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038 Género y producción de cerámica maya: Veinticinco años de etnoarqueología, etnohistoria y arqueología – Michael Callaghan – Simposio 25, Año 2011

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Callaghan, Michael

2012        Género y producción de cerámica maya: Veinticinco años de etnoarqueología, etnohistoria y arqueología. En XXV Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2011 (editado por B. Arroyo, L. Paiz, y H. Mejía), pp. 449-457. Ministerio de Cultura y Deportes, Instituto de Antropología e Historia y Asociación Tikal, Guatemala (versión digital).

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GÉNERO Y PRODUCCIÓN DE CERÁMICA MAYA: VEINTICINCO AÑOS DE ETNOARQUEOLOGÍA, ETNOHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA

Michael Callaghan

PALABRAS CLAVE

Mayas, etnohistoria, cerámica, artesanos, producción alfarera

ABSTRACT

Over twenty five years of ethnoarchaeological and archaeological studies of pottery production in Mesoamerica have demonstrated a pattern of household production where labor is shared between genders or was gendered female. Despite these findings, a discussion of gendered production and use of ceramics associated with pre-Hispanic Maya ritual contexts is lacking in many archaeological interpretations. This paper explores the gap between ethnoarchaeological, ethnohistorical, and archaeological data, attempting to illustrate the potential role and significance of women in ancient Maya pottery production and ritual. A gendered study of ceramic production is applied to archaeological material from Preclassic ritual contexts from the Holmul region, Guatemala.

INTRODUCCIÓN

En los últimos veinticinco años, estudios etnográficos sobre la producción cerámica en el área Maya y gran parte de Mesoamérica han demostrado un patrón de producción alfarera donde el trabajo es compartido entre ambos sexos, pero principalmente es del género femenino (D. Arnold 1978, 2008; P. Arnold 1991; Druc 2000; Reina y Hill 1978). Como se demuestra más adelante, la evidencia arqueológica de muchos sitios de las Tierras Bajas Mayas parece sugerir los mismos patrones. Sin embargo, se ha prestado poca atención al género en lo que respecta a la producción cerámica y dándole menos importancia a la producción de género en lo que se refiere a materiales cerámicos encontrados en contextos ceremoniales. En ésta ponencia se identificará y abordará algunas continuidades e inconsistencias con respecto al género y la producción cerámica entre los datos etnográficos, etnohistóricos y arqueológicos en el área Maya en los últimos veinticinco años, por lo que se pretende ir más allá de la definición de los aspectos de la prehistoria de los sistemas de producción cerámica y explicar cómo un enfoque de género en la producción puede desarrollar una mejor comprensión de los contextos rituales arqueológicos, demostrando las ventajas de este enfoque a través de un depósito cerámico del periodo Preclásico correspondiente al sitio de Cival, Guatemala.

PRODUCCIÓN CERÁMICA EN GUATEMALA Y MESOAMÉRICA: ETNOGRAFÍA

Los estudios etnográficos de fabricación cerámica en Mesoamérica son importantes desde el punto de vista de la producción y el proceso de segmentación. La manufactura cerámica implica cuatro fases obligatorias de producción que incluye la recolección y la preparación de pasta, la forma, el acabado y la cocción. Estos pasos necesarios en la fabricación de cualquier producto pueden implicar la inclusión de varios productores de diferentes géneros, edades, e incluso de clase. La identidad de los productores responsables de cualquier etapa de la manufactura cerámica, depende de varios factores no menos de la que depende del tipo de objetos que se producen con características específicas del productor, o bien siguiendo una tradición local-cultural de la comunidad.

Reina y Hill (1978:200-201) en su estudio sobre 25 comunidades de alfareros en Guatemala, reconocen a las mujeres como encargadas de todas las etapas del proceso de producción en casi todas las comunidades, a excepción de tres lugares. En estas tres comunidades hombres y mujeres se dedican a la fabricación de cerámica en diferentes procesos de manufactura. En Santa María Chiquimula, el hombre de la casa es considerado el «alfarero» y está a cargo de la formación y elaboración de las vasijas, sin embargo, las mujeres y los niños aún están involucrados en las etapas secundarias de fabricación, tales como la adición de apéndices a las vasijas, así como la cocción (Reina y Hill 1978:70).

En San Cristóbal Totonicapán, las mujeres fabrican la mayoría de las formas cerámicas, sin embargo los hombres son los encargados de hacer dos formas específicas, especialmente tinajas o cántaros y apastes grandes (Reina y Hill 1978:77). Finalmente, en Rabinal; hombres, mujeres y niños contribuyen más o menos por igual a todas las etapas del proceso de producción. En cuanto a la producción en Rabinal, Reina y Hill (1978:131) afirman: «Y así sucesivamente, a través de los distintos pasos involucrados en la elaboración de una vasija… No una persona, sino tres, cuatro o posiblemente más, puede añadir su toque en una pieza».

Más recientemente, en su trabajo con la producción cerámica de familias en Puebla, México, Druc (2000:79) registra cuidadosamente la identidad de los productores dentro de la etapa de elaboración del proceso de fabricación. Las mujeres comienzan a modelar la arcilla en forma de discos o círculos planos, posteriormente los hombres crean bordes y asas de las vasijas, seguidamente ellas aplican las asas y decoran los bordes. Finalmente las vasijas son transportadas fuera de la casa por los niños para que se sequen al sol. Un ejemplo similar al de Druc presenta Phillip Arnold (1991:32) en el cual señala varios productores que participan en las diferentes etapas de fabricación cerámica en comunidades de Los Tuxtlas, México.

Los centros de producción de los ejemplos descritos anteriormente están ubicados dentro de los complejos del hogar (D. Arnold 1978; Reina y Hill 1978; Druc 2000). Los fogones están abiertos en los casos de Guatemala, mientras que en México se utilizan los fogones y hornos formales (D. Arnold 2008; P. Arnold, 1991; Druc 2000). El nivel de intensidad para el cocimiento de la cerámica en las comunidades alfareras puede variar de tiempo parcial a tiempo completo con diferentes niveles de productos (D. Arnold 1978; P. Arnold, 1991; Druc 2000, Reina y Hill 1978). Aunque la intensidad varía, incluso la producción de altos niveles de producción, todavía se lleva a cabo en los hogares como es el caso de Ticul, México (Arnold 2008).

Partiendo de los datos muy breves expuestos anteriormente, surge un patrón mediante el cual la producción de cerámica contemporánea en gran parte de Mesoamérica puede considerarse como una actividad femenina, o al menos abierta a ambos sexos. La identidad del productor puede depender de la etapa del proceso de producción, o tradiciones locales. La producción se realiza en el hogar y en conjunto con otras actividades económicas. Ahora que tenemos una mejor comprensión de los patrones de producción contemporáneos, me gustaría empezar a transportar en el tiempo; primero en tiempos del contacto con los españoles y luego con los registros arqueológicos para comprobar la continuación de estos patrones.

PRODUCCIÓN CERÁMICA EN GUATEMALA Y MESOAMÉRICA: ETNOHISTORIA

Existe muy poca información sobre la producción artesanal cerámica en el área maya. A pesar de la escasez de pruebas, Clark y Houston (1998) realizaron un análisis lingüístico con información sintetizada sobre la producción artesanal y la identidad de género a partir de tres fuentes escritas que datan del contacto entre españoles con los mayas yucatecos.

Estas fuentes corresponden a la obra de Landa, La Relación de Las Cosas de la Yucatán (Tozzer 1941), El Diccionario de Motul (Arzapalo Marin 1995) y El Diccionario de Viena (Acuña 1993). Basándose en su análisis de la terminología lingüística en los tres documentos, Clark y Houston llegaron a la conclusión que los hombres eran los principales productores de cerámica en el momento del contacto (Clark y Houston 1998:34,36-37,40). Clark y Houston reconocen que hay incongruencia de los datos sobre la producción cerámica contemporánea de las comunidades en la península de Yucatán, pero lo dejan sin explicación (ibid: 37). A diferencia de Clark y Houston no creo que tal incongruencia exista y propongo otra explicación que hace uso de la investigación lingüística. En resumen, es posible la identificación de toda la producción cerámica del género masculino durante la época del contacto español se puede atribuir a las clasificaciones “emicas” de la identidad del productor por parte de los informantes mayas yucatecos y frailes españoles.

Mientras que un grupo de estudiosos incluyendo a Wright (1991:198) y Costin (2002:391) han propuesto el predominio de la producción cerámica a los grupos locales, los etnógrafos posteriormente  atribuyen usualmente a la persona que forma las vasijas, en algunos casos, pudiendo ser esa persona un hombre. Por lo tanto, los que hacen las vasijas son entonces reconocidos como «alfareros» en cualquier comunidad y todos los demás participantes en el proceso de producción se convierten en invisibles.

Si nos fijamos en los términos yucatecos traducidos por Clark y Houston (1998), se puede ver que los mayas representan un caso similar. De los catorce términos utilizados por Clark y Houston (1998:42) para identificar a los hombres como productores de cerámica, casi la mitad contienen títulos específicos sobre las formas de las vasijas (ah bok’ ti’ chuuen, «el de la olla [para / por el artesano? ] «, pat om, “el fabricante de ollas «, ah pat kum, “el que hace las ollas para hervir el líquido «, ah men kum, “el que hace las ollas para hervir el líquido», ah men p’ul, “el que hace cántaros», ah chuen k’at,» él, el fabricante de vasijas de barro «), uno; directamente identifica a la persona como alguien involucrado en la etapa de formación (ah patul, «el que hace la forma «), dos; son verbales y no tienen significado de sexo / género (pat bal, «para hacer algo de otra cosa», pat omal, «para ser un alfarero»), uno no es analizable (ah poto), uno no se define (ah patppul), y sólo tres términos masculinos generales se refieren a alguien que hace cosas de «barro», «cera», o «tierra» (ah potom, «el que hace cosas de barro», ah chuen luum, «el que hace las cosas de la tierra»; ah pat, «el que hace cosas de barro o cera»).

En resumen, siete de los catorce términos ponen énfasis en el individuo como el artesano principal que forma la pieza. Esto es exactamente lo que Wright (1991:198), Costin (2002:391) y otros (Kramer 1991, 1998; Longacre et al. 2000; London 1991; Neupert 2000) señalan como un hecho común en las comunidades y en la investigación etnográfica. Es muy probable que al alfabetizar los frailes españoles a los informantes yucatecos, estaban informando sobre las clasificaciones “emicas” de los alfareros de Yucatán, sin estar conscientes de ello. Es decir, se identificó un hombre que jugó un papel en la forma específica para la elaboración de vasijas como el único productor en todo el proceso. Esto relegaría a los demás participantes en la fase a un segundo plano – a sea invisibles.

PRODUCCIÓN CERÁMICA EN GUATEMALA Y MESOAMÉRICA: ARQUEOLOGÍA

En cuanto a la época prehispánica en Mesoamérica, vemos que muchos de los patrones de producción reflejados en los estudios etnográficos se muestran en el registro arqueológico. Antes de continuar, es importante señalar que debido a que en las Tierras Bajas Mayas de Guatemala (al igual que muchos ceramistas contemporáneos) la evidencia directa de las áreas de producción (como hornos) es casi inexistente en gran parte de las Tierras Bajas (Fry 2003; Masson 2002; Nichols et al. 2001; Pool 2009; Rice 2009; Stark 1992). Como consecuencia, los arqueólogos deben basarse en pruebas indirectas de la producción, tales como depósitos de cerámica con alta frecuencia de tiestos de tipos similares, desechos, herramientas y el análisis cuantitativo y cualitativo de los productos cerámicos mismos (Stark 1992). Sin embargo, aunque este es el caso de Guatemala, otras evidencias se han encontrado en México, como se discutirá más adelante.

La mayoría de la producción cerámica parece haber tenido lugar dentro del entorno familiar. En Honduras, Freter (1996) utilizó pruebas indirectas, tales como herramientas y huellas de cocción para identificar la producción familiar basada en vasijas utilitarias de diferentes grupos familiares fuera del sitio de Copán. En Tikal, Becker (1973, 2003) utiliza una prueba indirecta de los basureros de cerámica para inferir sobre la producción doméstica final de vasijas policromas del periodo Clásico Tardío del Grupo 4H-1 que se localiza en una pequeña península en la orilla de un Bajo fuera del epicentro de Tikal. En Cerén, El Salvador, en algunas residencias se muestra evidencia de producción cerámica a través de herramientas y materiales como la arcilla en su composición química iguales a otras vasijas fabricadas (Sheets 1992:44).

Incluso en áreas con evidencia de fuego como los hornos, la producción se llevó a cabo en el hogar. Tal es el caso en la región de Los Tuxtlas de México, que incluyen sitios como Matacapán, Tres Zapotes y Bezaupan (Pool 2009). Por último, la producción de cerámica doméstica en el centro de México también se encuentra en el centro urbano de Teotihuacan. Pool (2009) y Millon (1981) citan las altas frecuencias de tiestos de San Martín Naranja y su potencial producción de herramientas como evidencia de fabricación doméstica en por lo menos 30 complejos del centro del sitio de Teotihuacan, mientras que en el complejo Tlajinga 33,  Widmer y Storey (1993) encontraron evidencia que señalan a este lugar como una industria de formas específicas de San Martín Naranja para consumo doméstico.

Ciudad y Beaudry (2002) tienen similares conclusiones en sus estudios de producción cerámica en Agua Tibia, cerca de Totonicapán, Guatemala; que fechan para el periodo Clásico Tardío. En este caso, la producción cerámica, se lleva a cabo dentro del hogar por lo que los autores creen que varios miembros de diferentes edades y sexo dentro de una misma familia participan en esta actividad. Los autores afirman, «en el caso concreto de Agua Tibia, conocemos que en la producción alfarera debió estar implicada toda la familia, la cual desarrolló funciones dentro y fuera de la vivienda relacionadas con este menester; también pensamos que existió producción especializada en determinadas formas y tipos, la mayoría de ellos de uso doméstico, pero otros también destinados a las funciones funerarias y a la exportación» (Ciudad y Beaudry 2002:571-572).

La evidencia arqueológica apunta también a los procesos de producción cerámica como dividida, algunas veces con ciertas etapas que tienen lugar en diferentes áreas por diversos productores. En su reciente revisión sobre la producción cerámica policroma Rice (2009) llega a la conclusión que la evidencia utilizada popularmente para definir un área de actividad o «taller» en sitios como Tikal (Becker 1973, 2003), Buena Vista del Cayo (Reents-Budet et al. 2000) e incluso Aguateca (Inomata 2001) en realidad puede indicar la presencia de una sola etapa de la fabricación cerámica – pintura. Con base en la falta de pruebas para otras etapas de la producción, Rice (2009:139-141) propone que la preparación de la pasta, la forma, e incluso la cocción; podrían haber tenido lugar en otros sectores por varios productores. Además, el análisis de vasijas policromas en algunos sitios mayas revela la posibilidad que diferentes personas con distintos niveles de especialización pueden haber sido responsables de las otras áreas de pintadas de la misma pieza. Rice (2009:134) cita a  Coggins (1975: 513-548), que los paneles y elementos glíficos en un conjunto de diez vasijas policromas cilíndricas del Entierro 116 de Tikal pueden haber sido pintadas por diferentes personas. Beaudry (1984) en su estudio de cerámicas policromas “Copador”, propone que al menos dos artistas fueron los responsables de pintar escenas en cuencos, identificando que el diseño interior fue realizado por un artesano con menos especialización, en comparación con el exterior de la pieza, cuyo diseño es mucho más complejo y mejor elaborado reflejando la obra de un pintor mejor calificado.

Sin embargo, al momento ningún estudio ha revelado alguna relación directa del trabajo de género y la producción cerámica en Mesoamérica, o más específicamente en el área Maya. En este caso, es útil recurrir al prolífico corpus de inscripciones jeroglíficas mayas y encontrar un posible vínculo entre el trabajo de género y la producción cerámica. Al combinar los ideales de la complementariedad de los géneros representados en el arte maya del período Clásico con la iconografía de las mujeres del folklore contemporáneo asociarse con la fertilidad, la arcilla y la cerámica, Tate (1999:85-89, 2000) argumenta que las mujeres del Clásico Maya pueden haber elaborado vasijas de cerámica, mientras que los hombres las pintaban y decoraban. Estas separaciones específicas de género y patrón de producción reflejan los datos del registro arqueológico y etnográfico descrito anteriormente. Un mayor apoyo en su argumento que las mujeres se identificaron con la producción de cerámica se presenta en forma de jeroglíficos, Tate (1999:86) señala que «el título de la mujer en la época clásica en la escritura maya corresponde a una jarra o cántaro de agua invertida con un signo del sol. Esto parece referirse a la mujer como un fabricante de cerámica, un portador de agua y una matriz en la que se ha introducido el elemento masculino». Tate (1999:85-89, 2000) también argumentó que las mujeres producen el papel y los hombres escriben sobre el – similar a las vasijas fabricadas por mujeres y pintadas por ellos. Esto se refleja en el registro arqueológico por el descubrimiento de alisadores de corteza, que se utiliza en el proceso de fabricación de papel, el cual se encuentra casi exclusivamente en el contexto de uso doméstico y asociadas espacialmente con la cultura de otros materiales relacionados con el trabajo de la mujer (Tate 1999:86). Tate sostiene que la producción de vasija / pintura y papel / escribir encarna los principios de complementariedad de género idealizada por los mayas en la figura del dios del maíz ambiguo. La sugerencia es que para adorar correctamente a él-ella y para que un sacerdote elitista pueda convertirse en realidad él-ella durante una ceremonia, el trabajo de los hombres y las mujeres es necesario para la transformación. Esta es una idea interesante que aplicaré para el periodo Preclásico Medio, después de la discusión a continuación.

Para concluir, varias investigaciones revelan que el proceso de producción cerámica está fraccionado, permitiendo la inclusión de múltiples productores; en particular las mujeres, llevándose  a cabo dentro del hogar, permitiendo variar su densidad en la misma comunidad. En el breve espacio que queda, me gustaría ir más allá del estudio de los sistemas de producción prehistórica y demostrar cómo un enfoque de género en la producción cerámica puede crear ricas interpretaciones de los contextos arqueológicos del ritual.

GÉNERO, PRODUCCIÓN E INTERPRETACIÓN: DEPÓSITO 4, CIVAL

El sitio de Cival consiste en un gran centro cívico-ceremonial, rodeado por áreas residenciales, ubicado en el noreste de Guatemala. La ocupación del sitio data desde el período Preclásico Medio hasta el Clásico Tardío (800 AC – 800 DC), con mayor apogeo en el período Preclásico Tardío (300 AC – 300 DC). Cival ha sido el foco de las investigaciones arqueológicas dirigidas por Francisco Estrada-Belli de la Universidad de Boston durante casi diez años. En el 2003 los arqueólogos Jeremy Bauer y Molly Morgan excavaron un depósito en la plaza del centro cívico-ceremonial complejo tipo Grupo E (Morgan y Bauer 2003). Análisis de radiocarbono de estos estudios sobre las vasijas encontradas en estos depósitos, dan un fechamiento para aproximadamente 700 a 600 AC (Estrada-Belli 2011:80). Este depósito, se localizó en el eje central de la plaza del complejo tipo Grupo E entre la plataforma este y la estructura oeste. Dicho depósito presentó un corte en cruz sobre la roca, conteniendo grandes cántaros colocados en las cuatro esquinas y en el centro del mismo, debajo de ellos en el centro de la cruz; cinco hachuelas de piedra verde fueron identificadas en posición vertical en una capa de piedra verde de cantos rodados. Por encima del depósito, Bauer y Morgan encontraron evidencia de una huella de poste, lo que indica que existió un poste de madera colocado directamente sobre el centro del corte de cruz y sus hachas jade en posición vertical.

Estrada-Belli (2006) y Bauer (2005) interpretan ese depósito cerámico como una concepción del cosmos maya que representa los cuatro puntos cardinales y el centro del universo. Definen que las hachas de jade representan el maíz saliendo del árbol de la vida que surge de mar, el cual se manifiesta en las piedras de jade. El poste colocado sobre el depósito, es la extensión de las hachuelas en la superficie visible de la plaza del complejo tipo Grupo E, lo que implica que cualquier individuo o grupo crearon ese depósito con la finalidad de venerar a los dioses por la creación del universo. Me gustaría añadir a estas interpretaciones ideológicas del depósito mediante la integración de los aspectos de la producción de cerámica de género mencionado anteriormente.

La inclusión de cántaros rotos y los productos que contenían indicaron la presencia de mujeres (si no literalmente, al menos en sentido figurado) y la importancia de su trabajo en ese depósito. Siguiendo las evidencia de los datos etnográficos, etnohistóricos y arqueológicos presentados anteriormente, se debe asumir que las mujeres desempeñaron un papel importante en la producción de cerámica. Como representaciones arqueológicas de trabajo de las mujeres en Mesoamérica nos muestran (Joyce 1992, 1993), la probabilidad que la tarea de elaborar el contenido de los cántaros como chicha o el chocolate o simplemente agua correspondía al género femenino.

De acuerdo con este análisis preliminar de las propias vasijas, también es posible que estas piezas representen el trabajo de los grupos de producción múltiple. Mi estudio microscópico indica que cada recipiente se hizo de materia prima (arcilla) diferente. Como han demostrado los estudios etnográficos (D. Arnold 1978, 2000), esto podría indicar que cada vasija fue producida por diferentes grupos de alfareros de una misma comunidad o incluso de fabricantes de comunidades totalmente diferentes. La variación leve en los aspectos de las formas de las vasijas también apoya esta hipótesis.

Estos datos en conjunto, indican que mientras una persona o grupo pudo estar a cargo de las ceremonias, muchas personas han contribuido con los rituales a través de su trabajo. Las mujeres, son quienes contribuyen con los productos más importantes en este depósito, a través de la producción de cerámica, preparación de alimentos o, incluso, realizan una ceremonia en el mismo ritual. En síntesis, mediante la integración de un enfoque de género a la producción con un significado ideológico del depósito logramos una comprensión mucho más rica de los procesos rituales prehistóricos que se llevaron a cabo en la plaza de complejo de tipo Grupo E en Cival unos 2600 años atrás. El depósito cruciforme, representa no sólo la presencia de grupos élites que rigen la organización de prácticas religiosas, pero también la organización de una fuerza de trabajo colectivo en el que las mujeres desempeñaron un papel fundamental.

CONCLUSIÓN

En este trabajo he tratado de demostrar que la producción cerámica pudo haber sido una ocupación de género femenino, o por lo menos abierta a ambos sexos, en gran parte de la prehistoria de las Tierras Bajas Mayas, como lo es hoy. La mayor parte de este capítulo se ha ocupado de la tarea de la escritura femenina en el registro arqueológico ya que, según lo demuestran los datos etnográficos y etnohistóricos, tienen una tendencia a convertirse en invisibles a los ojos de muchos investigadores, cuando el género no es un tema que específicamente trate. Traté de hacerlo para el que se inspira en el enfoque de la ecología cerámica y estudia los procesos de producción segmentada, o fraccionada, al menos en cuatro grandes fases (preparación de la pasta, forma, acabado y cocción), donde varios productores de diferentes identidades pueden ser incluidos en el proceso. Es a través del estudio de producción cerámica de esta manera que nos abre la posibilidad de identificar el género en un gran proceso de producción.

Aunque muy breve, también quería mostrar cómo un enfoque de género en la producción, puede enriquecer las interpretaciones del ritual en el registro arqueológico. El depósito 4, es un maravilloso ejemplo de cómo los mayas del Preclásico en el sitio Cival perciben su cosmos, recreándolo en el suelo de la plaza del complejo tipo Grupo E. Varios años de estudios arqueológicos, iconográficos, e incluso etnográficos permitieron a los expertos, entender el significado ritual de este increíble depósito. Sin embargo, lo que enriquece el significado del depósito cerámico, es más un enfoque de género a la producción relacionada con él y las actividades en torno de su depósito. Este ritual en donde participan la complementariedad de los hombres y el trabajo de las mujeres; algo que es una necesidad vital en cualquier ceremonia de la participación del dios del maíz, porque él mismo es un ser ambiguo. En conclusión, un enfoque de género a la producción de cerámica y el uso en última instancia, subraya a los productores invisible; como las mujeres, en importantes eventos históricos y les da crédito a quien crédito merece.

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