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Análisis de los contextos funerarios del Grupo IV de Palenque, Chiapas: resultados preliminares
Introducción
La presente investigación pretende contribuir al entendimiento de las complejas costumbres funerarias domésticas de los Mayas del Clásico, a través del estudio de caso de las sepulturas halladas en el Grupo IV de Palenque durante la Temporada 2016 del Proyecto Regional Palenque (PREP), a cargo del Dr. Rodrigo Liendo Stuardo.
Específicamente, la investigación se funda en el estudio de las 16 sepulturas excavadas entre los meses de enero-marzo del 2016, teniendo en consideración las características arqueológicas y osteológicas de los contextos funerarios y de los individuos enterrados con el fin de profundizar la comprensión de las razones detrás de la construcción de los entierros; paralelamente, se tuvieron en cuenta como términos de comparación las sepulturas previamente excavadas en el Grupo IV, además de los hallazgos funerarios realizados en otros conjunto domésticos de la ciudad y en los templos dinásticos.
Las investigaciones arqueológicas en el área Maya han contribuido al conocimiento de los asentamientos domésticos y han revelado ciertos patrones comunes en sitios como Tikal, Copán y Palenque, entre otros, durante el periodo Clásico (300-900 DC) (Hendon 1996:47). Generalmente, las unidades habitacionales son constituidas por estructuras erigidas alrededor de una plaza, nombradas como “conjuntos patios” y suelen presentar más de una fase de construcción de las casas en donde se incorporan los complejos mortuorios (Becker 1991).
En los lugares donde la gente vive, produce y celebra su propia religiosidad, los muertos forman parte activa y contribuyen al mantenimiento de la misma casa (Hendon 2005). En este sentido, los enterramientos se ubican en lugares específicos de los espacios domésticos y están sujetos a rituales que contemplan la reapertura de las sepulturas y la manipulación de los huesos.
El Grupo IV en el sitio arqueológico de Palenque, Chiapas, ofrece una amplia perspectiva de culto dedicado a los muertos, por ser también un grupo habitacional independiente del centro cívico-ceremonial, en donde hay estructuras con función doméstica y otras que cumplen con características meramente rituales, ya que se trata de pequeños basamentos piramidales de cuerpos superpuestos y escalinatas al frente (Liendo 2016).
Ubicación del sitio arqueológico
La ciudad de Palenque – Lakamhá se ubica dentro de la región de las Tierras Bajas Noroccidentales y fue uno de los núcleos urbanos del Clásico que destacó por su complejidad.
Construida sobre una serie de terrazas naturales, el sitio fue ocupado desde el Preclásico Tardío (100-200 AC), cuando un número considerable de personas ya asentaban en la ciudad, llegando a ser, durante el Clásico Temprano (200-600), uno de los asentamientos más extensos y poblados de la región (de la Garza et al. 2012).
Con base en una clasificación en tipología de estudios de los sitios de las Tierras Bajas Mayas (Liendo 2011:22), Palenque está considerado como un sitio de Rango I. Estos sitios se caracterizan por la presencia de centro cívicos ceremoniales, plazas, juego de pelota, templos, pirámides, estructuras alargadas, arquitectura compleja e inscripciones jeroglíficas. Por esas características se estima que los sitios correspondientes a esa categoría eran los más grandes en cuanto a extensión y población (Liendo 2011).
El sitio de Palenque consta de diferentes conjuntos domésticos de magnitud variada, como por ejemplo los Grupos I, II, IV, B, C, además de los Grupos Otulum y Murciélago. Estos conjuntos presentan un patrón modular, es decir un patrón compuesto por grupos similares en forma y función en torno a patios centrales (Liendo 2016). Aquí los palencanos, en época prehispánica, desarrollaban las principales actividades domésticas y rituales, guardando parte importante al culto funerario.
El Grupo IV es una de las unidades residenciales más grandes de la ciudad de Palenque. Ubicada fuera del área central del sitio, al noroeste de la plaza principal, es uno de los conjuntos habitacionales más grandes de la ciudad. El patio central, probablemente la zona más importante del conjunto y única parte del grupo que ha sido objeto de trabajos arqueológicos, consta de varios edificios. El más grande, nombrado como Edificio J1, según la nomenclatura de Barnhart (2001), delimita, junto a J2 el patio central hacia el oeste; J3 y J4 delimitan el patio hacia la esquina noroeste. Los edificios 4, 6 y 7 rodean la plaza y presentan una estructura piramidal. Los materiales recuperados de las excavaciones en los Edificios 1 y 2 sugieren una función doméstica, mientras que los otros guardan probablemente una función ritual, por ser pequeños basamentos piramidales de cuerpos superpuestos y escalinatas al frente (Figura 1) (Liendo 2016, López Bravo 2000).
Las excavaciones en el Grupo IV
En el mes de abril de 1950 Alberto Ruz Lhuillier fue comisionado para dirigir nuevas investigaciones en la ciudad de Palenque, en una segunda temporada del proyecto subvencionado en colaboración entre el Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Institute of Andean Research con el donativo del Sr. Nelson Rockefeller (Ruz 1952). Durante las exploraciones en el Grupo IV, Ruz ingresa en el Edificio I y, en el muro posterior del cuarto central, halla el llamado Tablero de los Esclavos (Figura 2) (Ibid.). Ese tablero revela la importancia del linaje que habitaba esa unidad doméstica y del jefe de ella, Chak Suutz’, que tuvo cargos importantes durante el reinado de K’inich Ahkal Mo’ Nahb’ III (721-764), específicamente los de sajal y yajaw k’ahk’, un jefe guerrero (de la Garza et al. 2012). Probablemente, fue el más importante de los señores domésticos de la ciudad. Este relieve fue probablemente un regalo del Kuhul Ajaw en el cumpleaños 3 k’atunes de Chak Suutz’. En la escena principal se puede contemplar K’inich Ahkal Mo’ Nahb al centro y sus padres difuntos a los lados. El señor de la ciudad está representado con la cara de perfil y el torso de frente, sentado sobre dos personajes, que probablemente eran esclavos. Los personajes a los lados llevan tocados con ninfas que expresan que ya estaban muertos cuando su hijo ascendió al poder porque simbolizan la conexión con las aguas del inframundo, además del poder de los gobernantes (Ibid.). El monumento registra además las victorias guerreras del sajal hacia el oriente de Palenque en los años 723-725, en una localidad llamada K’ihná, dependiente de Piedras Negras (Bernal et al. 2005).
En los años 1960 las excavaciones realizadas por Bárbara C. Rands y Robert L. Rands (1961) conducen al descubrimiento de varias sepulturas en el patio central del Grupo IV, al punto que los autores describen el grupo como un cementerio. Se registraron un total de 13 sepulturas, la mayoría de los cuerpos enterrados se depositaron uno encima del otro en una sola cista, y otros se hallaron en varios entierros individuales.
También en los años 1992 y 1993 con el Proyecto Especial Palenque, se realizaron diversas excavaciones que permitieron la localización de por lo menos cuatro contextos funerarios en este grupo doméstico y la recuperación de material como figurilla, incensarios y cerámica (López Bravo 2000). El importante descubrimiento de un incensario de piedra habla de dos personajes anteriores a Chak Suutz’, subrayando sus roles en el ámbito político de la ciudad. B’aas U Chih Aj Sik’ab fue nombrado sak hun-il (el 20 de mayo 608 DC), un cargo sacerdotal, durante el reinado de Janahb Pakal I. Dos años más tarde (25 de diciembre 610 DC), el mismo gobernante confirió el oficio de yahaw k’ahk’ a Aj Sul, que un siglo después será realizado por su descendiente Chak Suutz’.
A partir del 2016, con el Proyecto Arqueológico “El Paisaje Urbano de Palenque: una visión regional” a cargo de Rodrigo Liendo, se llevaron a cabo varios estudios en el Grupo IV, con la finalidad de obtener una muestra significativa del material arqueológico de varios tipos ( cerámica, lítica, osamentas, restos de paleofauna, paleobotánica, muestras químicas, etc.) con el fin de comparar el resultado de los análisis realizados de temporadas de campo anteriores, provenientes de sitios dependientes de la ciudad de Palenque en su región inmediata (Liendo 2016).
Durante los meses de enero-marzo del 2016, el PREP realizó excavaciones en la forma de pozos de sondeo y de operaciones extensivas en el patio principal del Grupo IV, enfocándose en la esquina noreste, en frente de los edificios con función ritual. Además, la arqueóloga Lisa Johnson, estudiante de doctorado en la Universidad de Berkeley llevó a cabo la excavación del Edificio J7, para averiguar la posible naturaleza de templo funerario del mismo, siempre en el marco del PREP.
Conceptos y metodología Sepultura e individuo
En este trabajo se ha abordado el tema del análisis de los entierros con base en la clasificación de algunas características específicas. Los trabajos de varios autores han permitido el desarrollo y la afinación de metodologías con base en la identificación de las cualidades de los difuntos y de los contextos funerarios en su totalidad (Binford 1971; Nuñez 2012) Pese a eso, existe una confusión general con respecto a la nomenclatura; de hecho, en varios informes de excavaciones y en varios trabajos no se logra distinguir de forma clara la relación entre las sepulturas (o entierros) y los enterrados, llevando a problemas tanto en el registro de campo, como en la interpretación de los datos. Por ende, para los fines de la presente investigación resulta quizá útil separar los atributos de la “sepultura” de las características del “individuo”.
Arqueológicamente, el primer concepto se refiere al resultado de un conjunto de gestos funerarios (Duday 1997:92) llevados a cabo después de la muerte de una persona y que conlleva el enterramiento del difunto o de sus restos. Las acciones descritas por Henry Duday abarcan una gama de actividades que van desde las prácticas pre-deposicionales (como cierto tipo de tratamiento del cuerpo y de arreglo del contexto funerario); deposicionales (acomodo del cuerpo y del material funerario); y post-deposicionales (reapertura de la tumba, reducción, re-inhumación, manipulación de las osamentas, etcétera) (Tiesler 2006: 80-84; Duday 1997: 92); y se necesita que sean actos “intencionales” (Duday 1997:92). El estudio analítico de estas acciones suporta la interpretación de los contextos mortuorios. Específicamente, en este estudio se tuvieron en consideración: 1) la ubicación en el interior del conjunto doméstico; 2) el tipo de contenedor funerario; 3) el tipo de depósito (individual o colectivo); 4) los materiales asociados; 5) evidencia eventual de reingreso y manipulación del contenido óseo y material.
El “individuo” es un sistema orgánico, un cuerpo pensante que reflexiona, socializa, reproduce y se reproduce (Tiesler 2006:52). Esta definición hace hincapié tanto en la individualidad de la persona, como en su vínculo con el entorno social. En los registros mortuorios, las osamentas son los restos del individuo y son un elemento integrante fundamental del entierro, al punto que el enterrado representa la principal razón de ser de un contexto funerario (Tiesler 2006: 87). Además, el esqueleto es involucrado en algunos de los gestos funerarios que resultan en la creación del contexto mortuorio (para ejemplificar, el acomodo de los restos óseos es parte de las acciones descritas por Duday, aunque se podría identificar como característica del individuo). A pesar de esta estrecha relación, el individuo existe también afuera del enterramiento, antes de su muerte y en otros contextos fúnebres no intencionales (Ortega 2007:42). Cada difunto cuenta con una historia biológica y social que afecta la forma en que la comunidad piensa acerca de él; el resultado de eso a la hora de la muerte es la construcción de contextos muy diversos que dependen de los atributos personales y de cómo la comunidad concibe al difunto (Terraza Mata 2007:16).
Las características de los individuos son las que pueden dar a los investigadores detalles acerca del estado biológico y social de las personas cuando estaban en vida. En el presente trabajo se tuvieron en cuenta los rasgos biológicos básicos (sexo y edad a la muerte) y el acomodo del contenido óseo: 1) clase (primario o secundario); 2) tipo (directo o indirecto); 3) posición; 4) orientación del cráneo. Cabe recordar una vez más que estos últimos atributos, pese a su asignación por cada individuo, son elementos constitutivos del entierro.
Para realizar dicha clasificación, se aplicaron conjuntamente métodos arqueológicos, a través de la observación y el registro en campo, y osteológicos, con análisis en laboratorio.
Metodología de trabajo de campo
Las excavaciones del Grupo IV por el PREP se fundaron en la implementación del método de la Matriz de Harris (Harris 1979). Según el investigador británico, el análisis detallado de la estratigrafía arqueológica se obtiene a través de la identificación de los distintos estratos que forman parte de ella. Un estrato (o Unidad Estratigráfica, según la terminología de Harris) se distingue por diferencias de color, textura y composición y cada uno de ellos es interpretado como un evento realizado en tiempos antiguos. Después del reconocimiento de los estratos (que en la nomenclatura del PREP se nominaron Locus; Liendo 2016) se lleva a cabo la correlación entre las unidades para entender la secuencia de depósito.
El mismo método se utilizó para la excavación de las sepulturas; cada contexto funerario se describió como una serie de Loci, los cuales reflejan las actividades constructivas que llevaron a la formación de la sepultura. Los restos óseos también fueron identificados como estratos: específicamente, a cada individuo que se reconoció en campo fue asignado un número de Locus. El objetivo era reconstruir la secuencia estratigráfica del entierro y, en el caso de sepulturas múltiples, entender los momentos de depósito de los diversos individuos.
Sin embargo, la alteración natural y artificial que siempre modifica el registro arqueológico, complicaría la interpretación de los contextos (Schiffer 1987). Para resolver esta problemática, se recurrió al estudio de la tafonomía de campo (Duday 1997) con la finalidad de averiguar la naturaleza intencional de los gestos funerarios y distinguir los comportamientos rituales de otros tipos de perturbaciones.
Trabajo en laboratorio
Las osamentas halladas durante la temporada 2016 se encuentran actualmente en el Laboratorio de Antropología Física de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en la Ciudad de México, bajo la supervisión de la Dra. Lourdes Márquez Morfín. A lo largo del último año, se ha empezado el análisis osteológico de los esqueletos, con base en la observación de rasgos macroscópicos para el diagnóstico del sexo, edad a la muerte, patologías óseas, estatura. Además, se está incluyendo el reconocimiento de prácticas bioculturales comunes entre los Mayas, como modificación cefálica y decoración dental.
En la presente investigación, se han tenido en consideración solamente el sexo y la edad de los individuos.
Resultados
En los análisis preliminares se contaron aproximadamente los restos de unos 32 individuos en esta muestra, aunque es probable que puedan ser más. La muestra de individuos excavados es diversa y está compuesta por individuos de todas edades y de ambos sexos, temporalmente ubicados en un periodo de aproximadamente unos 400 años (450 DC – 830 DC) (Liendo 2016). Propiamente, se distinguieron 5 sub-adultos y 13 adultos: con respecto a la determinación del sexo, 5 son mujeres y 9 son hombres, aunque cabe mencionar que el diagnóstico de dos individuos masculinos no está seguro.
Clase (individuos primarios y secundarios)
Cuando se habla de individuos primarios los investigadores se refieren a osamentas que se hallaron en el mismo lugar donde se descompuso el cuerpo (Núñez 2012); al contrario, un esqueleto secundario fue modificado culturalmente como consecuencia de diversos tipos de actividades rituales (reducción, alteración de los restos óseos, deposición de bultos).
La mayoría de las sepulturas contenían individuos secundarios (23 individuos), mientras que se hallaron solamente 10 esqueletos primarios. En la definición de secundarios se incluyeron tanto los restos óseos de individuos que perdieron su tejido blando en un lugar y, después, fueron traslados a otro lugar o movidos en el interior de la misma cista (17 individuos), como los que fueron encontrados en el lugar en que se descompusieron, que sin embargo presentan evidencia de haber sido manipulado de alguna forma (primarios incompletos o reducidos, según la terminología de Duday 1997; 6 individuos). Los primeros no se encuentran anatómicamente articulados, mientras que los segundos se caracterizan por tener parte del esqueleto articulado, sin embargo, sobresale la falta de algunos huesos. El estudio de la tafonomía y de los contextos funerarios permitió diferenciar este segundo tipo de entierros de los individuos primarios, los restos de los cuales no llegaron completos debido a cuestiones de conservación (Sepulturas 2 y 6), a menudo debido a la sepultura en rellenos constructivos.
Ambas clases aparecen en individuos de ambos sexos y de todas las edades, haciendo pensar que todos los componentes de la unidad doméstica podían estar involucrados en los mismos patrones rituales.
Tipo de depósito
Para los fines de la investigación, se ha distinguido entre depósito individual y colectivo. Las osamentas de cada individuo se registraron con el número de sepultura, más una letra del alfabeto conforme se encontraron en los contextos. Básicamente, el esqueleto que se halló primero en la sepultura se nombró con la letra A, el segundo con la letra B, etcétera (ejemplo: el individuo 1-A es el primero encontrado en la sepultura 1). Los análisis de laboratorio proporcionaron información con respecto al número de individuos de cada entierro, llegando algunas veces a modificar el registro de campo. Resumiendo los resultados, de las 16 sepulturas, 5 son individuales, mientras que en 7 de ellas se hallaron más de un esqueleto, con 2, 3 y hasta 4 individuos.
La Sepultura 1 representa un caso particular, porque está formada por 3 cistas superpuestas, que contienen en total 5 individuos (Cista 1: un individuo; Cista 2: 2 individuos; Cista 3: 2 individuos). Interesantemente, es probable que las nuevas cistas se construían modificando los contextos anteriores sin embargo, dejando evidencia de una conexión entre ellos. Justamente por eso, se prefirió considerarlas como parte de una misma sepultura, teniendo en consideración que se trata de tres eventos distintos.
Cruzando los datos sobre los depósitos con el sexo de los enterrados se notó que en una misma sepultura puede haber tanto individuos femeninos como masculinos; con respecto a la edad, de los pocos infantes encontrados en el Grupo IV casi todos son parte del depósito de la Sepultura 1, de la cual se hablará más a detalle en el siguiente apartado.
Con la finalidad de entender la secuencia de depósito y los gestos rituales se buscaron las evidencias de reapertura de los entierros. De hecho, en el Grupo IV se hallaron varias sepulturas que fueron objeto de reingreso (Cista 3, Sepultura 1; Sepulturas 4, 5, 7, 11, 12, 13, 18). Las evidencias de reapertura que se tuvieron en cuenta son: la ausencia de algunas lajas de cubierta (a veces relacionada con presencia de relleno en las sepulturas, hecho que a menudo es interpretado como el gesto de sellar el entierro, como en la Cista 3 de la Sepultura 1 y en la Sepultura 11) (Figura 3); la presencia de un marcador (Sepultura 13) (Figura 4); y la presencia de individuos primarios incompletos.
A continuación se analizaron las sepulturas cruzando los datos sobre el tipo de depósito y la clase de los individuos. Las sepulturas individuales pueden contener individuos primarios (2 ejemplos en el Grupo IV) o secundarios (4 ejemplos). Entre los entierros secundarios, se encontraron primarios reducidos (Sepulturas 13 y 18) e individuos secundarios, depositados como bultos (Sepultura 15) o como consecuencia de la alteración de un individuo originalmente primario (Sepultura 11).
Las sepulturas múltiples usualmente contienen un individuo primario y restos de uno o más esqueletos secundarios. Interesantemente, el individuo primario siempre es el último que fue depositado. En el caso de la Sepultura 1, las cistas superpuestas parecen representar tres eventos diferentes si se tiene en consideración la secuencia de los individuos. La Cista número tres contiene dos individuos: un adulto primario incompleto en posición de decúbito dorsal con las piernas flexionadas a la izquierda (E) y un niño primario en decúbito dorsal extendido (D), hallado ligeramente encima del adulto (Figura 5). La cista estaba tapada con lajas en la parte norte, mientras que la sección sur del entierro estaba rellenado. El individuo incompleto y el relleno que sustituyó las lajas de cubierta en esa parte demuestran que la sepultura fue reabierta por lo menos una vez y después sellada con tierra (Figura 3).
Encima, los habitantes del Grupo IV remodelaron otra cista, donde sepultaron un infante primario en decúbito dorsal extendido (B), junto con algunos huesos secundarios de un adulto (C); es difícil afirmar si la deposición de los dos individuos ocurrió durante un solo evento ritual o si hubo un reingreso de la sepultura. Para la construcción de la Cista 1, los palencanos volvieron a remodelar la sepultura para depositar un infante primario en decúbito dorsal extendido (A).
Resumiendo, hay evidencia de por lo menos cuatro eventos rituales alrededor de la Sepultura 1: al principio se depositó el Individuo E; luego de un tiempo, hubo un reingreso de la cista, que involucró la remoción de algunos huesos del adulto (por ejemplo, el cráneo) y la sepultura del individuo D; este evento terminó con la definitiva clausura de la cista; el tercer momento, se caracteriza por la remodelación de la cista anterior y el entierro del individuo B, tal vez junto con las osamentas secundarias del individuo C; finalmente, se redujo ulteriormente la cista para depositar al individuo A.
La Sepultura 1, además de contener los únicos infantes primarios encontrados en el conjunto, se distingue de las demás por su secuencia de depósito. A pesar de la aparente separación entre los tres entierros, la remodelación continua de la cista y la insistencia en utilizar el mismo lugar para sepultar a los muertos podrían ser evidencia de la relación entre las cistas y, quizás, entre los individuos enterrados.
El único caso de entierro caracterizado por contener solamente individuos secundarios es la Sepultura 8; este contexto se diferencia de las otras sepulturas múltiples por ser probablemente uno o más bultos formado por las osamentas de varios individuos (aún no se sabe el número preciso) depositados en un único momento.
Posición y orientación
La mayoría de los individuos descansaban en decúbito dorsal extendido, con el cráneo orientado hacia el norte, lo cual representa un patrón común en la ciudad de Palenque; sin embargo, aparecieron algunas excepciones a este patrón. Los hombros del individuo E (adulto) de la Sepultura 1 se encontraban en decúbito dorsal, pero las piernas estaban muy flexionadas sobre el cuerpo y a la izquierda (Figura 6); el individuo A de la sepultura 13 (adulto) se encontró en decúbito lateral izquierdo (Figura 4), también muy flexionado. El individuo B de la sepultura 4 (adulto) se halló posicionado en decúbito ventral, al parecer el único que se encontró en esta posición durante la excavación. La casi totalidad de los individuos de que se pudo detectar la orientación están orientados al norte; la única excepción podría ser el individuo A de la sepultura 4, un depósito secundario que originalmente podría haber estado orientado al sur.
Ubicación espacial y temporal
Antes que todo, cabe mencionar brevemente el hallazgo de la Sepultura 18, en el interior de la estructura J7. Adentro del edificio se encontró una primera etapa constructiva en la forma de un altar, debajo del cual se encontró un entierro. Este estaba sellado con cuatro estratos de lajas y dos de estuco, además del mismo altar. Se trata de una cista formal, excavada en la roca madre (saprolito), cuyo eje largo se extiende de sur a norte y con nichos simétricos en los lados este y oeste. Contenía un individuo masculino de unos 30-35 años, depositado en decúbito dorsal extendido orientado al norte, cuyas osamentas fueron alterada en algún momento, probablemente antes de la construcción del altar y del sello de la sepultura con las lajas y el estuco. La cerámica encontrada en el entierro y posteriores fechas a través del método del radiocarbono permitieron fechar el contexto al Clásico Temprano (Fase cerámica Motiepá, 500-600 DC.; Johnson, 2016).
Gracias al registro tridimensional y a la utilización de la estación total, se conoce la localización exacta de cada sepultura en el interior del conjunto habitacional. Todos los contextos funerarios descubiertos durante la temporada 2016 están ubicados en la esquina noreste del grupo, asociados con los edificios J6 y J7. La temporalidad precisa de cada uno aún no se ha determinado como todavía no se han definido bien todas las etapas constructivas de la plaza, sin embargo, se pudieron distinguir por lo menos dos niveles de entierros: el más antiguo consiste en sepulturas excavadas en el terreno estéril de saprolito, probablemente contemporáneos o de poco posteriores al entierro 18 de la Estructura J7 (3 sepulturas); el segundo nivel abarca las sepulturas ubicadas hacia el centro del patio y relacionadas con el edificio J6 (13 sepulturas) (Figuras 7 y 8).
Los entierros de los dos niveles presentan características diferentes. Las sepulturas en roca madre son depósitos secundarios, colectivos (Sepultura 8) o individuales (Sepultura 15) (Figura 9), incluyendo un individuo primario reducido en decúbito lateral flexionado (Sepultura 13) (Figura 4). Mientras tanto, los entierros del nivel menos profundo están acomunados por ser depósitos colectivos compuestos por individuos tanto secundarios como primarios. Además, la disposición de las sepulturas es muy ordenada probablemente por responder a un patrón preestablecido: la mayoría son cistas formales, formadas por piedras careadas y cubiertas por lajas, yuxtapuestas paralelamente una al lado de la otra. Cabe mencionar que en esta zona del conjunto no se encontraron entierros a nivel de la roca madre. Significativamente, los contextos funerarios encontrados por Rands y López Bravo guardan un orden parecido al descrito arriba.
Materiales asociados
El significado de las ofrendas de los entierros Mayas aún no es bien claro a los investigadores. Entre las diversas teorías al respecto, se argumentó que el acomodo del contexto funerario en su conjunto puede representar escenas de vida cotidiana (PereIra y Michelet 2003) o bien que los materiales enterrados están vinculados con el destino pos-muerte de los difuntos (Fierer-Donaldson 2012). De cualquier manera, en la presente investigación se consideró a los objetos de ofrenda como vinculados a ideas religiosas colectivas y, al mismo tiempo, a los atributos individuales de los enterrados (Fierer-Donaldson 2012).
Casi todas las sepulturas contenían ofrendas, excepto la Cista 2 de la Sepultura 1 y las Sepulturas 10 y 13. La mayoría de las ofrendas son vasijas de cerámica (cuencos, cajetes y platos) asociadas con algunas partes del cuerpo de los individuos. La mayoría se encuentran cerca de las piernas, aunque en la Sepultura 6 se encontró un plato asociado con la pelvis del individuo enterrado. Si el individuo A de la Sepultura 4 estaba originalmente orientado hacia el sur puede ser que los cajetes que se encontraron en la parte sur de la cista estaban relacionados con el cráneo del individuo. Sin embargo no está claro con cuál de los individuos estaban asociadas las vasijas.
Los materiales de ofrenda más comunes son: cuentas de piedra verde (sobre todo asociadas a los cráneos); huesos de animales; agujas y malacates; espinas de mantarraya; lascas de obsidiana (enteras o fragmentadas). Ellos se hallaron relacionados con individuos de todas las edades y de ambos sexos.
Es interesante la presencia de cristales de cuarzo, que no se han encontrado en contextos diferentes de las sepulturas (Figura 10a). Los demás restos de cuarzo que se hallaron en la excavación son desechos de talla o piedras redondeadas, probablemente usadas como pulidores. Utilizando paralelos etnográficos, los investigadores han descrito este material como un instrumento empleado por los funcionarios religiosos para practicar la adivinación y comunicar con lo sobrenatural (Brady y Prufer 1999). Arqueológicamente, los individuos enterrados con cristales de cuarzo han sido identificados como antiguos chamanes, como por ejemplo el famoso “El Brujo” hallado en Copán (Fash 1983). Los dos cristales que se pudieron asociar a individuos, se encontraron relacionados a dos adultos, un hombre y una mujer. Aunque podría ser un riesgo utilizar la etnografía para determinar el papel social de individuos prehispánicos, la escasez de cristales de cuarzo en entierros y la asociación de ellos con las cuevas y el Inframundo (Brady y Prufer 1999), hacen que sea probable que estas personas jugaran un rol particular, probablemente relacionado a prácticas religiosas, en el interior de su unidad doméstica y, quizá, en la ciudad. Guillermo Bernal (2005) habló de la posibilidad de que en Palenque a lo largo de todo el Clásico existieran familias que ejercían cargos religiosos particulares al servicio de los dinastas y de la ciudad entera. Por ende, la presencia de personas sepultadas con cuarzos podría ser evidencia de algún rol peculiar del Grupo IV, aunque se trate de una teoría aún para averiguar.
Otro punto interesante tiene que ver con la presencia de agujas de hueso y malacates hechos de varios materiales (piedra caliza, cerámica, hueso) (Figura 10b). En el conjunto 9N-8 de Copán, Julia Hendon (1997) reconoció la importancia de la actividad del tejido para la construcción de lo “femenino” en los conjuntos domésticos de alto estatus. Sus resultados coinciden con lo argumentado por Patricia McAnany (2010) acerca de la presencia de objetos vinculados con el tejido en sepulturas de mujeres pertenecientes a las casas gobernantes. En el Grupo IV se halló una gran cantidad de agujas y malacates, asociados con individuos masculinos y femeninos. Siguiendo lo inferido por Hendon y McAnany, podríamos pensar que en el Grupo IV tejer era una actividad realizada por individuos de ambos sexos.
En el cajete de la Sepultura 11 se encontró un fragmento de material orgánico, que los análisis definieron hecho de fibra de pochote (un tipo de ceiba). La fibra no parece estar entretejida. Otros materiales que no se encontraron con frecuencia son un silbato de cerámica (Sepultura 3), un sello también de cerámica (Sepultura 2), una semilla de Chico Zapote (Sepultura 8), conchas olivas perforadas (Sepultura 10).
Los adornos personales son mucho más difícil de encontrar. De todos los individuos excavados, hay solamente dos individuos sepultados con estos materiales: el individuo de la sepultura 18, que fue enterrado con un par de orejeras de concha, dos orejeras de jadeíta y una grande cuenta tubular de jade color verde manzana (Figura 10b); además, el individuo A de la Sepultura 1 también fue enterrado con un collar de dientes de animal, probablemente de perro.
Conclusiones
Los trabajos de excavación llevados a cabo por el Proyecto Arqueológico “Grupo IV: Un estudio interdisciplinario de un espacio residencial en la antigua ciudad de Lakamhá”, en el marco del PREP, representan el primer esfuerzo de un estudio extensivo y detallado de un conjunto doméstico de la antigua ciudad de Palenque. La finalidad del sub-proyecto es averiguar la naturaleza de las relaciones socio-económicas en el interior de una unidad social palencana, además de entender los vínculos que ella mantenía tanto con la dinastía gobernante, como con otros conjuntos domésticos urbanos y con los sitios rurales (Liendo 2016). Estos trabajos permitieron confirmar la importancia del componente ritual en los procesos de construcción y reproducción de la unidad doméstica, rasgo común en toda el área Maya. Sin embargo, adentro de esta semejanza general, existen atributos típicos del Grupo IV, a veces compartidos con otros conjuntos domésticos de la ciudad y otros sitios de la región, a veces peculiares del grupo.
Sobresale la falta de aparente “lógica” en la distribución de las características que se tuvieron en consideración, que vuelve complicado distinguir los entierros en categorías bien definidas. Al parecer, la complejidad de los rituales funerarios domésticos era una característica de las casas Mayas en el Clásico Tardío, como demuestran estudios realizados en otros sitios de las Tierras Bajas. En el caso del Grupo IV, los resultados preliminares presentados revela por el momento solamente un patrón claro, es decir las diferencias temporales. Sin embargo, prácticas parecidas se encuentran en los entierros de ambos niveles (reingreso de los entierros, primarios incompletos, entierros flexionados, bultos secundarios); la deposición de individuos secundarios y primarios en el mismo contexto manifiesta un cambio de la ritualidad de los palencanos, sin embargo siempre en el marco de una tradición religiosa que abarca por lo menos 400 años de actividad cultural. Los rituales de los habitantes de la unidad doméstica modificaron sus prácticas funerarias, probablemente como forma de adaptación a cambios sociales internos al grupo y, al mismo tiempo, externo.
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Figura 1: Estructura J7, tomada de Johnson 2016.
Figura 2: El llamado Tablero de los Esclavos, tomada de Ruz 195.
Figura 3: Cista 3 de la Sepultura 1; se nota la modificación del contexto mortuorio.
Figura 4: Sepultura 13: individuo adulto en decúbito lateral flexionado, que presenta evidencia de reapertura y alteración.
Figura 5: Dibujo digitalizado de los dos individuos de la Cista 3 de la Sepultura 1, continente un infante primario (individuo D) y un adulto secundario (individuo E).
Figura 6: Cista 3 de la Sepultura 1, Individuo E en posición flexionada.
Figura 7: Nivel de sepulturas más reciente, archivos del PREP, modificada por De Tomassi.
Figura 8: Nivel de sepulturas más antiguos, con entierros excavados en la roca madre, archivos del PREP, modificada por De Tomassi.
Figura 9: Sepulturas 8 (derecha) y 15 (izquierda), separadas por una pared de piedra.
Figura 10: Ejemplos de ofrenda encontradas en los entierros hallados en la temporada 2016: a) cuarzos procedentes de la Sepultura 5, tomada por R. Vilchis Silva; b) ofrendas de piedra verde, concha y un malacate de caliza, tomada por L. Johnson.