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Martínez de Velasco Cortina, Alejandra
2012 Contextos arqueológicos de las vasijas matadas del Área Maya. En XXV Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2011 (editado por B. Arroyo, L. Paiz, y H. Mejía), pp. 1207-1221. Ministerio de Cultura y Deportes, Instituto de Antropología e Historia y Asociación Tikal, Guatemala (versión digital).
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CONTEXTOS ARQUEOLÓGICOS DE LAS VASIJAS MATADAS DEL ÁREA MAYA
Alejandra Martínez de Velasco Cortina
PALABRAS CLAVE
Tierras Bajas Mayas, cerámica, tradiciones funerarias, ofrendas, cuevas, cenotes
ABSTRACT
All world cultures had or have funerary practices that obey a world view and cosmovision of the people who practice them. The ritual of death or transition to another life in Mesoamerica and Aridamerica has been and still is accompanied by a series of customs that attract our attention, among others, the placement in burials of vessels, plates, vases, and other goods that pertained to the deceased. Among Maya ceramics used as funerary offerings, we found pieces that had been intentionally perforated, also referred to as “killed”. Through study of the funerary complex and iconographic and epigraphic studies, we have identified certain repetitive patterns that allow us to propose the intention behind the practice of deactivating the vessels: glorifying the activity through which the deceased person wants to transcend (warrior, scribe, ruler, priests); the piece was important in the life of the proprietor, and his hieroglyphic texts speak of the possession and personification of the ceramics.
INTRODUCCIÓN
El término “matado”, ha sido adoptado de manera general haciendo referencia a vasijas que de manera intencional fueron fragmentadas, cortados sus soportes (Antonia Foias comunicación personal), o perforadas, ya sea a través de un golpe, o con algún tipo de herramienta — un taladro de mano—, logrando así una incisión más precisa, en las últimas se enfocará el presente trabajo.
El objetivo primordial de esta investigación es el lograr una mejor comprensión de la motivación conceptual e ideológica de este ritual. Para ello se realizó un catálogo cuya muestra fue obtenida de acervos de museos, de bodegas, de proyectos de sitios arqueológicos, de la generosidad de investigadores que compartieron su material, además de reportes en publicaciones varias. El catálogo cuenta con 134 vasijas matadas, de las cuales, de un 17.2% no se tienen noticias de su contexto, de un 59% se conoce el sitio o área de procedencia, y un 23.8% están vinculadas a un contexto claro y específico. En el 70% aproximadamente fueron representados dioses o elementos que hacen referencia a ellos, personajes, animales reales o fantásticos, aves y plumas de aves y escenas míticas. El 30% restante no tienen ninguna decoración o solamente cuenta con algunos elementos geométricos.
Las formas físicas de la cerámica son variadas, ya que se encontró desde figurillas, cuencos, ollas, platos y vasos (Figura 1). La extensión geográfica de la práctica abarca toda el área Maya, con excepción de la zona oriental y predominando las Tierras Bajas del Sur (Figura 2). Aquellas encontradas en la Tierras Bajas del Norte, proceden de cuevas, chultunes y cenotes, mientras que en resto del área Maya son encontradas en contexto funerario.
CONTEXTOS ARQUEOLÓGICOS
El análisis de los contextos arqueológicos, de la iconografía y de la forma física de las vasijas, nos han proporcionado el material para lograr un primer acercamiento a la comprensión de la práctica en estudio. Si bien, se puede extraer datos interesantes de las piezas cerámicas per se, por ejemplo, si tienen un carácter utilitario, preferencias iconográficas, estilos locales, técnica de matado, textos asociados, entre otros, el lugar en el cual es localizada una vasija y la vinculación de la misma con el resto de los objetos del contexto, ayuda a entender de una manera más puntual y precisa la intención del ritual. La tarea no ha sido fácil, pues en ocasiones inclusive cuando se conoce el dato específico de la procedencia de las lozas, no se tiene acceso a los reportes, ya sea por que no han sido publicados o por que no son tan minuciosamente descritos, sin embargo se piensa que las referencias que se ha podido reunir, proporcionan el material suficiente para comenzar a reflexionar, discernir y especular sobre la ideología relacionada con la práctica de perforar vasijas y depositarlas en un contexto específico.
CONTEXTOS DOMÉSTICOS
Solamente se cuenta con dos ejemplares de contexto doméstico datados para el Preclásico, y procedentes de Kaminaljuyu, de acuerdo a los datos proporcionados por el doctor Juan Antonio Valdés (comunicación personal), asociadas a zonas habitacionales y no a entierros. Vale la pena destacar que estas vasijas al igual que un cuenco de Altar de Sacrificios catalogado en el Museo Nacional de Arqueología y Etnología como cerámica utilitaria, son los únicos ejemplos que pertenecen al Preclásico Medio y Tardío. El que esta cerámica proceda de zona habitacional indica que la práctica de matar o desactivar una vasija no fue exclusiva de la élite. Esta teoría también puede sustentarse si se toma en cuenta la baja calidad y alto grado de erosión seguramente por uso cotidiano de algunas de las piezas cerámicas que conforman el catálogo.
LA CUEVA
El pensamiento mesoamericano se caracteriza por su específica y compleja concepción y ordenación del espacio, donde el paisaje natural forma parte integral de este mapa simbólico con que los pueblos antiguos concibieron al universo. Dentro de este paisaje, “la cueva” juega un papel muy importante, ya que los antiguos Mayas la concebían como un pasaje entre el mundo visible de la superficie terrestre y las regiones del inframundo y lugar donde habitaban y/o transitaban ancestros, dioses, y seres sobrenaturales (Vogt y Stuart 2005: 155) cuya actividades se pensaba afectaban a todos los segmentos de la sociedad (Prufer 2005: 215).
El primer trabajo serio sobre la importancia de las cuevas entre los Mayas lo comienza J. Eric Thompson, quién en 1959 hace una recopilación de datos etnohistóricos, etnográficos y arqueológicos donde enumera una serie de usos de estos espacios naturales (en Brady y Prufer 2005: 2). Sin embargo, nuevos trabajos y evidencias proporcionadas principalmente por James E. Brady y Keith M. Prufer, Andrea Stone (2005), Karen Bassie, entre otros, han cambiado el concepto fragmentado propuesto originalmente por Thompson, y hoy ya es claro que muchos de los aspectos que el pionero enlista como independientes, forman parte de un sistema ceremonial mucho más amplio y complejo. El análisis de restos arqueológicos, de las modificaciones antiguas tales como plataformas, altares, escaleras, peldaños, áreas selladas (Bassie 1991: 78), y de los textos epigráficos existentes en las mismas, han llevado a la conclusión, de que las cuevas han sido por siglos el foco de la vida ritual y comunal entre los Mayas.
ANTECEDENTES DE RESTOS CERÁMICOS ENCONTRADOS EN CUEVAS
Vale la pena mencionar que existen numerosas evidencias de que en las cuevas se efectuaron más de un tipo de ritual, sin embargo, por la dificultad de adentrarse en todo este complejo sistema ideológico, se mencionará de manera general aquellas referencias donde hay evidencia de restos cerámicos, con la idea, de entender la relación de estos materiales con el contexto y ceremonia específica en la cual fueron utilizados.
Sin adentrarse en ejemplos específicos, en el área de Belice, Keith M. Prufer (2005), Andrea J. Stone (2005), Bárbara MacLeod, y Dennis E. Puleston (1978) han reportado más de 40 cuevas con uso ritual continuo donde fueron fragmentadas intencionalmente numerosas vasijas e incensarios efigie, colocada cerámica utilitaria completa en superficie —en algunos casos con restos de resina quemada—, enterradas vasijas en lugares húmedos, en grietas y lugares de difícil acceso, y colocadas de manera estratégica bajo estalactitas. Estos vestigios no fueron relacionados con ningún entierro y el estilo cerámico no fue encontrado en excavaciones de los sitios arqueológicos cercanos, datos que sugieren que las vasijas e incensarios en cuestión fueron elaborados para participar y posiblemente para ser ofrendados o desactivados en este contexto arqueológico específico.
VASIJAS MATADAS ENCONTRADAS EN CUEVAS
Como parte de la muestra del catálogo de vasijas matadas se cuenta con tres ejemplos que fueron localizados en cuevas, una olla con asas de la zona arqueológica de Xcaret, Quintana Roo, una olla de alabastro —única muestra en este material— procedente de una cueva cerca de Simojodel, Chiapas y un botellón al que se hará alusión a continuación. Esta olla o botellón de fina decoración fue encontrada en la que Wyllys Andrews ha llamado la Gruta de Chac, Yucatán, que fue reportada por primera vez en 1841 por John Lloyd Stephens en su viaje por la zona Puuc (Andrews 1965: 7-10), y visitada 53 años más tarde por Henri C. Mercer. Llama la atención que ninguno de estos dos viajeros hacen mención de los restos arqueológicos descritos más tarde por Edwin M. Shook como resultado de una expedición en 1950 (Andrews 1965: 10). Sin embargo los datos que aquí se presentan corresponden a Andrews quien en 1962 la explora después de que Jaime Fernández, expedicionista de cuevas, le mostró un fragmento de cerámica con un fino diseño que sacó de la misma y que cómo mencionó el mismo era parte de los cientos de fragmentos de jarras que podían verse ahí. Cuando hicieron el recorrido no con poco asombro, pudieron constatar que había no solo cientos si no miles de jarras rotas, predominantemente policromas tipo Chac, con decoración de elementos acuáticos (Andrews 1965: 14). En esta fuente no existe mención alguna de otro tipo de ofrenda, ni tampoco de restos óseos, no se hace alusión ni a ésta ni a otras vasijas completas matadas, sin embargo comparando su diseño con los que presenta Andrews en su artículo es evidente que pertenece a este mismo grupo. Este dato invita a pensar que el desactivar una vasija fragmentándola o perforándola puede formar parte de la misma tradición.
LOS CENOTES
La península de Yucatán es una planicie kárstica tropical sujeta a intensa disolución, donde no es posible por sus suelos porosos la formación de ríos de superficie. En cambio, estas características han permitido la configuración en el interior del macizo rocoso del sistema de cuevas más grande del mundo, llamadas dolinas. En esta zona a las dolinas se les conoce como cenote, palabra derivada del vocablo Maya ts’ono’ot, que significa “caverna con depósito de agua” (Pedroza 2010: 49). Este término denota cualquier espacio subterráneo acuoso, con la única condición de que esté abierto al exterior en algún grado. Los cenotes fueron un medio necesario de obtención de este líquido preciado, y por ende el principal factor para determinar la locación de los antiguos centros de población. Cuando las aguadas y cisternas chultunob se secaban, los Mayas peninsulares obtenían el agua para beber de las profundas cuevas de la región. Sin embargo, la relación utilitaria de obtención de agua con estos pozos naturales no interviene en el lugar que ocupan dentro de la cosmovisión Maya. Los restos arqueológicos encontrados en los cenotes –cerámica, huesos humanos, huesos animales, oro y lítica,- denota la importancia de estos espacios en la vida ritual de los antiguos Mayas (Pedroza, 2010: 51). Como dice Brady (1997:603) “los lugares más sagrados son aquellos que combinan los elementos fundamentales de tierra y agua”.
Dentro de todo este sistema de ríos subterráneos y pozas sagradas destaca el de Chichen Itza que a partir de la controvertida draga hecha por Edward H. Thompson (1904-1911) arrojó una cantidad de material arqueológico a través del cuál se pudo entender la importancia ritual de esta enorme poza y por ende de los cenotes en general. No fue si no hasta 1960 que el INAH, junto con el CEDAM y la National Geographic Society, hicieron trabajos de recuperación de material arqueológico y óseo del mismo cenote, programa que fue detenido por el alto grado de destrucción que generó. Sin embargo los análisis realizados por Román Piña Chan de los restos óseos obtenidos sirvieron para cambiar la antigua visión de princesas arrojadas en sacrificio en la aguas de los cenotes. A partir de 1980 que se creó el Departamento de Arqueología Subacuática del INAH, se han realizado trabajos sistemáticos que siguen arrojando datos por demás interesantes y que corroboran el carácter sagrado de estos espacios naturales (Luna 2010: 25,26).
Los cenotes registrados hasta la fecha con restos arqueológicos muestran una gran variabilidad en la distribución y características de los materiales. Por ejemplo, en el de Las Calaveras, el gran número de osamentas contrasta con la pobre muestra cerámica, o en el de Kan Kab Che’en, se ha cuantificado el mayor número de vasijas, lo cual contrasta con el hallazgo de una sola osamenta humana sin cráneo (Pedroza 2010: 51). La cerámica que con más frecuencia se ha encontrado en los cenotes corresponde a ollas de forma globular de diferentes tipos y temporalidades, y en algunos casos están matadas (Pedroza 2010: 51).
Aparentemente no existe ninguna evidencia que establezca el nexo específico entre las vasijas matadas y el resto de material arqueológicos extraído y reportado en los cenotes. A partir de los datos anteriores y basándose también en las asociaciones con los rituales de fertilidad practicados en cuevas, se podría sugerir que las vasijas matadas lanzadas dentro de estas pozas no tienen una relación directa con el resto de los depósitos, más bien pareciera que se trata de una ofrenda seguramente al dios de la lluvia Chaahk.
EL CHULTUN
Los antiguos Mayas construyeron un sistema de captación y almacenamiento de agua o granos llamado chultunes, estos consistían en cámaras subterráneas en forma de botella y cubiertos con una tapa para protección de los depósitos. Sin embargo hay evidencias de que cuando estos terminaban su función fueron también utilizados para entierros. Dentro de la muestra de vasijas matadas se cuenta con dos ollas pequeñas colocadas dentro estos aljibes o silos. Desgraciadamente no se tienen más referencias de los contextos específicos para poder establecer una relación directa entre las vasijas y este contexto.
LOS ENTIERROS
Dentro de la cosmovisión Maya la muerte es sólo una parte dentro del ciclo de la vida, vida-muerte-resurrección-. Cuando un personaje muere, de acuerdo a Erik Velásquez, de las entidades anímicas que componen al ser físico, es el “alma corazón” la que trasciende no perdiendo la identidad del ser. Es por ello que la ofrenda colocada en los complejos funerarios cobró una gran importancia pues parte de ella acompañaría al personaje inhumado al mas allá. Los Mayas se enfocaron en la preparación del entierro y paso por el inframundo más que cualquier otra cultura mesoamericana. Cada elemento estructural, cada imagen representada, y cada objeto colocado, evocaban a su cosmovisión. La preparación del recinto y el tiempo invertido para su elaboración dependió de la importancia del individuo, de la época y del auge del centro ceremonial. Por la compleja ideología que acompaña al entierro y la relación entre el individuo y la ofrenda dentro del mismo, además de por contar con un número considerable de ejemplos para analizar, es al parecer, dentro de los contextos arqueológicos que se han reportado aquí, el más complejo e interesante.
ENTIERRO 116, TIKAL
En la parte este de la Gran Plaza se encuentra el Templo I, recinto funerario del gobernante más destacado de Tikal Jasaw Chan K’awiil. Debajo del primer cuerpo del basamento de este templo, en 1962 se localizó la tumba con una de las ofrendas más ricas conocidas hasta ahora (Figura 3). El gobernante aparece acompañado de un esqueleto de adulto, 180 adornos de jade, objetos marinos, perlas, pirita, un vaso cilíndrico con cabeza efigie hecha de 15 placas de jade, 22 vasos cilíndricos policromos, un vaso de alabastro, pieles de jaguar y ocelote, herramientas de hueso, huesos decorados en relieve y tres platos con representación de plumas del pájaro O’. Dentro de la vasta ofrenda llama la atención una pieza cerámica en forma de una media concha, representación de las caracolas utilizadas por los escribas como contenedores de pigmentos.
De acuerdo a Stephen D. Houston y Takeshi Inomata, es muy probable que algunos gobernantes participaran en actividades de escribas, por lo que este distintivo podría referirse a que Jasaw Chan K’awiil fue escriba o por lo menos dio una gran importancia a la escritura. Otros elementos depositados dentro de la ofrenda proporcionan material para no descartar este hecho, dentro de los 22 vasos que se encontraron ahí y que se sabe fueron ofrendados al dignatario, hay un grupo de personajes con el tocado en forma de red y lentejuela con el que se representa a algunos escribas. Por otro lado, el silencio en el que permaneció la ciudad de Tikal por más de cien años concluyó con Jasaw, terminando así, con una época de oscuridad literaria. Maria Elena Vega piensa que es muy probable que el hecho de que esta concha fuera matada sea debido a que el hiatus jeroglífico de Tikal, terminó con el reinado de Jasaw llevándose a través de este ritual el poder de la escritura al más allá.
ENTIERRO 196, TIKAL
Se ha planteado que el Entierro 196 del Templo 73 pudiera tratarse de la tumba de Yik’in Chan K’awiil, primogénito de Jasaw Chan K’awiil I y heredero del trono de Tikal. La semejanza al Entierro 116 donde descansa su padre, la inscripción en una espina de raya con la fecha 754 y el nombre del 27vo gobernante en un vaso para beber cacao, además de su localización en la Acrópolis del Norte, lugar de enterramiento de los gobernantes tikaleños, pueden ser evidencia de lo anterior. De acuerdo a Martin y Grube, Yik’in Chan K’awiil se yergue como uno de los héroes militares más grandiosos de Tikal, con logros bélicos importantes contra una ciudad satélite del reino de El Peru llamada Yaxa’, sobre El Peru mismo y la captura del gobernante de Naranjo Yax Mayuy Chan Chaahk.
Dentro de la ofrenda que forma parte de esta cámara funeraria y al norte de la cabeza, siguiendo la convención del entierro de Jasaw, fue colocado un plato matado con plumas del pájaro O’. En diversas referencias iconográficas, como es el caso del Dintel 33 de Yaxchilan, esta pluma aparece en el tocado de la Serpiente de la Guerra que porta el gobernante con el resto del atavío guerrero. Por otro lado Ana Barrios en su artículo “Chaahk y el Pájaro O’”, establece una relación entre esta ave y el dios de la lluvia en la fusión del pájaro con Chaahk, es decir O’ Chaahk. Uno de los ejemplo de esta relación es el Dintel 25 de la ciudad de Yaxchilan donde la Señora K’ab’al Xook, invoca a las armas de Aj K’ahk’ O’ Chaahk, de las fauces de la serpiente de las visiones emerge Kokaaj B’ahlam con la llamada, por Erik Velasquez, máscara de Rayos X que en este caso es una estilización de la Serpiente de la Guerra. Tomando en cuenta las relaciones anteriores y considerando que el personaje inhumado en la Tumba 196, sea efectivamente Yik’in Chan K’awiil, y con el conocimiento de que fue un gran guerrero, es imposible no especular si efectivamente el plato matado colocado a unos centímetros de su cabeza no hiciera referencia a que su deseo fuera trascender como guerrero.
OTROS EJEMPLOS
Hay otros ejemplos que proporcionan material interesante, tal es el caso del Entierro 115 de Altar de Sacrificios, donde el personaje inhumado es un hombre anciano, o el Entierro 30 del mismo sitio, cuyos restos óseos son de una mujer adulta. Ambos nos indican que la práctica no fue excluyente ni por edad ni tuvo una relación con el sexo del personaje (Figura 3). Otro dato por demás interesante es el del entierro 128 de Altar de Sacrificios donde de la ofrenda de 15 vasijas, 13 son de origen foráneo, pero no aquella matada. Este dato se reproduce en lugares como Naachtun (Phillipe Nondedeo comunicación personal), en Peru-Waka (Dorie Reents comunicación personal), Tikal y Uaxactun. Esto al igual que las fórmulas dedicatorias que relacionan a la pieza con el individuo sustenta que vasija matada fuera parte o de la vajilla personal del personaje inhumado o que fuera parte de su parafernalia ritual.
CONCLUSIONES
Las vasijas matadas han sido encontradas en diversos contextos y no siempre asociadas a entierros o depósitos funerarios, por lo que no se puede considerar como una práctica funeraria en si. Aquellas vasijas matadas encontradas en cuevas y cenotes, son ollas normalmente utilizadas como recipientes de agua, sin embargo no hay suficiente evidencia para definir si su función fue utilitaria, ritual o ambas. Aparentemente la intención de matar las vasijas en ambos contextos pertenece a una misma práctica y probablemente la desactivación ritual de estas ollas se deba, ya sea, por que se consideró que terminaron su vida útil o bien porque fueron colocadas como ofrendas, seguramente relacionadas con la fertilidad. Los ejemplos procedentes de contextos domésticos, así como las diferentes calidades en las lozas muestran claramente que no fue una práctica exclusiva de la élite y por el carácter utilitario de las mismas pareciera que el ritual de terminación se está efectuando a la pieza en si, por lo que se coincide con la propuesta de Erik Velásquez de que al matar una vasija se está matando a la entidad luminosa que habita en la misma, para ofrendar la misma. El hecho de que estén asociadas a áreas de cultivo invita a pensar nuevamente en un ritual de fertilidad.
A diferencia de los otros contextos arqueológicos, en los entierros, es al parecer de la autora, basándose en la iconografía y formulas dedicatorias, que la vasija matada inhumada con el personaje tuvo una relación en vida con él mismo. Si se considera conceptos aún manejados por los grupos étnicos de los Altos de Chiapas, donde las pertenencias de un muerto son consideradas peligrosas y por ende enterradas con él mismo o destruidas, no parece atrevido decir que ésta se tratara de una práctica similar.
REFERENCIAS
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NOTA DE EDICIÓN: La calidad de las ilustraciones, es debido a que el autor no respetó los lineamientos requeridos.
Figura 1. Mapa con la distribución en el área Maya de las vasijas matadas de acuerdo al catálogo.
Figura 2. Diversidad de formas de las vasijas matadas.
Figura 3. Entierro 116 de Tikal, del gobernante Jasaw Chan K’awiil.