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Idolatría y resistencia en Tayasal durante el periodo Colonial (1525-1697)
La ciudad de Tayasal durante el periodo Colonial
Cuando llegaron los españoles a la zona central del área Maya se encontraron con una población dispersa y disminuida en comparación con el esplendor y poderío que tuvieron los antiguos mayas en los periodos Clásico y Postclásico. Esto generó que la conquista de las tierras mayas se llevara a cabo en distintas regiones debido a las diferencias y a la lejanía entre una zona y otra. Poco a poco fueron cayendo la gran mayoría de las ciudades mayas y de otras culturas al paso de los ejércitos españoles, lo que provocó que muchos pobladores huyeran hacia las selvas y hacia la “montaña” (Bracamontes 2001). Sin embargo, existían algunos reinos que mantenían sus señoríos independientes y tenían una organización social y política bien estructurada. Tal es el caso del reino de los itzaes, quienes centraban su poder en Tayasal, la ciudad donde mantuvieron su independencia y libertad ante el dominio español; estos controlaron las zonas aledañas al lago Petén-Itza para establecer su economía y control político. Los españoles intentaron varias veces hacerse del control de esta zona, de manera pacífica a partir de la evangelización, pero también desde la estrategia política y militar. Los itzaes no cedieron ante el poderío español y decidieron mantenerse alejados y hasta recluidos del nuevo orden, lo cual también se debió al aislamiento natural que les proporcionaban las espesas selvas de Petén. Esta relación duró un par de siglos, en la cual los españoles tenían el deseo de dominar a los itzaes, y estos, el anhelo de mantener sus tierras independientes.
Etapas de contacto entre españoles y los itzaes
La historia que se conoce sobre los itzaes en la Colonia viene de las crónicas españolas que cuentan lo ocurrido en las tierras de Petén. Por ello no se puede saber con certeza todos los sucesos que pasaron en aquel reino, ni probar la veracidad de los textos que se tienen registrados. Aunque se preservan varias crónicas, tratados, archivos y hasta leyendas sobre los itzaes, no se tiene una historia escrita por ellos mismos, lo que dificulta la posibilidad de saber si tuvieron un mayor contacto con grupos españoles. Aquí se rescatan los principales acontecimientos en los que estuvieron involucrados los itzaes desde el primer contacto que tuvieron con los conquistadores españoles, hasta el bautizo del último gobernante Canek, que representó el fin de este reino (Villagutierre 1985:20-23):
- 1525: Entra Cortés a Petén-Itza. Los itzaes ofrecen vasallaje.
- 1614: Un grupo de itzaes acude a Mérida a ofrecer vasallaje.
- 1618: Entrada de Bartolomé de Fuensalida y Juan de Orbita a Petén.
- 1619: Segunda entrada de Fuensalida y Orbita a Petén-Itza.
- 1622 : Entrada a Tayasal del fraile Diego Delgado; es asesinado por los itzaes.
- 1695: Expediciones en Yucatán por Ursúa. Apertura del camino Real.
- 1696: Avendaño llega a Petén-Itza. Los itzaes no se someten.
- 1697: Ursúa conquista Tayasal el 14 de marzo de 1697.
- 1698: Bautizo de Canek.
Como se puede apreciar según la cronología que se muestra, el contacto español-itza se puede dividir, a grandes rasgos, en tres etapas: la primera etapa es la expedición que realizó Hernán Cortés con destino a las Hibueras, en la que pasó por la ciudad de Tayasal y las poblaciones aledañas al lago Petén-Itza en el año 1525. La segunda etapa es cuando se realizaron varias expediciones por las órdenes franciscanas y algunas jesuitas para intentar evangelizar a los itzaes entre los años 1617 y 1623. Y la tercera etapa pertenece a la conquista española de la ciudad de Tayasal y los territorios aledaños, llevada a cabo entre 1695 y 1698, a manos de Martín de Ursúa. Estas etapas no descartan que haya habido contactos entre ambos bandos en otros años, pero si es que los hubo, no están mencionados en las crónicas.
Recorrido de Hernán Cortés por Tayasal (1525)
Cuando Hernán Cortés iba en una expedición hacia las Hibueras (Honduras), para reprimir el levantamiento de un grupo de españoles comandados por Cristóbal de Olid, tuvo que pasar por las tierras de Petén. Cortés pudo haber tomado una ruta más rápida por el mar pero decidió ir por tierra para conquistar y reducir los reinos que se encontraban a su paso (Jones 1998:30). Al llegar al dominio de los itzaes, descubrió que este pueblo Maya tenía un gran poderío sobre la región, eran valientes guerreros y tenían un linaje prehispánico muy importante. En las orillas del lago, Cortés fue recibido en un par de ocasiones por caravanas de itzaes. Cortés y Díaz del Castillo narran cómo el gobernante Canek fue a recibirlos para invitarlo a que fueran a Tayasal. En las costas del lago hubo un intercambio de regalos como aves, oro, miel, caracoles, mantas, entre otras cosas (Cortés 1988:304; Díaz del Castillo 1982:526-527). Los conquistadores les enseñaron la misa y les hablaron de su religión, la cual aseguraron que adoptarían cuando regresara de su expedición. Cortés decidió acompañar a Canek a la capital Itza con treinta ballesteros, y los itzaes lo recibieron de muy buena manera (López de Cogolludo 2011:54). Cortés y Díaz del Castillo mencionan en sus crónicas que dejaron una cruz y un caballo (Villagutierre 1985:86) en Tayasal. La figura de este caballo se convirtió en el objeto que marcaría el principal vínculo material (además de la cruz) entre los españoles e itzaes. Al no regresar el capitán español a esas tierras, se perdió el acuerdo que tenían para convertirse a la religión católica.
Expediciones franciscanas y jesuitas (1617-1623)
89 años después de la visita de Cortés, un grupo de los propios itzaes fueron a ofrecer vasallaje a los españoles a Mérida en 1614 (Villagutierre 1985:21). A partir de esto, los españoles decidieron encargarse del territorio de Petén para poder controlarlo no sólo de manera política sino también económica. En 1617 se llevó a cabo una expedición a Tayasal de los franciscanos Juan de Orbita y Bartolomé de Fuensalida. Los frailes fueron recibidos en las orillas del lago por el ajaw Canek. La intención de los franciscanos era convencer al gobernante y a los pobladores que aceptaran la religión católica y se convirtieran pacíficamente, pero los itzaes argumentaron que aún no era el momento de convertirse y que debían esperar algunos años para que eso pasara, específicamente en el katun 8 (Caso 2002:205). En una segunda expedición en 1618, tuvieron mayor fortuna y pudieron por fin entrar a la ciudad de Tayasal. Después de varios días de pasear por la ciudad y conocer la estructura de la misma, los frailes encontraron una estatua del caballo que había dejado Hernán Cortés y vieron que se había convertido en uno de los ídolos principales de los itzaes. El padre Orbita, al ver que los itzaes estaban adorando al animal español, entró en cólera y destruyó la figura a golpes; esto provocó el enojo de los habitantes de la ciudad, que comenzaron a amenazar a los padres de muerte pero Canek los tranquilizó e hizo que los padres abandonaran la ciudad y el territorio Itza (Villagutierre 1985:130). En una nueva expedición en 1623, el fraile jesuita Diego Delgado y 90 indios cristianizados del pueblo de Tipú lograron entrar a la ciudad para convencer de nuevo a los itzaes de convertirse pacíficamente. Canek los dejó entrar, pero aún existía un gran disgusto contra los invasores. Debido a esto, en medio de una ceremonia organizada por el fraile para mostrarle la religión y llevar a cabo la comunión, hubo un motín inesperado en contra de los invitados, quienes fueron degollados y asesinados en plena misa (López de Cogolludo 2011:68). Esto provocó que las fuerzas españolas no volvieran a pisar suelo Itza por poco más de 70 años. Todos estos datos son tomados de las crónicas españolas y siguen siendo la interpretación discursiva de los españoles.
Conquista de Tayasal (1695-1698)
Los contactos directos entre ambas partes se volvieron a interrumpir por varios años, hasta que a finales del Siglo XVII los españoles se propusieron reducir los territorios rebeldes y libres de Yucatán y de Petén. Después de una nueva misión de vasallaje por parte de los itzaes a Mérida, se le encargó a Fray Andrés de Avendaño y Loyola una expedición para entrar a Tayasal y de nuevo tratar de persuadir a los itzaes para que se convirtieran pacíficamente a la religión católica y se sometieran a la Corona. Al no tener mucho éxito en un par de expediciones, Avendaño regresó a Mérida para replantear la estrategia que debían seguir los españoles, pero en su viaje logró hacer una descripción detallada del territorio Itza y de la laguna, así como de sus puntos de entrada. Al volver a la isla en una nueva expedición, Avendaño se reunió con Canek y le comentó que debían convertirse al catolicismo, cuestión que Canek y algunos itzaes tenían la intención de hacer (Avendaño y Loyola 1695:38r-39r). A fin de cuentas Avendaño tuvo que abandonar Tayasal debido a que un sector no quiso someterse pacíficamente y lo sacaron de la ciudad. Después de eso, se mandó construir un camino Real desde Mérida que los llevaría hasta el lago de Petén-Itza, para que pudieran mandar un ejército y armamento hasta ese territorio, ya que antes no podían pasar con facilidad por la espesa selva que rodeaba la región (Caso 2002:250). Esta gran empresa se le encomendó al capitán Martín de Ursúa y Arizmendi. Al llegar a la orilla, los conquistadores construyeron unas grandes barcas para atravesar el lago y llegar a la isla de Tayasal (Avendaño y Loyola 1695:38v). Los itzaes iniciaron las hostilidades y dispararon flechas hacia las embarcaciones, que estaban muy bien protegidas y no sufrieron mayor daño. Estos respondieron al ataque con un gran poderío bélico, y fue en cuestión de horas que arrasaron con la ciudad y sus habitantes. La toma de la ciudad fue muy sencilla y muchos itzaes fueron alcanzados por las flechas de los arqueros o se quitaron la vida y se ahogaron en el intento de huir de la isla. Después de dominar por completo la ciudad, los conquistadores lograron poner bajo custodia a su líder Canek, a sus familiares y a los principales gobernantes y sacerdotes. Al caer la ciudad principal fue cuestión de tiempo que las ciudades aledañas también cayeran. Canek fue sometido y se volvió un rehén de Ursúa por un tiempo. Después de varios días fue bautizado lo cual significó la consumación de la conquista a los itzaes (Villagutierre 1985:439-445).
El caballo de Hernán Cortés en Tayasal
Las crónicas españolas de Tayasal hablan de la gran adoración que hubo hacia el caballo que dejó Hernán Cortés encargado a Canek, cuestión que representaba una idolatría que debía ser erradicada. “Idolatría”, se refiere a la adoración de ídolos falsos. Los españoles, a lo largo de la Conquista y la Colonia, procuraron eliminar todo indicio de culto a las figuras indígenas para implementar su nueva religión. Por ende, el hecho de que los itzaes hayan adorado a un caballo representaba para los españoles una doble problemática, ya que no solo debían eliminar la adoración a cualquier ídolo, sino que también debían cuidar que ningún elemento español se involucrara en las creencias de los mayas. En el caso de los itzaes, el caballo de Cortés estuvo presente en las tres etapas de contacto y fue muy importante para la relación entre ambos bandos.
En la primera etapa de contacto (1525), Cortés le pidió a Canek que le cuidara un caballo debido a que se había hincado un palo en el pie y no podía andar más, a lo que el señor de los itzaes accedió (Cortés 1988:305). Bernal Díaz del Castillo hace prácticamente la misma descripción del suceso, sólo cambiando la versión de Cortés, al decir que al caballo se le había derretido el unto después de la caza de venados y no podía sostenerse en pie (Díaz del Castillo 1982:526-527). Las crónicas dicen que al no regresar Cortés a la ciudad, y al morir el caballo años después, los itzaes hicieron una estatua del caballo para que Cortés viera que recordaban su visita. Otras fuentes dicen que dejaron los huesos del animal cubiertos de arcilla, e incluso otros autores mencionan que la estatua era de piedra o de madera (Villagutierre 1985:128-129). Las versiones sobre este suceso varían según el autor y la interpretación que cada uno le da.
En la segunda etapa de contacto, los franciscanos Juan de Orbita y Bartolomé de Fuensalida, en 1618 encontraron de la siguiente forma a la estatua del caballo de Hernán Cortés: “Estaba como sentado en el suelo del templo, sobre las ancas, encorvados los pies y levantando sobre las manos” (Villagutierre 1985:130). A esta figura le llamaban Tzimin Chac, el “caballo del trueno o rayo”. Este nombre se debe a que cuando los indígenas vieron a los españoles disparando sus armas desde arriba de los caballos, se impresionaron mucho y le otorgaron un concepto nuevo a la imagen y al sonido que percibieron (Schumann 1971:20). Esta figura, según las crónicas españolas, se encontraba en uno de los templos principales de los itzaes, lo cual sugiere que se había convertido en uno de sus dioses más importantes. Debido a la adoración y destrucción de la figura del caballo se generaron conflictos entre ambas partes; así como la expulsión de los padres Orbita y Fuensalida y posteriormente, la muerte del padre Diego Delgado y 90 indios cristianos del Tipú.
En la tercera etapa (1695-1697), en el año de 1696, Fray Andrés de Avendaño y Loyola dice haber visto restos de la estatua y un hueso que supuso era del caballo. El autor era consciente de la importancia que tenía esta estatua y lo que representaba para los itzaes, ya que menciona que le erigieron una figura de cal y canto y era aún adorada, o al menos cuidada, lo que significaría que la figura del caballo estaba todavía vigente dentro de los rituales y ceremonias de adoración de los mayas (Avendaño y Loyola 1695:30v). El debate dentro de las fuentes radica en saber la manera en que fue construida la estatua o figura del caballo, pero a fin de cuentas, no importa en sí el material del que estaba formada, sino la forma en la que fue insertada en el discurso que usaron los españoles para justificar y llevar a cabo su conquista. Lo que realmente importa dentro de las crónicas es la connotación que le da cada autor a esta figura y la forma en la que la utilizan para hablar sobre los itzaes, su cosmovisión y su cultura.
¿Era el Tzimin Chac realmente un caballo?
Existen cabos sueltos dentro de lo que concierne a la figura del Tzimin Chac y al culto que se generó hacia él en Tayasal. Por ello podría haber dos posibilidades en cuanto a esta representación: la primera posibilidad sería que en efecto los itzaes adoraron al caballo que dejó Hernán Cortés y posteriormente le hicieron una estatua a la que le rindieron cultos, con la intención de incluir al caballo a su cosmovisión. La otra posibilidad sería que los españoles creyeron (o inventaron) haber visto una escultura de caballo en una figura que pudo no haber sido lo que ellos creían que era.
En la primera opción se debe de partir del hecho de que en efecto existió un caballo que dejó Cortés y que se quedó en Tayasal tras la partida de los conquistadores. También se debe asumir que el caballo murió tiempo después en ese lugar y que los itzaes se encontraron ante una situación en la que debían decidir qué hacer con el animal muerto. Dentro de la cosmovisión de los mayas y de los mesoamericanos en general, los animales tenían una gran presencia en la religión y dentro de la vida cotidiana. En particular en la zona Maya había una fuerte presencia de los animales dentro de las costumbres y rituales de la sociedad, por lo que era normal que le rindieran algún culto a algún animal determinado.
Para los mayas era común hacer representaciones físicas de animales, ya sea en estatuas, en estelas o hasta en los símbolos de su escritura. Debido a esto, es posible que el caballo pudiera convertirse en un nuevo elemento dentro del culto de los mayas y que se le hubieran hecho representaciones a lo largo de Mesoamérica. Los mayas desarrollaron una técnica artística bastante compleja de esculturas de diferentes tamaños y materiales. Estudios arqueológicos sugieren que en la zona de Petén se desarrolló el uso de cal para crear esculturas desde los periodos Preclásico y Clásico (Hansen et al. 2002). También existen pruebas de que la figura del caballo se integró a las representaciones artísticas y culturales de los indígenas.
En cuanto a la otra posibilidad sobre la fabricación del Tzimin Chac, se puede dudar sobre la misma interpretación, o mejor dicho, malinterpretación de lo que observaron los españoles, en especial de Juan de Orbita y Bartolomé de Fuensalida, ya que lo que vieron pudo haber sido la representación de otro animal y no de un caballo como suponen todas las fuentes. Pablo Escalante Gonzalbo propone que la escultura del susodicho caballo pudo haber pertenecido a un tapir, ya que los mayas le rendían tributos desde siglos atrás a este animal, oriundo de la zona, el cual también vinculaban con el trueno por el pataleo que hace cuando se siente amenazado (Escalante 2004:44-49).
Laura Caso menciona que la palabra “tzimin” se puede identificar con el tapir (Caso 2002:67); de hecho el pueblo de Tizimín (lugar de Tzimin), significa “lugar del tapir o danta”. Si se va al diccionario Maya Cordomex, se encuentra que la palabra “tsimin” se refiere al caballo, pero en el mismo diccionario dice que a la danta también se le dice “tsimin” (Barrera 1980:193,862), al igual que, según Schumann, “tsimin che’” es danta o tapir (Schumann 1971:91). Thompson menciona que los mayas dieron al caballo el nombre de “tapir” por ser el animal que más se le parecía (Thompson 1975:12). Pero se podría dudar si los mayas le dieron esta palabra al caballo, o si los españoles creyeron ver en la estatua de un tapir (tzimin) a un caballo. Este punto también se debilita al analizar la postura que tenía la estatua que vieron Orbita y Fuensalida. Cogolludo dice que en la escultura el caballo se encontraba sentado sobre sus ancas y con las patas estiradas (López de Cogolludo 2011:34-35). Esta postura no la adoptan los caballos y los tapires sí, como se puede ver en el Altar 12 de Kaminaljuyu, Guatemala (Fig.1) (Escalante 2004:49). Pero además, también los jaguares se han representado de esta forma, como es el caso de Jaguar sedente de El Baúl, Santa Lucía, Guatemala (Fig.2), lo cual ayudaría a sustentar la hipótesis de que en realidad la estatua del tzimin chac que vieron Orbita y Fuensalida pudo haber sido otro animal.
En la visita de Avendaño a Tayasal, cuando recorre la ciudad se encuentra con “una caña o hueso de pierna o muslo, muy grande que parecía de caballo” (Avendaño 1695:31v), y enseguida asume que pertenece al caballo de Cortés sin cuestionar su origen. Él mismo menciona que no preguntó la procedencia del hueso y deduce que pertenece al susodicho caballo; esto se debe a que Avendaño y los demás cronistas tenían en mente la historia del fraile Orbita y la gran idolatría que esto había generado. Además, siendo más rigurosos, el cronista dice que se encontró este hueso en un adoratorio, dentro de un cajón, a la vista de los que pasaban por el lugar. Esto querría decir que se encontraba a la intemperie, y teniendo en cuenta que la selva de Petén tiene un clima muy cálido en el que la humedad es muy elevada, y pensando también en las posibles bacterias que se pudieran adherir a la estructura ósea, sería difícil pensar que un hueso se conservara en buen estado durante 170 años y que fuera el mismo hueso del caballo de Cortés. El uso de huesos como herramientas y trofeos era común en el área Maya. En excavaciones hechas en Tayasal se han encontrado huesos de venado y otros animales (Navarrete 1988:11), lo que demuestra este uso. Recientemente en el PAT se encontraron huesos de caballo en un edificio del periodo Postclásico y de contacto, pero aún no se tiene un análisis sobre el mismo (Pugh 2013:71).
Estos argumentos revelarían que la interpretación que le dieron los padres Orbita y Fuensalida a la escultura que se encontraron y al hueso que encontró Avendaño, podría ser errónea, lo que soportaría la teoría de que la idolatría que se generó hacia la figura del caballo en la ciudad de Tayasal fue obra de la construcción de un discurso elaborado por los cronistas españoles. En todo caso de que los padres se hayan equivocado y confundido acerca de la procedencia de la estatua, esto no cambia el hecho de que se elaboró todo un argumento para incitar a que se tomaran medidas serias en contra de los “idólatras” Itza y a su adoración al Tzimin chac. El hecho de que actualmente se pueda dudar de la procedencia y la veracidad de la estatua del caballo, no cambia el hecho de que se haya creado toda una idea a partir de esta figura, así como un simbolismo a partir del caballo que marcó la tradición de los itzaes, quienes mantuvieron viva esta leyenda hasta la actualidad a través de la tradición oral. Los itzaes actuales, así como las comunidades que habitan hoy en día los alrededores del lago Petén-Itza, mantienen viva esta historia para recordar sus raíces y su pasado, pero también para crear una historia que genere atracción turística.
Construcción del discurso español
El discurso de los españoles para entrar y dominar la región de los itzaes fue cambiando a lo largo de los años que duró este proceso, así como los intereses y estrategias de la iglesia y la Corona española. La finalidad de los conquistadores era llevar a cabo la reducción de los pueblos lo más rápido y efectivo posible, con el propósito de tener el control de las principales zonas y plantear una estructura de gobierno colonizadora. A finales del Siglo XVI se dictaminaron una serie de cédulas reales en las que se prohibía la entrada armada para llevar a cabo la reducción de los territorios indígenas (Maza García 2012:72), lo cual cambió la manera de plantear las estrategias de conquista y el discurso con el que hacían las intervenciones a los territorios indígenas.
Las crónicas españolas debían ser examinadas y aprobadas por autoridades españolas por lo que el discurso y el propósito dentro de ellas estaba enfocado hacia la explicación y justificación de las acciones españoles en territorios indígenas. En el caso de las tres etapas narrativas, se aprecia cuál era el propósito de cada autor al escribir su obra dentro de un contexto determinado. En la primera etapa, en sus Cartas de relación, Cortés escribía lo que sucedía dentro de sus expediciones como si fuera una bitácora de lo que observaba en su camino; pero por otro lado, su destinatario era el rey de España, Carlos V, y la Corona española. Con esto se puede suponer que Cortés descartó muchas historias o “disfrazó” otras para justificar las acciones que realizaba. Esto se puede comprobar con el simple hecho de que Bernal Díaz del Castillo quiso escribir la “verdadera” historia de lo que había sucedido.
En la obra de Diego López de Cogullodo, se toman textualmente los datos proporcionados por la relación de Bartolomé de Fuensalida, donde se habla por primera vez sobre la estatua del caballo y de su destrucción. Cogolludo es el principal autor que transcribe el discurso de la historia de los itzaes y de toda la idolatría que gira alrededor de la creación del Tzimin Chac. El autor quería comprobar que estoS mayas debían ser evangelizados, como menciona en sus pasajes ya que en su discurso siempre existe la intención franciscana por llevar a cabo la conquista espiritual (López de Cogolludo 2011:79-81). En el caso de Villagutierre se hace aún más explícita esta situación, ya que en sus pasajes justifica de cualquier forma las acciones realizadas por la Corona y toda la estructura colonial. Aunque su historia está escrita después de la conquista de la región Itza, el autor sigue sosteniendo que la única pretensión española era llevar la fe a los itzaes, sin importarles las cuestiones materiales y el control del territorio (Villagutierre 1985:64-65).
Al leer estas crónicas pareciera que los autores trataran de justificarse a ellos mismos. A medida que las décadas y siglos iban pasando y se creaban más libros y documentos sobre los itzaes, los propios cronistas tenían mayores argumentos para justificar y explicar por qué se debía llevar a cabo la conquista, ya sea espiritual o armada. Esto también pudo generar que los pasajes originales fueran perdiendo su esencia y que su verdadero significado se distorsionara ante la visión de un intérprete que buscaba un discurso totalmente distinto del que existía en un principio. Esto se puede apreciar en la evolución del discurso desde la crónica de Hernán Cortés en 1525 hasta la historia de Villagutierre en 1701 (Cuadro 1).
Otro de los discursos que implementaron los cronistas españoles para justificar su conquista fue el de la “lucha contra el mal”. Para lograr esto, debían insertar dentro de las culturas mesoamericanas elementos que supusieran la presencia de fuerzas malignas para que pudieran combatirlas y erradicarlas. Cogolludo utiliza adjetivos para darle a las ideas de los itzaes un valor “maligno” (López de Cogolludo 2011:82). La retórica usada por los cronistas poco a poco empezó a tener mayores connotaciones religiosas que se acercaban a los escritos bíblicos, en el sentido de que querían demostrar que “fuerzas oscuras” se habían apoderado de los itzaes y les habían provocado inclinarse hacia la falsa adoración de ídolos, lo cual estaba vinculado a un discurso más amplio manejado por la Corona española. A lo largo de sus obras, cuando se habla sobre la estatua del caballo y de sus creadores, los cronistas son cada vez más severos en sus textos en contra de estos mayas. Esto genera enseguida un rechazo a la cultura Maya Itza y a sus habitantes; esta es la parte central del discurso idolátrico que aquí se presenta, ya que en un principio se debe identificar al enfermo (idólatra) y a partir de eso ofrecerle los cuidados necesarios para que se cure y pueda salvarse, y el mejor remedio para ello era la evangelización (Bernard y Gruzinski 1992:140). Lo que es bastante lúcido a partir de todos estos pasajes, es que la idolatría no era sólo un problema dentro de la región Itza, sino que, por el contrario, se propagaba rápidamente por todos los territorios conquistados y sin conquistar. Dentro del discurso español se puede apreciar un tono de miedo ante este concepto, ya que todos los cronistas lo manejan como si en verdad fuera el causante de todos los conflictos en la Nueva España. La idolatría pertenecía a un discurso que superaba a los cronistas, quienes en realidad sólo lo difundían.
Por otro lado, fueron varias las estrategias que utilizaron los itzaes que les permitieron mantener su autonomía por varias décadas. La figura de los ajaw Canek es de suma importancia ya que en la segunda y tercer etapa mandaron una embajada a Mérida (sin el apoyo total de su pueblo) para dar obediencia a los españoles, y con esto asegurar su “amistad”, lo cual se relacionaba con las ruedas katúnicas y los cambios internos del poder en Tayasal, ya que el linaje Canek trataba de formar una alianza con los españoles para continuar en el poder y establecer tratos comerciales (Caso 2002:219). Por otro lado, muchas facciones dentro de la comunidad Itza se oponían a Canek y argumentaban que debían mantenerse sin los españoles y conservar su autonomía, al mismo tiempo que quitar del poder al linaje de los Canek. Gracias a esta fragmentación interna y la lucha por el poder dentro Tayasal, se puede decir que la resistencia se fue suavizando. El discurso Itza sobre el tiempo katunico también se fue debilitando, y hasta se tornó en su contra, debido a que los españoles empezaron a utilizar las fechas mayas para justificar el cambio de gobierno.
A grandes rasgos se puede decir que los itzaes lograron resistir el yugo español por cerca de 200 años debido a: la defensa natural y geográfica del territorio; el aislamiento de su comunidad y que tenían un reino independiente, tanto política como comercialmente; había una buena organización social y estructural que permitió que se resistieran a la conquista espiritual; la creación de varios discursos “falsos” de los itzaes para engañar a los españoles, como el uso de la profecía de las ruedas calendáricas del katun 8; y, por último, las fallidas campañas de los religiosos españoles para llevar a cabo la evangelización. Sin embargo, las estrategias de los itzaes acabaron por agotarse y se llevó a cabo su conquista militar, pero siempre se debe reconocer la gran resistencia que lograron, siendo probablemente el pueblo que logró mantener esta proeza durante más tiempo.
Consideraciones finales
La historia de la relación entre los mayas Itza y los españoles es una anécdota de cómo las luchas por el poder y el control no tienen que ser siempre de una forma armada. La principal manera en que estas dos facciones mantuvieron una disputa fue a través de las palabras y de las estrategias discursivas. A lo largo de dos siglos, tanto españoles como itzaes se enfrentaron en una sucesión de tácticas para prevalecer unos sobre otros. En particular, el discurso español se fue construyendo poco a poco a través de las crónicas y documentos que hablaban sobre los itzaes y de la gran idolatría que habían generado hacia la figura del Tzimín Chac; sin embargo, este discurso, fue superado por los propios Itza en gran parte de los Siglos XVI y XVII, ya que nunca lograron ceder ante la conquista espiritual y la evangelización de los españoles. A fin de cuentas, los conquistadores tuvieron que recurrir a las armas para consumar el dominio de estos mayas. Pero esto no significa que no hayan podido construir un discurso a través de sus fuentes. El discurso existe y es muy claro, y consistió en encontrar un objeto que representase a la idolatría, el peor enemigo de la religión católica, y después de eso otorgarle un valor demoniaco para justificar la necesaria salvación de los itzaes. Este procedimiento se usaba recurrentemente a lo largo de todo el reino de la Nueva España, y era bastante eficaz, o al menos es lo que nos han hecho creer.
El caso de Tayasal remite a una etapa muy complicada dentro de la historia del sincretismo cultural en América. Al ser este el último gran reino Maya, y probablemente el último reino mesoamericano, que se resistió a ser dominado por la fuerza española, se puede encontrar en esta historia un reflejo de lo que sucedía en otras partes del territorio americano. Este tema ejemplifica cómo es que la conquista no fue del todo efectiva, ya que existían reinos y comunidades que se mantenían independientes y fuera del orden colonial. Aun después de la caída de Tayasal y la sumisión de sus principales gobernantes, existen muchas historias sobre mayas que se rebelaban ante la organización colonial y la actual. La conquista y la Colonia fueron muy complicadas debido a que los indígenas eran obligados a cambiar sus ideas, su cosmovisión y su interpretación del mundo; y por ello es que muchos se resistieron tanto, debido a que es muy complicado cambiar la mentalidad de toda una población, a menos que fuera por la fuerza.
En toda América erradicar la idolatría fue de las tareas más difíciles a la que se enfrentaron los españoles, sino, hay que voltear a ver a nuestra sociedad actual e identificar los rasgos que vienen desde épocas pasadas. La idolatría solo logró que la resistencia se volviera cada vez más fuerte y se convirtiera en un refugio que debían defender para mantener su identidad. Hay que precisar que la identidad Itza se fue transformando a lo largo de los siglos, debido a que, por un lado recibieron a otros mayas que habían tenido contacto con españoles y “el nuevo mundo”; y por otro, porque la visión del mundo había cambiado para ellos, al saber que existían civilizaciones lejanas con otras mentalidades que venían a conquistarlos y cambiar sus costumbres. Sin embargo, los itzaes lograron defender por dos siglos su independencia, su territorio, su cosmovisión y todos los elementos culturales que preservaron a lo largo de la resistencia ante el nuevo orden.
Referencias
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Figura 1: Altar 12, Kaminaljuyú, Guatemala. Tomado de Carlos Álvarez Asomoza, 2004, Paisajes mayas. Revista Digital Universitaria 5 (7):pp. 8, México.
Figura 2: Jaguar sedente, El Baul, Guatemala. Tomado de Carlos Álvarez Asomoza, 2004, Paisajes mayas. Revista Digital Universitaria 5 (7):pp. 8, México.
Cuadro 1: Elaborado por Hernando Peniche Montfort.