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Palenque y Tikal en la prensa mexicana del siglo XIX
En México, esta valoración por el mundo antiguo tiene sus orígenes a finales del Siglo XVIII. Ciertamente, José Antonio Alzate y Ramírez, editor de la Gazeta de Literatura de México, inaugura esta vertiente con su “Descripción de las antigüedades de Xochicalco”, publicada el 19 de noviembre de 1791. En este suplemento, por primera vez, se incluyen planos de la zona y detalles de los monumentos, al tiempo que el autor lamenta la destrucción de la ciudad por el celo mal entendido de unos y por la ignorancia de otros.
De esta forma, los intelectuales criollos encuentran en el mundo indígena elementos que les permitirán diferenciarse del español. “En la mentalidad criolla de fines del siglo xviii −dice Sonia Lombardo de Ruiz−, este pensamiento legitimaba la idea nacionalista de un México poderoso, capaz de ser independiente; es así como se inicia la recuperación de la historia precolombina” (Lombardo de Ruiz 1994:23).
Una vez concluida la gesta independentista, las culturas prehispánicas se convirtieron en uno de los pilares más importantes para conformar la identidad nacional y construir la historia patria. Simultáneamente, esta tendencia se fortalece por una corriente que proviene del extranjero, y que incide en el proceso de recuperación del pasado indígena. Nos referimos al Romanticismo Europeo que, “por un lado, pone sus ojos en el folclor como expresión de las tradiciones del origen genuino de los pueblos, y por el otro, se interesa por las características etnográficas de los diversos pueblos del mundo” (Lombardo de Ruiz 1994:23). Esta tendencia va a incrementar el comercio de las obras de arte, extendiéndose, por supuesto, a las piezas arqueológicas. En México, este mercado se vio robustecido por los relatos de los viajeros y exploradores extranjeros, ya que muchos de los objetos prehispánicos se destinan a satisfacer la demanda de coleccionistas, aunque, al mismo tiempo, da origen a la formación de museos.
Todo este proceso de institucionalización de la actividad arqueológica queda registrado en la prensa nacional y, precisamente, uno de nuestros objetivos en este trabajo es el de analizar y rescatar las noticias sobre las antigüedades mayas que las expediciones de los viajeros y exploradores decimonónicos suscitaron y, a partir de ellas, reconocer cómo se fue construyendo la imagen de los antiguos mayas. Un ejemplo es el texto localizado por el maestro Carlos Navarrete, que lleva por título: “Historia fantástica”, publicado originalmente a manera de panfleto u hojas volantes en 1817, y que más tarde apareció reproducido en el periódico chiapaneco El Para-rayo, el 7 de noviembre de 1827. En él se habla de las ruinas de Palenque, pero sólo aparecen como decoración, porque el verdadero trasfondo de la proclama es denunciar el mal gobierno. Recordemos que en esos momentos, México está buscando su independencia: el virrey Juan Ruiz de Apodaca sustituye a Félix María Calleja en el cargo, y Francisco Javier Mina se integra a la lucha. En la zona sur del reino, también están al pendiente de lo que acontece en la metrópoli, sin desligarse por completo de Guatemala, pues no olvidemos que por muchos años esta región estuvo integrada a la Capitanía General de Guatemala.
Otra muestra: en el Águila Mexicana, periódico de marcada tendencia iturbidista, el miércoles 7 de diciembre de 1825 aparece una carta del padre Tomás Luis de Roca a José Miguel de San Juan, relativa al descubrimiento de Palenque y a la creación de una tertulia científico-literaria, encabezada por don Ramón Ordóñez y Aguiar, para debatir sobre el origen trasatlántico de los constructores de Palenque; misiva fechada el 27 de noviembre de 1792. La existencia de esta carta en el diario mexicano controvierte la publicación de Manuel Ballesteros Gaibrois, Nuevas noticias sobre Palenque en un manuscrito del siglo XVIII (México: UNAM, Publicaciones del Instituto de Historia, 1960), porque en ese momento Ballesteros la da a conocer como inédita, cuando en la prensa decimonónica había aparecido 135 años antes.
En este mismo número encontramos una nota del general Juan Pablo de Anaya, quien en ese momento fungía como ministro de Guerra en el gobierno de Guadalupe Victoria, con fecha del 9 de noviembre de 1825 y redactada en la ciudad de Comitán, donde señala:
El Sr. Ordóñez que se cita en este documento es muerto ya; pero he conseguido algunos fragmentos de la historia y antigüedades de los indios, como también de la teología de estos, dispuestos por dicho Sr.: están muy maltratados e incompletos, aunque tengo esperanzas de completarlos y arreglarlos para mandarlos a Méjico.
Tengo igualmente dos curiosidades de piedra traídas de la ciudad del Palenque: la una es una medalla que pesa 30 libras (13 kilogramos aproximadamente), pulidamente trabajada da a entender un perfecto conocimiento en el arte del buril que la grabó: representa un personaje muy grave, en actitud de tomar alimento con un plato y un vaso en las manos. La otra es una máscara muy bien trabajada y de piedra muy fina. Estas piezas con lo mas que pueda adquirir las remitiré para nuestro museo (Águila Mexicana, 7 de diciembre de 1825).
Los datos que nos ofrece Anaya en este comunicado son interesantes por varias razones: 1) Aporta datos sobre don Ramón Ordóñez y Aguiar, incansable promotor de las ruinas de Palenque, específicamente sobre la fecha de su deceso, que debió ocurrir entre 1820-1824, ya que en un documento de 1819, localizado en la Biblioteca Nettie Lee Benson, firma con una letra muy temblorosa, lo que denota que se trata de una persona muy mayor, y 2) Porque ahora sabemos cómo fueron a parar varios documentos del presbítero a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. Entre ellos, probablemente se encontraba la misiva que cita el diario, pero por su mal estado de conservación debió haberse perdido o el periódico la archivó. Lo que sí encontramos en dicho acervo es un escrito que habla de la historia del descubrimiento de Palenque, catalogado con la signatura E.C.T. 3-226, y fragmentos del manuscrito original Historia de la creación del cielo y de la tierra, etcétera, etcétera, que años más tarde, editó completo Nicolás León en 1907.
Por otro lado, me llaman la atención las piezas arqueológicas que cita Anaya, y que pasarían a formar parte del Museo Nacional Mexicano, antecedente del Museo Nacional de Antropología e Historia. La primera es una medalla de metal, que es poco probable que sea de la época prehispánica, por el material con el que estaba hecha, y que “representa un personaje muy grave, en actitud de tomar alimento con un plato y un vaso en las manos” y, la segunda, es una máscara de piedra fina, probablemente de jade. Consideramos que valdría la pena realizar una minuciosa búsqueda de estos vestigios en las bodegas del museo, para corroborar su existencia y, de ser posible, averiguar el tipo de material empleado, así como analizar su diseño iconográfico.
Inicialmente, sabíamos que Ordóñez poseía varios objetos prehispánicos, pues Guillermo Dupaix, en su paso por Ciudad Real, en 1808, menciona que el religioso le mostró dos piezas antiguas, un hacha de piedra verde (posiblemente serpentina), con la representación de un rostro antropomorfo proveniente de la costa del Golfo, y un medallón de cobre, el cual el presbítero conjetura que provenía de los primeros pobladores de Palenque. De modo que podemos deducir que la colección del religioso era mucho mayor que la que cita Dupaix.
Ahora bien, en otra nota del periódico el Águila Mexicana, fechada el 18 de junio de 1826, nuevamente Juan Pablo de Anaya señala que los manuscritos y las piezas arqueológicas enviadas eran:
Primero, cuatro abultadas carpetas de manuscritos sobre las antigüedades y ruinas del Palenque en el estado de Chiapas. 2. Una carpeta con 17 dibujos de los fastos, númenes, lápidas y celaturas de las mismas. 3. Un medallón de piedra con el busto de un personaje en medio relieve rodeado de signos o caracteres jeroglíficos. 4. Una piedra labrada, formando figura luminosa, que embutida en la pared parece servía de anillo o marra, y un aro de piedra hecho a mano y dos martinetes o mazos hechos de lo mismo como para morteros. 5. Una máscara de piedra una verdiosa. Todo lo precedente es sacado de las ruinas de Palenque. 6. Una piedra con una figura grabada sacada de las ruinas que están cerca del pueblo de Ocozingo [Ocosingo] o antigua Thula. 7. Una muela de deforme tamaño aunque fracturada e incompleta, hallada en unos sepulcros en los valles de Eustepeques [Cuxtepeques]. 8. Ocho flautas de enorme tamaño, desconocido uso y origen dudoso. 9. Un águila real o candal viva cogida en las montañas de Eustepeques. 10. Unos alcaravanes vivos, cuya especie de ave parece no es conocida de los naturalistas, siendo de particulares propiedades y muy semejante al mensajero o secretario del cabo de Buena Esperanza (Águila Mexicana, 18 de junio de 1826).
Esta nota es significativa por varios motivos: 1) Indica el número preciso de manuscritos propiedad de don Ramón Ordóñez y Aguiar, que en este caso eran cuatro; 2) Señala que dicha colección tenía 17 dibujos, posiblemente de la expedición de Antonio del Río, realizada en 1787, porque sabemos que se entrevistó con él en Ciudad Real, después de su exploración en la “arruinada ciudad”, y que le mostró las piezas que extrajo del lugar; 3) Refiere sobre “un medallón de piedra que contiene en medio relieve el busto de un personaje con signos o escrituras jeroglíficas en derredor, y una máscara de la misma materia: todo sacado de las mismas ruinas”; posiblemente se trata de uno de los bustos con rostros de gobernantes de Palenque que se encontraban en la pared de la Casa A, así como el rostro de otro personaje; 4) Una máscara de piedra “verdiosa”, probablemente de jade, extraída de alguna tumba; 5) Anaya señala que extrajeron una lápida de Toniná, “que embutida en la pared parece servía de anillo o marra: y un aro de piedra hecho a mano, y dos martinetes o mazos de lo mismo como para morteros: halladas estas tres piezas últimas en unos vestigios de ruinas en los deliciosos y amenos valles de los Quitepeques [Cuxtepeques, hoy La Concordia]”, y 6) Comenta de varios instrumentos musicales y aves vivas de la región: un águila real y unos alcaravanes (un ave caradriforme de la familia Burhinidae; un ave zancuda migratoria con plumaje de tonos pardos, de 40 cm de longitud).
Ahora bien, el 10 de febrero de 1826 los editores del Águila Mexicana reproducen la noticia de una incursión a Palenque efectuada en 1785, justo en el año que Antonio Bernasconi llevó a cabo su exploración oficial. En este caso fue realizada por cuatro funcionarios locales de la ciudad de Villahermosa: el capitán Francisco González Villamil, gobernador interino; el licenciado Lorenzo Santamaría, asesor; Antonio Correa Benavidez, escribano de cabildo; el teniente coronel Eusebio de Torres y el capitán José Reyes Rendón.
Según Agustín Fernández de San Salvador, autor de la nota, dice que Eusebio de Torres tenía una hacienda muy cercana a las ruinas, y que constantemente hablaba de las bondades de la tierra, pues había toda clase de árboles frutales, maderas preciosas y animales exóticos. Y destaca: “Entre las muchas aves suele dejarse ver el hermosísimo Quetzal cuya belleza excede a la de la ave del paraíso o manucodiata de las islas malucas” (Águila Mexicana, 10 de febrero de 1826).
Seguramente, Torres fue quien los convenció de explorar el lugar, ya que Fernández de San Salvador, dice que,
Torres me envió una máscara de mármol verde oscuro que mis amigos vieron algunos años en mi estudio, vive quien sospecho que me la robó amistosamente. Aquel me aseguró que la hizo quitar de una de las estatuas la cual representaba una mujer hermosa toda de una sola piedra blanquísima y trasparente. Quizá era de la cómica Thalia, y de mármol de Paros y alabastro (Águila Mexicana, 10 de febrero de 1826).
La “máscara de mármol verde oscuro”, que se cita, posiblemente sea una máscara de jade sustraída de alguna tumba o de alguno de los rostros en estuco que decoraban la ciudad, pues sabemos que varios de los personajes de las escenas rituales de los pilares del Palacio y del Templo de las Inscripciones carecen de caras.
Para concluir su relato, Fernández de San Salvador retoma una teoría muy en boga en ese tiempo, la cual trascribimos: “el Palenque es un resto de la Atlántida; de aquel grandioso espacio muy poblado, cuya existencia y hundimiento bajo el mar atlántico testifican Solón lo que copió de los libros de los egipcios” (Águila Mexicana, 10 de febrero de 1826).
Además de esta nota, el Águila Mexicana reproduce otras exploraciones al sitio, lo cual nos permite afirmar que, en el Siglo XIX, Palenque fue uno de los lugares más visitados, tanto por exploradores extranjeros como por estudiosos mexicanos. En esta ocasión, se trata del médico de origen francés, Francis Corroy. Sus indagaciones aparecieron publicadas en este diario los días 12, 13 y 14 de julio de 1826. En principio, menciona que tenía en su poder un manuscrito de un tal Julio Garrido, quien era miembro de una de las familias más importantes del Nuevo Palenque, y quien exploró el sitio en 1819. Corroy, además, agrega que aparte del citado escrito, también poseía un plano del Palacio y 14 dibujos de jeroglíficos, figuras, ídolos y sacerdotes. Incluso, tenía “algunos ídolos de barro o tierra cocida, y uno de ellos con caracteres inconocidos que parecen ser chinesco” (Águila Mexicana, 12 de julio de 1826). Lamentablemente, desconocemos el paradero de la obra de Garrido, así como de las piezas arqueológicas, las cuales valdría la pena buscar en las colecciones del Museo Nacional de Antropología e Historia, pues es posible que pasaran a formar parte de la colección del nuevo Museo Nacional.
Por otro lado, Corroy no sólo se basa en el escrito de Garrido, sino que también nos comparte sus observaciones, pues dice:
“Se entra en el palacio por una puerta regular, por la que se conoce no haber nunca tenido maderas ni puertas de tablas, y todo el cuerpo del palacio no tiene tampoco maderos ningunos, pues el techado remata de una pared a otra en forma de pirámide” (Águila Mexicana, 13 de julio de 1826). Evidentemente, le sorprende la bóveda maya, que en Europa era completamente desconocida. Además, agrega: “He visto con un movimiento gustoso y agradable escritos sobre la pared de la sala los nombres de Dávila y Robles; el primero es compadre espiritual mío, y ambos fueron diputados por Chiapas a las cortes de España…” (Águila Mexicana, 13 de julio de 1826).
Los grafitis de Palenque son un tema aparte, porque hasta ahora sólo sabíamos que habían dejado estampadas sus firmas personajes legendarios como Désiré de Charnay y Augustus Le Plongeon, y desconocíamos los nombres de Dávila y Robles. Del primero, descubrimos que se trata de Fernando Dávila, cura interino de Tila, y del segundo, Mariano Robles Domínguez, canónigo, quien presentó a las Cortes españolas “una proposición en la que pedía que se estableciera en Ciudad Real una diputación provincial para aquella provincia, separa de la de Guatemala” (Benson 1994:50).
En esta nota, Francis Corroy también habla de que tuvo la fortuna de conocer a dos personajes destacados en el descubrimiento y difusión de Palenque: Guillermo Dupaix y Luciano Castañeda, y dice al respecto:
El año de 1808 fueron comisionados de nuevo por el Ecsmo. Sr. Virrey Iturrigaray, el capitán Dupin [Dupaix], nativo de Luxemburgo en Alemania, acompañado de un dibujante nativo mejicano nombrado Castañeda, los que al regreso de su expedición de las ruinas, estuvieron en esta capital, los que he obsequiado en mi casa y tuvieron la bondad y generosidad de enseñarme todos los dibujos que habían sacado, los que no puedo referir porque eran muchos […] (Águila Mexicana, 14 de julio de 1826).
Ahora bien, con respecto a las ruinas de Tikal y otras cercanas al Río La Pasión, localizamos en La Voz de México una nota del 19 de agosto de 1879 que refiere:
Los Sres. D. Manuel Pérez Soler y D. Cipriano Carrascona, que acaban de llegar del río de la Pasión, han informado que en una excursión que hicieron últimamente, encontraron unas magníficas ruinas de bastante extensión, y si bien no pudieron examinarlas detenidamente, observaron entre ellas, edificios algunos, en forma de castillo y obeliscos con jeroglíficos bien marcados y sin ningún detrimento. Estas ruinas no distan mucho de las que hace pocos años descubrió D. José L. Valay y en donde se han informado existe un ídolo o estatua de piedra de extraordinaria magnitud, cuya cabeza se ha desprendido del cuerpo y pesa solo ella algunas arrobas. Lo cierto es, que todas estas ruinas tienen tanta analogía con las del Palenque, que sin duda son contemporáneas y que a una misma causa han debido su soledad. En la línea recta no deben distar también mucho las de Tikal en el Distrito del Petén. Finalmente, en un lugar del río de Ococingo [Ocosingo] (afluente del Usumacinta), frente a un salto que imposibilita el curso de las embarcaciones, hay también varios paredones como restos de murallas, que solo algunos indígenas trabajadores de cayucos han visto de paso. ¡Cuántas preciosidades no permanecerán ocultas entre todas esas ruinas! (La Voz de México, 19 de agosto de 1879).
Resulta interesante que un grupo de mexicanos en esa época haya incursionado por el Río La Pasión y comprobado de que existen otras ciudades antiguas, además de Palenque y Tikal. También me llama la atención que mencione a esta última ciudad, porque es unos años posterior a su descubrimiento oficial (1847), por Modesto Méndez y Ambrosio Tut, y cuya noticia apareció publicada en varios números de la Gaceta de Guatemala, la primera el 2 de diciembre de 1847, y las sucesivas el 18 de abril y el 25 de mayo de 1848.
Por otro lado, resulta llamativo que otros exploradores nacionales hayan investigado otras ciudades, como Yaxchilán, deducción que hacemos porque refieren que descubrieron “un ídolo o estatua de piedra de extraordinaria magnitud, cuya cabeza se ha desprendido del cuerpo y pesa solo ella algunas arrobas [kilográmos]” (La Voz de México, 19 de agosto de 1879). Y cuyo descubrimiento, a finales del Siglo XIX, llenaría de fama a Désiré de Charnay y Alfred P. Maudslay.
Asimismo, vale la pena destacar que esta noticia se reprodujo en ese mismo diario el 28 de octubre de 1879, y un día antes apareció en Le Trait d’Union, lo que nos habla de la repercusión que tuvo esa novedad en su momento.
Por último, consideramos pertinente recalcar que en el periódico Le Trait d’Union se habla de las exploraciones realizadas por Alfred P. Maudslay en varios sitios mayas de México y Guatemala. El diario resalta que Maudslay viene auspiciado por la Sociedad de Geografía de Londres, y que realizará investigaciones arqueológicas en Tikal y otras ciudades ubicadas en las márgenes del Río Usumacinta, entre 1881 y 1882. Además, destaca las modernas técnicas con las que cuenta el investigador inglés, como es el uso de la moderna cámara fotográfica para el registro de monumentos.
Para concluir, queremos señalar la importancia que tiene este tipo de investigaciones porque nos permite dar a conocer expediciones inéditas a Palenque, efectuadas por estudiosos mexicanos, y que son poco conocidas por los especialistas. Asimismo, nos ayuda a rastrear las piezas arqueológicas que extrajeran del sitio, y que probablemente se encuentren en colecciones particulares, ya que en las bodegas del Museo Nacional de Antropología e Historia hemos corrido con poca suerte para su localización. De manera que los invitamos cordialmente a continuar revolviendo los manuscritos antiguos y a desempolvar los diarios de la época, con la finalidad de enriquecer la historia de la arqueología en el área Maya.
Referencias
Ballesteros Gaibrois, Manuel
1960 Nuevas noticias sobre Palenque en un manuscrito del siglo XVIII. México: UNAM, Publicaciones del Instituto de Historia.
Benson, Nettie Lee
1994 La diputación provincial y el federalismo mexicano / trad. de Mario A. Zamudio Vega. 2ª ed. México: El Colegio de México; Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades.
Lombardo de Ruiz, Sonia
1994 El pasado prehispánico en la cultura nacional (memoria hemerográfica 1877-1911). México: Instituto Nacional de Antropología e Historia. 2 volúmenes.
Navarrete, Carlos
2000 Palenque, 1784: el inicio de la aventura arqueológica maya. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Mayas (Cuadernos del Centro de Estudios Mayas, 26).
Ordóñez y Aguiar, Ramón
1907 Historia de la creación del cielo y de la tierra conforme al sistema de la gentilidad americana. Theología de los culebras, figurada en ingeniosos gerogliphicos, symbolos, emblemas y metaphoras, diluvio universal, dispersión de las gentes, verdadero origen de los indios: su salida de Caldea: su tránsito por el océano, y derrota que siguieron, hasta llegar al seno mexicano. Principio de su imperio, fundación, y destrucción de su antigua y primera corte, poco ha descubierta, y conocida con el nombre de ciudad de Palenque. Supersticioso culto, con que los antiguos palencanos adoraron al verdadero dios, figurado, en aquellos otros: é interpretados sus símbolos, emblemas, y metaphoras, conforme al genuino sentido del paroxismo americano /editado por Nicolás León. Publicaciones periódicas mexicanas del siglo XIX: 1822-1855. Fondo antiguo de la Hemeroteca Nacional y Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México (Colección Lafragua)
2000 Coord. Miguel Ángel Castro y Guadalupe Curiel. México: UNAM, Coordinación de Humanidades, Instituto de Investigaciones Bibliográficas.
Hemerografía
La Águila mexicana. Periódico cotidiano político y literario.
México: [Germán Nicolás Prissette], 1823-1828.
- 1, no. 1-100 (15 abr. – 23 jul. 1823); 369 p.
- 2, no. 101-200 (24 jul. – 31 oct. 1823).
- 3, no. 201-366 (1°. nov. 1823 – 14 abr. 1824).
Año 2, t. 4, no. 1-183 (15 abr. – 14 oct. 1824).
Año 3, no. 1-381 (15 oct. 1824 – 30 abr. 1826).
Año 4, no. 1-262 (1°. mayo 1826 – 16 ene. 1827).
Año 5, no. 1-365 (17 ene. – 31 dic. 1827).
Año 6, no. 1-151 (1°. ene. – 30 mayo 1828).
(Imp. de Mariano Ontiveros, 15 – 28 abr. 1823; Imp. de Tomás W. Lorrain, 29 abr. – 31 jul. 1823; Imp. del Águila, 1°. ago. 1823 – 28 mayo 1828).
il.; 29 x 20 cm. Prospecto, suplementos y cuadros estadísticos.
La Voz de México. Diario político, religioso, científico y literario de la «Sociedad Católica»
México: Sociedad Católica, 1870-1875.
- 1, no. 1-218 (17 abr. – 31 dic. 1870).
- 2, no. 1-309 (lo. ene. – 31 dic. 1871).
- 3, no. 1-308 (2 ene. – 31 dic. 1872).
- 4, no. 1-307 (1°. ene. – 31 dic. 1873).
- 5, no. 1~301 (1°. ene. – 31 dic. 1874).
- 6, no. 1-42 (1°. ene. – 18 feb. 1875).
(Imp. de Ignacio Escalante y Cía., 17 abr. – 17 oct. 1870; Imp. de Tomás F. Neve, 18 oct. – 22 dic. 1870; Imp. de Ignacio Cumplido, 23 dic. 1870-30 jun. 1871; Imp. a cargo de M. Rosello, 1°. jul. 1871-28 feb. 1873; Imp. de La Voz de México, 1°. mar. 1873-18 feb. 1875). 39 x 39 cm. Alcances y suplementos.