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104. Juan Pedro Laporte y sus múltiples colaboradores – Pepa Iglesias Ponce de León – Simposio 24, Año 2010

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Iglesias Ponce de León, Pepa

2011        Juan Pedro Laporte y sus múltiples colaboradores. (Editado por B. Arroyo, L. Paiz, A. Linares y A. Arroyave), pp. 1260-1265. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

104

JUAN PEDRO LAPORTE

Y SUS MÚLTIPLES COLABORACIONES

Pepa Iglesias Ponce de León

ABSTRACT

One of the professional aspects that merits attention in the long career of Dr. Juan Pedro Laporte in archaeology is the strong relationships he maintained, since his early professional days, with numerous international colleagues. This work briefly reviews these relationships and is a tribute by these colleagues who had the honor of collaborating with him, at different moments, during his short but critical life.

En primer lugar quisiera expresar mi agradecimiento a todos los que nos están acompañando en esta emotiva tarde. Muchos de ustedes, especialmente los más jóvenes no serán capaces ni siquiera de imaginar lo que nos ha costado hacer estas contribuciones en la sesión de homenaje a Juan Pedro Laporte Molina. Otros si lo saben, los más “antiguos”, aquellos que le conocieron bien como su familia, sus amigos, y sus colegas -y sin embargo amigos-, muchos de ellos alumnos en los años 70, cuando se estacionó definitivamente en Guatemala y fundó las bases de los actuales estudios arqueológicos en la Universidad de San Carlos.

No hay duda de que el hijo de nuestra recordada Doña Blanca Luz Molina Castañeda estaba predestinado a ser una persona “de mundo” ya de primera intención por su nacimiento en Washington, el 6 de agosto de 1945, el mismo día que Estados Unidos arrojó la 1ª bomba atómica en Hiroshima, una referencia inolvidable que le unirá siempre con su querida colega francesa Marie France Fauvet-Berthelot, nacida el mismo día, aunque unos años más joven.

A ello le siguieron los primeros 10 años de su  infancia en Francia con sus hermanos Claudia y Mauricio, y su posterior llegada a Guatemala -como humorísticamente explicaba- sin saber suficiente castellano como para rezar en el colegio de los Hermanos Maristas. En Guatemala vivió el desarrollo de una nueva familia por el matrimonio de su mamá con Don Eduardo Rodríguez (su entrañable Guayo, del que siempre se consideró un agradecido entenado) que le proporcionó tres queridas hermanas más Irene, Leonor y Blanca Luz, para él: la Canche, la Morena y la Nena.

En 1963, con 17 años, tuvo lugar su iniciática estancia en Tikal donde se trasladó como ayudante de exploraciones de campo del proyecto de la Universidad de Pensilvania. Hattula Moholy-Nagy, que compartió con él esos meses, le recuerda como un joven tranquilo y muy eficiente, tanto en su trabajo de laboratorio como en el programa de sondeos en el campo, quedando claro ya entonces que -Jean Pierre Laporte- no era sólo una promesa sino la prueba andante de la exitosa eficiencia del programa de aprendizaje que llevó a cabo el Tikal Project. No dudo en llamar a esta experiencia iniciática (Figura 1), porque fueron aquellos meses los que le predestinaron hacia lo que fue la mayor pasión de su vida, aunque no la única, hasta el 22 de enero de 2010: la arqueología.

Al año siguiente de esta experiencia, entre 1964 y 1965, iniciará sus estudios de arqueología en la Universidad de Arizona para proseguirlos en México (1966-1976) donde en la Escuela Nacional de Antropología e Historia alcanzó primero el grado de licenciatura y más tarde el de Maestría en Ciencias Antropológicas (Laporte 1971), realizando los estudios de doctorado entre 1972 y 1976, y dejando pendiente hasta 1989 la presentación de su tesis Doctoral en la Universidad Nacional Autónoma de México (Laporte 1989). Sin duda tantos años en México fueron de importancia capital, tanto en su formación arqueológica como en su vida personal, y siempre ha mantenido unos muy estrechos lazos profesionales y, sobre todo, de amistad con tantos y tantos colegas mexicanos.

Mi relación con Juan Pedro Laporte -en aquel momento aún Jean Pierre- se inicia en 1978 cuando, con mi marido Andrés Ciudad –ya licenciados- comenzamos a trabajar en la Misión Científica Española en Guatemala, realizando tareas de prospección y excavaciones en los Departamentos de Quetzaltenango (Figura 2) y Totonicapán. Fue Doña Josefina Alonso de Rodríguez, profesora de la Escuela de Historia de la San Carlos, y compañera de Andrés en los estudios de doctorado en la UCM- quien nos presentó, y casi de inmediato Juan Pedro nos propuso entrar a formar parte como profesores en el programa de Arqueología. Fue nuestra primera experiencia como docentes y guardo una memoria extraordinaria de aquel curso intensivo que dimos sobre Arqueología de Tierras Altas a unos pacientes alumnos, los cuales pocos días antes de iniciarse el curso confesaron no entenderme en absoluto por la velocidad a la que yo hablaba.

No fuimos los únicos extranjeros que ejercimos de profesores, ya que en sus primeros años la escuela también se nutrió de otros muchos colegas no nacionales, entre ellos los arqueólogos franceses que en esa época trabajaban en el emblemático proyecto de la Cuenca del Chixoy, que colaboraron durante años; Juan Pedro buscaba proporcionar a aquellos primeros alumnos de Arqueología la mejor formación posible con las limitadas armas que tenían en las manos. Poco a poco los propios guatemaltecos fueron asumiendo la responsabilidad de formar a las numerosas generaciones que hoy son licenciados o están en vías de serlo. Para muchos de ellos el recuerdo de las prácticas de campo en Dolores (Figura 3) queda aún cercano, para aquellos que están iniciando sus estudios, Juan Pedro Laporte posiblemente es ya, o lo será en poco tiempo, una especie de mito del que se hablará con respeto, del que se contarán miles de anécdotas verdaderas o no, pero será un personaje del que difícilmente podan prescindir.

Fue en ese mismo año 1978 cuando emprendimos con él un extraordinario viaje a Petén, visitando Tikal, Uaxactun, Ceibal, Yaxha… en una época en que esto aún suponía una cierta aventura romántica; vean sino algunas de las fotos que guardamos como recuerdo de aquellos momentos; encabezando la expedición nuestro entrañable amigo el ingeniero Luis Greñas, que puso toda la infraestructura (Figura 4), sus conocimientos y amabilidad a nuestra disposición (carro, barca, remolque para equipaje y nevera para cervezas y una caja de 12 botellas de rico vino de Rioja…); Juan Pedro puso toda su sabiduría y su entonces aún reciente experiencia (1974) nada menos que en las exploraciones y restauración en la famosa estructura EVIISub, con Edwin Shook como director de la excavaciones de Uaxactún , además de los recuerdos de la estancia en Tikal de 1963; el resto de la expedición (dos parejas  españolas) pusimos un jamón y sobre todo unas enormes ganas de disfrutar de aquel lujo de viaje, como así fue.

Cuando un año después, en 1979, Juan Pedro se hizo cargo de la excavación y restauración del Área Central de Mundo Perdido, los expertos guatemaltecos Miguel Orrego y Rudy Larios recién habían finalizado las tareas de excavación y restauración en el Grupo G  o de las Acanaladuras (Orrego y Larios 1983). Los tres profesionales habían trabajado en el Tikal Project y fueron ellos los que tomaron el relevo del proyecto norteamericano; la arqueología guatemalteca estaba ya lo suficientemente madura como para asumir responsabilidades en la ciudad maya más emblemática que uno se pueda imaginar como es Tikal.

El primer español que entró a colaborar con él en Tikal fue José Manuel Murrieta (presente en la expedición de 1978), que tuvo a su cargo -como experto forestal- la delicada limpieza de árboles de la Gran Pirámide de Mundo Perdido. Juan Pedro, fiel a la que sería su tradición de búsqueda de colaboradores, contó en sus comienzos del Proyecto Nacional Tikal con excelentes colegas mexicanas que vinieron a cubrir aquellos aspectos científicos de los que aún no había ni especialización ni especialistas en Guatemala, tales como la experta litóloga María Elena Ruiz, nuestra Malena, Carmen Pijoan  y María Elena Salas para Antropología Física, o Maricela Ayala en el campo de la Epigrafía.

Cuando en el año 1980, por causa de los desgraciados sucesos ocurridos en la Embajada de España, se cerró la Misión Española en el Occidente de Guatemala, Juan Pedro nos ofreció a Andrés Ciudad y a mí la incorporación al Proyecto Nacional Tikal, pero después de tres años de estancia en los Altos, era tiempo de regresar a casa y a la universidad. Pero en ningún momento se rompió el vínculo entre nosotros y así, en el año 1983, regresé para entrar a formar parte del Proyecto Nacional Tikal; específicamente me integré en el programa de Grupos de Habitación de Mundo Perdido, y durante 11 meses, permanecí en Tikal excavando bajo su dirección el Grupo 6D-V y realizando tareas de laboratorio encaminadas a lograr mi tesis doctoral.

El primer paso que me fue encomendado por Juan Pedro, después de que optáramos por la excavación del mencionado grupo, localizado apenas a unos cientos de metros de su lugar de trabajo el Grupo 6C-XVI, fue acudir a los archivos del Tikal Project para ver si se había realizado alguna intervención en sus años de investigación; aún recuerdo la cara de sorna de Juan Pedro acariciándose el bigote, en aquel gesto tan típico suyo, cuando fui a comentarle que “en 1963 un tal Jean Pierre Laporte había realizado una serie de pozos de sondeo” en el que, desde ese momento, pasaba a ser mi grupo.         Una de sus mayores satisfacciones en Tikal la tuvo cuando en el año 1984 invitó a visitar la ciudad al Dr. Edwind Shook, (Figura 5), el primer director del Tikal Project por quien siempre sintió un gran respeto y aprecio. El Dr. Shook –un profundo conocedor de la arqueología guatemalteca- no había regresado a Tikal desde los años 60 y para él fue un gran momento los días que pasó en las ruinas  con su esposa Jenny. A pesar de su ya algo limitada movilidad (contaba con 73 años) fue capaz de bajar a los túneles del 6C-XVI y recorrer –quizás por última vez-  su añorado Tikal.

No me voy a extender más, porque ya Vilma Fialko les ha platicado de aquellos maravillosos y especiales tiempos, que para mí se tradujeron en una extraordinaria estancia de casi un año, con sus claros y sus sombras, pero con muchísimos más claros que sombras, y con compañeros y momentos absolutamente inolvidables, tanto en el aspecto profesional como en el personal. En aquel año 1984, para Juan Pedro eran los últimos meses de trabajo en el Grupo 6C-XVI, una excavación técnicamente tan complicada como asombrosa e impecable (Figura 6) y una investigación excelente con la que logró su merecido doctorado por la Universidad Nacional Autónoma de México (Laporte 1989). Hubo momentos duros en aquellos meses que terminaron con «el exilio» de Juan Pedro a Uaxactún, donde trabajó en los Grupos A y B, pero sin duda fue una experiencia inolvidable de la que los tikaleños de la época –trabajadores, técnicos y arqueólogos- guardamos unos recuerdos imborrables.

A pesar de lo que pueda parecer por su plena implicación en el Atlas Arqueológico de Guatemala, Juan Pedro Laporte realmente nunca llegó a abandonar del todo Tikal y así entre los años 1998 al 2008 trabajó estrechamente con el primero doloreño y después tikaleño, arqueólogo y amigo Oswaldo Gómez, en el análisis de materiales arqueológicos de los Proyectos Templo V y Plaza de los Siete Templos; todo ello en colaboración con el Proyecto Nacional Tikal y la Agencia Española de Cooperación Internacional.

Conozco lo suficiente su trayectoria profesional como para asegurarles que en la actualidad nadie sabía tanto de Tikal como el Dr. Laporte. Cuando en 1999 se celebró en la School of American Research un seminario avanzado sobre la importancia que las investigaciones de Tikal habían tenido en el desarrollo de los estudios sobre la civilización maya, allí -en Santa Fe- estaba invitado Juan Pedro (Figura 7), mostrando orgullosamente a sus colegas norteamericanos  todo lo que se había hecho en la ciudad hasta ese año, y allí estaba él consciente de que nos representaba a todos los que habíamos trabajado desde 1972 (Figura 8), y dejando claro –y cito textualmente- que «los resultados de estos proyectos, fueron algo más que un simple complemento a la información producida por el Tikal Project de la Universidad de Pensilvania. Tanto los trabajos de campo como los resultados de los análisis de materiales cosechados a lo largo de estos 30 años de diferencia, ampliaron la visión de Tikal y contribuyeron a ensanchar y fomentar la discusión, aunque a veces desafortunadamente trayendo discordia y controversia. Este seminario, y su publicación posterior -decía el Dr. Laporte-  deberían servir para buscar puntos de acuerdo entre el Tikal Project y el Proyecto Nacional Tikal, sin olvidar las otras investigaciones realizadas en la ciudad. El resultado –proseguía- debería ser una visión unificada  de las dinámicas políticas, económicas, sociales e históricas de esta ciudad. Está claro –terminaba diciendo- que serán  los esfuerzos combinados de los dos grupos de investigadores los que podrán permitirnos colocar a Tikal en el importante lugar que merece en las Tierras Bajas Mayas» (Laporte 2003: 318; original en inglés).

Esta era la actitud que Juan Pedro Laporte exponía en aquellos foros donde era necesario dejar clara la valía y madurez de la arqueología guatemalteca frente a determinadas ideas algo trasnochadas.

No piensen en cualquier caso que las divergencias existentes sobre Tikal se tradujeron en acritud, y las colaboraciones con estos colegas especialmente norteamericanos -con algunos de los cuales se conocía desde el año 1963-  se tradujeron en algo tan importante o más que las publicaciones: el intercambio de información no publicada que ha habido de forma constante a lo largo de todos estos años con una gran mayoría de los participantes en el Tikal Project ¿Cómo olvidar el fundamental manuscrito de la clasificación cerámica de Tikal de nuestro entrañable amigo y colega Pat Culbert que usamos sistemáticamente todos los que trabajamos en aquellos años en el laboratorio?  Lo mismo se puede decir de Hattula Moholy-Nagy con quien compartió vivencias en 1963 y que dice de Juan Pedro lo siguiente “las contribuciones de Juan Pedro son de gran trascendencia, pero igualmente importante fue su habilidad para tender puentes entre algunas lagunas de comunicación de los arqueólogos norteamericanos y europeos por una parte y los latinoamericanos por la otra”. Peter Harrison, William Haviland, Marshall Becker o Chris Jones, son colegas que correspondieron su generosidad con generosidad, y así lo han reconocido algunos de ellos, calificándolo de gran profesional, muy productivo, que ponía sus resultados a disposición de los colegas con gran rapidez y, además, un gran amigo. Clemency Coggins, con quien formó parte de comisiones de expertos para repatriar materiales salidos ilegalmente del país, dice de él: «la pérdida para la arqueología guatemalteca es enorme, pero afortunadamente Juan Pedro ha creado una generación que puede continuar su tarea». Sé que otros colegas norteamericanos como Prudence y Don Rice, Jimmy Brady, Geoff Braswell, Doris Reents, Ronald Bishop o Phil Wanyerka, a quienes estimó y con los que asimismo tuvo ocasión de colaborar estarán de acuerdo con estas palabras.

No menos estrecha fue la colaboración que mantuvo con los colegas franceses a los que, como he adelantado, invitó a participar como docentes desde los primeros tiempos en que se constituyó el Área de Arqueología en la Escuela de Historia de San Carlos. Valgan estas palabras de Marie Charlotte Arnauld como resumen del cariño personal y el respeto profesional que le tuvieron: «Recuerdo a Juan Pedro como el arqueólogo que reflexionó antes que nadie sobre el valor y el estatus de las ruinas mayas en su país, en el contexto de un turismo que comenzaba a despegar. Su trabajo en el sureste de Petén  representa un proyecto único, que sigue recolectando una enorme cantidad de datos sobre una inmensa región desconocida, en profundidad, con  paciencia, guiado por un esquema teórico claro y firme que ha revelado ser muy eficiente. Nos dio mucho a todos, nos enlazó a unos y otros, a los jóvenes en los  años setenta nos mantuvo en un nivel de competencia, convivencia y buen  humor que hizo de Guatemala un país muy especial para la arqueología  prehispánica, aun cuando, en aquel entonces, los recursos  nacionales y el interés de la sociedad guatemalteca eran casi nulos. Pasarán años y todavía estaremos siguiendo sus huellas y la pauta de su obra».

Otro profesional francés, el excelente fotógrafo Jean-Pierre Courau, me comenta estas bellas líneas en contestación a mi pregunta de si tenía alguna foto de Juan Pedro porque era poco amigo de salir en ellas: nos dice, «de Juan Pedro, no tengo ninguna foto que tomara de recuerdo. Tiene Ud. razón: no me puedo imaginar tomar una foto de él. Le conocí desde los lejanos tiempos en que estudiaba en México y se llamaba entonces Jean-Pierre. Tuve el placer de colaborar con él y de enseñar a los alumnos que me mandaba. No me sorprendía oír o leer sobre él sin tener ninguna imagen. Me hace pensar en el arte de Islam que no se puede representar la forma humana: es la manera de guardar un recuerdo espiritual. Laporte era una persona muy especial. El haberle conocido y tratado queda para mí entre los eventos que hacen que la vida merezca la pena».

Después de los años de Tikal nuestra relación personal y profesional se mantuvo viva con diversas publicaciones conjuntas y viajes a España, y corría el año 1994 cuando Andrés Ciudad y yo nos integramos en el Atlas Arqueológico de Guatemala investigando diversos grupos de habitación en las entidades que en ese momento estaban bajo investigación, así como diversos materiales arqueológicos. Aunque por tiempo más cortos también hubo otros españoles como Yolanda Fernández, Cristina Vidal y el epigrafista José Miguel García Campillo, que pasaron por el Atlas procedentes del Proyecto Oxkintok en Yucatán, y siempre contaron con su completo apoyo y amistad.

En el año 2001 el equipo de la Universidad Complutense de Madrid, centramos e intensificamos aún más nuestra colaboración, prosiguiendo las investigaciones del Atlas en el sitio de Machaquilá hasta el año 2006, y aunque actualmente no estamos trabajando en campo, la sección hispánica del Atlas compuesta por Andrés Ciudad, Jesús Adánez y Alfonso Lacadena y yo misma, sigue trabajando en diversos temas relacionados con el Altas, y desgraciadamente quedó en el aire –aunque quizás por poco tiempo- una interesante propuesta de Juan Pedro para realizar un trabajo específico en lugares como Calzada Mopán o El Calabazal, como una continuación lógica de las investigaciones de Machaquila, por las afinidades halladas en la escultura de tipo yucateco.

Todos los arqueólogos nacionales y extranjeros que han trabajado, y aún trabajan, en el país son conscientes de la importancia que tiene este Proyecto Sureste de Petén de larga duración. Y no hay más que dar un repaso al volumen de tesis y publicaciones que han salido de sus investigaciones para darse cuenta de la incomparable eficiencia formativa de un proyecto que durante años ha proporcionado a la arqueología guatemalteca y al campo de la antropología forense profesionales magníficamente preparados.

Como no podía ser de otra manera a lo largo de tantos años de investigaciones en el Atlas Arqueológico de Guatemala, otras nacionalidades se han ido añadiendo a la lista de colaboradores, y sin duda más exóticos que los españoles: alemanes como Karl Herbert Mayer, a quien me gustaría agradecer su excelente obituario en Mexicon; Vera Tiesler y Andrea Cucina; nuestro ruso particular Alex Tokovinine, que colaboró en el estudio de la epigrafía o el encantador y, al tiempo, extremadamente eficiente profesional japonés-hondureño Kazuo Aoyama.

Como saben por experiencia muchos de los hoy presentes en esta sala, las puertas del laboratorio y de la casa de Dolores (Figura 9) estuvieron siempre abiertas a todos los miembros de proyectos arqueológicos que acudieron a consultar la ceramoteca, referente indispensable para los estudios cerámicos de todo Petén, ahora complementada con su magnífica monografía colgada en la página web del Atlas (Laporte 2007). A Juan Pedro le hubiera gustado saber que, con su inestimable ayuda, la argentina Dolores Tobías logró, en el mismo año 2010, su doctorado con un excelente trabajo sobre incensarios.

Pero a partir del 2007 Juan Pedro Laporte era consciente de que no podía permitirse el lujo de abrir nuevos frentes; era el momento de, aún continuando con las tareas del Atlas, ir cerrando antiguas y fundamentales metas como los trabajos del Proyecto Nacional Tikal, o dedicándose de manera intensiva a la tarea de divulgar en internet y en formato abierto tanto las investigaciones del Atlas Arqueológico de Guatemala -alojadas en su propia página web- (www.atlasarqueologico.com) como los Simposios de Arqueología -alojados en la Asociación Tikal, institución a la que tanto quiso y con la que tanto colaboró- (http://www.asociaciontikal.com/index.php). Estos compendios, que confiamos en que no sólo se mantengan sino que sigan creciendo, son dos auténticas joyas puestas al alcance de cualquier investigador, estudiante o simplemente aficionado a la arqueología guatemalteca y maya. Y en todo ello trabajó Juan Pedro Laporte hasta el último momento de su vida.

De forma muy resumida esta es la historia de algunas de las colaboraciones que Juan Pedro Laporte tuvo a lo largo de su vida con colegas no guatemaltecos, y quizás de manera más particular la historia de mi colaboración y de otros españoles (Figura 10). Entre medias quedan miles de vivencias personales, 32 años dan mucho de si… Con él fui, y todavía me considero, tikaleña, pero ahora además soy doloreña, y todo ello a mucha honra. Me proporcionó no sólo un privilegiado tema de tesis doctoral, que fue fundamental en mi posterior proyección académica, sino la impagable posibilidad de participar en su trayectoria profesional y personal ¿cómo no estar agradecida de tal generosidad?

Porque si a Juan Pedro Laporte  hubiera que definirle profesionalmente con una única palabra creo que esta sería generosidad. Basta echar una mirada a su extenso curriculum para entenderlo, un incomparable curriculum individual y de colaboraciones. Después de oír las intervenciones de esta sentida tarde, les deben quedar pocas dudas acerca de lo que voy a decirles para terminar: si el hombre, de una forma o de otra, busca la inmortalidad está fuera de toda duda que Juan Pedro Laporte tiene esa inmortalidad ganada en la arqueología maya en general y en la guatemalteca en particular. Difícilmente en las investigaciones que se realicen en años venideros, de manera especial en las tierras bajas guatemaltecas, yucatecas o beliceñas, Juan Pedro Laporte podrá dejar de estar presente en sus bibliografías. El trabajo en El Estor (Izabal) sirvió de entrenamiento a esta difícil contienda que es a veces nuestra vida y nuestra muerte. Tikal le proporcionó una privilegiada visión de la cultura maya desde un sitio excepcional; el Atlas Arqueológico de Guatemala ha sido -a lo largo de estos años- la madurez, la culminación de una idea sobre el tipo de arqueología que quería hacer para este país, su país: una arqueología eficiente, rigurosa, nada espectacular, pero necesaria, absolutamente necesaria.

Un escritor español ante la muerte de un amigo escribía: «Cada vez que voy a París me resultará incompresible no llamarlo, no verlo, que no esté allí y se me frene el impulso. Que no esté en el mundo, pero sí en mi memoria, que todavía es parte de este mundo”. A mí también me ha resultado incomprensible llegar a Guatemala y que Juan Pedro no esté, aunque tengan por seguro que seguirá en mi memoria y en la de muchos que le conocimos y que le amamos. Seguiré teniendo aquí muchos y grandes amigos pero, lo siento, Guatemala ya no será la misma.

Quiero terminar con una frase bella, sentida y al tiempo muy arqueológica, se trata de la fórmula –ligeramente modificada- que los romanos usaban para los epitafios de sus muertos, al estilo de nuestro “descanse en paz”:

S.T.T.L – Sit Tibi Terra Levis

Jean Pierre, Juan Pedro, Shano, vos:

que la tierra que acoge ahora tus cenizas te sea leve…

REFERENCIAS

Laporte, Juan Pedro

1971        Análisis tipológico de los materiales cerámicos de Tlatilco, Estado de         México: figurillas y vasijas. Tesis de Maestría, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.

1989        Alternativas del Clásico Temprano en la relación TikalTeotihuacan: el Grupo 6CXVI, Tikal, Petén. Tesis Doctoral, Universidad Nacional Autónoma de México.

2003        Thirty Years Later: Some Results of Recent Investigations in Tikal. En         Tikal:         Dynasties, Foreigners, and Affairs of State (editado por J.A. Sabloff), pp. 281-318. School of American Research, Santa Fe.

2007        La secuencia cerámica del Sureste de Petén: tipos, cifras, localidades, y la historia del asentamiento. Serie Monografías, 3. Guatemala: Atlas         Arqueológico de Guatemala. Documento electrónico, http://www.atlasarqueologico.com/monografias.php?idm=10, con acceso         el  24/03/2011.

Orrego, Miguel y C. Rudy  Larios

1983        Tikal, Petén: reporte de las investigaciones arqueológicas en el Grupo 5E-11. Parque Nacional Tikal, Instituto de Antropología e Historia, Guatemala.

 

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