (Pearson y Richards 1994:4). Así que en un análisis simbólico de “lugar” varios elementos que se combinan para designarlo “como tal” en un marco regional mayor, los cuales deben analizarse minuciosamente desde todos los niveles detectados (Williams-Beck 2006). Esto implica que habría que identificar las réplicas estructurales naturales y culturales, así como la repetición de ciertos elementos arquitectónicos o de diseño con semióticas correspondientes a cada uno, que se presentan y repiten a nivel de conjunto arquitectónico individual, a nivel de sitio y al nivel regional mayor. La suma total de recursos patrimoniales percibida en un área dada sirve para reforzar el sentido simbólico del área completa designado de antemano por los mismos actores prehispánicos (Williams-Beck 2001a, 2005, 2006). En este sentido, entonces, los recursos patrimoniales se consideran también como tropos (Reese-Taylor y Koontz 2001), como elementos inseparables e inalienables que no se contemplan a uno solo sin tener la suma de los demás (Williams-Beck 2006; Williams-Beck et al. 2009). Una lectura de tropos plasmados en el espacio y a través del tiempo ofrece una manera clara de expresar una identidad colectiva para ciertos atributos que se pueden modelar de antemano y después ejecutar y modificar para transformarse en escenarios funcionales del paisaje que representan áreas de actividad paradigmáticamente definidas (Reese-Taylor y Koonz 2001).
Una noción de tropo inalienable, relacionando recursos patrimoniales y el espacio edificado, toma en consideración también un proceso intencional para diseñar un paisaje arquitectónico de creación en un sitio dado, con el que un pueblo en particular se puede identificar física y simbólicamente (Ashmore y Sabloff 2002; Reese-Taylor y Koontz 2001; Muir 1999). Este modelo de diseño para sitios de creación y buen gobierno basado en la cosmología maya es particularmente relevante al presente análisis de recursos naturales y culturales combinados que rodeaban el área de dos sitios que se desglosan a continuación.
En fechas recientes varios investigadores sugieren la presencia de una serie de mensajes simbólicos particulares manifestada en la arquitectura y en el medio natural. El repertorio de ellos pareciera seguir un modelo para diseñar sitios que se localizan y están inmersos en nichos ecológicos especiales que crean, a su vez, el escenario idóneo para trazar este tipo de paisaje edificado sagrado (Ashmore y Sabloff 2002; Boone 1991; Cyphers 1999; Guernsey 2001; Koontz, Reese-Taylor y Headrick 2001; McCafferty 2001; Muir 1999; Orr 2001). Si bien el modelo arquitectónico en cuestión se comparte entre distintos pueblos como miembros de sociedades complejas como un patrón universal a lo largo y ancho de Mesoamérica a través del tiempo, el mensaje suele ser lo mismo: este es un “lugar de creación” (Schele y Guernsey 2001). La fecha tentativa para el inicio y puesta en escena de este fenómeno de desarrollo urbano es a finales del Preclásico Medio o principios del Preclásico tardío.
¿SITIOS DEFENSIVOS, FORTIFICADOS O “DE CREACIÓN Y BUEN GOBIERNO”?
El objetivo principal de este trabajo es encontrar las circunstancias alrededor de una interpretación de la arquitectura y su propuesta “función defensiva” en el diseño urbano de dos ciudades capitales mayas en Campeche (Figura 3). Además de un papel obvio para desaguar el espacio edificado, recolectar y aprovechar este líquido vital, se propone otra serie de mensajes simbólicos particulares que siguen un modelo para diseñar sitios que se localizan y están inmersos en nichos ecológicos especiales que crean el escenario idóneo para edificar este tipo de paisaje edificado sagrado. Mientras el modelo arquitectónico en cuestión se comparte entre distintos pueblos como miembros de sociedades complejas como un patrón universal a lo largo y ancho de Mesoamérica a través del tiempo, el mensaje parece ser lo mismo: este es un “lugar de creación y buen gobierno” (Schele y Guernsey 2001).
Retomando estos factores arquitectónicos y del medio natural, ahora se revisan las bases que formaron el argumento anterior para interpretar los elementos de diseño urbano de dos ciudades supuestamente “fortificadas” y que ahora se proponen como lugares sagrados “de creación” en Becan y Edzna.
Localizado geográficamente en la parte central e inferior de la Península de Yucatán y justo al pie de la zona “montañosa” del límite sur de la región de los Chenes, el sitio Becan está situado encima de una protuberancia natural con un alzado natural de 10 m sobre y en medio de un humedal como nicho ecológico principal en el área inmediata (Gendrop 1983), dominado por vegetación del tipo acahual espinoso, terrenos bajos y pantanos con vegetación de juncos, así como con la aguada Carmelita como los límites al sur del recinto monumental (Webster 1976). Dos aguadas adicionales, ahora parcialmente obstruidas por el cieno, se localizan al poniente y al noreste del núcleo urbano (Thomas 1981). Los suelos en el área inmediata se caracterizan por ser impermeables del tipo akalche, lo que permitía una acumulación de agua de superficie de manera semi-permanente a través del año (Webster 1976; Thomas 1981).
El núcleo urbano muestra tres agrupamientos principales con elementos de arquitectura monumental distribuida alrededor de igual número de explanadas compartidas por los miembros de cada uno (Figura 4). La plaza sureste alberga las Estructuras I a IV (Gendrop 1983; Campaña 2005), edificadas encima de una gran plataforma con acceso restringido. Un pasillo abovedado como anexo de la Estructura VI se dirige en sentido oriente–poniente al grupo central norte, dominado por las Estructuras VIII, IX y X. La plaza occidental se integra por un juego de pelota en el costado oriental y las Estructuras XIV al norte, XIII o Acrópolis residencial de élite al poniente, y una aguada remata el costado sur del grupo. El núcleo monumental se encuentra delimitado además por un elemento hidráulico, que originalmente fue descrito por Ruppert y Dennison (1943) y después por Webster como un foso defensivo.
El estudio meticuloso de Webster (1976:12) incluye evidencia y observaciones particulares para justificar la hipótesis sobre el carácter defensivo del sitio, basado en lo ambiental, lo topográfico, los elementos estratégicos de índole geográfica o política percibidos.
Para poner a prueba la viabilidad de esas hipótesis defensivas para los componentes arquitectónicos del diseño urbano de Becan, propuestas por Ruppert y Dennison así como por Webster, investigaciones arqueológicas recientes colocaron estratégicamente algunas unidades de excavación en el límite superior de la protuberancia calcárea en donde está el núcleo urbano (Campaña 2005:48-53). Las excavaciones detectaron cimientos estructurales de conjuntos de patio cuyas orientaciones arquitectónicas miraban hacia el interior del núcleo urbano. Estos datos hallados in situ proporcionan la evidencia suficiente para rechazar la hipótesis sobre el sistema arquitectónico defensivo funcional a base del foso, parapeto y de la palizada, que supuestamente delimitaba el perímetro urbano envuelto por la infraestructura arquitectónica acuática. De acuerdo con las evaluaciones arquitectónicas y arqueológicas de Campaña Valenzuela, ni estos cimientos estructurales sencillos ni otros componentes monumentales encontrados en el núcleo urbano proporcionan el tipo de evidencia arqueológica para apoyar una afirmación que cualquiera de estas estructuras fuesen desmanteladas a propósito o edificadas intencionalmente para el uso defensivo, como fue el caso para varios componentes arquitectónicos monumentales derrumbados parcialmente para crear la muralla y los cimientos de la palizada en el sitio de Dos Pilas, en la región del río Pasión en Guatemala (Demarest 2006; Houston 1993; Inomata 1995, 2006). Campaña Valenzuela concluye que el sistema hidráulico servía como un “…elemento para garantizar la conducción y drenaje de agua superficial, en una singular solución para el funcionamiento de un sistema de asentamiento en las Tierras Bajas” (Campaña 2005:49).
Aunada a esta solución práctica para drenar el agua estancada en el sector monumental del sitio, el presente estudio propone otro atributo funcional para este tipo particular de “sistema de desagüe”, que gira en torno de un mensaje simbólico. El acueducto y el espacio edificado urbano que lo envuelve se consideran como un sitio sagrado “de creación”. El primer argumento a favor de esta hipótesis nueva es el marco temporal en el cual se sitúa la primera evidencia arqueológica para la construcción y ocupación solamente de la “isla elevada” del núcleo urbano, inmersa en un mar de bajos y humedales, durante el periodo Preclásico Medio (Ball 1977). Otros conjuntos arquitectónicos satélites localizados en la periferia fueron construidos, habitados y unidos al “foso” y el distrito nuclear por medio de calzadas elevadas o sacbeob después de la erección del componente urbano central (Thomas 1981) a principios del periodo Preclásico tardío. Lo anterior proporciona evidencia adicional de que se puede postular un modelo de diseño y desarrollo urbano que distingue entre el espacio sagrado como un sitio “cosmogónico de creación”, cuyo perfil se asemeja a el del caparazón de una tortuga (Figura 5), rodeada por un ambiente acuoso, como si el sector mismo estuviera inmerso en un mar primordial, unido después por las calzadas que se dirigen hacia los conjuntos arquitectónicos de funciones especiales y/o residenciales en la periferia. Hay siete accesos distintos que sirven como puentes sobre el perímetro acuático del núcleo arquitectónico. Si bien estos han sido identificado previamente como puntos de revisión del parapeto (Figura 6), para nosotros estos accesos se refieren más bien a los siete distintos rumbos simbólicos en el diseño cosmológico maya para este sitio de creación: cuatro direcciones cardinales que corresponden al este, norte, oeste y sur, así como el quinto rumbo como eje central u ombligo que une todos los anteriores con los registros del cielo y del inframundo. Los tres conjuntos de plazuelas, asociados aquí con el fogón primordial como concepto unificador en la sociedad maya, proporcionan un espacio amplio alrededor del cual se podría acomodar grupos masivos, convirtiendo a estos espacios y al sitio en general en un sitio santuario para recibir peregrinaciones rituales (Reese-Taylor 2002). El conjunto de plaza ubicado más hacia el poniente no sólo presenta una aguada, o punto de acceso al poniente del inframundo acuático, colocado estratégicamente al costado de su límite sur, sino que también hay otro “ombligo” u “oquedad” como “cueva” en la temporada de secas, por el que se podría conversar con los ancestros en el juego de pelota, que delimita precisamente el costado oriental y patio trasero inmediato de la Estructura X. Esta edificación con una planta tripartita se asemeja un componente del estilo regional Río Bec y Chenes, cuyo elemento central está vestido de una fachada con escultura arquitectónica y modelada de estuco, relacionada con los dioses kawilob (Williams-Beck 2001), acompañada en sus costados norte y sur por estructuras alargadas de crujías múltiples que delimitan dos conjuntos de patio cuyos accesos son restringidos. Debido a la presencia de dos patios de acceso restringido que rematan ambos lados de la “montaña sagrada” central (Schele 1998:484), el juego de pelota como “patio trasero” y la aguada localizada estratégicamente al límite sur del conjunto, proponemos se realizara una serie de actividades localizadas a esta plazuela relacionadas con ritos religiosos a nivel de grupo en este sector del sitio, en vez de que el mismo cumpliera exclusivamente funciones domésticas. Los patrones estructurales de comunidad para los mayas del horizonte Clásico (Hammond 1975) y el diseño del trazo urbano en general estiman que el sector residencial urbano del núcleo con los conjuntos arquitectónicos domésticos para la élite y su complejo palaciego correspondiente se encontrarían colocados hacia el noroeste de este contexto ritual, en un área del sitio que todavía queda por muestrear con unidades de excavación.
En Edzna, el segundo sitio del estudio actual, varias estructuras como montañas sagradas y “de sustento” están presentes en conjuntos específicos colocados en zonas precisas del núcleo urbano. Una en particular, la Estructura V8-19, conocida como la de Cinco Pisos (Andrews 1969), combina ambos aspectos de la montaña de culebra y de sustento en un solo componente arquitectónico que se coloca al lado oriental del complejo palaciego administrativo de la Gran Acrópolis (Figura 7), ubicada al costado oriental también de la plaza central como espacio de asamblea masiva (Williams-Beck 2006). Esta referencia de dirección cardinal reitera un mensaje similar para reforzar el significado simbólico tanto de la localización geográfica en una ruta de peregrinación ritual religiosa y la configuración del espacio arquitectónico interno del conjunto palaciego administrativo para el sitio entero (Ibid; Williams-Beck et al. 2009). El paisaje edificado de Edzna se coloca encima de una protuberancia calcárea natural, como si fuese una isla inmersa en medio del “mar” de bajos y humedales que coronan el costado noreste de un enorme valle, de 50 por 20 km de distancia. El perfil ambiental del área inmediata y del núcleo urbano incluye zonas con nichos ecológicos como sabanas que se inundan por temporada o permanentemente, y un sistema hidráulico compuesto de canales y conductos naturales de desagüe que fueron específicamente edificados por el ser humano para canalizar el agua de superficie hacia el rumbo noroeste a lo largo del cauce y drenaje del río Homtun (Williams-Beck 2006), hacia el sudoeste por otro nicho ecológico de un xuch o sumidero (Matheny et al. 1983) y humedales por donde brota el río Champoton (Figura 8). De acuerdo con el consenso popular y científico de la década 1970, esta red hidráulica fue construida por los pueblos prehispánicos de la región durante el periodo Preclásico Medio o Tardío con la finalidad de drenar el valle para realizar programas agrícolas intensivos en una escala similar a lo que había en el siglo XX, cuando se descubrió el mismo sistema (Matheny et al. 1983).
Los complejos arquitectónicos de mayor envergadura en el recinto administrativo (Figura 9) incluyen la Gran y Pequeña Acrópolis como los costados oriental y sudeste de una enorme plaza, el Anexo de los Cuchillos al noroeste y una enorme estructura alargada de crujías múltiples conocida como la Nohochna, que delimita el costado poniente de la plaza (Andrews 1969); el juego de pelota está ubicado al costado sur de la plaza central. Si bien sus elementos arquitectónicos son imponentes todavía, el juego de pelota parece haber sido desmantelado parcialmente durante la época prehispánica (Millet 1989, 1993; Williams-Beck 2006). Finalmente, el conjunto “defensivo” en cuestión está situado aproximadamente a dos kilómetros y medio de distancia hacia el sudoeste de este distrito monumental nuclear.
Dos componentes destacados en el trazo urbano de Edzna son los elementos lineales que emanan del núcleo urbano. El componente mayor de la red acuática, conocida como el Gran Canal, delimitaba la orilla oriental de la cuarta calzada alzada interna del sitio y tanto ésta como el sacbe se dirigían hacia el suroeste por una distancia de un kilómetro y medio hasta que se terminaban de repente en la entrada de otro conjunto arquitectónico designado como la “Fortaleza” (Figura 10). En este punto se desviaba el gran canal en un elemento que rodeaba por completo el conjunto, que se asemeja a una isla de unos 24,000 m2 circundada totalmente por el canal. En este conjunto destaca una pirámide de tierra apisonada, la Estructura 191, como elemento central de orientación ubicado justo en medio del conjunto, como el ombligo de este “mundo” rodeado por agua. Se menciona que al descubrirla tuvo unos 10 m de alzado (Matheny et al.1983); pero las excavaciones practicadas en este elemento no consolidado y dejado después a la meced de las inclemencias del tiempo se han combinado para que este monumento piramidal único en Campeche ostentara en la actualidad una fracción del tamaño y envergadura de lo que una vez fue. Otras plataformas de menor tamaño, con restos de elementos estructurales desconocidos o no registrados a la fecha, no sólo acompañaban a la pirámide de tierra apisonada, sino también coronaban las cuatro esquinas de este conjunto arquitectónico erigido durante la fase final del periodo Preclásico Medio o en la fase temprana del Preclásico tardío (Matheny et al. 1983).
Las excavaciones extensivas practicadas en la Estructura 191 y otros pozos de sondeo en el conjunto, aunado a la evidencia y observaciones particulares basadas en el medio natural, la topografía edificada y otros elementos percibidos como puntos estratégicos, lo llevaban a postular un carácter defensivo para este conjunto situado hacia el suroeste del núcleo monumental del horizonte Clásico en Edzna. A pesar de ofrecer una interpretación simbólica alternativa para el papel de la “Fortaleza” como “…un sitio de actividad de importancia considerable más allá de la defensa…” (Ibid:178) y posible modelo del universo envuelto y delimitado completamente por agua, al discutir un escondite específico con hematites enterrado justo en medio de la calzada en la entrada al conjunto y comparar este contexto con otros similares, tanto en forma y contenido de La Venta, Tabasco (Ibid:177), se estima que las corrientes antropológicas en boga de ese entonces pudieran haberle impedido continuar con una noción simbólica cosmológica para interpretar la forma y función de este conjunto arquitectónico (Ibid:82).
COMENTARIOS FINALES
Algunas fuentes factibles de sesgo, como los marcos teóricos de moda, las apreciaciones etnocéntricas, los atributos culturales percibidos, o eventos ideológicos, políticos y/o sociales específicos en que se encuentra involucrada la sociedad moderna, se comentaron al principio del presente trabajo para detallar los impactos posibles que podrían tener en modelar las interpretaciones a la hora de reconstruir la historia de un lugar. Los dos sitios presentados aquí formaron parte de proyectos enormes de investigación por parte de equipos profesionales y alumnos de posgrado de instituciones de prestigio académico en Estados Unidos, cuyos resultados han contribuido de manera sustancial y siguen fortaleciendo la investigación arqueológica de las Tierras Bajas Mayas. Sin embargo, en ambos casos hubo una combinación de factores que sesgó las interpretaciones de los resultados en ese entonces, particularmente cuando se hablaba de contextos arquitectónicos y arqueológicos y las infraestructuras acuáticas que los circundaban, el medio natural en donde se ubicaban, los paisajes edificados y espacios urbanos de ambos sitios. La defensa y lo defendible parecen haber sido etiquetas descriptivas como metáforas para explicar la presencia de núcleos monumentales rodeados por acueductos terrestres o subterráneos circulares, fueron respuestas que permeaban los conocimientos de la investigación social en un momento histórico en que Estados Unidos estaba involucrado en la Guerra de Vietnam. Tomamos como un hecho que la interpretación belicosa para elementos arquitectónicos con probables funciones defensivas tendría que haber sido la más adecuada entre los colegas de ese entonces (Wilk 1985), dado que los elementos teóricos principales de la antropología simbólica estaban afinándose todavía en las décadas de 1960 y 1970. Asimismo, fueron pocos los colegas serios que osaran a cuestionar las corrientes teóricas de moda y las propuestas de interpretación más allá de lo “políticamente correcto”, para evitar el ostracismo intelectual y académico.
Un carácter “defensivo” para la infraestructura acuática que envuelve los recintos urbanos de Becan y Edzna era la interpretación todavía aceptable para explicar la naturaleza funcional de ambos lugares hasta la presente propuesta simbólica, a pesar de haber desenterrado escondites especiales con ofrendas cerámicas y de otros materiales colocadas en ciertos sectores del fondo del acueducto en Becan (Ball 1977; Webster 1976); o de un escondite completo de hematites enterrado a propósito en medio de la calzada de acceso a la “Fortaleza”, aunado de contar con la presencia de una estructura monumental de tierra apisonada y una composición edafológica, de comunidades vegetales y factores ambientales parecidos al caso de La Venta, Tabasco (Matheny et al. 1983:177-178). La evidencia combinada que se ha discutido en el presente artículo rechaza contundentemente cualquier hipótesis sobre el carácter funcional defensivo para este tipo particular de infraestructuras arquitectónicas o red de canales que rodean a ambos núcleos urbanos. Estas correlaciones “defensivas” para explicar la función de elementos arquitectónicos, basadas en ejemplos estructurales similares de la cultura occidental medieval europea soslayaron otras asociaciones e información de contextos arqueológicos que contradecían las correlaciones funcionales en ambos casos, debido a razones que sólo nos permite aventurar una opinión que pudieran haber tenido algo que ver con no “remar contra corriente” de los marcos teóricos del momento.
Además de estar envueltos por agua, inmersos en una comunidad biótica de humedales y bajos y de colocar sus núcleos urbanos encima de protuberancias calcáreas naturales que asemejasen caparazones de tortugas como la percepción maya misma del universo que los rodeaba, tanto Edzna como Becan incorporarían espacios de recursos patrimoniales con elementos arquitectónicos cuyas formas y acabados de superficie en piedra labrada, escultura arquitectónica, estuco modelado y pintura mural sugieren sustratos simbólicos que ameritan considerarse como “Montañas de Culebra” y “Montañas de Sustento”, así como canchas de juego de pelota como los ombligos y los caminos hacia el universo en donde residían los ancestros y a través de los cuales se podrían comunicar con ellos en sus reinos celestiales, terrestres y del inframundo.
Tomando en consideración un marco de geografía sagrada local, y de ahí plasmar esta información en otro paradigma macro-regional, convendría revisar los recursos patrimoniales y manifestaciones estructurales y plásticas en otros sitios que se vinculan con las jurisdicciones económica, ideológica y política de cada ciudad capital, con el fin de cuantificar las réplicas simbólicas e identificar las ubicaciones precisas en el ambiente del espacio edificado de cada jurisdicción en un tiempo dado. Proporcionar este tipo de información ayudaría a la identificación de probables socios y participantes, así como escalas en las rutas de peregrinación ritual (anuales o temporales) llevadas a cabo en estas redes sociales, algo que se ha identificado ahora en el caso de tres ciudades capitales (Acanmul, Edzna y Pa’ilbox) y los socios cercanos ubicados a lo largo de la red hidráulica que los unía desde la fase temprana del horizonte Preclásico Tardío por lo menos (Williams-Beck 2006; Williams-Beck et al. 2009). En dos de las tres ciudades capitales se han registrado “Montañas de Culebra y de Sustento” combinadas en el núcleo monumental del trazo urbano, y la localización del conjunto palaciego administrativo en el contexto urbano de cada capital duplica también la ubicación geográfica de cada capital en el circuito de peregrinación regional propuesta para el área de los ríos Champoton y Homtun, que formaban parte de las provincias Chakanputun y Ca’anpech respectivamente (Williams-Beck et al. 2009). Esta ruta unía los destinos colectivos de todos los participantes en un universo social, físico y geográfico compartido (Pugh 2001:255).
Finalmente, dada que la distancia lineal en metros es virtualmente idéntica para el tamaño del perímetro de infraestructuras acuáticas que circundan el núcleo urbano de Becan y un conjunto arquitectónico singular en Edzna, esta evidencia sugiere un patrón especial para identificar lo que podría ser un atributo funcional especial para este nicho ecológico y paisaje edificado entre los trazos urbanos prehispánicos del área Maya encontrados en ámbitos semejantes. Las infraestructuras circulares en ambos sitios que delimitan (por lo menos en el caso presentado aquí para el sitio Becan) componentes arquitectónicos con significados simbólicos asociados a los elementos arquitectónicos con acabados escultóricos, iconográficos o pictóricos interiores o exteriores, formaban parte de un complejo de paisaje sagrado edificado de creación y buen gobierno. En el caso de la “Fortaleza” en Edzna, los elementos arquitectónicos ubicados en este conjunto están todavía por registrarse completamente. Sin embargo, a pesar de la falta de esta información adicional en el caso de Edzna, los elementos arquitectónicos y contextos arqueológicos registrados a la fecha no sustentan una hipótesis que ofrece una correlación defensiva como la única explicación para la localización precisa de estas ciudades capitales con recursos patrimoniales compuestos por infraestructuras acuáticas particulares y comunidades bióticas especiales.
DEDICATORIA
A la memoria de la Dra. Doris Heyden, pionera de las interpretaciones simbólicas para elementos arqueológicos y arquitectónicos en sitios de “creación y buen gobierno” en México.
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Figura 1 Montañas “coatepec” y de “sustento” (retomado de Schele y Guernsey 2001)
Figura 2 Elementos iconográficos que identifican a la “Montaña de Sustento” en Becan.
A. Estructura No. X, templo con fachada zoomorfa integral sobre plataforma piramidal; B. Panel con símbolos de “uitz” montaña; C. Panel con mascarones de perfil del kawil, dios del maíz y de los linajes.
Figura 3 Ubicación de algunas ciudades mayas en la zona (redibujado de Gendrop 1982).
Figura 4 Núcleo urbano de Becan, Campeche (redibujado de Campaña Valenzuela 2005).
Figura 5 Caparazón de tortuga (retomado de Schele y Guernsey 2001)
Figura 6 Reconstrucción de puente de acceso sobre el perímetro acuático
al núcleo arquitectónico.
Figura 7 Complejo Palaciego de la Gran Acrópolis de Becan, Campeche.
Figura 8 Los canales de Edzná (retomado de Matheny, et.al. 1983:2).
Figura 9 Núcleo monumental de Edzná (redibujado de Andrews 1969).
Figura 10 Edzná “La Fortaleza” (redibujado de Matheny et.al. 1983:2)