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Un antiguo centro de peregrinación maya: El Mirador e Ixtabay en el Sistema Lagunar Metzabok, Chiapas, México
Introducción
El presente trabajo tiene como objetivo analizar qué características específicas en el entorno natural buscaron los antiguos habitantes de la Laguna Metzabok (Mensabak en maya lacandón) para establecer sus asentamientos y cómo modificaron su medio ambiente para lograr conformar un paisaje simbólico en torno a ellos. Para ello, se dan a conocer los resultados de las temporadas 2013 y 2014 del ‘Proyecto Arqueológico Mensabak’ en Ocosingo, Chiapas, México, el cual actualmente y desde el año 2006 está llevando a cabo el estudio de los sitios arqueológicos de la región bajo la dirección del Dr. Joel Palka (Fig.1).
A lo largo de este trabajo se hará énfasis en la importancia que los santuarios en las cuevas y montañas tenían para los antiguos mayas y cuya tradición en Mesoamérica fue tan arraigada que forma parte de una amplia práctica social compartida por varios pueblos indígenas actualmente, algunos de los cuales siguen realizando ceremonias y peregrinaciones a estos lugares sagrados. Para lograr nuestro fin, nos centraremos en el análisis en dos sitios arqueológicos: El Mirador e Ixtabay, en los que se localizan terrazas, basamentos, plazas, templos y cuevas que conformaron un posible santuario de peregrinación maya hacia el periodo Preclásico Terminal (200 AC – 200 DC).
Peregrinaciones a paisajes rituales
El paisaje es entendido como una estructura socialmente constituida o una red de significados, categorías y valores que son impuestos por una sociedad sobre su entorno físico en un momento dado de su historia (Darvill 1999:110). Las sociedades prehispánicas tenían como lugares sagrados determinados espacios de la naturaleza que ocupaban un lugar importante dentro de sus cosmovisiones. De esta manera, cuando elementos característicos del paisaje como cuevas, lagunas, islas, riscos, acantilados, arboles, cerros, abrigos rocosos y gráficos rupestres son importantes y venerados por una comunidad podemos hablar de un paisaje ritual o territorio simbólico.
Los paisajes rituales mesoamericanos eran comúnmente lugares físicamente impresionantes cargados de un magnetismo espiritual debido a las ceremonias que en ellos se realizaban a través del tiempo. Es debido a esto que las personas acudían en procesión a estos lugares comunicantes para ponerse en contacto con sus deidades y realizar peticiones de diversa índole a través de los rituales (Morinis 1992:4, Stoddard 2009:175, Palka 2014).
Estos paisajes tenían características físicas únicas y extraordinarias que buscaban impactar los sentidos de los visitantes para causar sensaciones que afecten a su cuerpo y comportamiento. La arquitectura en los paisajes rituales como templos, escaleras, tumbas, altares y terrazas, sirve para aumentar la experiencia humana en estos lugares, además guían las acciones y el viaje de las personas durante las ceremonias, simbolizan también el poder de las elites sobre el santuario y sus visitantes. Es decir, el espacio construido funciona como la coreografía para el desarrollo de la procesión, mientras los paisajes funcionan como la escenografía en la cual se desenvuelve la acción ritual (Palka 2014).
En Metzabok, el paisaje cultural se encuentra conformado por abrigos rocosos con cultura material, manifestaciones gráfico- rupestres, cerros, islas, sitios arqueológicos, y santuarios en cuevas con huesos humanos y artefactos (Véase Sánchez 2005, Palka et al. 2008, Palka 2009, Palka y Sánchez 2012 y Nuñez et al. 2014). En el presente estudio nos centraremos en los gráficos rupestres, cuevas y cerros que consideramos significativos para lograr el objetivo planteado en nuestra investigación.
La gráfica rupestre y las cuevas de Metzabok
Los gráficos rupestres se encuentran distribuidos en los alrededores del Sistema Lagunar Metzabok en 3 riscos: el de Tz’ib a nah, O’ton K’ak y Metzabok. Los mayas lacandones que habitan en las comunidades cercanas aún mantienen la creencia de que lo creadores de las pinturas rupestres son seres divinos, quienes en un escenario de tipo mágico, ante la presencia de un eclipse, es como realizaron todas las pinturas (Lozada y Nuñez 2014).
En total se han registrado 186 grafismos rupestres entre pinturas y petrograbados, de una amplia temporalidad: desde época prehispánica hasta tiempos históricos. Los grafismos tienen motivos geométricos, antropomorfos y zoomorfos, plasmados con estilos naturalistas y abstractos. Se han logrado identificar representaciones de monos, serpientes, perros, manos, figuras humanas, y otros elementos importantes dentro de la cosmovisión maya antigua y contemporánea (Véase Lozada 2013, Lozada y Nuñez 2014).
Entre los gráficos rupestres asociados a peregrinaciones en la laguna, se encuentran las pinturas de manos al positivo y al negativo en los riscos Tz’ib a nah y Metzabok. Las manos y pies están comúnmente asociadas a procesiones en la iconografía mesoamericana.
También se tiene petrograbados de dos serpientes en el risco Tz’ib a nah, los cuales posiblemente sirvieron como marcadores de los ciclos de lluvia y sequia entre los pobladores en las cercanías de la laguna, ya que dicha imagen sólo es visible en tiempos de secas y posiblemente indicaba que era tiempo de realizar ofrendas o peregrinaciones (Lozada y Nuñez 2014).
En el risco Tz’ib a nah también destaca la escena de dos personajes vistos de perfil en gran formato, cuyo estilo parece referir al Preclásico Tardío, justo en medio de las dos figuras humanas se pudo identificar por medio de la aplicación del método de Ampliación Decorrelación de imágenes digitales (una extensión desarrollada para el programa ImageJ), dos columnas de glifos mayas, los cuales aparecen muy erosionados (Lozada 2013: 366).
A pesar de que los glifos son apenas distinguibles, se alcanza a identificar los glifos introductorios con una fecha que aún no puede ser leída correctamente (Alfredo Hau comunicación personal 2014). Por lo tanto, se puede considerar que en esta parte del panel se representa una escena ritual en la que se distinguen a dos personajes lujosamente ataviados sosteniendo recipientes a manera de ofrendas y las columnas de glifos que señalaban la fecha y la temática del evento.
Por otro lado, las cuevas alrededor del Sistema Lagunar de Metzabok funcionaron principalmente como osarios y lugares de culto desde época prehispánica hasta tiempos históricos. Algunos lacandones aun oraban y quemaban copal sobre pequeños altares de piedra localizados a la entrada de las cavernas hasta finales del siglo XX y actualmente aun piensan que los restos óseos humanos que existen en estas cuevas son los antepasados de los habitantes de la laguna (Núñez y Woodfill 2013) (Fig.2).
Las cuevas desde tiempos prehispánicos eran lugares dedicados a deidades ancestrales, entradas al inframundo y estaban asociadas con la lluvia, la fertilidad y la abundancia (Brady y Bonor 1993). Hoy en día, a través de la etnografía podemos notar la importancia que los santuarios en las cuevas, fuentes de agua y montañas tienen entre varios pueblos indígenas actuales, los cuales siguen realizando peregrinaciones a estos lugares sagrados (Adams y Brady 1994, Vogt y Stuart 2005 y Palka 2014).
Los cerros: los sitios arqueológicos El Mirador e Ixtabay
El sitio arqueológico El Mirador se encuentra en la cima del cerro más prominente en el paisaje de las lagunas de Metzabok y parece haber sido el elemento central en la geografía sagrada de los antiguos habitantes del área.
La cumbre del cerro fue nivelada por los mayas, allí se encuentran siete estructuras y dos entradas de una cueva vertical. En la temporada 2010 del Proyecto Arqueológico Mensabak, se descubrieron una serie de terrazas que bajaban del lado norte del cerro hacia un sitio arqueológico en la base denominado Ixtabay. Estas terrazas, que en total son 13, eran el camino que los antiguos mayas usaban para subir al santuario en la cima de la montaña, a lo largo de la travesía de encuentran cuevas y templos con una vista espectacular.
La Estructura 1 o templo principal del sitio, está orientado de tal manera que su fachada norte mira hacia una cueva o quizá un monolito en el lado norte del cerro pero también hacia el risco denominado Metzabok a lo lejos, en donde se encuentran plasmados gráficos rupestres así como depósitos de restos óseos humanos (Palka y Sánchez 2012). En su fachada oeste, el templo mira hacia el risco denominado Tz’ib a nah, en donde se localizan también gráficos rupestres y una cueva con depósitos de restos óseos humanos y vasijas de cerámica.
Por otro lado, en el sitio Ixtabay en la base del cerro se encuentran plataformas, montículos, plazas, templos, estructuras con funciones domésticas, dos embarcaderos para recibir canoas, así como la primera terraza que sube hacia El Mirador (Palka 2012a:32, 2012b:16). Durante la temporada de campo 2013 se realizaron las primeras excavaciones en este sitio con el objetivo de tener un panorama preliminar del periodo de construcción y ocupación de sus estructuras, así como para obtener artefactos que nos permitan generar nuevas ideas acerca de la relación entre los sitios de Ixtabay y El Mirador (Fig.3).
Resultados de las investigaciones arqueológicas
El análisis de la cerámica obtenida durante las excavaciones realizadas en los años 2011 y 2013 en El Mirador demostraron que tanto las terrazas como las estructuras en la cima del cerro fueron construidas y usadas durante la misma temporalidad: el Preclásico Tardío/Protoclásico, fechado entre el 200 AC al 200 DC.
Por otra parte, los materiales culturales recuperados en las excavaciones tanto en la cima del cerro como en sus terrazas en las laderas, indican que ambas áreas del santuario El Mirador tuvieron patrones de actividad semejantes. En ambos espacios se encontró poca cantidad de artefactos, se hallaron por lo general fragmentos de cerámica, lascas de sílex, huesos de animales, así como navajillas de obsidiana de la segunda y tercera serie de producción, lo que nos indica que estos artefactos líticos no estaban siendo producidos en el sitio sino solamente consumidos allí.
La poca presencia de artefactos tanto en las terrazas como en la cima del Mirador también nos ayuda a comprender el comportamiento de sus usuarios, pues demuestran el grado de pulcritud que los antiguos habitantes de la laguna tenían hacia el santuario. Este comportamiento es común en los santuarios de peregrinación, donde normalmente se hace una limpieza del lugar desde días antes de la procesión, así como una limpieza posterior a la actividad ceremonial (Silverman 1994).
Por otra parte, en la cueva principal en la cima del Mirador, a unos 30 m de profundidad se encuentran vasijas de cerámica y restos óseos humanos (Thompson et al. 2005). Las vasijas cerámicas dentro de la cueva son semejantes a las encontradas tanto en la cima como en las terrazas de El Mirador. De esta manera a través del análisis cerámico se puede determinar que muy seguramente el uso ritual del risco/cueva, los templos en la cima y las terrazas en la ladera de la montaña fueron usados simultáneamente durante el periodo Preclásico Terminal (Fig.4).
Aunque aún falta realizar excavaciones y análisis detallados dentro de esta cueva, los huesos humanos ahí depositados junto al material asociado podría demostrar la continuidad en el uso de las cuevas en la Laguna Metzabok como espacios funerarios desde época preclásica hasta el siglo XX, hipótesis que espera ser comprobada con estudios futuros.
Por otra parte, en el sitio arqueológico Ixtabay, localizado en la base del cerro El Mirador se tenía la hipótesis antes de realizar las excavaciones que por el tipo de sistema constructivo (mampostería de piedras pequeñas), las edificaciones y plazas cerca de la laguna fueron construidas en la fase de reocupación postclásica del sitio pero que las plazas y los edificios de mayor volumen, construidos con mampostería de grandes piedras fechan para el periodo Preclásico cuando El Mirador era un santuario de peregrinaje e Ixtabay funcionaba como el centro de recepción de los visitantes.
Esta hipótesis fue confirmada por los datos cerámicos cuyo análisis de formas, acabados de superficie y pastas indican que al menos en las áreas excavadas en la Plaza Sur del sitio la ocupación humana fue durante el periodo Postclásico Tardío, lo que coincide con las fechas AMS obtenidas en otros sitios arqueológicos alrededor de la laguna con arquitectura y materiales culturales similares. Las fechas de ocupación de estos sitios serian alrededor del año 1350 DC.
En Ixtabay y otros sitios del Postclásico Tardío en la Laguna Metzabok también se han encontrado artefactos que indican un fuerte contacto que bien podría ser directamente con sitios en el Centro de México o bien obtenidos a través del intercambio con la región del Soconusco en Chiapas, en donde se sabe que para esas fechas era el enclave azteca más al sur del imperio Mexica (Gasco 2005). Los análisis de las obsidianas llevadas a cabo en otros sitios alrededor de la laguna a través de fluorescencia de Rayos X ayudó a determinar como fuentes de origen el Pico de Orizaba, Zaragoza, Pachuca y Ucareo, todos en el centro de México; sin embargo, las obsidianas de fuentes guatemaltecas aún se continuaron usando (información obtenida a través del Proyecto Arqueológico Metzabok).
Las excavaciones en la Plaza Sur de Ixtabay ayudaron a determinar que en los edificios a su alrededor con arquitectura de bajo tamaño y cercanas al lago se realizaban actividades domésticas, los materiales arqueológicos que se hallaron fueron: malacates, carbón, manos de metates, sellos, y en mucha cantidad huesos de animales quemados, cerámica, navajillas de obsidiana, lascas y un núcleo de sílex, así como caracoles de jute. Por lo pronto, con base a estos indicadores arqueológicos se puede determinar que en estas unidades domesticas del Postclásico Tardío se realizaban actividades como la elaboración y decoración de textiles, preparación y consumo de alimentos y menor medida la elaboración de instrumentos de sílex (Fig.5).
Por el contrario, el material cultural obtenido del pozo de sondeo realizado cerca de la Plaza Norte de Ixtabay refleja actividades humanas de una naturaleza y época distinta al encontrado en el área sur del sitio. En este pozo se encontró en su mayoría cerámica correspondiente en formas, pastas y acabado de superficie al periodo Preclásico Tardío/Protoclásico y Clásico Temprano. Por lo que se propone que las edificaciones en la zona Norte de Ixtabay son contemporáneas a las del santuario El Mirador. Esta hipótesis tiene que ser comprobada con más excavaciones y análisis de materiales culturales del sitio, para entender mejor las funciones de sus estructuras y sus fases de ocupación, también ayudarían a una mejor comprensión de la relación entre el santuario El Mirador e Ixtabay.
Algo interesante fue encontrar en uno de los pozos de sondeo realizados en medio de la Plaza Sur de Ixtabay un depósito de fundación conformado por una olla miniatura pintada de color rojo que se encontraba entre grandes piedras de relleno constructivo sin otros materiales arqueológicos asociados. Un análisis preliminar de este artefacto parece indicar que se trata de un recipiente del periodo Preclásico. Las vasijas miniatura se han reportado en contextos especiales en varios sitios de las Tierras Bajas Mayas (p. ej. escondites, depósitos de fundación, contextos funerarios, caches) y es posible que tuvieran en su interior sustancias valiosas como esencias, resinas, incienso, semillas, sustancias aromáticas o sangre (Véase Hermes 2003, Arnauld et al. 2013) (Fig.6).
Es posible que este cache haya sido realizado por los peregrinos que visitaron el Santuario durante el Preclásico Tardío y que ayudaron con su mano de obra a construir las primeras edificaciones en Ixtabay y El Mirador. En otros lugares de peregrinación del área Maya se han encontrado ofrendas similares conformadas por vasijas miniatura, por ejemplo, en el Cenote Sagrado de Chichen Itzá, Yucatán y en la Cueva de Naj Tunich en Petén, Guatemala donde se encontraron 17 ejemplares fechados para el Protoclásico/Clásico Temprano
Discusión
A los habitantes de Metzabok, la naturaleza les regaló un paisaje único en el cual se materializaba el origen mítico de los pueblos en el pensamiento mesoamericano: una isla en donde se encuentra una montaña rodeada de agua con una gran cueva. De esta manera los habitantes del área durante el Preclásico Tardío eligieron establecerse allí debido a las características físicas favorables del ambiente pero sobre todo porque esa laguna represento el momento mítico en el que el universo fue creado: la montaña hueca en medio del agua que recordaba al mar primordial en la cosmovisión de los antiguos mayas y que guardaba en su interior grandes riquezas como maíz, agua, viento, seres sobrenaturales, deidades y ancestros que representaban la abundancia para la comunidad, también eran los lugares de donde emanaba la los truenos, las nubes y la lluvia tan importante para las sociedades agrícolas como lo fueron las Mayas.
La montaña El Mirador tiene un conjunto de características que recuerda al mito cosmogónico del Yaxhal Witz o Primera Montaña Verdadera que se representa en la iconografía maya como una montaña partida de donde emerge el Dios del Maíz y está relacionada a un lugar acuoso y fructífero relacionado con el mar primordial y de donde salen los productos que le dan sustento al hombre y donde se originó el maíz, también llamada como Montaña de Sustento o Montaña Florida y que desde al menos el periodo Formativo Medio Olmeca es representada iconográficamente en varios sitios de Mesoamérica (Guernsey 2001, Taube 2004, Arredondo 2010).
Tal como lo han demostrado los datos epigráficos, etnohistóricos, arqueológicos y etnográficos en otras comunidades de la Mesoamérica prehispánica, colonial y contemporánea, los antiguos habitantes de la Laguna Metzabok posiblemente consideraban a su localidad como el centro del mundo o como se conoce en varios pueblos indígenas actuales el ombligo de la tierra.
Los pobladores de Metzabok transformaron artificialmente su entorno en donde invirtieron una gran cantidad de tiempo y recurso humano en la construcción de obras monumentales en las cuales muy seguramente tuvo una participación toda la comunidad e inclusive comunidades vecinas que peregrinaban hacia el sitio, como ha sido confirmado en otros santuarios por la arqueología (Véase Silverman 1994). La participación comunitaria sirvió para convertir el territorio formal en territorio simbólico a través de la construcción de terrazas, entierros, templos, basamentos y gráficos rupestres que se encuentran en los cerros, riscos y cuevas cercanas.
La cueva principal en El Mirador tiene un patrón de distribución de la cultura material característico de otras cavernas rituales en el área Maya usadas tanto en la época prehispánica como por grupos indígenas actuales. Los depósitos de ofrendas se encuentran en lugares muy profundos o alejados de la entrada, donde no llega ni la luz del sol, lo que probablemente los hacía pensar que se encontraban próximos a las deidades que residían en la tierra (Véase Ishihara y Guerra 2012, Adams y Brady 1994).
Los depósitos de artefactos y restos óseos humanos en la cueva de El Mirador se encuentran a una profundidad aproximada de 30 m bajo la superficie, lo que tratándose de cuevas verticales y de su espacio estrecho se trató de una gran astucia y dificultad física haber bajado hasta ahí a realizar las ofrendas, lo que quizá tuvo una gran relevancia en cuanto a las sensaciones y prestigio que tuvieron los antiguos especialistas encargados de hacer este tipo de trabajos durante las ceremonias.
Nuestra investigación ha concluido que la importancia del santuario El Mirador radicó también en su función como observatorio solar desde donde se podían registrar posiciones especificas del sol sobre el horizonte en determinadas fechas del año. Desde las estructura 1, 2 y 3 se pueden observar claramente los pasos cenitales del sol en los días 13 de mayo y el 5 de agosto, marcados en el horizonte por otro cerro lejano denominado Warak Witz (‘cerro redondo’ en maya lacandón), en donde según habitantes locales existen restos de estructuras prehispánicas, dato que tendría que ser comprobado con un reconocimiento arqueológico. Desde estos edificios también se pueden observar el equinoccio de primavera el 21 de marzo y el equinoccio de otoño el 22 de septiembre, marcados en el horizonte por otros cerros. El solsticio de verano el 21 de junio también parece estar marcado en el paisaje, y es probable que también se hayan marcado salidas del sol en fechas diferentes a los principales fenómenos astronómicos conocidos pero importantes dentro del calendario mesoamericano (Fig.7).
Aunque el estudio de la astronomía cultural del sitio aún está en proceso, se puede mencionar de manera preliminar que estas fechas son de gran importancia dentro del ciclo agrícola, ya que es una práctica común entre los mayas de hoy como entre los prehispánicos fijar las fechas de siembra y cosecha mediante la observación de los dos pasos cenitales anuales del sol (Tedlock 1992). El primer paso cenital del sol en el mes de mayo es muy importante pues coincide con el inicio de la temporada de lluvias y el inicio de la siembra; durante el segundo paso cenital solar que es entre los meses de julio y agosto en área Maya también puede haber una segunda siembra así como las primeras cosechas de maíz o primicias que son ofrendadas en varias ceremonias como se observa en varias fuentes etnohistóricas y etnográficas. La cosecha principal es entre los meses de septiembre y octubre, que coincide con el equinoccio de otoño y también marca el inicio de la temporada de sequía (Tedlock 1992, Milbrath 1999). Posiblemente los antiguos habitantes del área de Mensabak acudieron allí para celebrar ceremonias relacionadas con la petición de abundante lluvia, buenas cosechas y también realizar ofrendas de sus primicias de cosechas en fechas marcadas por su calendario agrícola el cual estaba regido por el año solar.
En este trabajo también se propone que El Mirador fue un santuario de peregrinación desde al menos el Preclásico Tardío y su culto se relacionaba con fenómenos astronómicos y el ciclo agrícola. Posiblemente los antiguos habitantes del área de Mensabak acudieron allí para celebrar ceremonias relacionadas con la petición de abundante lluvia, buenas cosechas y también realizar ofrendas de sus primicias de cosechas en fechas marcadas por su calendario agrícola el cual estaba regido por el año solar.
En las fechas en las cuales se realizaron estos viajes rituales, el circuito procesional pudo haber tenido origen durante la noche desde el sitio arqueológico llamado Noh K’uh que se encuentra a pocos kilómetros, y el cual es fechado también para el Preclásico Tardío; desde allí se observa sobresaliendo en el paisaje la montaña El Mirador. Luego posiblemente visitaron y realizaron ritos en las diferentes cuevas alrededor de las lagunas Tz’ib a nah y Metzabok así como en los riscos con gráficos rupestres (Fig.8). También es posible que al igual que en otros lagos de procesión en Mesoamérica los peregrinos fueran dejando ofrendas en las orillas, ya que en época de secas los arqueólogos del Proyecto Mensabak han encontrado algunas posibles ofrendas de figurillas antropomorfas femeninas de barro (Véase Palka 2011).
Después de visitar las cuevas y riscos alrededor de la laguna, es posible que los peregrinos accedieran al sitio Ixtabay en la base del cerro, en donde se encuentran plazas, edificios y embarcaderos para contener a una gran cantidad de gente y canoas. En la zona norte del sitio se encuentra un posible templo (Estructura 67) encima de un cerro nivelado con una altura aproximada de 15 m, que muy posiblemente fuera visitado al igual que el cenote al noroeste de El Mirador donde se encuentra una estructura asociada que no ha sido explorada aún. Una vez concluida la visita de los lugares importantes en Ixtabay, la gente subía al santuario a través de las 13 terrazas que podrían simbolizar los 13 niveles del plano celeste en la cosmovisión maya. A lo largo del recorrido por las terrazas se encuentran varios templos, grandes monolitos de roca madre y cuevas en los que se han encontrado posibles ofrendas. Después del gran recorrido descrito hasta aquí, los peregrinos llegaban a la cima de la montaña donde se encontraba la cueva principal y desde allí continuaban con los ritos propiciatorios finales para después presenciar la salida del sol por el horizonte que indicaba el momento de iniciar la siembra o bien que pronto seria tiempo de cosecha. De esta manera, después de la larga ceremonia que implica una peregrinación religiosa, los antiguos habitantes de Metzabok aseguraban una buena temporada de lluvia, así como buenas cosechas (Fig.9).
Por otro lado, la participación de las élites y especialistas rituales de Metzabok en la construcción de las obras monumentales en el santuario se demuestra en la orientación de las edificaciones construidas para la observación de fenómenos astronómicos, la nivelación llevada a cabo en la cima del Mirador así como la construcción de las 13 terrazas con rellenos constructivos de hasta 10 metros y el acceso restringido a las cuevas y templos. Estos datos nos indican los grandes esfuerzos que las élites de la región hacían para transformar el paisaje y controlar varios elementos importantes de sus cosmovisiones como lo son las cuevas y montañas.
También se ha llegado a estas conclusiones después realizar un análisis de la distribución espacial de las edificaciones así como del material arqueológico asociado a ellas. Por ejemplo, se han propuesto como parte de este trabajo al menos tres zonas de actividad (Fig.10):
- Área de peregrinos. Esta zona del santuario es la plaza principal a la que se accede después de subir una escalinata que tiene origen en la Terraza 13. Esta plaza fue hecha con la intención de albergar una gran cantidad de gente, y queda de frente a la Estructura 1 (o templo principal) del Mirador, en la parte trasera tiene la vista panorámica de un paisaje impresionante desde el cual se observa el risco y cueva Metzabok hacia el Norte y hacia el Este se observa perfectamente también la salida del sol.
Esta área fue la más limpia de todo el santuario, lo que se deduce debido a que en los pozos de sondeo realizados en el año 2011 fue donde se encontró menor cantidad de material cultural, lo cual indica el grado de limpieza que los mayas dieron a la plaza (Palka 2012a:33).
- Área de élite y especialistas rituales. Esta zona se encuentra en la parte posterior de la Estructura 1 y da acceso a la cueva principal en la cima del cerro (Cueva 1 y 2). Es un área restringida por las estructuras 7, 1 y 2 del santuario, que funcionaron como una barrera arquitectónica para que las personas en la plaza principal no pasen a esta zona. En los pozos de sondeo realizados en el año 2011 en área del santuario se encontró poca cantidad de material cultural, lo cual indica que los mayas recogían la basura después de las actividades rituales (Palka 2012a:32-33). Este dato arqueológico también indica que posiblemente la cueva principal al Sur de la Estructura 1 fue el foco ritual del santuario, debido a la acumulación de cultura material encontrada dentro de ella.
- Área de observación solar. Esta zona se encuentra conformada por las estructuras 3, 4 y sus alrededores. Desde esta área de observa hacia el Este una vista espectacular del paisaje, a lo lejos se encuentra el cerro Warak Witz, que fue el marcador de horizonte de los pasos cenitales del sol. En esta zona fue donde se recuperó mayor cantidad de material arqueológico en el santuario a través de los pozos de sondeo excavados en el año 2011 al sur de las Estructuras 3 y 4 (Palka 2012a:34-35). Es posible que además de las cuevas en la cima, esta zona haya sido uno de los focos rituales del santuario debido a que desde las Estructuras 3 y 4 es donde se observa la salidas del sol en el este y ese motivo se haya encontrado mayor cantidad de cultura material, y ya que encuentran a un nivel del terreno más bajo y en pendiente al resto del santuario, la limpieza debió de ser más difícil en esta área a comparación de la plaza y los alrededores de la Estructura 1.
Consideraciones finales
A manera de conclusiones, se debe mencionar que las procesiones en Metzabok además de estar vinculadas al culto agrícola, también sirvieron para remarcar los límites territoriales de la comunidad, puesto que durante las procesiones se visitaban lugares importantes del paisaje simbólico como cuevas, ciertos parajes, riscos, peñascos, rocas madre gigantes, gráficos rupestres, cerros y templos de la comunidad que son re-apropiados simbólicamente por sus habitantes y cuyo significado es actualizado en su memoria colectiva.
De esta manera, a través del ritual de la peregrinación se fomentaban valores sociales y se traspasaban conocimientos a las nuevas generaciones acerca de la cosmovisión, la vida religiosa, la tradición oral, los roles sociales y la estructura social de la comunidad.
Agradecimientos
- A los amigos lacandones de la comunidad de Puerto Bello Metzabok.
- Al Dr. Joel Palka por el financiamiento del proyecto, asesoría y comentarios.
- A la Dra. Socorro Jiménez por todo su apoyo y asesoría en el análisis cerámico.
- A los organizadores del XXIX Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala por la aceptación y publicación de nuestro trabajo.
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Fig. 1: Mapa con la ubicación del Sistema Lagunar Metzabok, Ocosingo, Chiapas, México (Tomado de INEGI y editado por Rubén Nuñez).
Fig. 2: a) Restos óseos humanos e incensarios lacandones, Cueva Metzabok; b) Restos óseos humanos, Cueva Zak Tak; c) Incensarios lacandones, Cueva Tzibana; d) Incensarios y tabla de copal lacandones, Cueva Yaax Há. Cuevas localizadas en el norte de la selva lacandona, Ocosingo, Chiapas (Fotografías y edición de Rubén Nuñez).
Fig. 3: Ubicación grafica de los sitios arqueológicos El Mirador e Ixtabay (Fotografía de Rubén Nuñez).
Fig. 4: Cueva en El Mirador, escala 1.5, Grupo Espeleológico Jaguar A.C. (Tomado de Thomson et al 2005).
Fig. 5: Artefactos domésticos encontrados en el sitio arqueológico Ixtabay. a) Núcleo de sílex; b) Instrumento de molienda; c,d) Sellos postclásicos; e) Malacate (Fotografías de Rubén Nuñez).
Fig. 6: Cache conformado por una vasija miniatura encontrada en la unidad de excavación IX-2-A-2 en la Plaza Sur del sitio arqueológico Ixtabay (Fotografía de Rubén Nuñez).
Fig. 7: Vista hacia el Este desde las estructuras 1, 3 y 4 de El Mirador con el azimut y fechas del paso cenital, equinoccios y solsticios del ciclo solar (Elaborado por Rubén Núñez).
Fig. 8: Propuesta de circuito procesional con origen en el sitio arqueológico Noh K´uh hasta la montaña El Mirador, lagunas Tzibana y Metzabok, Chiapas (Mapa modificado por Rubén Núñez, basado en Fig. de Palka 2012a: 10).
Fig. 9: Circuito procesional en los sitios arqueologicos El Mirador e Ixtabay, observesé las 13 terrazas por las que los antiguos visitantes subian hasta el santuario en la cima (Imágenes editadas por Rubén Nuñez en base de Fig. de Palka 2012a: 39 y mapa de Rebecca Deep y Walker Good).
Fig. 10: Mapa de zonificación del sitio arqueológico El Mirador (Realizado por Rubén Núñez con base en mapa de Palka 2012a).