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Tiesler, Vera y Andrea Cucina
2011 Reflexiones y resultados de quince años de nutrida colaboración con el Dr. Juan Pedro Laporte. (Editado por B. Arroyo, L. Paiz, A. Linares y A. Arroyave), pp. 1256-1259. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).
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REFLEXIONES Y RESULTADOS DE QUINCE AÑOS DE NUTRIDA COLABORACIÓN CON EL DR. JUAN PEDRO LAPORTE
Vera Tiesler
Andrea Cucina
ABSTRACT
In this work we would like to share the results and experiences of fifteen years of collaboration with Dr. Juan Pedro Laporte and the Archaeological Atlas of Guatemala. In 1966, Dr. Laporte invited Tiesler to study the human remains. The first visit during Semana Santa was followed by many more, given the astonishing number of human skeletons excavated by the Project. We were amazed by the academic philosophy of Dr. Laporte, his professional energy, his interdisciplinary interest, his persistence, and knowledge, which, when combined with the strength of his team, resulted in a growing demand to apply archaeological knowledge to sites and areas. We put into perspective our professional experiences with Dr. Laporte, his vision, Mexican-Guatemalan ties in archaeology, and we summarize the results of this valuable collaboration (in demography, biocultural attributes, biodistance analysis, posthumous treatments), which for us were extremely enriching.
INTRODUCCIÓN
Sabíamos de la enfermedad de Juan Pedro, pero el enterarnos a principios del año de él ya no estaba entre nosotros, nos produjo una triste resignación. Como muchos en esta sala agradecemos el privilegio de haber mirado de cerca su incesante labor en el Atlas Arqueológico de Guatemala, inmerso en el Petén guatemalteco, de compartir trabajo y experiencias, compenetrarnos con realidades alternas, aprehender de él sobre la arqueología y los mayas y de lado crecer en el proceso, tanto profesional y personalmente. Sí nuestra despedida desde lejos, desde Mérida, fue dolorosa; pasaron por nuestras mentes recuerdos profusos de las experiencias compartidas, al ritmo de nuestras visitas bi-anuales; surgieron reflexiones sobre la obra vital de Juan Pedro, sobre el sentido, lo finito y trascendental, sus enormes retos y logros, no solo en materia estrictamente académica sino en sentidos más amplios del trabajo comunitario y la construcción de identidad, en la docencia y la formación de estudiantes y en re-escribir historia.
Es en este sentido que deseamos compartir con ustedes en esta charla una especie de semblanza de los años de colaboración con el Dr. Laporte, y el proyecto del Atlas. Con eso queremos poner en perspectiva, más que los resultados propios de la colaboración —eso lo dejamos para la versión a publicar— el mérito del proyecto de vida de Juan Pedro Laporte y de lado examinar las facetas de la interacción interdisciplinaria en la arqueología regional, tales que caracterizaban su iniciativa en el proyecto Sureste del Petén que tuvimos oportunidad de conocer de cerca.
LLEGADAS
Fue más o menos a mediados de los años noventa, todavía en la ciudad de México, cuando Liwy Graciozo, entonces amiga de la primera autora, recomendó enfáticamente ponerme en contacto con su profesor, el Dr. Juan Pedro Laporte, del cual yo ya había escuchado hablar en la ENAH y en la UNAM, ambas instituciones donde él había obtenido sus grados de maestro y doctor años atrás (Laporte 1971, 1989). Estaba iniciando mi proyecto doctoral en bioarqueología entonces y en búsqueda de materiales de estudio; así que mí asesora, la Dra. Linda Manzanilla, me preparó un oficio de apoyo también para el Director del Proyecto Sureste del Petén. Así armada, viajé a la Ciudad de Guatemala en vísperas de Semana Santa del año 96. Además portaba conmigo la carta de uno de sus colaboradores, Julio Roldán, que decía que Juan Pedro estaba “más que contento” con mi llegada y la idea del estudio óseo y que me pedía una copia de unas clasificaciones óseas, “ya que él cree que puede ser de mucha utilidad a los estudiantes que llegan al Proyecto”.
El camión me llevó a Dolores de noche. Entonces la carretera no estaba pavimentada, solo iluminada profusamente por el cometa Hyakutake que surcaba el cielo nocturno visiblemente en estos días primaverales. Tras varios retenes y la parada obligada de fumigación, llegué al trópico y a la comunidad la mañana siguiente, para adentrarme al mundo del proyecto del Atlas Arqueológico y conocer a su director. Estos días, el equipo de campo ya se alistaba para retornar a casa porque el plan de trabajo mensual estaba por finalizar. Solo el Dr. Laporte accedió a quedarse en el campamento durante los días festivos, lo cual naturalmente agradecí.
Una vez establecida en el taller inicié mi rutina cotidiana al ritmo de los cafés de la mañana y de los incesantes diálogos y luego monólogos sobre cremas, bícromos con baños rojos, petenes lustrosos, tres naciones y naranjas finas, infiernos achiotes, grupos tinajas y lagunas verdes; todos los tiestos encontrarían su lugar en las enormes mesas de cerámica a mi lado. Desde el principio me impresionó el cauteloso registro que se llevaba a cabo en el proyecto regional del Atlas y me impactó la conducción de Juan Pedro y la cantidad y entusiasmo de sus estudiantes y colaboradores. Durante mi visita, Juan Pedro reflexionaba abundantemente sobre la trayectoria y las perspectivas de la arqueología guatemalteca, naturalmente siempre en dicotomía con el medio mexicano, un tema recurrente y siempre con tintes patrióticos de su lado. Y Juan Pedro también me ponía al tanto sobre la realidad en Dolores y los retos sociales que la pequeña comunidad enfrentaba. Se veía que los comunitarios convivían de cerca con el Doctor y su equipo y que les tenían un enorme aprecio.
Pronto, Dolores se llenó en mi mente de vidas y de caras, de anécdotas e historias. Mientras que en el taller se trabajaba hasta altas horas de la noche y se conversaba, en la calle en frente desfilaban las exaltadas procesiones de Semana Santa que recordaban la subida de Jesú Cristo al cerro de Golgatha. En las mañanas pasaba la vendedora al persignar su primera venta, y al lado estaba el hogar de Doña Flora, a quien le veía voltear tortillas cada día. Por ahí ambulaba también el travieso niño Darwin; igualmente su mamá me traía mareada con “la del moño colorado”, canción que ponía una y otra vez.
Regresé a México cambiada y enriquecida después de las tres semanas en Dolores. Aparte de la colaboración y la hospitalidad que recibí, agradecía los registros contextuales, detallados y escrupulosamente ordenados de cada uno de los 169 entierros estudiados. Juan Pedro había preparado estos sistemáticamente durante mi estancia.
LOS SIMPOSIOS DE GUATEMALA
EL Dr. Laporte les encargaba a sus colaboradores, además de su reporte técnico, presentar los resultados de la colaboración durante los Simposios de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala. A mí me tocó el siguiente verano (Tiesler 1997), eso como autora única porque era el estilo de Juan Pedro rechazar con énfasis la co-autoría que en nuestro ámbito es usual atribuir a los directores de proyecto, sobre todo cuando comparten tan generosamente información primaria sin publicar, tal como fue en este caso.
Aprovechamos este espacio para transmitir unas cuantas reflexiones sobre el foro anual de los Simposios de Guatemala, en el cual entendemos que Juan Pedro tuvo mucha injerencia desde el principio, tanto en la organización y sobre todo en la edición de las memorias anuales. Creo que este ciclo ha logrado con los años establecer un foro mayista de mucho impacto en nuestro medio. Esto es en parte gracias a una concurrencia verdaderamente trans-nacional de participaciones, como pocos otros eventos mayistas lo han logrado y eso estando “en casa” y sin invertir las fortunas que típicamente consume la organización de eventos de esta envergadura. Les felicitamos. Siendo así, los simposios han sido un foro importante de difusión también para los resultados del Atlas Arqueológico.
DIFUSIÓN Y PUBLICACIÓN
Nos parece que otro medio de difusión del Proyecto Atlas, ojalá que siguieran este ejemplo muchos de nuestros colegas arqueólogos, corresponde a los reportes anuales. Desde sus inicios en los años ochenta, los trabajos de campo y de gabinete han salido publicados anualmente y desde algunos años incluso se están difundiendo por medios digitales y hasta aparecen en la red. En este esquema, nuestras aportaciones sobre las osamentas, y recientemente su histomorfología, se enfilan en la larga serie de contribuciones, tanto del proyecto mismo como de sus muchos colaboradores. Se percibe que, en conjunto, proporcionan un panorama arqueológico muy detallado de un área realmente basta. Esto fue parte de la misión del Dr. Laporte, la que perseguía incansablemente y con conocimientos de fondo. Consistía ni más ni menos en la reconstrucción y en el entendimiento histórico de la milenaria trayectoria Maya de las Tierras Bajas Centrales en Guatemala. Una idea de la inmensidad del área proporciona su reciente obra conjunta con Héctor Mejía titulada La organización territorial y política en el mundo Maya Clásico. El caso del sueste y centro-oeste de Petén, Guatemala, que vio la luz en el 2005.
Aun así, es de notarse que nunca se percibía en Juan Pedro el ostentoso pretensionismo que a veces acompaña aspiraciones profesionales de esta dimensión. Todo lo contrario, sentimos que Juan Pedro, un tanto introvertido de carácter aunque carismático e intenso de personalidad, huía de las políticas y los protagonismos de las altas esferas, sumergiéndose en la academia, en la docencia y en el compañerismo, se refugiaba en los planes de trabajo de su proyecto y hasta físicamente en su campamento en Dolores. Allí ha trabajado arduamente con su equipo y ha difundido los resultados con persistencia, ha formado e instruido muchas generaciones de estudiantes, muchos de ellos tesistas, muchos permaneciendo hasta el día de hoy como participantes y colaboradores del Proyecto.
INTERDISCIPLINA
Como ya se mencionó, la abertura hacia la interdisciplinariedad era una de las características del modo de trabajar de Juan Pedro, quien entendía muy bien que no procede la reconstrucción arqueológica unilateralmente por rubros y materiales. Hacer inter-disciplina significaba para él compartir evidencias y abrirse al diálogo con especialistas de diferentes ramas. En nuestro caso, nos puso a completa disposición la colección esquelética — nos abrió hasta su biblioteca Maya personal— y recuerdo su manifiesto interés al discutir nuestros resultados de afinidades biológicas y de las dinámicas poblacionales y bioculturales. De hecho, la continuidad cronológica regional que reconstruimos biológicamente, reflejaba sorprendentemente las dinámicas patentes en el registro cultural. De la misma manera, los datos bioarqueológicos (demografía, patología, costumbre bioculturales para mencionar algunos) se insertaban dentro de la gran base de conocimiento de esta área cultural. Era un dar y recibir abierto de información multi-lateral y un crecimiento mutuo en el proceso.
VISITAS RECIENTES
Naturalmente, a la primera visita a Dolores, a que nos referimos líneas arriba, siguieron muchas más. A principios de los años dos mil se integró al equipo el segundo autor, para abarcar la morfología dental de la serie esquelética del sureste del Petén. Cada vez nos poníamos al tanto con las osamentas recién excavadas, que hoy duplican prácticamente el número de entierros a inicios de nuestra colaboración. Era cada vez un placer ver los frutos y novedades del proyecto cada otro año, que crecía junto con las instalaciones del campamento y el nuevo museo arqueológico de la comunidad. Fue bonito saludar a los amigos de antes y conocer a quienes se sumaban a los esfuerzos del Atlas en Dolores. Convivíamos muy a gusto también con otras visitas —casi siempre había casa llena— como eran Andrés Ciudad, Josefa Iglesias (“la Pepa”) y Alfonso Lacadena.
CONCLUSIONES
En esta charla hemos deseado compartir algunas reflexiones y experiencias vividas en quince años de colaboración con el Dr. Juan Pedro Laporte y el Atlas Arqueológico de Guatemala. Como seguramente es el sentimiento común de todos los que ahora acompañan este homenaje, nunca habríamos deseado que se dieran las condiciones para una charla como esta. Sin embargo, ahora no queda más remedio que mirar hacia adelante, convirtiendo la resignación en palabras y acciones para mantener vivo el recuerdo del Dr. Juan Pedro Laporte Molina y adelantar lo que fue su proyecto de vida profesional. Nos sentimos privilegiados de estar aquí ahora, porque esto significa que tuvimos nosotros el honor de haber conocido, trabajado y aprendido de un gran colega y persona.
Gracias, Juan Pedro.