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Investigaciones recientes al nexo de Piedras Negras, Toniná, Palenque, Yaxchilán y Sak Tz’i’
Introducción
Los modelos del mundo político y económico de los reinos Mayas durante el periodo Clásico (250-900 DC) frecuentemente asumen una perspectiva jerárquica, con la sugerencia de que las cortes reales controlaban el intercambio, los conflictos, y el uso del paisaje para la producción y transporte de recursos cotidianos y rituales. La visibilidad obvia de personajes poderosos de la realeza o nobleza en los datos epigráficos y arqueológicos es en gran parte el resultado de las intenciones de estos individuos, dado a que precisamente tal presentación de poder era el intento de los gobernantes Mayas y sus aliados. Sin embargo, la presentación de un modelo de control jerárquico promueve una visión que necesariamente ignora amplios segmentos de la población dentro de los centros urbanos al igual que en la periferia rural. Las acciones de esta gente común, tanto como individuos y como comunidades, tuvieron efectos políticos, económicos y ambientales, al igual que sus actividades cotidianas infundieron el paisaje con significado, ya sea de manera material y duradera al igual que efímera (Davenport y Golden 2015).
Arqueólogos de paisaje han adoptado la teoría del capital de paisaje, o “landesque capital,” como un marco útil para comprender la economía política ligada al uso de las tierras productivas y como esto se relaciona a los cambios temporales y espaciales documentados en el paisaje. El capital de paisaje se refiere a los cambios antropogénicos en el entorno construido del paisaje que se va acumulando a través del tiempo, creando capital duradero como parte de la tierra de la que generaciones subsecuentes se pueden aprovechar (Brookfield 2001; Sen 1968). En esta ponencia se ofrece una aplicación preliminar del concepto de capital de paisaje a los resultados de las investigaciones realizadas por los autores y otros colegas desde el 2010 como parte del Proyecto Arqueológico Busilja-Chocolja, en la zona fronteriza al oeste de Piedras Negras (Fig.1). Allá, en la vecindad del centro político secundario de La Mar, se encuentra el nexo de las redes de intercambio, conflicto y la colaboración entre los reinos de Piedras Negras, Toniná, Palenque y Sak Tz’i’.
El concepto de capital de paisaje
El concepto de capital de paisaje se aplicó originalmente a los rasgos agrícolas construidos durante el transcurso de varias generaciones. Una vez establecidas estas obras se pueden mantener con una inversión laboral mucho menos onerosa que la del costo original de su construcción. Es un tipo de capital que se encuentra arraigado al paisaje, donde su valor es creado mediante su uso durante generaciones, al igual que por el bajo costo de su mantenimiento. No se puede separar tal valor del mismísimo paisaje (Brookfield 1984; Blaikie y Brookfield 1987:9; Widgren 2007). Erickson y Walker (2006) exitosamente aplicaron este concepto aplicándolo a rasgos antropogénicos no solamente agrícolas en las Américas, tales como caminos, calzadas elevadas, y canales que facilitan el movimiento de bienes y de personas a una escala local y regional. Los cambios en la experiencia y las percepciones del paisaje son también tangibles si adoptamos la perspectiva de “vivienda” o “dwelling” de Tim Ingold (1993), la cual sugiere que el paisaje representa un tipo de actuación solidificada en el cual se puede percibir la realización de las relaciones sociales, mientras que, al mismo tiempo, el paisaje también sigue impactando e influyendo dichas relaciones sociales. De esta manera el mantenimiento y el control del movimiento a través del paisaje se puede entender no solamente como expresiones del poder centralizado de un estado jerárquico, sino también al nivel o escala de la comunidad, organizado en las necesidades locales y las transformaciones de valores económicos y experiencias locales.
Aplicación de capital de paisaje en las Tierras Bajas Mayas occidentales
La naturaleza del asentamiento disperso pero relativamente continuo en las Tierras Bajas Mayas occidentales durante el Clásico Tardío proveyó oportunidades para que diversas comunidades tuvieran acceso y control diferencial sobre las rutas de transporte y las áreas de producción agrícola en la cuenca del rio Usumacinta. Dentro de la Cuenca del Usumacinta se pueden identificar capital de paisaje en los rasgos hidrológicos y la intensificación de campos agrícolas en la forma de represas, campos canalizados, y terrazas. Además, podemos seguir a Erickson y Walker en su aplicación del concepto de capital de paisaje a otros rasgos del paisaje en la región, incluyendo senderos peatonales, “viewsheds” o vistas sobre el paisaje, calzadas elevadas (o sacbeob), accesos a los ríos, cuevas, en adición a barreras que restringen el movimiento, ya sea de mediante el paisaje natural o construcciones como fortificaciones (Golden et al. 2008).
En el terreno accidentado de la Sierra Lacandona, los Mayas ocuparon los cañones y desfiladeros entre las montañas para facilitar, al igual que impedir el movimiento, provocando en unas instancias conectividad, y en otros el conflicto, entre los asentamientos. Además, se necesita considerar rasgos como las cumbres de cerros y otros puntos altos que impactan la visibilidad sobre el paisaje, puntos estratégicos donde las comunidades pudieron controlar rutas de transporte terrestre importantes, participar en paisajes rituales, y donde las fuerzas militares y los administradores políticos tenían la oportunidad de apreciar la extensión amplia de sus territorios (Golden y Davenport 2013). Frecuentemente, se piensa que las vistas son rasgos estables y estáticos dentro del paisaje natural. Sin embargo estas vistas requieren mantenimiento: hay que cortar árboles, abrir brechas, construir plataformas y más. Existe evidencia abundante de estas obras en la zona del Usumacinta, y con mayor frecuencia en las zonas de conflicto entre los reinos rivales.
El control local sobre tales tipos de capital de paisaje impactó directamente al intercambio económico. Según los resultados de las investigaciones anteriores, los bienes como el jade y la obsidiana no bajaron en frecuencia ni en cantidad de manera linear con su distancia desde las fuentes en el valle del rio Motagua y las Tierras Altas hacia las Tierras Bajas Occidentales. Tampoco fue necesariamente posible para los gobernantes de las capitales políticas acumular riquezas en exceso a la de sus sujetos en las periferias políticas, tal como se esperaría si el poder y control se propagara como los rayos del sol desde la sede real. Por su parte, cuando se compara las cantidades de jade y obsidiana excavadas en ciudades como Palenque y Yaxchilán, parece ser que Piedras Negras permaneció aislado físicamente y económicamente del intercambio de materiales líticos (Garcial Moll 2004; Golden et al. 2012; Ruz Lhuiller 1973). Por ejemplo, mientras que los entierros de los reyes de Palenque y Yaxchilán estaban casi envueltos en jade y otras riquezas, los gobernantes de Piedras Negras fueron enterrados con cuentas de barro pintadas de verde (Barrientos, et al. 1997; Butler 2005: 128; Coe 1959).
Al contrario, los centros políticos secundarios y terciarios en los alrededores de Piedras Negras tuvieron mejor acceso a los materiales líticos importados. Por ejemplo, las excavaciones en una sola unidad de 2.0 x 2.0 m en una estructura del sitio de Budsilha ha brindado evidencia de un taller de navajas de obsidiana. En el transcurso de un día y en tan solo una parte de la unidad se recuperó más obsidiana de lo que ha sido descubierto en más de diez temporadas de campo en Piedras Negras. Más allá de la cantidad, es importante notar la presencia de cada etapa de producción de navajas de núcleos poliédricos (Scherer et al. 2013). También es interesante notar que a pesar de la escasez de jade en Piedras Negras, los pobladores actuales en la vecindad del sitio arqueológico Flores Magón, unos kilómetros al noroeste de Budsilha, recuperaron un trozo de jade de aproximadamente 5.0 kilogramos cuando la maquinaria que construía la carretera fronteriza aplastó varias estructuras del sitio (Golden y Scherer 2011).
Aunque muy limitado, la evidencia sugiere que los administradores locales y miembros de las comunidades en los asentamientos más modestos, tales como Flores Magón y Budsilha, tuvieron el poder de importar y producir objetos de valor a través de las redes de intercambio que existían de manera paralela a, o simplemente que sobrepasaban, las rutas de las ciudades reales. La presencia significativa de cerámica distribuida en la zona de Palenque y Chinikiha en el sitio de Budsilha, a pesar de la proximidad de este sitio a Piedras Negras al igual que otras similitudes con tal centro dinástico, ofrece aún más evidencia acerca de esta posibilidad (Jiménez Álvarez et al. 2014). Existe la posibilidad que los actores no reales de estos sitios menores se encontraban más integrados con el intercambio económico regional y extra-regional que la nobleza y la familia real de una ciudad tal como Piedras Negras. Esta es una posibilidad que Mark Golitko y Gary Feinman (2015) han explorado de forma más amplia en toda Mesoamérica.
La capacidad de tales comunidades en participar, y posiblemente controlar parte de las rutas y redes de intercambio se relaciona a sus posiciones en los nodos de transporte. Los sitios secundarios, en particular centros como La Mar y El Cayo, están ubicados en los nexos de rutas de costos mínimos que conectan las capitales de Toniná, Sak Tz’I’, Yaxchilán, y Piedras Negras (Anaya Hernández 2001). El paisaje quebrado de la cuenca alta del Usumacinta restringe en parte el movimiento sobre la tierra y el agua, y con una inversión mínima fue posible mantener control sobre los pocos pasos a través de las sierras, además que las playas y otros lugares de porteo en los ríos como parte del capital de paisaje.
Armando Anaya Hernández (2001) y Mario Aliphat Fernández (1994) han identificado los valles mexicanos y guatemaltecos que corren desde el sureste hacia el noroeste de forma paralela al Usumacinta como las rutas terrestres más importantes para la integración política y la competición entre las numerosas comunidades y reinos del Clásico tardío en la zona entre Palenque y Yaxchilán. A esto se le agrega también los valles y cañones restringidos que corren de dirección perpendicular al río, particularmente el camino entre Toniná (hoy Ocosingo) y La Mar, que todavía funcionan para viajeros peatonales y en vehículos, además de los senderos que cruzan desde el río Usumacinta al este hacia el río San Pedro y el centro de Petén.
Durante el Clásico tardío, estos valles se convirtieron en recursos contestados y controlados mediante fuerza militar. El mantenimiento y el control de este capital de paisaje se incorporó dentro de las estrategias políticas de los diversos reinos para así controlar el movimiento (Golden et al. 2008). Anaya Hernández (2001) ha generado modelos con SIG que sugieren los posibles límites políticos de los reinos en la región del Usumacinta, que corresponden en parte con los accesos controlados. Al mismo tiempo Scherer y Golden (2009; 2014) han identificado arqueológicamente la presencia de sitios de guarniciones construidos con un propósito militar en lugares como Chicozapote, Tecolote, y La Pasadita. Estos sitios están asociados con murallas y atalayas, las cuales representan una estrategia militar por parte de los gobernantes de Yaxchilán con la meta de proteger, delimitar y expandir la periferia de su reino.
Sin embargo, como ha notado David Carballo (2013: 10), la construcción y mantenimiento de rasgos defensivos como murallas y empalizadas son de beneficio público para la comunidad, y una forma de capital al nivel local. Los arqueólogos deben entonces considerar los costos y beneficios para la comunidad y no solamente para el reino completo o la corte real. De esta manera, mientras se consideran las razones por la cual los gobernantes de Piedras Negras no enfocaron tanto esfuerzo o recursos en la fortificación de sus fronteras políticas como lo hicieron sus contrapartes en Yaxchilán, también es importante considerar que tal vez los habitantes no reales del territorio no percibieron ningún beneficio en la ocupación e inversión laboral a través de las generaciones en una frontera contestada y peligrosa.
Empalizadas locales
Ciertamente, en zonas fronterizas como La Mar se encuentra evidencia de rasgos defensivos enfocados en la protección del mismísimo asentamiento. La región al oeste de La Mar espera más reconocimiento arqueológico. Sin embargo, dado a la naturaleza escabrosa del terreno, una conclusión lógica sugiere que el movimiento a través del paisaje montañoso hubiera sido restringido a los desfiladeros y valles estrechos que pasan al oeste hacia Toniná, y al este hacia el Usumacinta y Piedras Negras. Los modelos de rutas de costo mínimo, al igual que el movimiento de gente moderna que todavía cruzan la sierra a pie, indica claramente que el sitio de La Mar y sus alrededores forman un tipo de embudo para el movimiento (Golden et al. 2012: 12). Desde La Mar fue posible monitorear el movimiento de fuerzas grandes y pequeñas con un sistema de puntos de control. Así, entonces, no es sorprendente que la evidencia epigráfica indica que los señores de La Mar fueron aliados importantes para los reyes de Piedras Negras al igual que sufrieron como cautivos de los poderosos gobernantes de Toniná y Palenque (Martin y Grube 2008).
La evidencia arqueológica en las cercanías de La Mar sostiene la interpretación de que la defensa de la zona inmediata fue una preocupación central para los actores locales. En el 2013, Scherer dirigió unas excavaciones en una planicie en las colinas arriba de La Mar, en donde se descubrió un sistema de bases de empalizadas con portones (Scherer, Golden, Guzmán López 2013). Estas defensas incluyen no solamente rasgos arquitectónicos, sino también escondites de armas en la forma de hachas, navajas y piedras para hondas. Durante el reconocimiento del 2013 y 2014 se ubicaron aún más rasgos parecidos, obviamente para la defensa de los sitios locales aprovechándose de la posibilidad de mantener las empalizadas al nivel local con una inversión relativamente mínima (Schroder 2014b). A diferencia de los ejemplos en los sitios fronterizos de Yaxchilán que sirvieron para la protección del territorio más amplio del reino (Scherer y Golden 2009, 20014), el enfoque de los sistemas defensivos en los alrededores de La Mar era la protección de la comunidad local. De esta manera, aunque el ajaw de La Mar era un aliado importante de los reyes de Piedras Negras, la comunidad local de La Mar estaba más dispuesta en proteger sus propios hogares que en defender un centro dinástico relativamente lejano.
Calzadas elevadas o sacbeob
El capital de paisaje no sirvió solamente para impedir el movimiento, sino también para facilitar el transporte. Una de las rutas terrestres más obvios entre Yaxchilán, Palenque, Sak Tz’i’ y Piedras Negras se encuentra en el valle ancho al oeste del Usumacinta. Hoy en día la actual carretera fronteriza sigue más o menos la misma ruta de costo mínimo peatonal. La carretera probablemente cubre varias porciones del camino precolombino que conectó a los sitios de La Cascada, Chancalá, Flores Magón, La Mar, y Uch Chan (Scherer y Golden 2012), además se sabe que la construcción de la carretera arrancó montículos grandes en varios de estos sitios. Entonces, no nos debería sorprender que Flavio Silva de la Mora (2008) haya documentado una sección de sacbe (una calzada elevada) conectando La Cascada, San Juan Chancalaíto, y Chancalá, y se sospecha que construcciones más al sur fueron destruidas.
Durante la temporada de campo de 2014, Dobereiner (2014) documentó otro sacbe a 10 km al noreste del sitio de Rancho Búfalo. La calzada varía desde 1 a 4 m de altura, incorporando, en parte, secciones de unas colinas modificadas para atravesar el paisaje circundante. La evidencia preliminar indica que el sacbe es una continuación de la calzada La Cascada/Chancalá (Silva de la Mora 2008), paralela al río Chocolja y posiblemente proveyendo un camino alternativo al Usumacinta. Vistos como capital de paisaje para las comunidades locales, estos sacbeob requieren más investigaciones. Como obras que representan un bien público, las calzadas elevadas pudieron proveer un beneficio significante a dichas comunidades, facilitando el transporte terrestre sobre terreno difícil. Sin embargo, la escala monumental de estos rasgos, y la necesidad de planificar su construcción sobre largas distancias habría requerido la intervención del estado o la coordinación de las numerosas comunidades a lo largo de su trayecto.
Playas, Puertos y Porteos
Otros asentamientos a lo largo de la ribera del río Usumacinta presentaron otras formas de capital en la forma de porteos y embarcaderos. Ronald Canter (2007) ha explorado las posibilidades de navegar el Usumacinta río abajo en canoa, y mediante este estudio ha surgido un patrón consistente de los sitios ribereños, que incluyen, del sur hacia el norte, Anaite, Tecolote, Chicozapote, El Chile, El Cayo y El Porvenir. Cada uno de estos sitios están ubicados sobre porteos importantes, inmediatamente al pasar o antes los rápidos peligrosos del Usumacinta. El Porvenir, como un ejemplo, está situado sobre una encrucijada terrestre con acceso al norte a las planadas de Tabasco y al sur hacia Piedras Negras (Kingsley et al. 2012). La playa expansiva adyacente al sitio también funciona hasta el día de hoy como un embarcadero obvio para canoas y lanchas en el Usumacinta. La importancia duradera del sitio El Porvenir como un nexo de rutas terrestres y fluviales se destaca por su historial de ocupación casi continua, desde el periodo Preclásico hasta el día de hoy con asentamientos del Posclásico temprano, Mayas Lacandones, campamentos de madereros, aldeas de los CPR-P, y ahora los puestos de control del Parque Nacional Sierra del Lacandón.
El reconocimiento realizado por Schroder durante la temporada de campo de 2014 registró más asentamiento entre El Cayo y Piedras Negras en el lado chiapaneco de la frontera, centrados en la comunidad actual de Arroyo Jerusalén (Schroder 2014a). Arroyo Jerusalén es un punto de acceso natural al río desde La Mar y Budsilha, y el viaje por río hacia Piedras Negras es muy corto. El núcleo del asentamiento en Arroyo Jerusalén está ubicado dentro del centro del pueblo actual, a unos 50 m al sur del río. Esta sección del río se distingue por tener una playa de piedras formada en una curva gradual inmediatamente río arriba de unos rápidos. Justo debajo los rápidos, todavía adentro los límites de la comunidad moderna, se encuentra un asentamiento más pequeño llamado Ijik Xajlel. De esta manera, Arroyo Jerusalén e Ijik Xajlel ofrecen el último porteo arriba de Piedras Negras, y se encuentran establecidos frente a una ruta terrestre en el lado guatemalteco del Usumacinta. A falta de excavaciones arqueológicas, todavía no se conoce la mayoría de los materiales culturales de Arroyo Jerusalén e Ijik Xajlel, a pesar de esto, se puede distinguir que la cerámica saqueada de estos sitios pertenece a los estilos típicos de Piedras Negras durante el Clásico Tardío.
Cruzando el rio frente al Arroyo Jerusalén, una vez al lado guatemalteco un peatón tendría acceso fácil a Piedras Negras y los asentamientos rurales cercanos. Sitios como El Cayo o Arroyo Jerusalén, ambos con montículos a los dos lados del río, están ubicados precisamente para aprovechar los tramos tranquilos del Usumacinta que son más seguros y agradables para cruzar. Al contrario, en Piedras Negras se encuentra un tramo del río con rápidos, remolinos y precipicios al lado mexicano (Houston et al. 2003). Tales sitios sirvieron sus papeles como puntos en donde fue fácil mover los bienes desde sus rutas fluviales a las rutas terrestres. Nicoletta Maestri (2010; 2011) ha propuesto una función idéntica para el sitio Boca Chinikiha donde el rio Chinikiha desemboca al Usumacinta. Estos puertos antiguos, históricamente lugares de porteo, siguen siendo utilizados precisamente como embarcaderos de lanchas hoy en día. Es necesario enfatizar nuevamente que aunque cuentan con recursos naturales, las funciones económicas de estas formas de capital de paisaje requieren labor de mantenimiento en la forma de playas limpias de monte y listo para recibir viajeros.
Conclusiones
Según Richard Blanton y Lane Fargher (2008), las entidades políticas integradas colectivamente o de forma cooperativa surgen donde los lideres dependen más en la poblaciones locales para su apoyo económico (Feinman 2013). En el contexto de los reinos Mayas del Clásico Tardío en la zona alta del Usumacinta, las excavaciones y el reconocimiento en sitios de menor tamaño sugieren un sistema económico y político más descentralizado que el sistema sugerido por los datos jeroglíficos y arquitectónicos de los centros reales (Fowler et al. 2014). Para probar más la validez de estos resultados preliminares, y la utilidad del concepto de capital de paisaje en el contexto Maya del periodo Clásico, no solamente se necesitan más investigaciones, sino además el desarrollo de metodologías que podrían ofrecer cronologías más precisas y exactas para comprobar los modelos de cambio en los patrones de asentamiento en los alrededores de sitios secundarios y en las zonas rurales. También se debe explicar los procesos del abandono del paisaje a los finales del Preclásico (c. 350 DC), la centralización de las poblaciones dentro de los centros dinásticos durante el Clásico temprano, y la expansión de las poblaciones hacia el campo, reocupando el paisaje después de 600 DC. Pensando en estos desafíos los autores esperan seguir con sus investigaciones en Chiapas, además de un regreso a los estudios arqueológicos en Piedras Negras en los próximos años.
Agradecimientos
Se realizaron las investigaciones en Chiapas con el permiso del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. Se agradece los permisos, la amistad, y la sabiduría local de la gente de las comunidades de Nueva Esperanza Progresista, Ojo de Agua, Nuevo Canaán, Ricardo Flores Magón, La Selva, Arroyo Jerusalén, Chiapas. Se realizaron las investigaciones gracias al apoyo económico y/o institucional de las universidades de Brown, Brandeis (con el fondo Jane del Programa de Estudios Latinoamericanos y Latinos), Harvard, Pennsylvania (con el fondo del Museo de la Universidad y los departamentos de Antropología y estudios latinos), la Universidad Autónoma de Yucatán y la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas; y con el financiamiento de la National Science Foundation de los Estado Unidos (SBE-BCS #1115818 y el Dissertation Development and Improvement Grant#1444994, PI William Fash) y la National Geographic Society (Grant #9054-12).
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