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018 Nación moderna y arqueológica. La Estadística de 1854, primer intento desde el Estado salvadoreño por documentar su patrimonio arqueológico.
José Heriberto Erquicia Cruz
XXVII Simposio de Investigaciones
Aqueológicas en Guatemala
Museo Nacional de Arqueología y Etnología
22 al 26 de julio de 2013
Editores
Bárbara Arroyo
Luis Méndez Salinas
Andrea Rojas
Referencia:
Erquicia Cruz, José Heriberto
2014 Nación moderna y arqueología. La Estadística de 1854, primer intento desde el Estado salvadoreño por documentar su patrimonio arqueológico. En XXVII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2013 (editado por B. Arroyo, L. Méndez Salinas y A. Rojas), pp. 209-216. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.
Nación moderna y arqueología.
La Estadística de 1854, primer intento desde el Estado salvadoreño por documentar su patrimonio arqueológico
José Heriberto Erquicia Cruz
Palabras clave
El Salvador, Estado, Arqueología, patrimonio.
Abstract
Modern nations are conceived and imagined as communities, where a feeling of brotherhood raw and deep loyalty among its members such imagined communities, as Benedict Anderson provides, built and build from cultural roots, common history, the newspaper, the census, the map, the museum, memory and oblivion among other elements characteristic of modern societies. The Salvadoran State, from the General Statistics of the Republic of Salvador, enacted in 1854, aspired to give a sense of cohesion to the nascent country, to record a series of statistical data, among which included the category of «antiques». Behind this project was the contribution and interest of Ignacio Gomez, as a promoter of knowledge of antiquities, customs, languages and other aspects of the population. This first count made by the state, take to document multiple sites prehispanic and colonial occupation of the current Salvadoran territory.
Introducción
Las naciones modernas se conciben y se imaginan como comunidades, en donde prima un sentimiento de fraternidad y lealtad profunda entre sus miembros; aunque en su interior puedan existir desigualdades y exclusiones entre sus conciudadanos. Esta comunidad imaginada (Anderson 2007), se construye y edifica desde las raíces culturales, la historia común, el periódico, el censo, el mapa, el museo, la memoria y el olvido entre otros elementos característicos de las sociedades modernas.
Justamente, luego de la independencia de Centroamérica de España, los nuevos Estados de la Federación Centroamericana vivían tiempos difíciles en aras de mantenerse unidos, a pesar de las diferencias y semejanzas que promulgaban sus políticos y caudillos.
Hacia finales de 1829, el Estado del Salvador, promulgaba la importancia y necesidad de elaborar una estadística general de la población salvadoreña y de sus riquezas naturales, a fin de elaborar la planificación e inventario del quehacer político-administrativo del mismo Estado (Lardé y Larín, 1990). De tal cuenta en 1832, se emitía un reglamento de jefes políticos, municipales y alcaldes, que dictaba en su Artículo 73, el llamado a que las municipalidades formasen el censo y estadística de sus pueblos; y que contendrían las categorías de nacidos, casados y fallecidos (Ibíd., 1990).
Ya antes en la época española, los regentes sabían de la importancia de tener un conteo de sus habitantes y de los bienes de éstos y de las tierras que administraban bajo el dominio colonial. Son conocidas la Relación Marroquín (Gall, 1968) de Francisco Marroquín en 1532, la cual describe los bienes y los moradores de la provincia de San Salvador; la Crónica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala (1944) de Francisco Vázquez de comienzos del siglo XVIII, en donde incluye las descripciones de los pobladores de San Salvador y sus patrimonios. La Relación Geográfica de la Provincia de San Salvador (1936) de 1740, elaborada por el Alcalde Mayor de la Provincia de San Salvador, Manuel de Gálvez Corral, es una obra fundamental para el conocimiento de población y los asentamientos coloniales sansalvadoreños. Las descripciones, relatos, inventarios y conteos de las poblaciones del Reino de Guatemala, llevadas a cabo por Pedro Cortés y Larraz (2000), en su obra de finales del siglo XVIII, la que sería de gran importancia para el conocimiento de la población. Finalmente, ya más cercana a una estadística general, la obra del Corregidor e Intendente de la Provincia de San Salvador, Manuel Gutiérrez y Ulloa (1962), denominada Estado General de la Provincia de San Salvador: Reyno de Guatemala (Año de 1807), es una suerte de trabajo que incluye la población por clases (género, etnia), familias y estados; topografía de su terreno; características y costumbres de sus pobladores; producción agroindustrial, entre otros índices.
Ignacio Gómez y el proyecto de la Estadística General de la República de El Salvador
José Ignacio Francisco Gómez Menéndez, catalogado como una de las luminarias intelectuales o más altas mentalidades centroamericanas del siglo XIX (Lardé Larín, 1990; Cañas Dinarte, 2002). Nace en julio de 1813 en Metapán (Cañas Dinarte, 2002), actualmente departamento de Santa Ana, al occidente de San Salvador. Sobrino por parte materna del Presbítero, Doctor y Licenciado Isidro Menéndez, al cual se le ha denominado como el Padre de la Jurisprudencia salvadoreña.
Gómez, es enviado a estudiar a Nueva York (E.E.U.U.), y luego a Francia, en donde concluyó sus estudios de bachillerato, allí adquirió extensivos conocimientos en ciencias y artes, al mismo tiempo que dominaba varios idiomas. Hacia 1836 se graduaría de Doctor en Jurisprudencia y Notariado por la Universidad de San Carlos de Guatemala, de la cual llegaría a ser Decano de la Facultad de Derecho en la misma (Ibíd., 2000).
Entre 1832 y 1859, ocupó diversos cargos importantes en los gobiernos, tanto de Guatemala como de El Salvador. Fue mientras fungía como ministro del Interior y Relaciones Exteriores de El Salvador entre 1853 y 1854 (Ibíd., 2000), que promulgaba la recolección de datos por medio de informes municipales departamentales con los cuales se elaborarían posteriormente la Estadística general de la República del Salvador (1858-1861).
En 1854, el gobierno de la República del Salvador, liderado por José María San Martín, expresaba su opinión ante el pueblo a través del periódico oficial denominado “Gaceta del Gobierno del Salvador en la América Central”, en donde exponía en agosto del mismo año, la importancia de poseer una “Estadística” para el Estado salvadoreño.
Con toda la potestad del funcionario público, que le otorgaba ser el Ministro de Relaciones, Ignacio Gómez, exhortaba en septiembre de 1854, a todos los gobernadores político-departamentales el mandato de:
“Para que el Gobierno esté al cabo de todas las […] circunstancias de cada departamento y cada localidad, conociendo el estado que aguardan todos los ramos de la riqueza pública, con el fin de atenderlos como lo requiere su importancia, es necesaria la estadística jeneral del país.” (Gaceta, 1854, tomo 4, no. 71, pág. 1).
En palabras del propio Gómez, lo que se necesitaba reunir eran los datos estadísticos de la topografía, meteorología; la producción de los reinos animal, vegetal y mineral; los registros de la población, modos de subsistir, sus hábitos y las costumbres de cada lugar, el estado en que se encuentra la producción agrícola, industrial y comercial; además de las vías de comunicación, caminos, puentes y calzadas, entre otros aspectos.
Las entregas de padrones de cada municipalidad, eran enviadas a los gobernadores político-militares, elaborando los cuadros generales que luego se enviarían al Ministerio de Relaciones Exteriores y del interior, para su posterior publicación en la Gaceta Oficial (Lardé y Larín, 1990). Lastimosamente, en su momento, no se contó con la información que deberían de haber enviado los agentes locales de regiones tan importantes como San Vicente y todo el oriente del territorio salvadoreño, por lo que no se completó la Estadística a nivel nacional.
Junto a las tablas estadísticas, se anexaba el instrumento con una decena de preguntas, que serviría para detallar más información, entre ellas la pregunta 10, que se refería a las antigüedades de cada población.
La perspectiva “patriótica” y “moderna” de Ignacio Gómez, reflejada en la Estadística
Carlos III de Borbón, (1759-1788), fue el gran impulsor de los cambios del Estado, la política y la economía que se aplicaron en las colonias americanas, y sin duda el monarca más destacado de la España Ilustrada. Como parte de la corriente del despotismo ilustrado inició “un giro en la forma de valorar los restos y testimonio de la cultura de los pueblos indígenas de América” (Litvak y López Varela, 1997: 177).
Desde esta perspectiva, hacia la segunda mitad del siglo XVIII, se fomentaron varias expediciones en los territorios de la Nueva España y en el Reino de Guatemala. Así, en 1773 Ramón Ordóñez y Aguiar, organiza una expedición al sitio de Palenque, en el actual estado mexicano de Chiapas; los vestigios de Xochicalco en México, son explorados en 1777 por José Antonio Alzate (Alcina Franch, 1991); los hallazgos en 1790 de los monumentos de la Coatlicue y la llamada Piedra del Sol, descritos en la monografía de Antonio de León y Gama en 1792 (Litvak y López Varela, 1997).
Asimismo, se publicaban artículos sobre las antiguas culturas indígenas, desde los intelectuales centroamericanos como miembros de la Sociedad Económica de Amigos del País de Guatemala (Alcina Franch, 1991).
Iniciando el siglo XIX, entre 1805 y 1807, durante el reinado de Carlos IV, las expediciones dirigidas por Guillermo Dupaix, llevarían al conocimiento de los sitios arqueológicos de Cholula, Xochicalco, Monte Albán, Mitla, Zaachila, Palenque, entre otros (Ibíd., 1991).
Luego de la independencia de Centroamérica es conocido el interés de algunos intelectuales y políticos centroamericanos, tales como José Cecilio del Valle, quién en 1830, proponía, la elaboración de un mapa de la Guatemala indígena, el cual no se llevaría a cabo. En Guatemala, los proyectos estimulados desde la administración de Mariano Gálvez en 1834, llevaron a una serie de exploraciones en Utatlán, Iximché, Mixco y Copan. Asimismo sobresalen los trabajos de Juan Galindo en Copan, Palenque y Topoxté, entre otros. Por su parte, gracias a los trabajos del Corregidor Modesto Méndez en 1848, salían a la luz los restos del sitio arqueológico de Tikal en la zona del Petén (Chinchilla, 1999).
También destacarían otros trabajos como los de Humbolt, y luego Lloyd Stephens, acercándose a la primera mitad del siglo XIX. De acuerdo a la división elaborada por Willey y Sabloff (1980), para la historia de la Arqueología americana, es el periodo clasificatorio descriptivo de 1840 a 1914, y con el aporte de los trabajos de El origen de las especies de Charles Darwin en 1859 y La antigüedad del hombre de Charles Lyell en 1863 (Litvak y López Varela, 1977), es que marcarían el inicio de la ciencia y el pensamiento positivista frente al fundamento teocrático (Fowler, 1995).
Los hallazgos arqueológicos de las antiguas poblaciones del continente americano, impulsaron sentimientos de identificación nacional en las antiguas colonias hispanas. De tal cuenta la Arqueología se convertiría muchas veces en una herramienta poderosa en la búsqueda de las identidades nacionales de los pueblos de América Latina, con sus respectivas divergencias entre unos y otros.
Con estos antecedentes, Ignacio Gómez, no estaba alejado de las ideas en boga de su época. Sin duda, sabía perfectamente que los pueblos para consolidarse en torno a un Estado, luego Nación, deberían de contar con elementos que los cohesionaran y que vincularan a todos sus ciudadanos entre sí. Luego se trataba que estos conciudadanos se reconocieran intrínsecamente compartiendo una historia común.
La contribución e interés del ilustrado Ignacio Gómez al conocimiento de las antigüedades, las costumbres, las lenguas y otros aspectos de los pobladores de El Salvador de mediados del siglo XIX, no es un producto visible solamente en la Estadística. Pues como redactor de la Gaceta oficial del gobierno (Cañas Dinarte, 2002), publicó varios ensayos en los que se pueden observar su interés por los tópicos de la Historia, la Arqueología y la Etnología entre otras.
De hecho, Gómez conocía los trabajos de Lord Kingsborough y otros escritores, los cuales se habían desarrollado en México y otros lugares del continente americano. Decía de ellos, “…han descubierto tesoros, hasta hoy ocultos […] dedicándose [a] descubrir de dónde venían aquellos hombres [antes de la llegada de los españoles], cuáles eran sus tradiciones […], la estructura de su idioma, sus ritos, sus ceremonias, sus sacrificios y sus creencias […] el estado de sus caminos, sus calzadas…” (Gómez, 1856: 3), en fin todo lo referente a las sociedades prehispánicas que habitaron el territorio americano.
Además elogiaba los trabajos de John Stephens Lloyd, George E. Squier, Padilla y el Abate Brasseur de Bourbourg, de quiénes, señalaba: “…han dedicado sus luces y sus tiempo, sus fondos y sus vigilias a la […] importantísima tarea de disipar [lo] que envuelven la cosmografía […] las costumbres […] y todo lo que constituye el retrato moral […] de pueblos [de la] antigüedad tan poderosos y florecientes” (Ibíd.).
Algo que admiraba Gómez, de las investigaciones realizadas, era que no solamente daban el resultado de la historia de los pueblos; sino que también proporcionaban las imágenes de “…los templos, los ídolos, los utensilios, las armas y los trajes de aquellos pueblos primitivos…” (Ibíd.). De la misma manera le parece que es una pena y hasta vergonzoso que los hispanoamericanos tengan poco interés en el estudio e investigaciones de dichos aspectos. Con ello, expresa que se podrán descubrir “…los curiosos monumentos y las elocuentes ruinas que yacen sepultadas todavía en el suelo Centro-América, tan fecundo en interesantes antigüedades…” (Ibíd.). Gómez expresaba que la verdadera historia del nuevo mundo, todavía no se ha escrito, pues harían falta las investigaciones que ahondarían en el conocimiento de los habitantes que ocuparon estas tierras antes de la llegada de los europeos, pues este vasto continente, “…no era tal cual han querido presentar los intereses de otros gobernantes…” (Ibíd.).
Estas aseveraciones expresadas por Ignacio Gómez en uno de sus tantos escritos, ponen en evidencia el interés de éste por elaborar una Estadística, que pudiera explorar, documentar y registrar los vestigios de poblaciones antiguas, ya sean estos restos materiales muebles o inmuebles; así como la diversidad de costumbres de los pobladores de las diferentes localidades de El Salvador.
Antigüedades y “ruinas” de ciudades aborígenes, en la consulta de la Estadística de General de la República de El Salvador de 1858-1861
Como se mencionó anteriormente el instrumento elaborado por Gómez, para la elaboración de la Estadística, y el que circularía a todas las gobernaciones y alcaldías municipales de El Salvador, contenía entre varios ítems, uno que recogía la información sobre las antigüedades, las ruinas, las tradiciones, las costumbres y dentro de esas peticiones algunas de las autoridades locales incluirían la representación étnica de sus pobladores.
Santa Lucía Zacatecoluca, cabecera del departamento de La Paz, se describía sobre un lugar en donde se encuentran “…un grupo de cerritos pequeños que hay al oriente de la población de la hacienda la Chacra […] no dejan de encontrarse también en las llanuras fragmentos de ladrillos, y otras cosas que indican la existencia de un pueblo antiguo…” (Gómez, 1990: 40). Ya para ese momento, se detallan también un número de haciendas que se encuentran reducidas a escombros y las cuales poseían edificios de algún valor, tales las de San Juan buena Vista, San Marcos, San Faustino, Obrajuelo y la de Velázquez. Cabe agregar, que en el presente, esta región de El Salvador, fue una de las áreas que contemplaba las grandes haciendas de producción de añil. En otro sector aledaño a Zacatecoluca, San Juan Nonualco, se afirmaba que en el lugar conocido como Llano de la Palma, el cual compartía con Santiago Nonualco, se encontraban innumerables vestigios en todas direcciones (Ibíd. 1990:45).
Por otra parte en la zona occidental de El Salvador, en Chalchuapa, expresaba la estadística que: “Esta población es de las más antiguas: fue poblada por indígenas y eran ricos de moneda efectiva llamada chalchuguite…” (Ibíd., 1990: 82). En el poblado de Tacuba, se describía que existía un “…hermoso templo arruinado, de calicanto…” (Ibíd., 1990: 96); se refiere a los vestigios de la iglesia colonial de Tacuba, la cual había sucumbido en 1773, víctima del terremoto de Santa Marta, que derribó la ciudad capital del Reyno de Guatemala.
Sin duda una de las descripciones más atractivas que se hacía sobre las antigüedades, es la de Metapán, y específicamente la del lago de Guija, pues se detallaba los actuales sitios arqueológicos de los tres Azacualpa e Igualtepeque. Así, relatan que dichas ciudades aborígenes de Zacaulapa y Guijar, se encontraban en las márgenes de la laguna de Guija, “…se ve varios edificios antiguos y aún en su fondo […] algunos capiteles de columnas [además de] piedras de moler maíz y vasijas de barro” (Ibíd., 1990: 100).
Siempre en el oeste de El Salvador, el pueblo de Jujutla, según el conocimiento de las autoridades locales, era llamado Azacualpa (pueblo viejo o pueblo antiguo en Nahua-pipil), en donde se podían observar “…los vestigios de una población indígena” (Ibíd., 1990: 125). Por su parte en Guaymango en cuanto a las antigüedades se decía que, “en muchos puntos se tocan vestigios de pueblos antiguos” (Ibíd., 1990: 127). Como el lugar de Morro Grande sitio arqueológico conocido en la actualidad, en donde se pueden observar los montículos y los restos de materiales culturales esparcidos por la superficie.
En la zona central de El Salvador, se describía que Suchitoto estuvo situado en un paraje llamado Los Almendros, en donde para esa época todavía se encontraban vestigios de edificios, el lugar se conocía luego como Pueblo Viejo. Por su parte, en la hacienda San Antonio, “…se encuentran varios muebles de barro que se conocen no ser de estos tiempos, como tasas, caritas, otras figuras […] y braseros, que saltan de la tierra cuando el labrador rompe con el arado” (Ibíd., 1990: 156).
A decir de Guazapa, otro poblado ubicado en el centro del territorio salvadoreño, se exponía que: “En la mayor parte de los cantones de Guazapa, hay vestigios de grandes edificios como de un trabajo sólido y se cree que antes de la existencia del pueblo, acaso hubo una ciudad grande y populosa” (Ibíd., 1990: 170). Hoy en día se sabe que la zona que abarca el entorno de Guazapa, es sumamente rica en vestigios prehispánicos.
En el poblado de Tonacatepeque, en la sección de antigüedades, se describen así: “se sabe que unas ruinas que aparecen en el valle de la Unión llamadas Pueblo Viejo son escombros que quedaron por la traslación del pueblo a este lugar, hará como 300 años…” (Ibíd., 1990: 300). Nejapa, recordaba como antigüedad, la zona en la que estuvo asentada antes del traslado, motivado por la erupción del volcán de San Salvador de 1658, dicho asentamiento se ubicaba en el lugar conocido como el potrero de San Lorenzo jurisdicción de Quezaltepeque.
En el distrito de Quezaltepeque, en la población de Opíco, se relata que, “en sus primitivos años fue poblado por los indígenas que hoy forman la de Jayaque. Se encuentran antigüedades por la cercanías del volcán de San Salvador de un pueblo llamado Nejapa […] los labradores cuando surcan la tierra encuentran figuras de barro” (Ibíd., 1990: 342). En las cercanías de la laguna de Chanmico, se sugiere que existió un pueblo a decir de que, “se tiene noticia de cuando se agita arroja pedazos de jarros y ollas de loza fina, que suelen quedar a la orilla de un trecho de la playa que tiene hacia el norte” (Ibíd., 1990: 340). Efectivamente, en las inmediaciones de la laguna de Chanmico, se han documentado varios sitios arqueológicos prehispánicos, al norte el de Chanmico, al noroeste los viveros del ICR y más inmediato al oeste el sitio Sofía.
Siempre en la jurisdicción de Quezaltepeque, se menciona como una obra majestuosa y antigua al puente de calicanto de Atapasco, nombre que recibe por la hacienda en donde se encuentra, este puente se utiliza para cruzar un tramo del Río Sucio entre Tacachico y Quezaltepeque, en la actualidad todavía funciona como tal.
A la luz de los datos y la tradición oral, se expresaba que el poblado de Jutiapa, habría existido antes de la época de la Conquista española, con el nombre de Tepeagua y anteriormente llamado Azacualpa. En dicho lugar, “se encuentran algunas figuras humanas de barro, lo que la gentes llaman ídolos, tinajitas y otros muebles del mismo material, pero trabajados con finura, cuyos objetos descubre el arado” (Ibíd., 1990: 2007).
La mejor descripción de un asentamiento antiguo, es la que se brinda del actual sitio arqueológico histórico de Ciudad Vieja, la antigua villa de San Salvador de 1528 a 1545, de esta manera se detalla que:
“…existen en la hacienda Bermuda, situada al Sur de esta Ciudad [de Suchitoto], a tres leguas de distancia, los vestigios de una ciudad que no alcanza la tradición de los tiempos de su ser; pero a la simple vista, se ven las calles delineadas, y una que conserva todavía su empedrado; las bases de las columnas de un templo con figuras de bajo relieve en sus cuatro rostros, y otras todavía más elevadas que indican haber servido a la arquitectura de la portada: se hace notar el cuadro de la plaza […] con alguna distancia se ven los cimientos de otras casas como de campo o chacras. Se encuentra una canoa también de piedra de una sola pieza y como de cuatro varas de largo, rota en uno de sus extremos. Este espectáculo se encuentra al Sudeste de la memorada hacienda [La Bermuda], como a dos millas de distancia […] la opinión [pública] casi general [creen] que esta fue la ciudad de san Salvador…” (Ibíd., 1990:209).
En el apartado del departamento de Sonsonate, se mencionaban los restos del antiguo muelle de Acajutla, los que conforman, “…la antigua Aduana, los vestigios de las fortificación” (Ibíd., 1990: 224), mostrando que para ese momento de 1859, se encontraban los edificios derruidos.
Las descripciones de los pueblos de Dolores Izalco y Asunción Izalco, en la actualidad conformados en uno solo denominado Izalco, se describía la existencia de los vestigios de tres iglesias, la de Santa Teresa, Santa Cruz y San Sebastián (Ibíd., 1990: 249).
En Asunción Izalco, se hacía referencia de los descubrimientos de una excavación llevada a cabo en 1855, en las cercanías de la plaza, hecho que era descrito así:
“como a distancia de seis o siete varas de la superficie de la tierra, unos cimientos de calicanto formando paredes y arcos que demostraban ser parte de algún edificio subterráneo. El Supremo Gobierno, entendido de esto, ordenó continuar la excavación, pero no se concluyó […] en lo poco que se trabajó se descubrieron algunos objetos dignos de curiosidad, como huesos que parecían ser de algún ser humano, piedras labradas con figura de ídolos y otros objetos de uso doméstico quebrados, como cántaros y ollas” (Ibíd., 1990: 256).
La misma noticia era relatada por el periódico la Gaceta del Gobierno del Salvador, el 4 de enero de 1855, con el título de Excavación en Izalco, se decía que la comisión nombrada por el Gobernador de Sonsonate, la cual estaba compuesta por los señores, General Ponciano Castillo, Licenciado Marcelino Valdez y Don Calixto Velado, llevan a cabo las excavaciones comenzadas en el pueblo de la Asunción Izalco, con el objetivo de descubrir “un magnifico y suntuoso edificio aterrado bajo aquel suelo” (Gaceta, 1855, tomo 4, no. 88, pág. 2). Llamaba la atención de los investigadores, los hallazgos, tales como, la arquitectura de las obras y los restos óseos que se descubrían en el fondo del suelo de Izalco.
De Cuisnahuat, se expresaba que, “se ignora el nacimiento de esta población […] más que solo vestigios que dan a entender haber sido una población grande, edificada por los antiguos aborígenes, pues, se encuentran en toda esta localidad como fuera de ella simulacros en donde se encuentran lozas” (Ibíd., 1990: 264-265). Por su parte, respecto a las antigüedades de Caluco, se describe que se conservan algunos vestigios de edificaciones antiguas (coloniales) y se creía que Caluco, antes de la conquista, era una localidad importante a decir de sus edificios.
En Santa Tecla, la ciudad creada por decreto en agosto de 1854, se realiza en septiembre de 1859, una interesante descripción de sus antigüedades, “en las excavaciones que se hacen para construir u otros usos se encuentran ollas, cántaros y otros utensilios de barro cocido que indican hubo antiguamente pobladores. Estos utensilios por el material, construcción y pinturas se parecen algo a los que se fabrican en Guajaca [Oaxaca, México]” (Ibíd., 1990: 278).
En Antiguo Cuscatlán, el relator del informe de 1860, describe que: “se encuentra en las excavaciones que se hacen, ollas, jarros, y figuras como muñecos construidos de barro cocido y otros utensilios que indican haber sido idólatras los habitantes antepasados” (Ibíd., 1990. 320).
La descripción de las antigüedades que narra el relator de la alcaldía municipal de Nuevo Cuscatlán en noviembre de 1860, es por demás una de las más interesantes descripciones de hallazgos arqueológicos, de las que se lograron informar en la Estadística. Inicia así:
“En conclusión, la arqueología encuentra en esta parte del territorio de la antigua provincia de Cuscatlán, un campo extenso para sus investigaciones. Hay en la jurisdicción ciertos promontorios de tierra y piedra [montículos] de una figura cónica regular, arquitectónicamente construidos, que en su seno encierran cadáveres de cuerpo humano […] y otros varios objetos de la más remota antigüedad. Uno de estos promontorios, levantado a la altura de trece varas en el centro de la planicie que ocupa esta población fue descubierto y explorado por un vecino el año de 1856: su magnitud y costo de su construcción lo hacen el edificio más suntuoso que hay de esta clase en esta parte de la comarca; y esta circunstancia unida a la de haberse encontrado en él catorce cadáveres en sepulturas muy bien dispuestas, y con insignias pectorales de piedra de jaspe labradas en bajo relieve, hacen creer que el promontorio no sea otra cosa que un panteón o el lugar en que fue enterrada la familia real aborígena” (Ibíd., 1990: 323).
Por su parte, el vecino poblado de Huizucar, cuenta como antigüedades los restos del antiguo asentamiento de San Gerónimo Tilapa, en donde se observan, “varios vestigios, pues hay cimientos de mucha consistencia y bastante visibles…” (Ibíd., 1990: 333).
En Tepecoyo, en la loma Patachate, “se encuentran vestigios de una población de primer orden que existió en tiempo muy remoto, pues por las fracciones de cimientos de calicanto que se ven, se deduce que correspondieron a buenos edificios […] También se encuentran vestigios de una población antigua cerca del cerro Nanaguacin con dirección a Guaimoco” (Ibíd., 1990: 351). En la jurisdicción de Jayaque, las autoridades municipales, contenían como “antigüedades”, varios libros escritos en nahuat de mediados del siglo XVII, que hacen referencia a las cuentas de la cofradías del lugar.
Consideraciones finales
Ignacio Gómez, le interesaba conocer y aprender de las antiguas culturas que habitaron el continente americano y en especial el territorio salvadoreño, a través de los restos materiales que dejaron dichas culturas. Con ello potenciaba los hallazgos, los materiales y los lugares en donde se localizaban restos arqueológicos.
Definitivamente un gran aporte para el conocimiento “primario” de la cuantía de “antigüedades” y otros datos de interés para la Arqueología, que se poseían en el territorio salvadoreño a mediados del siglo XIX, se debe al aporte que hiciera en 1854 Ignacio Gómez, solicitando a los jefes departamentales y municipales, que agregaran lo que ellos tenían por conocimiento en sus respectivos distritos, basándose en el instrumento de la Estadística General de la Republica de El Salvador.
En este contexto también vale la pena mencionar, el interés del Estado Salvadoreño por mostrar sus bienes arqueológicos, se reflejaba en la participación en la Exposición Universal de París, que estaba por celebrarse en dicha capital Francesa en 1855. Es en este momento que aparecía en los periódicos oficiales de noviembre y diciembre de 1854, la solicitud del Supremo Gobierno a los ciudadanos de toda la república, quienes pudieran enviar información sobre los artículos que el país producía (Gaceta, 1854a). Entre los productos, los clasificados en la categoría de: “artefactos, ciencias y bellas artes”, se solicitaba el envío de, las antigüedades del país, [y también] figuras de barro, de madera o de cera, dando una idea o vestidos y usos de los indios (Gaceta, 1854, tomo 4, no. 84, pág. 2).
Aunque para muchos investigadores la Estadística de Gómez, ha sido de mucha ayuda por su valiosa información; resulta que desde la Arqueología, solamente algunos estudios han citado sus páginas en busca de referencias a sitios arqueológicos mencionados en dichas páginas.
Como sea, desde la Arqueología, diversas investigaciones académicas de síntesis, estudios y compilaciones bibliográficas, entre otras, llevadas a cabo en la última década del siglo XX, han invisibilizado el aporte de la Estadística de Ignacio Gómez, simplemente ignorándola. Dichos documentos, han iniciado la Arqueología de El Salvador con la llegada y posterior publicación de las obras de Ephraim George Squier en 1853 y 1858, sin tomar en cuenta el aporte de Ignacio Gómez a través de su Estadística.
El ejercicio de recopilar y recolectar información de las “antigüedades” de El Salvador, que Ignacio Gómez ideó en la Estadística, logró que por primera vez desde el Estado salvadoreño, se llevará a cabo un proceso de documentación y un registro de sitios arqueológicos para El Salvador.
En ese primer registro plasmado en la Estadística, se habría documentados alrededor de 40 sitios arqueológicos, entre ellos muchos de la época prehispánica, pero también los vestigios de muchos sitios de los siglos coloniales. Con todo ello, se tiene el reporte y la descripción de dos excavaciones arqueológicas, una en 1855, que rescató vestigios prehispánicos y coloniales y la otra de 1860, en donde se excavó montículos y se reportó el hallazgo de entierros prehispánicos con sus respectivas ofrendas. Quizás uno de los datos interesantes, es que algunos de los emisarios enviarían sus reportes de “antigüedades”, utilizando ya, el término de Arqueología, haciendo referencia a la ciencia que estudia los restos materiales dejados por el ser humano.
Ignacio Gómez, en su búsqueda “patriótica” de un país con fuertes raíces en el pasado de los antiguos pueblos de América, se involucró indirectamente en el nacimiento e invención del personaje, que luego de los años, sería el “mito de origen” del Estado moderno salvadoreño.
De seguro, el registro de sitios con valor arqueológico e histórico, que se plasmó en la Estadística, sirvió como base para los trabajos de otros investigadores de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Finalmente, el aporte de la Estadística de la República del Salvador de 1856-1860 de Ignacio Gómez, no solo concierne a la Arqueología, pues también existen muchos elementos de importancia que contribuyen al estudio, que desde la Antropología, la Historia y la Lingüística, brindan significativos rasgos de la diversidad del territorio y población de El Salvador de mediados del siglo XIX, y que hoy en día siguen ofreciendo conocimiento a la comprensión de la sociedad salvadoreña.
Referencias
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1991 Guillermo Dupaix y los orígenes de la arqueología en México. En Revista de Estudios Novohispanos. Vol. 10, No. 010, UNAM, México, p. 325-346.
Anderson, Benedict
2007 Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
Cañas Dinarte, Carlos
2002 Diccionario de autoras y autores de El Salvador. 1ª edición, dirección de Publicaciones e Impresos, Concultura, San Salvador, El Salvador.
Cortés y Larraz, Pedro
2000 Descripción Geográfico-moral de la Diócesis de Guatemala. (Parroquias correspondientes al actual territorio salvadoreño). Biblioteca de Historia Salvadoreña, Vol. 2, Dirección de Publicaciones e Impresos, Concultura.
Chinchilla, Oswaldo
1999 Historia de la investigación arqueológica en Guatemala. En Historia General de Guatemala, Director General Jorge Luján Muñoz; tomo I: Época Precolombina, p. 99-118. Directora Marion Popenoe de Hatch. Asociación de Amigos del País, Fundación para la Cultura y El Desarrollo, Guatemala.
Fowler, William
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